domingo, 30 de enero de 2022

IV DOMINGO. REFLEXIÓN

¿QUIÉN ES LUCAS?

No estamos en condiciones de reconstruir la biografía precisa de nuestro evangelista, pero podemos esbozar algunos trazos que perfilen su figura. Lucas viviría en la provincia romana de Acaya y participaría de la situación sociocultural del resto de la gente. También en su interior habría echado raíces la desesperanza que anidaba en el corazón de sus convecinos. Algún misionero cristiano -tal vez Pablo o algún discípulo suyo- le anunciaría la buena noticia del evangelio de Jesús.

Ante el anuncio evangélico. Lucas se siente seducido por Cristo y se decide a seguirlo. Nuestro autor ha encontrado lo único que es importante descubrir en la existencia humana: Cristo es el único Señor de la vida. Lucas abandona la esclavitud que supone la dependencia de los pequeños señores, y se dispone a emprender la gran aventura de su existencia: seguir los pasos del Cristo vivo.

La tradición cristiana nos cuenta que Lucas era médico y compañero de Pablo. Cuando leemos el tercer evangelio, apreciamos la pluma de un escritor erudito. Un buen conocedor de la lengua griega y un excelente estilista. Al analizar el vocabulario de su texto, apreciamos que unas 400 palabras reflejan una terminología propia del lenguaje de la medicina.

Una vez incorporado a la comunidad cristiana, Lucas se propone escribir un evangelio. Tal vez, en su corazón, se dijera a sí mismo: «Yo he experimentado la salvación de Jesús y me siento liberado por él. Escribiré un libro en el cual contaré a mis hermanos mi experiencia de liberación. Les anunciaré gozosamente que Cristo es el único Señor. No vale la pena malbaratar la vida para sobrevivir al servicio de pequeños señores».

Observemos bien este detalle. Lucas no se propone realizar una descripción ni una biografía de Jesús. Lucas cuenta a sus condiscípulos una experiencia de fe: “He descubierto que Cristo es el Señor, y quiero anunciaros que tan solo él libera». Lucas escribe un evangelio. No nos presenta a Jesús para que lo admiremos de lejos, nos presenta al Señor de la misericordia para que nos decidamos a seguirlo llevando la cruz de cada día.
 

MONICIÓN DE ENTRADA

Nuestra celebración dominical nos recuerda que cada uno de nosotros hemos sido elegidos, consagrados y enviados por Señor. Cada eucaristía renueva en nosotros esta vocación y hace crecer en nosotros la fe, la esperanza y el amor, virtudes que son nuestro sustento y que nos hacen fuertes con Cristo en el amor al Padre y a los hermanos. Con alegría nos disponemos, como comunidad, a participar de este sacramento de vida.
 

TEXTO DEL EVANGELIO (LC 4, 21-30)

Puesto que muchos han intentado narrar ordenadamente las cosas que se han verificado entre nosotros, tal como nos las han transmitido los que desde el principio fueron testigos oculares y servidores de la Palabra, he decidido yo también, después de haber investigado diligentemente todo desde los orígenes, escribírtelo por su orden, ilustre Teófilo, para que conozcas la solidez de las enseñanzas que has recibido.

Jesús volvió a Galilea por la fuerza del Espíritu, y su fama se extendió por toda la región. Él iba enseñando en sus sinagogas, alabado por todos. Vino a Nazaret, donde se había criado y, según su costumbre, entró en la sinagoga el sábado, y se levantó para hacer la lectura. Le entregaron el volumen del profeta Isaías y desenrollando el volumen, halló el pasaje donde estaba escrito: «El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido para anunciar a los pobres la Buena Nueva, me ha enviado a proclamar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, para dar la libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor». Enrollando el volumen lo devolvió al ministro, y se sentó. En la sinagoga todos los ojos estaban fijos en Él. Comenzó, pues, a decirles: «Esta Escritura, que acabáis de oír, se ha cumplido hoy».
 

REFLEXIÓN: DIME CON QUIÉN ANDAS... Y TE DIRÉ LO QUE TE ESPERA. POR JAVIER LEOZ

1.- He querido cambiar, el final de un conocido refrán, para centrar el mensaje del Evangelio de este día. Seguir a Jesús no es ninguna bicoca. La fe en Cristo, no es una sustancia que nos produce dulces sueños o un escaparate que pone delante de nosotros surcos sembrados de oro o surtidores de buena suerte. Eso sí; confiar en Jesús, infunde seguridad en las decisiones; tranquilidad en nuestra conciencia y transparencia en el caminar.

2.- Nuestro encuentro con El, desde el día de nuestro Bautismo, fue un golpe de gracia y de vida pero, cuando pasa el tiempo, vamos cayendo en la cuenta de lo qué supone comprometerse con El. O de lo qué nos espera, si somos capaces y estamos interesados, claro está, de acoplar hasta las últimas consecuencias, su estilo de vida con la nuestra. Porque, nos puede ocurrir lo mismo que a aquellos que, en la sinagoga, quedaron encantados por las palabras de Jesús pero, a continuación, comenzaron a pensárselo dos veces: ¿no es este Jesús el hijo del carpintero? ¿Y esos milagros? También, esta reacción y actitud, la solemos emplear muchísimas veces en personas de nuestro entorno cuando nos cuesta admitir el bien que nos hacen o, simplemente, el que llevan la razón.

3.- El domingo pasado nos quedábamos con la sensación del éxito de Jesús: ¡todos los ojos puestos en El! Hoy, por el contrario, todas las manos parecen estar sobre El para empujarlo y despeñarlo por una ladera. La vida, en todos los estados y en variadas situaciones, nos trae a la memoria esta cruda realidad: tan pronto te aplauden como te critican. Pero, aquel/lla que es o quiera ser profeta, ha de saber (hemos de saber) que no ha venido al mundo para ser elogiado, ni tampoco con el ánimo de ser impopular, sino para sentirse tan en las manos de Dios que, cumplir su voluntad, es la ocupación y la preocupación de todo apostolado. Lo demás…queda en segundo plano. Agarrarse a Dios, y estar menos pendiente de la imagen, da fuerza al apostolado. Lo contrario…lo debilita. ¿Lo vemos así? ¿No preferimos que la sociedad, el mundo, los que nos rodean pongan los ojos en nosotros y en nadie más? Recientemente, por activa y por pasiva, se nos ha recordado en España que, la Iglesia es una de las instituciones con menos credibilidad. Pues, mira por donde, en ese sentido, ya está a la altura de Jesús Maestro. Si, El, fue denostado, despreciado entre los suyos y no reconocido ¿Por qué con la iglesia habría de ser distinto? ¿Qué espera nuestra sociedad de la Iglesia? ¿Que le diga que “sí” a todo? ¿Qué piense y actúe como el mundo y no como Dios? ¿Que renuncie a lo que es vital en ella y traicione al espíritu de su fundador para subir puntos en el barómetro de su consideración? Dime con quien andas y te diré qué te espera. Un joven no creyente, en una carta a un medio de comunicación social, escribía lo siguiente en estos días: “agradezco a mis padres el hecho de que me inculcaron valores; ojala en vez de suprimir horas de religión en la enseñanza, pusieran más. Creo que a los jóvenes les vendrá bien el día de mañana situarse desde una escala de valores y no desde el dictado de la sociedad”. Frente al intento de despeñar la realidad cristiana de nuestra tierra, por desfiladeros peligrosos y con argumentos ridículos, han de surgir cristianos dispuestos a dar la cara por Cristo.

4.- Hemos de prepararnos ante unos tiempos que, según estamos percibiendo, nos traen nuevos retos y no pocas dificultades. Pero ¡no temamos! El Señor va por delante. Que seamos capaces de abrirnos paso en medio de una turba que, más que airada, está despistada y sin control. Escandaliza y es sospechoso, que en medio del río revuelto, algunos tengan más empeño en poner al servicio de otras religiones y atacando otras sensibilidades, la mismísima Catedral de Córdoba y, por el contrario, a los que seguimos a Jesús de Nazaret poco menos que pretendan aquello de “a éstos ni pan ni agua”. Nada. Se cumple una vez más. Sólo desprecian a uno… en su propia casa. ¿Será que Jesús tenía entre nosotros muchas casas pero pocos corazones dispuestos a dar batalla por El?
 

 

DESTACADO CARDENAL EUROPEO DICE QUE LA IGLESIA DEBE CAMBIAR

EXCLUSIVO: En una amplia entrevista con “La Croix”, el cardenal Jean-Claude Hollerich SJ habla con franqueza sobre temas candentes en la Iglesia católica

Por Loup Besmond de Senneville | Ciudad del Vaticano | La Croix International, 24-1-2022

La disminución del número de creyentes en Europa, la lucha de la Iglesia por seguir desempeñando un papel en la sociedad occidental, el debate sobre el celibato sacerdotal y las nuevas visiones sobre la sexualidad.

El cardenal Jean-Claude Hollerich, el jesuita de 63 años que dirige la Arquidiócesis de Luxemburgo y es presidente de COMECE (la Comisión de las Conferencias Episcopales de la Unión Europea), habla con franqueza sobre estos y otros temas candentes en esta entrevista exclusiva con Loup Besmond de Senneville de La Croix.

La Croix : Has sido misionero en Japón, eres jesuita, arzobispo de Luxemburgo, cardenal. ¿Siempre has buscado a Dios de la misma manera?

Cardenal Jean-Claude Hollerich: Cuando llegué a Japón siendo un joven sacerdote, fue un gran impacto. En ese momento yo era un joven empapado del catolicismo popular de Luxemburgo.

