miércoles, 28 de diciembre de 2016

OS SANTOS INOCENTES

É imposible establecer o día ou o ano da morte dos Santos Inocentes, xa que a cronoloxía do nacemento de Cristo e os acontecementos bíblicos subseguintes son moi incertos. Todo o que sabemos é que os infantes foron asasinados dentro dos dous anos despois da aparición da estrela aos Sabios de Oriente (Belser, no Tübingen "Quartalschrift", 1890, p.361). A Igrexa venera a eses nenos como mártires (flores martyrum); constitúen os primeiros gromos da Igrexa mortos polo xeo da persecución; non só morreron por Cristo, senón no seu lugar (Agustín, "Sermo 10us de sanctis"). (...)

A Igrexa Latina instituíu a festa dos Santos Inocentes en data descoñecida, non antes do final do século IV e non despois do final do século V. Xunto coas festas de San Estevo e San Xoán, achouse por primeira vez no o Sacramentario Leonino, datado ao redor de 485. (...)

Os latinos gardaban esta festa o 28 de decembro, os gregos o 29 de decembro, os sirios e caldeos o 27 de decembro. Estas datas non teñen nada que ver coa orde cronolóxica do acontecemento; a festa celébrase dentro da oitava de Nadal porque os Santos Inocentes deron a súa vida polo Salvador recentemente nado. Estevo, o primeiro mártir (mártir por vontade, amor e sangue), Xoán, o discípulo amado (mártir por vontade e amor), e estas primeiras flores da Igrexa (mártires por sangue soamente) acompañan ao Santo Neno Xesús cando aparece no mundo o día de Nadal. Unicamente a Igrexa de Roma dá o nome de Inocentes a estes nenos; noutros países latinos chámaselles simplemente Infantes e a festa tiña o título de "Allisio infantium" (...) Os armenios celebraban a festa o luns despois do segundo domingo despois de Pentecoste (Menologio Armenio, 11 de maio), porque cren que os Santos Inocentes foron masacrados quince semanas despois do nacemento de Cristo.

(...) En Belén é día de precepto. A cor litúrxica da Igrexa Romana é o violeta, non vermello, porque estes nenos foron martirizados nun tempo en que non podían alcanzar a visión beatífica. Pero, por compaixón, por así dicilo, cara ás nais llorosas de Belén, a Igrexa omite na Misa tanto a Gloria como o Aleluia; este costume, con todo, era descoñecida nas Igrexas de Francia e Alemaña. Na oitava, e tamén cando a festa cae en domingo, a liturxia romana prescribe a cor vermella, a Gloria e o Aleluia. En Inglaterra a festa chámase "Childermas" (Misa do Día dos Inocentes).

A Estación Romana do 28 de decembro é en San Paulo Extramuros, porque se cre que esa igrexa posúe os corpos de varios dos Santos Inocentes. O Papa San Sixto V trasladou unha parte destas reliquias a Santa Maria a Maior (festa o 5 de maio; semidoble). A igrexa de Santa Xustina en Padua, as catedrais de Lisboa e Milán, e outras igrexas tamén conservan corpos que aseguran ser dalgúns dos Santos Inocentes. En moitas igrexas de Inglaterra, Alemaña e Francia na festa de San Nicolás (6 de decembro) elixíase a un neno-bispo, quen oficiaba na festa de San Nicolás e dos Santos Inocentes. Usaba mitra e outras insignias pontificales, cantaba a colecta, predicaba, e daba a bendición. sentaba na cadeira do bispo mentres que o coro de nenos cantaba nos bancos dos cóengos. Eles dirixían o coro en ambos os días e tiñan unha procesión solemne (Schmidt, "Thesaurus jur eccl.", III, 67 e sig.; Kirchenlex., IV, 1400; P.L., CXLVII, 135).



 http://ec.aciprensa.com/wiki/Santos_Inocentes

lunes, 26 de diciembre de 2016

SANTO ESTEVO, NOSO PATRÓN

BENEDICTO XVI, 10 enero 2007 (ZENIT.org)

Queridos hermanos y hermanas:

Hoy queremos detenernos en la persona de san Esteban, festejado por la Iglesia el día después de Navidad. San Esteban es el más representativo de un grupo de siete compañeros. La tradición ve en este grupo el germen del futuro ministerio de los «diáconos», si bien hay que destacar que esta denominación no está presente en el libro de los «Hechos de los Apóstoles». La importancia de Esteban, en todo caso, queda clara por el hecho de que Lucas, en este importante libro, le dedica dos capítulos enteros.