Con otros jesuitas, cada uno con un origen católico diferente, llegamos a un modelo de catolicismo que todos vimos muy rápidamente que no correspondía a las expectativas de Japón. Para mí, esto representó una crisis. Tuve que dejar de lado toda la piedad que había sido la riqueza de mi fe hasta entonces y abandonar los caminos que amaba.

Me enfrenté a una elección: renunciar a mi fe porque no podía encontrar los caminos que conocía, o emprender un viaje interior. Elegí la segunda opción. Antes de poder proclamar a Dios, tenía que convertirme en un buscador de Dios. Dije con insistencia: “Dios, ¿dónde estás? ¿Dónde estás, tanto en la cultura tradicional como en el Japón posmoderno?” Cuando regresé a Europa hace diez años, tuve que empezar de nuevo.

Para ser honesto, pensé que encontraría el catolicismo que había dejado en mi juventud. Pero ese mundo ya no existía. Hoy, en esta Europa secularizada, tengo que hacer lo mismo: buscar a Dios.

¿Ha vuelto Europa hoy a ser tierra de misión?

Sí, lo ha sido durante mucho tiempo.

El Luxemburgo de mi juventud era un poco como Irlanda, con grandes procesiones, mucha piedad popular, etc. Cuando yo era niño, todos los niños iban a la iglesia. Mis padres no fueron, pero me enviaron, porque era normal hacerlo.

Recuerdo que en la escuela, una niña de mi clase no hizo su primera comunión y eso armó un escándalo. Ahora, lo que causa el escándalo es cuando un niño realmente la toma.

Pero al reflexionar, puedo ver que este pasado no fue tan glorioso. Obviamente no lo vi de niño, pero ahora me doy cuenta de que ya había muchas grietas e hipocresías en esa sociedad en ese entonces.

Básicamente, la gente no creía más de lo que cree hoy, incluso si iban a la iglesia. Tenían una especie de práctica dominical cultural, pero no estaba inspirada en la muerte y resurrección de Jesús.

¿Crees que este catolicismo cultural está acabado?

Todavía no. Varía en diferentes partes del mundo. Pero estoy convencido de que la Covid acelerará este proceso.

En Luxemburgo, tenemos un tercio menos de feligreses. Estoy seguro de que no volverán. Entre ellos hay personas de cierta edad a las que les resultará doloroso volver a la práctica religiosa, ir a una iglesia. Pero también están aquellos católicos para quienes la misa dominical era un ritual importante que brindaba estabilidad a sus vidas.

Para muchos, llamarse católico sigue siendo una especie de disfraz dotado de una moralidad general. Les ayuda a mantenerse al día con la sociedad, a ser “buenos cristianos”, pero sin definir realmente lo que eso significa.

Pero esta era debe terminar. Ahora debemos construir una Iglesia basada en la fe. Ahora sabemos que somos y seremos una minoría. Esto no debería sorprendernos ni entristecernos.

Tengo la dulce certeza de que mi Señor está presente en Europa hoy.

¿Y no tienes dudas al respecto?

Oh no. No hay dudas en absoluto. Ya no es una pregunta que me persiga.

Cuando era más joven, tenía miedo de no encontrarlo. Era como si estuviera obsesionado por este miedo. Tenía que averiguarlo o me hundiría. Ahora estoy mucho más tranquilo.

¿Es esa la sabiduría de la edad?

No sé si existe tal cosa como la sabiduría de la edad. (Risas). ¡Sería feliz si lo hubiera!

Pero en el fondo siempre hacemos las mismas estupideces y siempre nos topamos con la misma pared. Al menos sabemos que el muro está ahí y que dolerá.

También sé ahora que soy solo un instrumento del Señor. Hay muchos otros. Esta conciencia me hace siempre desconfiar un poco de todos aquellos que dicen tener la fórmula inmejorable para anunciar a Dios.

¿No hay una receta mágica?

No. Sólo existe la humildad del Evangelio.

Y cuando eras más joven, ¿creías en las recetas mágicas?

Sí, por supuesto, creía en ellos. Pero es una hermosa locura de juventud. También muestra el entusiasmo de los jóvenes.

¿Por qué el mensaje del cristianismo sigue siendo relevante hoy?

Porque la gente no ha cambiado en dos mil años. Seguimos buscando la felicidad y no la encontramos. Todavía tenemos sed de infinito y nos encontramos con nuestros propios límites.

Cometemos injusticias que tienen graves consecuencias para otras personas, lo que llamamos pecado. Pero ahora vivimos en una cultura que tiende a reprimir lo humano. Esta cultura de consumo promete satisfacer los deseos humanos, pero no lo hace.

Sin embargo, en momentos de crisis, de conmoción, la gente se da cuenta de que en su corazón hay un montón de preguntas latentes. El mensaje del Evangelio es excepcionalmente fresco al responder a esta búsqueda de sentido y felicidad.

El mensaje sigue siendo relevante, pero los mensajeros a veces aparecen con disfraces de tiempos pasados, lo que no es el mejor servicio hacia el mensaje en sí.

Por eso tenemos que adaptarnos. No para cambiar el mensaje en sí, por supuesto, sino para que se entienda, aunque seamos nosotros quienes lo anunciemos.

El mundo sigue buscando, pero ya no mira en nuestra dirección, y eso duele. Debemos presentar el mensaje del Evangelio de tal manera que las personas puedan orientarse hacia Cristo.

Precisamente por eso, el Papa Francisco inauguró en octubre pasado el Sínodo sobre la sinodalidad, del que eres relator general. ¿Dijiste recientemente que no sabes lo que escribirás en el informe?

Tengo que ser yo quien escuche. Si hago muchas propuestas, desanimaré a las personas que tienen una opinión diferente. Entonces son las personas las que tienen que llenar mi cabeza y las páginas.

Este es un sínodo. Debe estar abierto. Como dice el Papa, es el Espíritu Santo quien es el maestro de obras. Así que también debemos dejar espacio para el Espíritu Santo. Este método es importante hoy porque ya no podemos conformarnos con dar órdenes de arriba hacia abajo. En todas las sociedades, en la política, en los negocios, lo que cuenta ahora es la creación de redes.

Este cambio en la toma de decisiones va de la mano con un verdadero cambio de civilización, al que nos enfrentamos. Y la Iglesia, como siempre lo ha hecho a lo largo de su historia, debe adaptarse a ella. La diferencia es que esta vez el cambio de civilización tiene una fuerza sin precedentes. Tenemos una teología que nadie entenderá en 20 o 30 años. Esta civilización habrá pasado.

Por eso necesitamos un nuevo lenguaje que debe basarse en el Evangelio. Y toda la Iglesia debe participar en el desarrollo de este nuevo lenguaje: este es el sentido del sínodo.

Como presidente de COMECE, participaste en una reunión en Roma a principios de octubre con los partidos europeos de derecha y centro-derecha. A la salida, el cardenal Pietro Parolin les animó a no considerar el cristianismo como un supermercado del que sólo se pueden elegir determinados valores. ¿Existe esta tentación entre los políticos?

Sí, claramente. A la derecha, retoman símbolos cristianos. Les gustan los rosarios y los crucifijos, pero esto no siempre está ligado al misterio de Cristo. Esto está relacionado con nuestra cultura europea pasada. Quieren referirse a una cultura para conservarla. Este es un mal uso de la religión.

En la izquierda también conozco a políticos que se dicen cristianos comprometidos, que luchan contra el cambio climático, pero que votan en el Parlamento Europeo para hacer del aborto un derecho fundamental y para limitar la libertad de conciencia de los médicos. Eso también es tomar la religión como un supermercado.

Uno puede ser demócrata cristiano, socialista, ecologista, etc. , y seguir siendo cristiano. Esta diversidad de formaciones políticas es de gran beneficio para la sociedad. Pero los políticos a menudo tienden a mantener en privado sus preferencias religiosas. En este caso, ya no se trata de una religión, sino de una convicción personal. La religión requiere un espacio público para expresarse.

Pero, ¿no es más difícil para los cristianos involucrarse en política?

En primer lugar, es cierto que hay menos cristianos. En segundo lugar, es cierto que cada vez se involucran menos en política. Vemos esto después de cada elección.

Por otro lado, es evidente que el mensaje de los obispos a la sociedad ya no llega. Usted ha experimentado esto en Francia durante varios años. Esta es la consecuencia de que estemos en minoría.

Para ayudar a la gente a entender lo que queremos, debemos entablar un largo diálogo con aquellos que ya no son cristianos, o que son sólo cristianos en la periferia. Si tenemos ciertas posiciones no es porque seamos conservadores, sino porque creemos que la vida y la persona humana deben estar en el centro.

Para poder decir esto, creo que necesitamos tener diálogos y amistades con tomadores de decisiones o políticos que piensan diferente. Aunque no sean cristianos, compartimos con ellos una sincera preocupación por colaborar por el bien de la sociedad. Si no queremos vivir en una sociedad compartimentada, debemos ser capaces de escuchar las historias de los demás.

¿Significa esto que la Iglesia debe renunciar a defender sus ideas?

No, no se trata de eso. Debemos intentar comprender al otro, construir puentes con la sociedad. Para hablar de antropología cristiana, debemos basarnos en la experiencia humana de nuestro interlocutor. Porque aunque la antropología cristiana es maravillosa, pronto dejará de ser comprendida si no cambiamos de método.

¿Y de qué nos sirve hablar si no somos oídos? ¿Hablamos por nosotros mismos, para asegurarnos de que estamos en el lado correcto? ¿Es para tranquilizar a nuestros propios seguidores? ¿O hablamos para ser escuchados?¿Cuáles son las condiciones para esta escucha?

En primer lugar, la humildad. Pienso que aunque no sea necesariamente consciente, la Iglesia tiene la imagen de una institución que sabe todo mejor que otras. Por lo tanto, necesita mucha humildad, de lo contrario no puede entrar en un diálogo.

Esto también significa que debemos demostrar que queremos aprender de los demás. He aquí un ejemplo: me opongo totalmente al aborto. Y como cristiano, no puedo tener una posición diferente. Pero también entiendo que hay preocupación por la dignidad de la mujer, y hoy ya no se escucha el discurso que teníamos en el pasado para oponernos a las leyes del aborto.

Entonces, ¿qué más podemos hacer para defender la vida?

Cuando un discurso ya no pesa, no hay que obstinarse en utilizarlo, sino buscar otros caminos.

En Francia, muchos creen que la Iglesia ha perdido gran parte de su credibilidad a causa de los delitos sexuales que se cometen en su seno. ¿Cómo te posicionas frente a esta crisis?

Antes que nada, quiero decir que estos abusos son un escándalo. Y cuando vemos los números en el Informe Sauvé, podemos ver que no es el desliz de unos pocos. Hay una falla sistémica en alguna parte, y debe abordarse.

No debemos temer las heridas que esto nos pueda causar, que no son absolutamente nada comparadas con las de las víctimas. Por lo tanto, debemos ser muy honestos y estar preparados para recibir algunos golpes.

Hace unas semanas estuve en Portugal, donde estaba celebrando la Misa. Había allí un niño pequeño que, mientras servía la Misa, me miraba como si yo fuera el buen Dios. Pude ver que me vio como un representante de Dios, lo cual era, de hecho, durante la liturgia.

Abusar de tales niños es un crimen real. Es una falta mucho más grave que si un profesor o un entrenador deportivo cometiera tales actos. El hecho de que esto haya sido tolerado para proteger a la Iglesia duele. ¡Hicimos la vista gorda! Es casi irreparable.

Ahora llego a tu pregunta. Algunas personas han perdido la confianza. Para recuperarla, cuando sea posible, hay que tener una gran humildad. Cuando se acompaña a una comunidad oa una persona, se debe tener siempre presente el principio de absoluto respeto por aquellos a quienes se acompaña. No puedo dejar de lado ni siquiera a una persona.

Me parece obvio que estas preguntas estarán en la mente y en el corazón de todos durante el proceso sinodal. Tenemos que aceptar el cambio.

Si hay un fallo sistémica, ¿crees que se necesitan cambios sistémicos?

Si. Obviamente, en mi diócesis, como en muchas otras, tenemos una carta de buena conducta que todos tienen que firmar, tanto los sacerdotes como los laicos que trabajan para la Iglesia.

Antes de la ordenación, también sometemos a los seminaristas a ocho sesiones psicológicas diseñadas para detectar la pedofilia. Estamos haciendo todo lo que podemos, pero no es suficiente. Necesitamos una Iglesia que esté estructurada de tal manera que estas cosas ya no sean posibles.

¿Qué significa eso?

Si a las mujeres y los jóvenes se les hubiera dado más voz, estas cosas se habrían descubierto mucho antes. Debemos dejar de actuar como si las mujeres fueran un grupo marginal en la Iglesia. No están en la periferia de la Iglesia, están en el centro. Y si no damos voz a los que están en el centro de la Iglesia, tendremos un gran problema.

No quiero ser más específico: esta pregunta se hará inevitablemente en el Sínodo, en varias culturas, en diversos contextos. Pero las mujeres han sido ignoradas demasiado. Debemos escucharlos, como hacemos con el resto del pueblo de Dios.

Los obispos deben ser como pastores que escuchan a su pueblo. No es solo que digan: “Sí, escucho, pero eso no me interesa”. Necesitan estar en medio de su rebaño.

¿Qué otros cambios hay que hacer?

La formación del clero debe cambiar. No debe centrarse sólo en la liturgia, aunque entiendo que los seminaristas le dan gran importancia. Los laicos y las mujeres deben tener voz en la formación de los sacerdotes. Formar sacerdotes es un deber de toda la Iglesia, por lo que toda la Iglesia debe acompañar este paso, con hombres y mujeres casados y solteros.

En segundo lugar, necesitamos cambiar nuestra forma de ver la sexualidad. Hasta ahora hemos tenido una visión bastante reprimida de la sexualidad.

Obviamente, no se trata de decirle a la gente que puede hacer cualquier cosa o de abolir la moralidad, pero creo que debemos decir que la sexualidad es un regalo de Dios.

Lo sabemos, pero ¿lo decimos? No estoy seguro. Algunas personas atribuyen el aumento de los abusos a la revolución sexual. Pienso exactamente lo contrario: en mi opinión, los casos más horribles ocurrieron antes de la década de 1970.

En esta área, los sacerdotes también deben poder hablar sobre su propia sexualidad y ser escuchados si tienen problemas para vivir el celibato. Deben poder hablar de ello libremente, sin temor a ser reprendidos por su obispo.

En cuanto a los sacerdotes homosexuales, que son muchos, sería bueno que lo hablaran con su obispo sin que éste los condene.

En cuanto al celibato y la vida sacerdotal, preguntémonos con franqueza si un sacerdote debe ser necesariamente célibe.

Tengo una opinión muy alta del celibato, pero ¿es indispensable? En mi diócesis tengo diáconos casados que desempeñan su papel diaconal de una manera maravillosa, que dan homilías a través de las cuales tocan a las personas mucho más poderosamente que nosotros que somos célibes.

¿Por qué no tener sacerdotes casados también?

De la misma manera, si un sacerdote ya no puede vivir esta soledad, debemos ser capaces de comprenderlo, no de condenarlo. Soy ya viejo ahora, así que esto no me preocupa tanto.

¿Has sentido la dificultad de vivir esta soledad?

Sí, por supuesto.

En ciertos momentos de mi vida, fue muy claro. Y también es obvio que todo sacerdote se enamora de vez en cuando. La pregunta es cómo comportarse en este caso.

En primer lugar, uno debe tener la honestidad de reconocerlo a sí mismo, y luego actuar de tal manera que pueda continuar viviendo su sacerdocio.


sábado, 29 de enero de 2022

HISTORIA E ACTUALIDADE DO MOVEMENTO ECUMÉNICO II

O Concilio Vaticano II

22 de enero de 2022

A iniciativa do papa Xoán XXIII de crear un Secretariado para a Unidade dos Cristiás dentro da estrutura da Curia Romana (1960) xa facía pensar en que o Concilio ía a ser un punto de inflexión da Igrexa con respecto ao Movemento ecuménico.  O Secretariado, dirixido polo xesuita Augustin Bea, convertirase ou funcionará na práctica como unha comisión conciliar. Non en van, o anuncio da celebración do Concilio foi feita polo Papa na igrexa de San Paulo extramuros, ao remate da Semana de Oración pola unidade dos cristiás (25.01.1959)

O Ecumenismo vai a ser así un punto de referencia clave para a obra conciliar, nomeadamente na súa reflexión sobre a Igrexa. O decreto Unitatis redintegratio, xunto coa constitución Lumen gentium e o decreto Orientalium ecclesiarum, serán os pilares da  entrada oficial de la Igrexa católica no Movemento Ecuménico.

A partir do Concilio a Igrexa católica estableceu diálogo teolóxico y relacións bilaterais fraternas con todas as Igrexas históricas de Oriente e de Occidente. Tamén o realiza directamente co Consello Mundial de Igrexas, no cal é membro da súa Comisión doutrinal, Fe e Constitución. Este diálogo multilateral internacional tamén está apoiado en outros a nivel nacional e rexional en diversas partes do mundo.

a) Froito deste traballo, publicáronse varios importantes documentos de converxencia por parte desa comisión, que están marcando as relacións ecuménicas actuais:

O Documento de Lima (1982): Bautismo, Eucaristía e Ministerio.

A Conferencia Mundial de Fe e Constitución en Santiago de Compostela (1993): sobre a comuñón na Igrexa

A publicación dun documento que está a ser estudiado polas diferentes igrexas: “A Igrexa: cara a unha visión común” (2013).

b) No ámbito bilateral, xa o temos mencionado, un fito histórico foi o acordo entre a Igrexa Católica e a Federación Luterana Mundial en 1999, coa firma da Declaración Conxunta sobre a sobre a doutrina da xustificación.

c) Isto posibilitou a conmemoración conxunta dos cincocentos anos do inicio da Reforma no ano 2017.

d) E, ao mesmo tempo, deu comezo ao proceso de conmemorar tamén desa forma a gran iniciativa de comuñón que no seu tempo supuxo a Confesión de Augsburgo (1530-2030), a pesares de que, como sucedera anos antes, non se puido evitar a división.

f) Outro acontecemento que vai a marcar as axendas ecuménica máis cerca vai ser a conmemoración do 1700 aniversario do Concilio de Nicea, que marcou a constitución do Credo que nos une a tódolos cristiás (325-2025).

g) Así mesmo, tamén é importante sinalar os pasos que se están dando no diálogo coas igrexas ortodoxas bizantinas entorno á figura do ministerio de Pedro na Igrexa, un ministerio que eles nunca negaron nin negan. Por iso, están revisando de forma conxunta como se executaba no primeiro milenio da Igrexa indivisa (Ravenna, 2007; Chieti, 2016).

Se visitamos a páxina web do Pontificio Consello para a Promoción da Unidade dos Cristiáns (http://www.christianunity.va/content/unitacristiani/it.html), darémonos conta da toda riqueza que significa para nos, os católicos, establecer diálogo coa meirande maioría dos cristiáns, nomeadamente con aqueles que están aumentando de forma exponencial en todo o mundo: os Pentecostáis.

Benito Méndez

Profesor do ITC


"EU SÍNTOME..."