La narración de Lucas comienza constatando una subdivisión que tenía lugar dentro de la Iglesia primitiva de Jerusalén: estaba formada totalmente por cristianos de origen judío, pero entre éstos algunos eran originarios de la tierra de Israel, y eran llamados «hebreos», mientras que otros procedían de la fe judía en el Antiguo Testamento de la diáspora de lengua griega, y eran llamados «helenistas». De este modo, comenzaba a perfilarse el problema: los más necesitados entre los helenistas, especialmente las viudas desprovistas de todo apoyo social, corrían el riesgo de ser descuidadas en la asistencia de su sustento cotidiano. Para superar estas dificultades, los apóstoles, reservándose para sí mismos la oración y el ministerio de la Palabra como su tarea central, decidieron encargar a «a siete hombres, de buena fama, llenos de Espíritu y de sabiduría» para que cumplieran con el encargo de la asistencia (Hechos 6, 2-4), es decir, del servicio social caritativo. Con este objetivo, como escribe Lucas, por invitación de los apóstoles, los discípulos eligieron siete hombres. Tenemos sus nombres. Son: «Esteban, hombre lleno de fe y de Espíritu Santo, Felipe, Prócoro, Nicanor, Timón, Pármenas y Nicolás, prosélito de Antioquia. Los presentaron a los apóstoles y, habiendo hecho oración, les impusieron las manos» (Hechos 6,5-6).

El gesto de la imposición de las manos puede tener varios significados. En el Antiguo Testamento, el gesto tiene sobre todo el significado de transmitir un encargo importante, como hizo Moisés con Josué (Cf. Números 27, 18-23), designando así a su sucesor. Siguiendo esta línea, también la Iglesia de Antioquía utilizará este gesto para enviar a Pablo y Bernabé en misión a los pueblos del mundo (Cf. Hechos 13, 3). A una análoga imposición de las manos sobre Timoteo para transmitir un encargo oficial hacen referencia las dos cartas que San Pablo le dirigió (Cf. 1 Timoteo 4, 14; 2 Timoteo 1, 6). El hecho de que se tratara de una acción importante, que había que realizar después de un discernimiento, se deduce de lo que se lee en la primera carta a Timoteo: «No te precipites en imponer a nadie las manos, no te hagas partícipe de los pecados ajenos» (5, 22). Por tanto, vemos que el gesto de la imposición de las manos se desarrolla en la línea de un signo sacramental. En el caso de Esteban y sus compañeros se trata ciertamente de la transmisión oficial, por parte de los apóstoles, de un encargo y al mismo tiempo de la imploración de una gracia para ejercerlo.

Lo más importante es que, además de los servicios caritativos, Esteban desempeña también una tarea de evangelización entre sus compatriotas, los así llamados «helenistas». Lucas, de hecho, insiste en el hecho de que él, «lleno de gracia y de poder» (Hechos 6, 8), presenta en el nombre de Jesús una nueva interpretación de Moisés y de la misma Ley de Dios, relee el Antiguo Testamento a la luz del anuncio de la muerte y de la resurrección de Jesús. Esta relectura del Antiguo Testamento, relectura cristológica, provoca las reacciones de los judíos que interpretan sus palabras como una blasfemia (Cf. Hechos 6, 11-14). Por este motivo, es condenado a la lapidación. Y san Lucas nos transmite el último discurso del santo, una síntesis de su predicación.

Como Jesús había explicado a los discípulos de Emaús que todo el Antiguo Testamento habla de Él, de su cruz y de su resurrección, de este modo, san Esteban, siguiendo la enseñanza de Jesús, lee todo el Antiguo Testamento en clave cristológica. Demuestra que el misterio de la Cruz se encuentra en el centro de la historia de la salvación narrada en el Antiguo Testamento, muestra realmente que Jesús, el crucificado y resucitado, es el punto de llegada de toda esta historia. Y demuestra, por tanto, que el culto del templo también ha concluido y que Jesús, el resucitado, es el nuevo y auténtico «templo». Precisamente este «no» al templo y a su culto provoca la condena de san Esteban, quien, en ese momento --nos dice san Lucas--, al poner la mirada en el cielo vio la gloria de Dios y a Jesús a su derecha. Y mirando al cielo, a Dios y a Jesús, san Esteban dijo: «Estoy viendo los cielos abiertos y al Hijo del hombre que está en pie a la diestra de Dios» (Hechos 7, 56). Le siguió su martirio, que de hecho se conforma con la pasión del mismo Jesús, pues entrega al «Señor Jesús» su propio espíritu y reza para que el pecado de sus asesinos no les sea tenido en cuenta (Cf. Hechos 7,59-60).