Cando as persoas empezamos a falar dicindo: “é que eu síntome…”, hai que esperar e ver como e onde se sente ou se senta esa persoa, se se sente, senta, sobre un tallo, unha cadeira, sofá, mesa, cama, tacóns de agulla, enriba dun cigarro, nas botas de boxeador, no chan, area, pedras, silvas,… ou empoderados/as que pode significar estar con poder enriba dos/as outros/as e con frecuencia oprimindo.

As persoas certamente que temos sentimentos e emocións variadas… e unha persoa pode sentir tantas cousas e tan diversas, mesmo contraditorias, que pouco nos van dicir quen é e como é ese ser humano, e o que pode chegar a ser. As persoas non son un sentimento nin son unha emoción, aínda que estes condicionen con maior ou menor intensidade os seus estados de ánimo e esperanzas. De feito, cando aparece un cadáver en calquera lugar, o primeiro que buscan os médicos forenses son as súas impresións dixitais e/ou o seu ADN para empezar a saber quen é: se foi pai/nai de… se fillo/a de… se familiar de… Os estudos da bioquímica humana non son só para eses temas forenses, senón que tamén antes dun transplante fanse análises bioquímicas serias para ver se é compatible ou non coa persoa a que se lle vai transplantar. Calquera médico sabe que un determinado fármaco (un químico) pode influír no estado anímico dunha persoa.

As persoas é certo que somos seres espirituais, pero tamén é verdade que somos seres corporais e, cando imos a calquera lugar, a nosa corporeidade é o primeiro que aos nosos interlocutores lles vai entrar polos ollos coas correspondentes cicatrices externas ou internas que no corpo van impresas. Ademais a vestimenta, peiteado, maneira de andar e de sentar… son unha linguaxe, unha maneira de expresarse, de comunicarse e entenderse.

Así que como me sinto é unha cousa, e quen son eu é outra realidade máis fonda. Por outra parte quen estou chamado a ser é seguramente o “leiv motiv” máis importante para o desenvolvemento da vida persoal, da propia vocación. Igualmente hai que distinguir o que tantas veces escoitamos dicir: “ti, de que vas?”, que non é o mesmo ca cuestión “quen es ti?”. Non son equivalentes de ningunha maneira “ser” e “ir de…”. Neste segundo caso de “ir de…” algúns chámanlle á iso ser chaqueteiros e outros din que son os de pantalóns gris, pois calquera chaqueta lles combina ben…

Temos que ser conscientes dos sentimentos e das emocións propias, recoñecelas, e logo hai que gobernalas persoalmente para que poidamos levar unha vida pacífica e dialogante na sociedade. Debemos ser donos dos sentimentos e non ser dominados por eles para así poder levar unha vida libre e responsable cos nosos irmáns, para non ser uns tiranos cos demais en función da emoción ou sentimento que teñamos. Se queremos ter un proxecto de vida responsable e compartido, unhas metas a alcanzar na vida, debemos saber gobernar e orientar os sentimentos e emocións.

Aos gobernantes do país, que seica son xente alfabetizada e lida, habería que pedirlles que fosen razoables e xustos e non andasen a intentar manipularnos co xogo das emocións. Habería que pedirlles que desde unha cosmovisión, unha percepción do mundo harmónica e coherente, xusta e liberadora, se articularan as leis e os proxectos sociais. Non debería haber as contradicións que hai, por exemplo, no noso sistema legal sobre a maioría de idade segundo para que cousas: xa que se é maior de idade en cuestións complicadas que condicionarán a vida gravemente (aborto, cambio de sexo…) e para outras menos importantes non se é. Non se ve lóxico que se multe por poñer a vida en perigo ao non levar o cinto de seguridade e ao mesmo tempo que sexa legal atentar contra a propia vida coa eutanasia, etc.

Este espazo non permite unha reflexión máis ampla. Remato con esta expresión moi usada polos logoterapeutas, que chama a tratar ás persoas non desde os sentimentos senón desde un proxecto vital humanizador: “Se tratas a unha persoa como é, fala peor do que é, pero se a tratas como pode chegar a ser, axúdaslle a mellorar”.


Antón Negro


miércoles, 26 de enero de 2022

HISTORIA E ACTUALIDADE DO MOVEMENTO ECUMÉNICO

Introdución: ¿De qué se trata?

18 de enero de 2022

Dinos o Vaticano II no seu decreto de Ecumenismo que a reconstrución da unidade entre os cristiás é un dos propósitos do Concilio. Por iso, considera que as iniciativas levadas a cabo en este senso, e ata aquel momento, por parte dos cristiás non católicos é froito da graza do Espírito Santo (Unitatis redintegratio 1).

Esas iniciativa abarcan dende os comezos do século XX ata o de agora, pero iso non quere dicir que non houbera intentos no pasado. A diferenza é que nestes tempos constitúe unha realidade constante para as principais confesións cristiás, na conciencia de que a separación é xa insoportable, e necesita remedio urxente, para volver á comuñón plena: todos formamos unha soa familia, a Igrexa de Cristo. Vivimos na mesma casa, aínda que en habitacións separadas.

¿En que consiste, pois, o movemento ecuménico? É un movemento (iniciativas, accións, persoas…) que promove a unidade entre os cristiás a través de oracións (A Semana de Oración e outras iniciativas parecidas), encontros (moitos deles directamente con Papa, como a recente da Igrexa Luterana de Finlandia) diálogos teolóxicos (documentos de converxencia e de acordo), obras comúns de caridade, e outras.

¿Cal é a idea de fondo? Creemos na Igrexa, que é unha e sempre o será. O que sucede é que os que pertencemos a ela, por diversas circunstancias históricas, non nos entendemos e viñeron as separacións e loitas de uns contra outros. Agora, mesmo que a separación, continúa e seguimos a vivir en habitacións diferentes, xa nos saudamos cando nos encontramos, e, a parte diso, dende o Concilio xa nos temos que chamar irmáns reconciliados. Así tentamos de cumprir o desexo de Xesús: “Pai, que todos sexan un” (Xn 17,21)

Historia e actualidade do movemento ecuménico: As divisións

19 de enero de 2022

Diferentes cuestións da doutrina (como a  doble natureza de Cristo, e outras), pero tamén as relacionadas con costumes e coa natureza mesma da Igrexa, e coas diferencias culturais, provocaron escisións en determinados momentos da Historia, que continúan ata hoxe.

A primeira delas tivo lugar no século V, debida á diferente forma de comprender a natureza divina de Cristo. De iso naceron as chamadas antigas igrexas orientais ou precalcedonianas, tamén chamadas monofisitas (porque non aceptaron as decisións do Concilio de Calcedonia). Hoxe hai un entendemento total con elas con respecto a ese tema e as relacións son moi cordiais.

No 1054 houbo unha nova escisión entre o Patriarcado de Constantinopla (Estambul) e a Igrexa de Roma, dando lugar á excomuñón mutua. Así, dende entón existe a Igrexa ortodoxa chamada bizantina, que é a mais numerosa. O encontro entre o patriarca Atenágoras e o papa Paulo VI posibilitou o levantamento da devandita excomuñón.

A división máis recente foi fai cincocentos anos, cando Lutero publicou as famosas 95 teses contra a práctica das indulxencias por parte da Igrexa. A súa idea non era crear unha nova igrexa; quería unha igrexa máis pegada ao Evanxeo da graza e da misericordia. Por iso, o centro do debate era a chamada doutrina da xustificación pola fe: se solo basta a fe, a Igrexa e os sacramentos non parecían servir de moito. Lutero insistía en que estes debían estar ao servizo do Evanxeo, pero non quería que deixasen de existir. Por iso, dende o 1999 hai unha declaración conxunta entre a Federación Luterana Mundial e a Igrexa Católica na que se di que a intención foi e é sempre a mesma por ambas partes: Deus ten a iniciativa de salvarnos e nos, o que temos que facer, é aceptala libremente como un don. Loxicamente, tamén deberemos actuar en consecuencia.

Por outra banda, dentro do protestantismo, a partir dos movementos reformistas do século XVI (Lutero, Calvino, Zwinglio…), xurdirán novos grupos cristiáns (Luteranos, Reformados, Igrexas libres…) xunto co Anglicanismo.

Debido ao concepto de Igrexa como realidade máis ben invisible, eses grupos vai a ir subdividíndose á súa vota, dando lugar á creación de grandes comunidades como bautistas, metodistas, menonitas e moitas das ramas actuais dos pentecostáis…

Historia e actualidade do movemento ecuménico: Inicios do movemento ecuménico

20 de enero de 2022

Dende a última parte do século XIX apareceu unha corrente unionista entre algunhas das igrexas cristiás procedentes da Reforma, fundamentalmente debido a que neses tempos iniciaban a súa tarefa misioneira polo mundo. De feito, un fito que vai marcar o inicio do movemento ecuménico vai a ser a Conferencia misioneira mundial de Edimburgo (1910). Dende ese momento comezáronse a coordinar iniciativas dispersas para impulsalas a nivel mundial,  nun proceso que foi visto por todos -menos pola Igrexa Católico romana daquel tempo- como un impulso do Espírito Santo.

Historia e actualidade do movemento ecuménico: A actitude tradicional da Igrexa Católica fronte ó Movemento Ecuménico

21 de enero de 2022

A Igrexa Católica nun principio foi reticente ás iniciativas ecuménicas, pois pensaba que as mesmas poñían en dúbida a súa verdade como sociedade perfecta. Como tal, non tiña que reunirse con ninguén. Máis ben terían que ser “os que se foron” os que debían volver. Por iso, os papas de inicios do século XX prohibían aos católicos participar en este tipo de iniciativas (Pio XI, encíclica Mortalium animos, 1928).

O proceso de mentalización durou varias décadas e tería o seu punto culminante no Concilio Vaticano II. Pero, vale a pena salientar a iniciativa do franciscano Paul Watson, no 1908, que deu inicio á Semana de oración pola unidade dos cristiás. Tamén, a contribución do dominico Y. M. Congar,  coa súa obra Chrétiens désunis (cristiás desunidos), marcará o comezo dunha eclesioloxía de comuñón que tenta de superala  visión apoloxética, para volver á  gran tradición, bíblica e patrística da Igrexa. Nela o centro é Xesucristo. A Igrexa é servidora, e está condicionada polas marcas da historia, que a fan consciente da súa necesidade de conversión é reforma. Nesa visión, os demais cristiás, non teñen que volver á Igrexa, pois nunca se foron. Son de Cristo, e se son de Cristo, están xa na súa casa.

Un feito non menos importante que os anteriores, e outros que poderíamos citar, foi nos anos da segunda posguerra mundial a fundación da comunidade ecuménica de Taizé, polo monxe protestante Roger Schutz. Nela viven xuntos monxes de varias Igrexas, para ir realizando na práctica a comuñón eclesial a través de la oración, a vida común, e a acollida de milleiros de xoves de todo o mundo.


Benito Méndez

Profesor do ITC


BAUTISMO, O NOSO SEGUNDO NACEMENTO

O plan redentor de Deus púxose en marcha nada máis se afundiu o home no abismo do pecado. O seu proceso será longo. Comeza coa promesa de salvación formulada polo Señor no mesmo paraíso terreal, e terá o seu pleno cumprimento na encarnación do Fillo de Deus. Este asombroso acontecemento comunicóuselle ao pobo xudeu por medio dos anxos, na persoa dos pastores, e ao pobo xentil, por medio dunha estrela, na persoa dos Magos.

A andaina do Redentor entre nós desenvólvese como a dun veciño máis de Nazaret, sen que ninguén puidese sospeitar que aquel neno e aquel mozo aprendiz de carpinteiro fose o Fillo de Deus. A súa aterraxe entre nós foi totalmente clandestina. Na súa concepción, a única persoa que intervén foi María, que dixo “si” ao Anxo anunciador do misterio da encarnación. A súa clandestinidade continuou no berce no que se limitou a recibir o alimento que lle proporcionaba a súa nai. Ela foi a que lle ensinou a falar e a dar os primeiros pasos; a distinguir o ben do mal; a ser persoa, nunha palabra. Cando no deserto, Iavé alimentou ao pobo co milagroso “maná”, os israelitas preguntábanse que era aquilo. Algo extraordinario había naquel branco alimento caído do ceo, e non se interesaban pola súa calidade nin pola súa procedencia. Agora abondáballes saber que aquel neno era fillo de Xosé e de María. Xesús seguía vivindo na clandestinidade sobrenatural, sen que ninguén sospeitase que era unha persoa caída do Ceo, que viña a redimir aos homes. Pero el tiña clara conciencia de que a súa misión era salvarnos, e non puido silencialo por máis tempo; por iso aos 30 anos, espiuse da súa clandestinidade, pedíndolle a Xoán que o bautizase publicamente, momento que aproveitou o Pai Eterno para dicirnos: “Este é o meu fillo, moi amado, escoitádeo”. Con esta proclamación da divindade de Xesús, comeza unha nova etapa na historia do mundo. A noite do pecado faise sol de graza, e o home, vítima da tentación diabólica, queda incorporado a Xesucristo, como membro do seu corpo místico.

Este acontecemento redentor xa fora prefigurado repetidas veces no Antigo Testamento. A palabra bautismo significa purificación, lavatorio; nada estraño, pois, que a auga simbolice purificación.

O bautismo de Xoán comportaba o recoñecemento dos propios pecados e un esforzo de conversión definitiva, pero non afectaba ao status orixinal do neófito. Era tan só un bautismo de auga preparatoria para o bautismo mesiánico, co cal Xesús converteu o bautismo ritual do Xordán en bautismo sacramento, que nos fai fillos de Deus e membros vivos de Xesucristo. So seus efectos están significados na auga e o sangue que brotaron do costado do Señor na tarde do Venres Santo. A auga significa purificación de toda mancha de pecado, e o sangue significa nova vida.

O Bautismo é como un segundo nacemento. Esta é a grandeza operativa do sacramento do Bautismo, e consecuentemente, grande é tamén a responsabilidade dos pais de bautizar aos seus fillos recentemente nados; pero a súa responsabilidade non é algo puntual que conclúe realizado o rito sacramental. Sobre a conciencia dos proxenitores pesa tamén o deber de educar na fe aos xa bautizados, para que a graza bautismal frutifique en boas obras, na medida en que a conciencia dos novos cristiáns váianse abrindo á responsabilidade persoal.

Incorporade, pais de familia, os vosos fillos á Igrexa, para que baixo a súa tutela maternal e a vosa paternal crezan en graza e eclesialidade.


Indalecio Gómez Varela

Cóengo da Catedral


domingo, 23 de enero de 2022

23 DE XANEIRO: PALABRA DE DEUS

El tercer domingo del tiempo ordinario, este año el 23 de enero, la Iglesia celebra el Domingo de la Palabra de Dios. El papa Francisco instituyó esta Jornada el 30 de septiembre de 2019, con la firma de la Carta apostólica en forma de «Motu proprio» Aperuit illis, con el fin de dedicar un domingo completamente a la Palabra de Dios. 

El área de Pastoral Bíblica de la Comisión Episcopal para la Evangelización, Catequesis y Catecumenado ha editado unos materiales para contribuir a la celebración de esta Jornada: una presentación del director del secretariado de esta Comisión, Francisco Julián Romero; un método para ayudar a leer la Palabra de Dios; y un subsidio litúrgico para el celebrante y otro para el monitor.

La Palabra de Dios alimenta la vida

«La Palabra de Dios alimenta la vida» es el título que ha elegido Francisco Julián Romero para el texto de presentación de la Jornada de este año. Un título con el que une el Domingo de la Palabra de Dios a la celebración del Sínodo que celebra la Iglesia. «La Palabra -explica- es el alimento para la vida que precisamos en este caminar juntos como pueblo de Dios. Ella es como la sabia que en nuestro interior nos da ilusión, esperanza y deseo firme para seguir por el sendero de Dios y hacer presente su reino». Además, invita «a leerla en comunidad y con el sentir de la Iglesia».

Ante los interrogantes que plantea la rutina diaria de la vida personal y eclesial, propone buscar la respuesta en la Palabra de Dios que es «la luz que resuelve sus dudas, que afianza sus convicciones, que responde a sus preguntas y que refuerza sus inquietudes».

Además, ofrece algunas recetas para que acercarse a la Palabra produzca estos frutos. Y lo hace acudiendo a Benedicto XVI, san Agustín y el papa Francisco: dejar un espacio a la Palabra de Dios en nuestro día a día y leer la Biblia entrablando una conversación con Dios, sabiendo que allí está el Señor para hablarnos y para revelarnos sus secretos más íntimos.

Francisco Julián Romero termina su presentación reclamando que esta Jornada no se quede en una efeméride si no que sea una ocasión para afianzar «en la vida personal, comunitaria y pastoral el valor de la Palabra de Dios y la inquietud por leerla, meditarla y convertirla en alimento para la vida personal, comunitaria y pastoral». Especialmente en este tiempo de Sínodo, «afiancemos de este modo el camino sinodal que estamos recorriendo. De esta manera tendrá una mayor fecundidad nuestro caminar juntos».

¿Cómo leer la Palabra de Dios? Método de la lectio divina

La lectio divina es una antigua práctica que enseña a leer, meditar y vivir un texto de la Palabra de Dios por medio de un método muy sencillo que consiste en seguir varios pasos. Este método se incluye entre los materiales para la preparación de esta Jornada.

Preparación previa

Como preparación previa hay que buscar la lectura que se va a meditar junto con aquello que vamos a necesitar de ayuda o apoyo para la comprensión del texto, su profundización y reflexión. Después, se hace la señal de la cruz, y tras un momento de silencio, la Oración de preparación.

Empezamos: guía paso a paso

Lectura de la Palabra de Dios: ¿qué dice el texto? Leemos el texto las veces que sea necesario hasta que comprendamos bien lo que en él se dice. Hay que hacer una lectura pausada. Este momento es de suma importancia. Es necesaria la comprensión de lo que la Palabra narra.

¿Qué me dice Dios con este texto? Tras otra lectura nos detenemos a preguntarnos lo que el Señor nos ha dicho por medio del texto. Es el momento de la profundización de la Palabra de Dios para acogerla en nuestro interior. Dios cuando inspiró al autor quiso hablar a los hombres. Intentamos descubrir el mensaje divino contenido en el texto: ¿qué me dice el Señor?, ¿qué mensaje particular me quiere Dios hacer llegar? Tomamos el tiempo necesario para descubrirlo. Lo hacemos con serenidad y paz.

Ora. Habla con Dios sobre lo que te ha comunicado. Dialoga con el Señor sobre lo que has descubierto en este texto. Puedes, si es necesario y lo quieres expresar, darle gracias, pedir perdón, alabarle, adorarle, hacerle alguna petición… dile todo lo que esté en tu corazón. Cuéntaselo con sinceridad.

Contemplación: queda unos instantes en silencio en la presencia de Dios. No digas nada. Solamente pon tu pensamiento y tus afectos en el Señor.

Acción: es el momento de concretar lo que el Señor quiere que vivas de lo que te ha dicho. No hay que ponerse muchos propósitos. Intenta concretar y decide realizar una acción o a lo sumo dos. Ve cómo la(s) puedes poner en práctica en tu vida real y concreta.

Terminamos con una oración final de acción de gracias: da gracias al Señor por esta lectio divina que has vivido.