El lugar del martirio de Esteban, en Jerusalén, se sitúa tradicionalmente algo más afuera de la Puerta de Damasco, en el norte, donde ahora se encuentra precisamente la iglesia de Saint- Étienne, junto a la conocida «École Biblique» de los dominicos. Al asesinato de Esteban, primer mártir de Cristo, le siguió una persecución local contra los discípulos de Jesús (Cf. Hechos 8, 1), la primera que se verificó en la historia de la Iglesia. Constituyó la oportunidad concreta que llevó al grupo de cristianos hebreo-helenistas a huir de Jerusalén y a dispersarse. Expulsados de Jerusalén, se transformaron en misioneros itinerantes. «Los que se habían dispersado iban por todas partes anunciando la Buena Nueva de la Palabra» (Hechos 8, 4). La persecución y la consiguiente dispersión se convierten en misión. El Evangelio se propagó de este modo en Samaria, en Fenicia, y en Siria, hasta llegar a la gran ciudad de Antioquía, donde, según Lucas, fue anunciado por primera vez también a los paganos (Cf. Hechos 11, 19-20) y donde resonó por primera vez el nombre de «cristianos» (Hechos 11,26).

En particular, Lucas especifica que los que lapidaron a Esteban «pusieron sus vestidos a los pies de un joven llamado Saulo» (Hechos 7, 58), el mismo que de perseguidor se convertiría en apóstol insigne del Evangelio. Esto significa que el joven Saulo tenía que haber escuchado la predicación de Esteban, y conocer los contenidos principales. Y San Pablo se encontraba con probabilidad entre quienes, siguiendo y escuchando este discurso, «tenían los corazones consumidos de rabia y rechinaban sus dientes contra él» (Hechos 7, 54). Podemos ver así las maravillas de la Providencia divina: Saulo, adversario empedernido de la visión de Esteban, después del encuentro con Cristo resucitado en el camino de Damasco, reanuda la interpretación cristológica del Antiguo Testamento hecha por el primer mártir, la profundiza y completa, y de este modo se convierte en el «apóstol de las gentes». La ley se cumple, enseña él, en la cruz de Cristo. Y la fe en Cristo, la comunión con el amor de Cristo, es el verdadero cumplimiento de toda la Ley. Este es el contenido de la predicación de Pablo. Él demuestra así que el Dios de Abraham se convierte en el Dios de todos. Y todos los creyentes en Cristo Jesús, como hijos de Abraham, se convierten en partícipes de las promesas. En la misión de san Pablo se cumple la visión de Esteban.

La historia de Esteban nos dice mucho. Por ejemplo, nos enseña que no hay que disociar nunca el compromiso social de la caridad del anuncio valiente de la fe. Era uno de los siete que estaban encargados sobre todo de la caridad. Pero no era posible disociar caridad de anuncio. De este modo, con la caridad, anuncia a Cristo crucificado, hasta el punto de aceptar incluso el martirio. Esta es la primera lección que podemos aprender de la figura de san Esteban: caridad y anuncio van siempre juntos.


San Esteban nos habla sobre todo de Cristo, de Cristo crucificado y resucitado como centro de la historia y de nuestra vida. Podemos comprender que la Cruz ocupa siempre un lugar central en la vida de la Iglesia y también en nuestra vida personal. En la historia de la Iglesia no faltará nunca la pasión, la persecución. Y precisamente la persecución se convierte, según la famosa fase de Tertuliano, fuente de misión para los nuevos cristianos. Cito sus palabras: «Nosotros nos multiplicamos cada vez que somos segados por vosotros: la sangre de los cristianos es una semilla» («Apologetico» 50,13: «Plures efficimur quoties metimur a vobis: semen est sanguis christianorum»). Pero también en nuestra vida la cruz, que no faltará nunca, se convierte en bendición. Y aceptando la cruz, sabiendo que se convierte y es bendición, aprendemos la alegría del cristiano, incluso en momentos de dificultad. El valor del testimonio es insustituible, pues el Evangelio lleva hacia él y de él se alimenta la Iglesia. San Esteban nos enseña a aprender estas lecciones, nos enseña a amar la Cruz, pues es el camino por el que Cristo se hace siempre presente de nuevo entre nosotros.

domingo, 25 de diciembre de 2016

NADAL DO SEÑOR.- LECTIO

FESTIVIDADE DO NADAL
(Ano A: 25.XII.2016)