Divulgar la Palabra de Dios y valor ecuménico

El papa Francisco instituía esta Jornada el 30 de septiembre de 2019 con la firma de la Carta apostólica en forma de «Motu proprio» Aperuit illis.

El Pontífice propone este Domingo dedicado a la celebración, reflexión y divulgación de la Palabra de Dios:

Para comprender la riqueza que proviene de ese diálogo constante de Dios con su pueblo.

Para que la Iglesia reviva el gesto del Resucitado que abre también para nosotros el tesoro de su Palabra para que podamos anunciar por todo el mundo esta riqueza inagotable.

 Para que nunca falte la relación decisiva con la Palabra viva que el Señor nunca se cansa de dirigir a su Esposa, para que pueda crecer en el amor y en el testimonio de fe.

Además, la celebración se ha hecho coincidir con la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos. Un tiempo «en el que estamos invitados a fortalecer los lazos con los judíos y a rezar por la unidad de los cristianos. No se trata de una mera coincidencia temporal: celebrar el Domingo de la Palabra de Dios expresa un valor ecuménico, porque la Sagrada Escritura indica a los que se ponen en actitud de escucha el camino a seguir para llegar a una auténtica y sólida unidad».

Conferencia Episcopal Española


martes, 18 de enero de 2022

ORAD SIN CESAR

Ya hemos superado un siglo de ecumenismo. Este tiempo nos llevó a una transformación de la relación entre las distintas iglesias que profesamos la misma Fe, compartimos el mismo bautismo y oramos al mismo Padre.

Pero mientras nosotros nos reunimos en paz y oración, muchos hermanos nuestros sufren persecución y martirio a causa de su Fe, de nuestra Fe común.

Comenzando el tercer milenio el cristianismo vuelve a ser la Fe mas perseguida. Hoy se persigue a los cristianos, no ya por ser de una comunidad o jurisdicción eclesiástica, no por ser ortodoxos, católicos, luteranos, anglicanos, etc. simplemente por ser cristianos. Tenemos un martirologio común, un ecumenismo de mártires, una prueba de que todo elemento de división es superado y vencido con el don total de si mismo a la causa del Evangelio. Vemos como Dios ha mantenido la comunión entre los bautizados en la exigencia suprema de la Fe, manifestada por el sacrificio de la propia vida. Que estos mártires que en la gloria con el Padre viven en plena comunión, intercedan por nosotros para que nos lleve a superar las piedras en el camino hacia ese encuentro común.

Llama la atención que leyendo el Nuevo Testamento podemos observar mas diferencias en la forma de vivir la Fe y el cristianismo en las comunidades de la iglesia cristiana primitiva que entre algunas denominaciones cristianas de las iglesias de hoy y conservaban la comunión y la unidad entre ellos. Entonces ¿qué nos está pasando a nosotros? Qué es lo que estamos haciendo mal para que el pueblo de Dios siga dividido? ¿Nos lo hemos preguntado alguna vez o simplemente nos creemos en posesión de la verdad absoluta y esperamos que sea el otro el que venga a nuestra casa, porque nosotros somos los buenos…

Debemos ser muy conscientes todos que la comunión entre nosotros no es un tema de diálogo, de estudio, de conocernos… todo esto es necesario, y conocernos es mucho mas necesario todavía, pero la comunión entre nosotros es un tema de oración. Oración desde lo mas profundo del corazón. “Orad sin cesar…, pedid y se os dará…, llamad y se os abrirá…”

Dice el Evangelio: Cuando llegaron al gentío, vino a El un hombre que se arrodilló diciendo: Señor, ten misericordia de mi hijo, que es lunático, y padece muchísimo; porque muchas veces cae en el fuego, y muchas en el agua. Y lo he traído a tus discípulos, pero no le han podido sanar.… Y reprendió Jesús al demonio, el cual salió del muchacho, y éste quedó sano desde aquella hora. Viniendo entonces los discípulos a Jesús, aparte, dijeron: ¿Por qué nosotros no pudimos echarlo fuera? Jesús les dijo: Por vuestra poca fe… esta clase de demonios no sale sino con oración y ayuno. (Mr. 9.14-29; Lc. 9.37-43).

Este, solo éste es el camino que nos llevará a sentarnos en la mesa común a la que hemos sido invitados…

La comunión entre todos los cristianos es un tema de humildad y de oración, de mucha oración… y de encontrarnos, de conocernos, de compartir, de orar juntos, de hablarnos al corazón… de sentirnos hermanos de verdad… De sentirnos sarmientos injertados en la única Vid que es Cristo. Solo así daremos fruto.

La historia nos ha llevado a desconfiar los unos de los otros y en consecuencia a distanciarnos cada vez mas… Solo la búsqueda y el Don del Espíritu Santo han hecho que de nuevo volvamos a encontrarnos, volvamos a orar juntos, volvamos a tratar de conocernos mutuamente, volvamos a entender que no es Cristo quien está dividido, somos nosotros los cristianos, todos los cristianos, los divididos, los separados, los que no hemos entendido el mensaje del Divino Redentor. La historia está llena de desencuentros, de faltas de caridad, de egoísmos mutuos, pero la comunión entre todos los cristianos ha de producirse siempre desde la oración sin cesar, del acercamiento mutuo, del respeto a la diversidad y el sentirnos todos hermanos, hijos del mismo Padre, bautizados en nombre del mismo Redentor, compartiendo los mismos sacramentos y peregrinos todos hacia esa Casa Común, hacia la Casa del mismo Dios que nos ha redimido. Esa comunión cristiana depende de nosotros, de cada uno de nosotros, así que no pasemos la responsabilidad a los otros, a los de arriba, a eso que llamamos iglesia que a veces es una forma de desentendernos de nuestro compromiso como cristianos, porque eso que llamamos iglesia, eso mismo somos nosotros, no son los sacerdotes, los obispos… somos nosotros, cada uno de nosotros, cada uno de los cristianos, cada uno de los bautizados y por eso debemos entender cuanta responsabilidad, cuanto compromiso hay en nuestra condición de cristianos.

Si cada uno de nosotros, viéramos al otro como nuestro hermano, independientemente de la jurisdicción cristiana a la que pertenece, si entendiéramos que el otro, ese que está a nuestro lado, es como nosotros un buscador de la Verdad Revelada, un seguidor del Mensaje Supremo del Divino Redentor, si entendiéramos que en el otro también el Espíritu Santo habita en su corazón, si entendiéramos que ese otro también se acerca con Fe a la Sagrada Mesa del Altar y recibe en su corazón el cuerpo y sangre del mismo Cristo resucitado hecho presencia real para él… si entendiéramos todo ésto, entonces sí… entonces entenderíamos de verdad el ecumenismo.

¿Que responsabilidad tenemos nosotros en esta situación? “Vosotros sois la luz del mundo”, dijo el Maestro. “Vosotros sois la sal de la tierra…” Somos nosotros luz para el mundo? Somos nosotros la sal para la tierra..? Hoy sí me gustaria pedirles que nos olvidáramos del ecumenismo, que nos olvidáramos de la unidad de los cristianos solo por unos instantes y que miremos a nuestros corazones, que es el lugar de Dios dentro de nosotros mismos y nos preguntemos, ¿somos nosotros luz del mundo? Quién es el mundo para mi? Qué luz ven en mi los que me rodean? Mis padres, mi cónyuge, mis hermanos, mis hijos, mis compañeros de trabajo, mis amigos… qué luz ven en mi? Los paganos cuando hablaban de los primeros cristianos, decían: “mirad como se aman”. Los primeros cristianos cumplían el mandamiento del Maestro… y hoy los paganos de nuestro tiempo qué dicen de nosotros? Qué dicen de mi? No lo que dicen del que está a mi lado, o lo que dicen de aquel cura de aquella parroquia… Cuando alguien se acerca a nosotros, qué recibe? Recibe amor, paz, consuelo, ayuda, comprensión, disponibilidad… Recordar que nosotros nunca podemos dar lo que no tenemos… Martin Luter King decía: No me duele que la gente mala haga cosas malas, pero me duelo que la gente buena, pudiendo hacer cosas buenas, no las haga…

Para esto deben servir estos encuentros, los encuentros de estas fechas, esto que llamamos octavario, pero recordemos, recordémoslo bien, que “todos estos demonios solo se expulsan con la oración y el ayuno…”

Padre Dámaso

Sacerdote ortodoxo

Patriarcado de Serbia

TRAS AS PEGADAS DO MESÍAS

O Antigo Testamento estaba cheo de esperanzadoras promesas, que xa están cumpridas. O amor pide presenza. Deus, que é amor sen medida, éncheo todo coa súa inmensa grandeza. Contémplao todo con eterna sabedoría. Diríxeo todo con divina providencia e perdóao todo con cordial misericordia.

Da presenza de Deus están cheos os ceos e tamén o están os espazos terrestres. Pero desde o primeiro Nadal, a súa proximidade intensificouse. Agora Deus vive no medio do seu pobo. É un de nós e busca que nós nos parezamos a el. Dúas cousas pretendeu Xesús coa súa encarnación: redimirnos e exemplarizarnos. Para redimirnos abondáballe pór a planta dos seus pés na nosa terra, pero para darnos exemplo, quixo percorrer os nosos carreiros, deixándonos as súas pegadas no camiño, a fin de que, seguíndoas, cheguemos á meta sen tropezos nin desviacións.

A vida é un camiño e nós uns peregrinos empuxados polas horas e orientados polo que Xesús ensinou e testemuñou. O camiño está perfectamente sinalizado. Isto garántenos o noso acceso á meta, pero implica o compromiso de que tamén os cristiáns deixemos pegadas co noso cotián vivir, como o fixo o Mesías. Os seus pasos deixáronse sentir. Imposible borrar as pegadas do seu camiñar. O impacto do seu testemuño non se podía esquecer. A súa presenza garantía pan ao famento, mobilidade ao paralítico, acollida amorosa ao pródigo… e este singular comportamento daba prestixio á súa persoa e credibilidade á súa doutrina. Á luz do que ensinaba, os inimigos fuxían derrotados e ao redor da súa persoa, aliñábanse miles de discípulos. O talante deste singular sementador asombraba aos seus contemporáneos. A valoración das pegadas de Xesús lémbranola o Papa Francisco na convocatoria do Sínodo dos Bispos, para que todos xuntos, xerarquía e fieis, fagámolas nosas no noso diario vivir e sirvan de “vieiras“ aos nosos irmáns no seu camiñar por sendeiros de fe e de fraternidade.

O Pontífice sinálanos que tres son os fitos do Sínodo: ENCONTRO, ESCOITA e DISCERNIMENTO. Así o fixo o Señor. VEU á terra e púxose a camiñar ao noso carón, interesándose polos nosos problemas. Foi un encontro sanante: pregunta, non por curiosidade persoal, senón para poder diagnosticar as nosas deficiencias e porlles remedio. Xesús ten claro que a súa vocación é redentora, e vívea con cordial responsabilidade.

Este comportamento de Xesús é a primeira “vieira” que nos indica o camiño para atoparnos co divino sanante. A tal encontro chámaselle vida interior, vida de piedade, vida de intimidade con Deus. Coidemos as nosas relacións con el, xa que esta é a primeira intencionalidade sinodal.

A segunda “vieira” é a ESCOITA para coñecer as doenzas que padece a Igrexa nestes momentos, e sometela a un tratamento renovador. Oímos moitas denuncias contra a autenticidade ministerial das autoridades eclesiásticas; contra a metodoloxía pastoral, pero non abonda con oír, é necesario escoitar. Oír serve para informar. Só o escoitar pódenos mover a poñer remedio. Escoitemos ao Espírito, para que nos diga o que debemos achegar á Igrexa nestes momentos, e escoitemos aos cristiáns do montón, para ver o que necesitan, e prestémoslles a nosa axuda con toda xenerosidade.

Do encontro e da escoita, xorde a terceira “vieira” sinodal: o DISCERNIMENTO. Eles ilumínannos para que o Sínodo sexa un acontecemento de graza, que libere á Igrexa de toda prepotencia mundana e a nós fáganos ver que os modelos pastorais repetitivos en que nos movemos non son os mellores para dar á sociedade o talante cristián que necesita.

 

Indalecio Gómez Varela

Cóengo da Catedral

martes, 11 de enero de 2022

A FAMILIA É UN "TI " DA TRINDADE

A Santísima Trindade é un misterio que non podemos coñecer se non se nos revela, e aínda revelado, non podemos explicar nin comprender plenamente.

Segundo as Escrituras, o específico deste misterio é a “pluralidade de persoas e a unicidade de natureza“. Este misterio está integrado por Deus, Pai increado; por Deus, Fillo eternamente procreado, e por Deus Espírito Santo, cordialidade divina, que vincula indivisiblemente ás tres divinas persoas.

Isto é o punto de referencia para estruturar a convivencia dos humanos na vida social.

A lotaría do 22 de decembro trouxo a sorte a unhas poucas familias economicamente afortunadas, pero coa encarnación do Fillo de Deus, a sorte sorriu a toda a familia humana. Deus, que é familia trinitaria, valora moito as nosas familias e cóidaas coa súa providencia.

Nós lamentamos que Xesús tivese que nacer nun presebe. Isto indica a mala acollida que atopou o Salvador ao entrar no noso mundo. Con todo, podemos dicir que naceu nunha familia, e isto foi unha gran sorte para o Neno Deus, porque os mellores berces son os corazóns dos pais. Neste caso, ningún berce mellor que o corazón de María e de San Xosé. Á familia de Nazaret chamámola a Sagrada Familia, porque reflicte a familia Trinitaria.

Tamén as nosas familias teñen algo de sagrado, xa que “onde dous ou tres reúnense no meu nome, alí estou eu no medio deles“, di o Señor. As familias cristiás son como un sacramental da Familia Trinitaria, porque nelas hai pluralidade de membros, e o amor úneos a todos baixo o mesmo teito.

Lamentablemente, hoxe ponse en cuestión a institución familiar. Nos nosos días, a familia vese sacudida por múltiples conflitos que deterioran a súa identidade e os seus valores.

A institución familiar é a realidade mais importante e máis influente da sociedade. O mundo será o que sexan as familias. Elas son o primeiro patrimonio da humanidade. “O futuro da humanidade pasa a través da familia”, di o Papa emérito, Benedito XVI. Por iso, axudar á familia, é un dos mellores servizos que podemos presentar ao ben común. Empecemos pola base, porque así, como a fertilidade das raíces condiciona o crecemento, a floración e o froito da árbore, tamén a fertilidade da vida cristiá dos maiores condiciona a floración conductual das futuras xeracións. Deixémonos de denunciar o materialismo dos nosos mozos e o seu absentismo dos actos de culto, porque como dixo un soado pedagogo dos nosos tempos, “Aos pais do mañá hai que educalos 20 anos antes de nacer; antes de ser pais, para que a súa futura paternidade sexa xeradora de auténticas familias cristiás”. Como sempre, á sega precede a sementeira. A historia repítese: os froitos en sazón dos tempos presentes, son as espigas do gran dos nosos avós.

Esteamos seguros de que as nosas sementeiras deben ser presaxio de ubérrimas colleitas nun futuro próximo.

Hoxe que se pon en cuestión a institución familiar, a Igrexa convídanos a mirar á Familia de Nazaret, para valorar a súa exemplaridade e imitala.

O futuro das familias do mañá está nas nosas mans e, consecuentemente, tamén o está a sociedade do porvir.

Indalecio Gómez

Cóengo da Catedral

sábado, 1 de enero de 2022

JORNADA MUNDIAL DE LA PAZ

INSTRUMENTOS PARA CONSTRUIR UNA PAZ DURADERA

Mensaje del papa Francisco en Vatican.va

1. «¡Qué hermosos son sobre las montañas los pasos del mensajero que proclama la paz!» (Is 52,7).

Las palabras del profeta Isaías expresan el consuelo, el suspiro de alivio de un pueblo exiliado, agotado por la violencia y los abusos, expuesto a la indignidad y la muerte. El profeta Baruc se preguntaba al respecto: «¿Por qué, Israel, estás en una tierra de enemigos y envejeciste en un país extranjero? ¿Por qué te manchaste con cadáveres y te cuentas entre los que bajan a la fosa?» (3,10-11). Para este pueblo, la llegada del mensajero de la paz significaba la esperanza de un renacimiento de los escombros de la historia, el comienzo de un futuro prometedor.

Todavía hoy, el camino de la paz, que san Pablo VI denominó con el nuevo nombre de desarrollo integral [1],permanece desafortunadamente alejado de la vida real de muchos hombres y mujeres y, por tanto, de la familia humana, que está totalmente interconectada. A pesar de los numerosos esfuerzos encaminados a un diálogo constructivo entre las naciones, el ruido ensordecedor de las guerras y los conflictos se amplifica, mientras se propagan enfermedades de proporciones pandémicas, se agravan los efectos del cambio climático y de la degradación del medioambiente, empeora la tragedia del hambre y la sed, y sigue dominando un modelo económico que se basa más en el individualismo que en el compartir solidario. Como en el tiempo de los antiguos profetas, el clamor de los pobres y de la tierra [2] sigue elevándose hoy, implorando justicia y paz.

En cada época, la paz es tanto un don de lo alto como el fruto de un compromiso compartido. Existe, en efecto, una “arquitectura” de la paz, en la que intervienen las distintas instituciones de la sociedad, y existe un “artesanado” de la paz que nos involucra a cada uno de nosotros personalmente. [3] Todos pueden colaborar en la construcción de un mundo más pacífico: partiendo del propio corazón y de las relaciones en la familia, en la sociedad y con el medioambiente, hasta las relaciones entre los pueblos y entre los Estados.

Aquí me gustaría proponer tres caminos para construir una paz duradera. En primer lugar, el diálogo entre las generaciones, como base para la realización de proyectos compartidos. En segundo lugar, la educación, como factor de libertad, responsabilidad y desarrollo. Y, por último, el trabajo para una plena realización de la dignidad humana. Estos tres elementos son esenciales para «la gestación de un pacto social» [4], sin el cual todo proyecto de paz es insustancial.

2. Diálogo entre generaciones para construir la paz

En un mundo todavía atenazado por las garras de la pandemia, que ha causado demasiados problemas, «algunos tratan de huir de la realidad refugiándose en mundos privados, y otros la enfrentan con violencia destructiva, pero entre la indiferencia egoísta y la protesta violenta, siempre hay una opción posible: el diálogo. El diálogo entre las generaciones» [5].

Todo diálogo sincero, aunque no esté exento de una dialéctica justa y positiva, requiere siempre una confianza básica entre los interlocutores. Debemos recuperar esta confianza mutua. La actual crisis sanitaria ha aumentado en todos la sensación de soledad y el repliegue sobre uno mismo. La soledad de los mayores va acompañada en los jóvenes de un sentimiento de impotencia y de la falta de una idea común de futuro. Esta crisis es ciertamente dolorosa. Pero también puede hacer emerger lo mejor de las personas. De hecho, durante la pandemia hemos visto generosos ejemplos de compasión, colaboración y solidaridad en todo el mundo.

Dialogar significa escucharse, confrontarse, ponerse de acuerdo y caminar juntos. Fomentar todo esto entre las generaciones significa labrar la dura y estéril tierra del conflicto y la exclusión para cultivar allí las semillas de una paz duradera y compartida.