            Hoxe está de aniversario aquel a quen queremos seguir os cristiáns mais tamén calquera persoa de boa vontade que no fondo do seu corazón ama a practica canto amou e practicou Xesús, o Cristo, o Fillo de Deus, que hoxe se fixo irmán noso. Temos, pois, que felicitalo, e agradecerlle a Deus Pai canto o seu Fillo benquerido significa para nós. Pois con el viñemos á vida en certo modo todos nós en canto cristiáns. Xesús cumpre anos, moitos. Aproximadamente, uns 2016 anos, se temos en conta que ó parecer Xesús historicamente naceu máis ou menos uns anos antes do comezo da que chamamos a era cristiá.
            Dicimos felicitalo, pois Xesús segue vivo. Morrer, o que se di morrer, nunca morreu. De modo que segue a vivir. El dicía que era a Vida. ¿Como podería morrer a Vida? Imposíbel. E se segundo as nosas categorías ou o noso modo normal de pensar morreu, en realidade habería que dicir máis ben que o mataron, non que morreu. Morrendo desa maneira. converteuse en vida para sempre, para el e para todos nós. Podemos ver así, na súa verdadeira perspectiva, a nosa vida e a nosa suposta morte. Porque morrer, o que se di morrer, tampouco nós morreremos se é que de verdade nos comportamos nas nosas vidas á semellanza do Neno de Belén.
            Parece que na festa de Nadal non habería que falar de morte ou cousas así, porque xustamente estamos a celebrar a vida, o comezo dunha vida que veu dar vida a todos. E, porén, a liturxia deste día faino, polo menos indirectamente. Cando despois da comuñón desta eucaristía de hoxe recitemos a oración final, chamada pos-comuñón, diremos alí: “Deus de misericordia, o Salvador do mundo, ó nacer hoxe, fíxonos nacer á vida eterna. Que El nos conceda tamén o don da inmortalidade”.
            Isto quere dicir que, co nacemento de Xesús na nosa carne mortal, quedou inoculada para sempre na nosa natureza mortal algo así como a vacina ou o elixir da inmortalidade. Deus, que é Vida (que existiu desde sempre e endexamais deixará de existir), ó poñer con Xesús a súa tenda entre nós, como se nos di no evanxeo de Xoán, ó unirse en Xesús á humanidade toda, fíxonos participar a todos da súa divindade. De modo que polo nacemento de Xesús fomos todos convertidos en pequenos deuses inmortais... Estas son as marabillas de Deus, porque –como lle informaba o anxo da Anunciación  a María- “para Deus non hai imposibles”.
            Claro que isto non é algo así como un automatismo que se realiza sen máis en nós, queirámolo ou non. Pois esta participación na divindade de Xesús, que en Belén se fai hoxe irmán noso e que nos converte en inmortais, é unha angueira de cada día, que terá certamente unha boa fin se nos unimos ó modo de ser e de actuar de Xesús, pedíndollo ó tempo a Deus Pai. De feito, acabamos de pedirllo a El na primeira oración da Eucaristía desta festa de Nadal deste xeito: “Deus, noso Pai, fainos participar na divindade do teu Fillo, que quixo tomar a nosa humanidade”.
            Agora ben, ¿que significa, desde a perspectiva do nacemento de Xesús, iso ó que debemos aspirar e que debemos pedir, a participación na divindade do Fillo de Deus?
            Pois significa algo que en si mesmo non deixa de ser verdadeiramente paradoxal.  Cando Deus se encarna en Xesús, iso quere dicir que temos aí diante, no Neno Xesús, un Deus humanizado. Xesús é home verdadeiro e Deus verdadeiro. En consecuencia, participar na divindade de Xesús é participar nesa divindade humanizada. Iso significa que se queremos ser verdadeiramente divinos (e todos o queremos dunha ou doutra forma), temos que ser verdadeiramente humanos. E, desde logo, semella que non debe de ser moi doado iso de convertérmonos en verdadeiramente humanos cando Deus tivo que se facer el mesmo humano coma calquera de nós para aprendernos así a nós a sermos humanos de verdade.
            Porque sermos verdadeiramente humanos significa sermos próximos ós demais, querer e amar a todos, sobre todo ós que máis precisan dese aprecio e dese amor, romper coas desigualdades e inxustizas de calquera xénero que sexan, sufrir cos que sofren e alegrarse cos que se alegran.
            Todo isto está incluído na mensaxe incríbel e universal do Nadal do Señor.
            ¿E como andan as cousas da nosa sociedade despois de tantos anos da vinda humana e humanizadora de Deus onda nós? Non fai falla darlle moitas voltas ó tema para decatármonos de que queda aínda moito por facer para que os seres humanos nos parezamos de verdade ó Deus humanizado do Nadal no noso comportamento cos demais. As nosas relacións humanas, a saúde da nosa sociedade deben mellorar aínda moito para que se poida dicir que a mensaxe do Nadal chegou xa en nós á súa realización.
            Pois dunha sociedade só se poderá dicir que é verdadeiramente humana cando, á semellanza do que se nos anuncia no Nadal, hai nela fe e ilusión no futuro, porque os nenos (coma o Neno Xesús) son precisamente ese futuro que vai vir. Cando os matrimonios poden ter fe e esperanza no seu futuro e no dos seus fillos. Cando os nenos bulen polas rúas e hai máis rapaces e mozos ca xente coma min ou algúns de vós, xa bastante eivados polos anos. Cando sexan máis os que nacen cós que nos deixan.
            Unha sociedade é verdadeiramente humana, cando hai nela máis alegría, ilusión e traballo ca medo ou angustia por non atopar nela o lugar para se desenvolver como é debido. Cando estranxeiros, emigrantes e pobres son aceptados como irmáns de Xesús e irmáns nosos. Cando todos cantos forman parte dela son respectados nos seus dereitos sociais, culturais, lingüísticos, políticos ou relixiosos. Cando se inverte máis en educación que noutras cousas supostamente máis importantes.
            En fin, unha sociedade é humana e, polo tanto, tamén divina cando se amosa sensíbel e aberta á palabra derradeira que Deus dirixe ó mundo no Neno de Nadal. Cando é capaz de celebrar agradecida esta festa de Nadal. Celebrémola así, pois, agradecidos, sentíndonos unidos á humanidade toda, destinataria desta Palabra. FELIZ NADAL!!!

CREDO

ORACIÓN DOS FIEIS
Agradecémosche, Pai noso, o galano que hoxe nos fas do teu fillo para a salvación e liberación da humanidade, pregándoche que o saibamos aceptar agradecidos nas nosas vidas, dicindo: Pedímoscho, Pai.

 TODOS: PEDÍMOSCHO, PAI.

- Dános, Pai, fe no teu fillo Xesús como derradeira palabra túa de amor ó mundo.
TODOS: PEDÍMOSCHO, PAI.
- Fai, Pai, que tódolos pobos e culturas sexan partícipes da túa mensaxe de salvación e liberación que ti nos ofreces no neno de Belén.
TODOS: PEDÍMOSCHO, PAI.
- Concede, Pai, a cantos se atopan en situación de pobreza e marxinación a graza de se sentir comprendidos e axudados nos seus problemas polos demais.
TODOS: PEDÍMOSCHO, PAI.

Pedímoscho agradecidos, Pai, nesta festividade de Nadal, por Xesús Cristo noso Señor. AMÉN.
                                                                                 


Manuel Cabada Castro

jueves, 15 de diciembre de 2016

LECTIO

DOMINGO IV DE ADVENTO
(Ano A: 18 de Nadal de 2016)

            Un pensador alemán non moi coñecido, que viviu a comezos do século XIX, que se apelidaba Krause, do que procede o chamado krausismo español, ideou un sistema filosófico coñecido como “pan-en-teísmo”, que non é o mesmo que “panteísmo”. Este último, o panteísmo, defendería que todo é Deus. Mais o “pan-en-teísmo” de Krause sostiña, polo contrario, que todo está  en Deus; non que todo sexa Deus.
            En realidade, dicir que todo está en Deus no debería soarnos a algo novo, a cousa recentemente inventada. Trátase dunha idea moi antiga e, desde logo, moi cristiá. Aparece con frecuencia en santo Agostiño e moitos outros importantes pensadores cristiáns, tanto antigos como modernos. Podemos imaxinarnos esta situación como algo semellante ó que lles ocorre ós peixes que, sen dárense de conta, están dentro da auga, que lles fai posible vivir e moverse. Semellante tamén ás pombas ou gaivotas, que sen ser o aire, están no aire e poden vivir e voar porque o aire as envolve e as enche de posibilidades. Os peixes e as aves non son mar nin aire. Pero están no mar e no aire, e participan dalgunha maneira do modo de ser do aire ou do mar.
            Xa nos Feitos dos Apóstolos aparece Paulo formulando algo semellante a isto cando falaba sobre o modo como nos relacionamos todos nós con Deus. Dicía Paulo: “Deus non está lonxe de cada un de nós, porque nel vivimos, nos movemos e estamos”. Algo parecido, como vedes, ó que lles ocorre ás aves e ós peixes en relación co seu aire ou coa súa auga.
          Coido que todo isto ten algo que ver coa primeira Lectura (do profeta Isaías), que resulta moi apropiada para este tempo de preparación para o Nadal de Xesús: “Velaí que a virxe está en cinta e dá a luz un fillo, ó que lle pon de nome ‘Emmanuel’ (que significa ´Deus connosco’)”.
       O tempo de Advento é un tempo de avivar a conciencia deste estar “deus connosco”, dese achegamento tan grande de Deus a nós, tal como celebramos no Nadal ó mostrársenos el a nos na presenza engaiolante dun neno humano. Por iso, Xesús non é só un ser humano máis, senón o lugar do encontro máis íntimo que se pode imaxinar entre Deus e a humanidade. Encontro tamén con toda a creación, que é a base e o fundamento de todos e cada un de nós. Na aparición entre nós de Xesús concéntranse, pois, divindade e humanidade dunha maneira inconcibíbel e marabillosa. Paulo exprésao á súa maneira na súa carta ós Romanos (na segunda Lectura de hoxe). Xesús Cristo, dinos nela Paulo, “naceu como home da semente de David, pero foi constituído fillo de Deus con pleno poder polo Espírito (Santo) santificador”.
            É dicir, seguindo co símil das aves e dos peixes, Xesús é un ser humano coma todos nós, mais vive dunha maneira especial no “Espírito” de Deus, no aire de Deus. A palabra “espírito”, como ben sabedes,  ten que ver co “aire” que respiramos e que nos dá vida. Para Paulo ese “espírito” é Espírito santo, Espírito “santificador”, Espírito divinizador.