Aunque el desarrollo tecnológico y económico haya dividido a menudo a las generaciones, las crisis contemporáneas revelan la urgencia de que se alíen. Por un lado, los jóvenes necesitan la experiencia existencial, sapiencial y espiritual de los mayores; por el otro, los mayores necesitan el apoyo, el afecto, la creatividad y el dinamismo de los jóvenes.

Los grandes retos sociales y los procesos de construcción de la paz no pueden prescindir del diálogo entre los depositarios de la memoria ―los mayores― y los continuadores de la historia ―los jóvenes―; tampoco pueden prescindir de la voluntad de cada uno de nosotros de dar cabida al otro, de no pretender ocupar todo el escenario persiguiendo los propios intereses inmediatos como si no hubiera pasado ni futuro. La crisis global que vivimos nos muestra que el encuentro y el diálogo entre generaciones es la fuerza propulsora de una política sana, que no se contenta con administrar la situación existente «con parches o soluciones rápidas» [6], sino que se ofrece como forma eminente de amor al otro [7], en la búsqueda de proyectos compartidos y sostenibles.

Si sabemos practicar este diálogo intergeneracional en medio de las dificultades, «podremos estar bien arraigados en el presente, y desde aquí frecuentar el pasado y el futuro: frecuentar el pasado, para aprender de la historia y para sanar las heridas que a veces nos condicionan; frecuentar el futuro, para alimentar el entusiasmo, hacer germinar sueños, suscitar profecías, hacer florecer esperanzas. De ese modo, unidos, podremos aprender unos de otros» [8]. Sin raíces, ¿cómo podrían los árboles crecer y dar fruto?

Sólo hay que pensar en la cuestión del cuidado de nuestra casa común. De hecho, el propio medioambiente «es un préstamo que cada generación recibe y debe transmitir a la generación siguiente» [9]. Por ello, tenemos que apreciar y alentar a los numerosos jóvenes que se esfuerzan por un mundo más justo y atento a la salvaguarda de la creación, confiada a nuestro cuidado. Lo hacen con preocupación y entusiasmo y, sobre todo, con sentido de responsabilidad ante el urgente cambio de rumbo [10] que nos imponen las dificultades derivadas de la crisis ética y socio-ambiental actual [11].

Por otra parte, la oportunidad de construir juntos caminos hacia la paz no puede prescindir de la educación y el trabajo, lugares y contextos privilegiados para el diálogo intergeneracional. Es la educación la que proporciona la gramática para el diálogo entre las generaciones, y es en la experiencia del trabajo donde hombres y mujeres de diferentes generaciones se encuentran ayudándose mutuamente, intercambiando conocimientos, experiencias y habilidades para el bien común.

3.  La instrucción y la educación como motores de la paz

El presupuesto para la instrucción y la educación, consideradas como un gasto más que como una inversión, ha disminuido significativamente a nivel mundial en los últimos años. Sin embargo, estas constituyen los principales vectores de un desarrollo humano integral: hacen a la persona más libre y responsable, y son indispensables para la defensa y la promoción de la paz. En otras palabras, la instrucción y la educación son las bases de una sociedad cohesionada, civil, capaz de generar esperanza, riqueza y progreso.

Los gastos militares, en cambio, han aumentado, superando el nivel registrado al final de la “guerra fría”, y parecen destinados a crecer de modo exorbitante [12].

Por tanto, es oportuno y urgente que cuantos tienen responsabilidades de gobierno elaboren políticas económicas que prevean un cambio en la relación entre las inversiones públicas destinadas a la educación y los fondos reservados a los armamentos. Por otra parte, la búsqueda de un proceso real de desarme internacional no puede sino causar grandes beneficios al desarrollo de pueblos y naciones, liberando recursos financieros que se empleen de manera más apropiada para la salud, la escuela, las infraestructuras y el cuidado del territorio, entre otros.

Me gustaría que la inversión en la educación estuviera acompañada por un compromiso más consistente orientado a promover la cultura del cuidado [13]. Esta cultura, frente a las fracturas de la sociedad y a la inercia de las instituciones, puede convertirse en el lenguaje común que rompa las barreras y construya puentes. «Un país crece cuando sus diversas riquezas culturales dialogan de manera constructiva: la cultura popular, la universitaria, la juvenil, la artística, la tecnológica, la cultura económica, la cultura de la familia y de los medios de comunicación» [14]. Por consiguiente, es necesario forjar un nuevo paradigma cultural a través de «un pacto educativo global para y con las generaciones más jóvenes, que involucre en la formación de personas maduras a las familias, comunidades, escuelas y universidades, instituciones, religiones, gobernantes, a toda la humanidad» [15]. Un pacto que promueva la educación a la ecología integral según un modelo cultural de paz, de desarrollo y de sostenibilidad, centrado en la fraternidad y en la alianza entre el ser humano y su entorno [16].

Invertir en la instrucción y en la educación de las jóvenes generaciones es el camino principal que las conduce, por medio de una preparación específica, a ocupar de manera provechosa un lugar adecuado en el mundo del trabajo [17].

4. Promover y asegurar el trabajo construye la paz

El trabajo es un factor indispensable para construir y mantener la paz; es expresión de uno mismo y de los propios dones, pero también es compromiso, esfuerzo, colaboración con otros, porque se trabaja siempre con o por alguien. En esta perspectiva marcadamente social, el trabajo es el lugar donde aprendemos a ofrecer nuestra contribución por un mundo más habitable y hermoso.

La situación del mundo del trabajo, que ya estaba afrontando múltiples desafíos, se ha visto agravada por la pandemia de Covid-19. Millones de actividades económicas y productivas han quebrado; los trabajadores precarios son cada vez más vulnerables; muchos de aquellos que desarrollan servicios esenciales permanecen aún más ocultos a la conciencia pública y política; la instrucción a distancia ha provocado en muchos casos una regresión en el aprendizaje y en los programas educativos. Asimismo, los jóvenes que se asoman al mercado profesional y los adultos que han caído en la desocupación afrontan actualmente perspectivas dramáticas.

El impacto de la crisis sobre la economía informal, que a menudo afecta a los trabajadores migrantes, ha sido particularmente devastador. A muchos de ellos las leyes nacionales no los reconocen, es como si no existieran. Tanto ellos como sus familias viven en condiciones muy precarias, expuestos a diversas formas de esclavitud y privados de un sistema de asistencia social que los proteja. A eso se agrega que actualmente sólo un tercio de la población mundial en edad laboral goza de un sistema de seguridad social, o puede beneficiarse de él sólo de manera restringida. La violencia y la criminalidad organizada aumentan en muchos países, sofocando la libertad y la dignidad de las personas, envenenando la economía e impidiendo que se fomente el bien común. La respuesta a esta situación sólo puede venir a través de una mayor oferta de las oportunidades de trabajo digno.

El trabajo, en efecto, es la base sobre la cual se construyen en toda comunidad la justicia y la solidaridad. Por eso, «no debe buscarse que el progreso tecnológico reemplace cada vez más el trabajo humano, con lo cual la humanidad se dañaría a sí misma. El trabajo es una necesidad, parte del sentido de la vida en esta tierra, camino de maduración, de desarrollo humano y de realización personal» [18]. Tenemos que unir las ideas y los esfuerzos para crear las condiciones e inventar soluciones, para que todo ser humano en edad de trabajar tenga la oportunidad de contribuir con su propio trabajo a la vida de la familia y de la sociedad.

Es más urgente que nunca que se promuevan en todo el mundo condiciones laborales decentes y dignas, orientadas al bien común y al cuidado de la creación. Es necesario asegurar y sostener la libertad de las iniciativas empresariales y, al mismo tiempo, impulsar una responsabilidad social renovada, para que el beneficio no sea el único principio rector.

En esta perspectiva hay que estimular, acoger y sostener las iniciativas que instan a las empresas al respeto de los derechos humanos fundamentales de las trabajadoras y los trabajadores, sensibilizando en ese sentido no sólo a las instituciones, sino también a los consumidores, a la sociedad civil y a las realidades empresariales. Estas últimas, cuanto más conscientes son de su función social, más se convierten en lugares en los que se ejercita la dignidad humana, participando así a su vez en la construcción de la paz. En este aspecto la política está llamada a desempeñar un rol activo, promoviendo un justo equilibrio entre la libertad económica y la justicia social. Y todos aquellos que actúan en este campo, comenzando por los trabajadores y los empresarios católicos, pueden encontrar orientaciones seguras en la doctrina social de la Iglesia.

Queridos hermanos y hermanas: Mientras intentamos unir los esfuerzos para salir de la pandemia, quisiera renovar mi agradecimiento a cuantos se han comprometido y continúan dedicándose con generosidad y responsabilidad a garantizar la instrucción, la seguridad y la tutela de los derechos, para ofrecer la atención médica, para facilitar el encuentro entre familiares y enfermos, para brindar ayuda económica a las personas indigentes o que han perdido el trabajo. Aseguro mi recuerdo en la oración por todas las víctimas y sus familias.

A los gobernantes y a cuantos tienen responsabilidades políticas y sociales, a los pastores y a los animadores de las comunidades eclesiales, como también a todos los hombres y mujeres de buena voluntad, hago un llamamiento para que sigamos avanzando juntos con valentía y creatividad por estos tres caminos: el diálogo entre las generaciones, la educación y el trabajo. Que sean cada vez más numerosos quienes, sin hacer ruido, con humildad y perseverancia, se conviertan cada día en artesanos de paz. Y que siempre los preceda y acompañe la bendición del Dios de la paz.

Vaticano, 8 de diciembre de 2021

Francisco