            De modo que en Xesús radica toda a nosa salvación. O mesmo nome de “Xesús” significa, como ben sabedes tamén, “Salvador”, ou máis exactamente, “Yahvé salva”, “Deus salva”. Por que pode salvarnos Xesús e de feito nos quere salvar e nos vai salvar? Pois porque el ten, como Fillo único e benquerido de Deus Pai, todo o poder do Pai e todo o seu amor e porque, ademais, é un máis de nós, igual en todo a nós, absolutamente solidarizado connosco, por marxinada ou pobre que sexa a situación dunha concreta persoa. El é absolutamente próximo a nós, a todos nós, e ten poder infinito para liberarnos de todo mal, incluída a liberación da morte ó concedernos a resurrección para sempre. En resumidas contas, Xesús salva porque é “Emmanuel”, é dicir, porque é “Deus connosco”.
            É o mesmo que se nos di no famoso “Limiar” do evanxeo de Xoán, cando se nos fala alí de Xesús como a “palabra” que Deus Pai dirixe ó mundo, á humanidade toda. É unha palabra divina, pois trátase dunha palabra, segundo se nos explica alí, que “vén de Deus” e que, ademais, ¡marabilla das marabillas!, é “Deus” mesmo, o Deus humanizado. Desta “palabra”, dísenos no evanxeo de Xoán: “A palabra fíxose carne e plantou entre nós a súa tenda”.
            Unha vez máis podemos admirar e loar a grandeza de Deus, o seu marabilloso modo de ser e de se comportar. Deus sae en certo modo do interior de si mesmo, da profundidade e inabarcabilidade da súa divindade para se facer un máis entre nós sen deixar de ser o que desde sempre é: o Deus absolutamente infinito.
            Para Xoán, Xesús é a palabra que Deus dirixe ó mundo. Unha palabra que, liturxicamente, e neste ano dentro de xustamente unha semana (no próximo domingo, día 25), se vai facer carne e presenza agarimosa entre nós. Sen poder aínda falarnos (malia ser a “palabra”!) como unha persoa que sabe xa falar, senón coma un neno, mellor, como un “infante”, é dicir como un “non falante” (pois iso significa “infante”). Mais ben sabemos que os nenos, coa súa soa presenz
a confiada, amorosa e risoña, suscitan amor por si mesmos sen necesidade de palabras. En realidade, eles falan tamén, mais cunha linguaxe chamada “non verbal”, é dicir, non utilizando aínda palabras pertencentes a unha lingua concreta.
            Tamén sabemos moi ben os adultos que os xestos, os comportamentos, as miradas que se dirixen ou non se dirixen a unha persoa determinada, os silencios ou calquera outra actitude coa que nos relacionamos ou non nos relacionamos cos demais, poden falar máis alto, dicir moito máis, có que expresamos ordinariamente coas palabras do dicionario. Por iso a vivencia e presenza mesma de Xesús nacendo coma un marxinado, nunha familia con moi poucos medios, no seo acolledor da natureza, fálanos moito máis clara e convincentemente sobre os temas fundamentais do evanxeo que o máis elevado discurso construído con palabras.
            Deámoslle, pois, grazas a Deus Pai por ternos querido falar de si mesmo por medio do seu Fillo da maneira como el o fixo no xa próximo Nadal.

ORACIÓN DOS FIEIS:
Preguemos a Deus noso Pai, por medio do seu Fillo Xesús, Salvador noso e “Deus connosco”, dicindo todos xuntos:
Señor, escoita a nosa oración.

-         Para que nos preparemos para recibir o Neno Xesús no próximo domingo como “Deus connosco”:
Señor, escoita a nosa oración.
-         Para que saibamos aledarnos coa próxima vinda de Xesús onda nós como “Salvador”:
Señor, escoita a nosa oración.
-         Para que academos sentirnos como verdadeiros irmáns de Xesús e de tódolos homes e mulleres do mundo enteiro:
Señor, escoita a nosa oración.

Deus, noso Pai, dámosche grazas pola xa próxima vinda de Xesús para estar connosco e nos salvar. Por Cristo Noso Señor.
AMÉN.


                                                                                              Manuel Cabada Castro

miércoles, 14 de diciembre de 2016

Debate Munilla - Iker Jiménez

Iker Jiménez, o coñecido presentador do programa Cuarto Milenio que se emite todos os domingos en horario de máxima audiencia en Catro, está a prodigarse ultimamente en declaracións contra o que el denomina a "corrección política" e non dubidou en lanzar unha clara mensaxe provida desde o seu programa ou encomiar a Cristo e defender o Belén desde o seu videoblog en Youtube.Esta valentía á hora de afastarse do politicamente correcto a pesar dos riscos que iso leva no mundo televisivo e que non teña problemas en falar da transcendencia chamou a atención de moitos católicos que ata agora pensaban que o seu programa estaba máis centrado en fenómenos paranormales polo que pediron a súa opinión respecto diso ao bispo de San Sebastián, José Ignacio Munilla.

Un debate sobre o misterio e o sobrenatural
O bispo vasco non dubidou en analizar as formulacións de Iker Jiménez a través do seu programa Sexto Continente de Radio María e rapidamente o presentador de Catro contestou a monseñor Munilla a través do seu videoblog producíndose un interesante e respectuoso debate sobre que é o misterio e as diferenzas entre o sobrenatural e o paranormal.
Na súa análise radiofónica, o bispo de San Sebastián fala dun dos editorial que Iker Jiménez fai no seu programa e no que falaba da actitude de moitos cristiáns e tamén eclesiásticos ante o que el chama o "misterio". O presentador de Cuarto Milenio comentaba como moitos sacerdotes non cren no demo e "ata se permiten non crer no misterio" e dicía que a falta de vocacións na Igrexa católica poderíase deber a que é difícil facer crer algo aos demais que un mesmo non termina de crerse.
En primeiro lugar, a Munilla chámalle a atención e en certo xeito alégralle que triunfe un programa "no que se fala da transcendencia, do espiritual, do relixioso". Na súa opinión, "non é verdade que o materialismo teña a última palabra, o home necesita de Deus, da transcendencia e o éxito dun programa como este déixao patente".
Con todo, o prelado aclara que en ocasións o estilo utilizado polo programa é de certo morbo polo ocultismo. Quizá se confunde a procura relixiosa e espiritual coa procura de sensacións que dean medo, ás veces confúndese a procura espiritual co xénero de procura do paranormal, isto está mesturado e confundido.

A "confusión" de Iker Jiménez
E o bispo incide neste punto que pode levar á confusión aos seguidores do programa de Jiménez polo que indica que a crítica que faría ao programa centraríase nesta confusión entre paranormal e sobrenatural, confúndese o misterio co ocultismo, confúndese a auténtica mística cos iluminados.
Na súa análise, conclúe que este erro é no fondo non entender o concepto de Revelación, ten unha procura da transcendencia pero sen partir do dato fundamental e é que Deus se revelou, Deus descubriuse e fíxoo a través de Xesucristo que fundou a Igrexa.
No fondo, engade o relixioso vasco, é unha confusión que ten efectos nocivos na vivencia da relixiosidade. 
"No fondo búscase buscar máis que atopar"
Aínda así destaca que o programa de Iker Jiménez fai unha procura do espiritual aínda que no fondo búscase buscar máis que atopar. E reflexiona que existe o risco de que os consumidores destes programas estean abertos á curiosidade do mistérico pero non queiran atopar, porque se atopan téñense que comprometer e seguir un camiño.
Por iso, Munilla cre que ás veces prevalece máis o desexo de procura que o de encontro cando en realidade o encontro transforma a nosa vida e convértenos en apóstolos daquilo que atopamos.

O merecido "tirón de orellas"
Doutra banda, o bispo guipuscoano non ten ningún problema en recoñecer que a pesar desa confusión Iker Jiménez dixo verdades do barqueiro que deberiamos escoitar, sobre todo as que se refiren a que na Igrexa hai membros que perderon a fe no misterio.
Pon o exemplo do demo engade Munilla-,e é curioso que desde un programa como este interpélesenos con algo que é absolutamente verdade. E o prelado mostra como en ocasións desde a Igrexa ensínase que os milagres realizados por Jesús que recolle o Evanxeo son en realidade un xénero literario e que o importante era o ensino que quería expor o Señor. 
De maneira contundente o bispo fai autocrítica e engade que este home desde un programa deunos un tirón de orellas que temos que recibir con humildade porque é certo que en nosas filas existe moita redución da predicación sobrenatural a unha mera interpretación horizontal ética.

A rápida contestación de Iker Jiménez
Iker Jiménez non tardou en contestar o comentario de monseñor Munilla en Radio María e cun respecto exquisito ha valorado as palabras do bispo pois para el hai moitas formas de enfocar a palabra misterio.
Doulle a razón ao señor bispo, afirma o presentador de televisión referíndose á confusión sobre o termo misterio. Non sei moi ben onde están os límites entre o fenómeno relixioso, o paranormal ou o sobrenatural, agrega. 
Dirixíndose a Munilla confesa que cando saio aí fose e vexo as estrelas vexo unha harmonía moi superior á miña persoa, á miña vida e di crer que existe unha luz e unha escuridade. Eu creo nese misterio, sentenza.

O "fogonazo" que dá sentido a todo
Quen é Deus para vostede e para min, pregunta ademais o presentador de Cuarto Milenio ao bispo de San Sebastián, que conclúe que segurament
e no profundo non haxa tanta diferenza, no accesorio si e afirma que cre que ata o máis materialista e descreído ten que ter ese fogonazo de que todo isto ten que ter certo sentido.
El mesmo conta que tivo ese fogonazo, esa revelación unha vez nunha cova e cando colleu en brazos por primeira vez á súa filla. Afirma que en contraposición ao bispo que ten a súa fe moi clara, el é un buscador, como tantos outros, que non ten as cousas claras e encantaríalle telas.
"Quérennos arrincar a nosa raíz transcendente"
Ademais de crrer en leste misterio, Iker Jiménez afirma que el se atafega co demo ao que ve nesa imaxe de vapor escuro que rodea ao mundo, véxoo na violencia, na brutalización e en como nos queren arrincar a nosa raíz transcendente e eu rebélome.
E asegura que nesta cruzada el perde moito pois o máis cómodo sería caer na morneza. Moita xente esta falta desta transcendencia, estamos nunha sociedade no que calquera indicio de transcendencia cérnase. 

E para concluír Iker Jiménez di a Munilla que lle gustaron as discrepancias do seu comentario e engadiu que sei que o misterio chega, que falar da alma non está mal, para min a alma non se pode comprar nin vender, é o máis importante da nosa esencia.

domingo, 11 de diciembre de 2016

LECTIO

DOMINGO III DE ADVENTO (GAUDETE)
 (Ano A: 11 Nadal 2016)

            O tempo de Advento ten, como ben sabedes, unha certa ambigüidade en canto que por un lado podemos dicir que principalmente se refire á espera da festa de Nadal, do nacemento do Señor, mais por outro banda faise tamén alusión á derradeira vinda do Señor á fin dos tempos, cando o Cristo glorioso restaure definitivamente tódalas cousas.
            Por iso, é dicir, por esta que chamo “ambigüidade” do tempo de Advento, a actitude de espera e de esperanza na vinda de Xesús en Nadal vén sendo tamén unha especie de aprendizaxe da actitude que debemos ter sempre, durante todo o ano, durante toda a nosa vida, ata o noso definitivo encontro co Señor.
      Temos que ter, polo tanto, actitudes de espera, de esperanza, de alegría e de paciencia sempre, durante toda a nosa vida. Trátase dunha especie de cóctel de actitudes aparentemente difíciles de harmonizar, pero que constitúen de feito a sustancia mesma da nosa vida. Proclámao para todos, tamén para nós, o profeta Isaías cando nos di cousas como as que acabamos de escoitar na primeira Lectura: “Ponde firmes os xeonllos que tremen”. “Collede ánimo, non temades”. “Velaí chega o voso Deus, El mesmo,  e salvaravos”. “Os rescatados do Señor ... conseguirán ledicia e felicidade, pois o sufrimento e o pranto fuxirán”.
            Para un cristián que cre na mensaxe de Xesús coa forza que nos dá a súa graza, a vida enteira é coma un día no que hai de todo, chuvia, nubes brancas e negras, sol que nos amosa ás veces claramente a súa face, quenturas e friaxes. Días que teñen tamén as súas noites, mais noites que esperan a chegada do rei sol, que indefectiblemente chegará para que alume o novo día. Esta comparanza reflicte algo do que nos quere ensinar o tempo de Advento.
            Algo semellante nos vén anunciar a carta de Santiago da segunda Lectura. Estamos todos envoltos nun proceso que non remata e ó que deberiamos a cotío estar abertos. É un proceso semellante ó que se ten que someter toda semente que queira frutificar e sobrevivir máis alá de si mesma, mais manténdose ela mesma dunha forma nova, superior, como planta vizosa e produtora de novas sementes. Este é o misterio da vida, de toda vida, que leva consigo procesos difíciles e complicados como o mesmo morrer, aínda que o proceso real non remate aí. Proceso que require paciencia, esforzo, confianza, esperanza. Santiago dínolo na súa carta desta fermosa maneira: “Tede paciencia, irmáns, deica a volta do Señor. Reparade en como o labrego, coa esperanza posta nos preciosos froitos da terra, agarda con paciencia as augas temperás e as serodias. Tede tamén vós paciencia e collede folgos, porque o Señor axiña chegará”.
            O tempo de Advento convídanos, pois, a sermos “sementes”. Pero sementes conscientes do que nos pasa en canto sementes que somos, conscientes dos cambios e procesos que ocorren en nós e que nos han levar a unha vida máis plena, máis verdadeira. Un gran de millo ou de trigo non sabe o que lle pasa cando se converte en semente, cando cae na terra, na escuridade, na humidade, nas chuvias, neves ou fríos da invernía que lle veñen enriba. Un gran de trigo ou de millo non pode saber nin crer, non pode sufrir, nin esperar. Nós, en cambio, podemos saber e sentir todo iso. Esa é a nosa diferenza e a nosa grandeza. Ese é o noso misterio, que nos asemella a Xesús na súa vida, nos seus padecementos, morte e resurrección.
            Este Xesús, guieiro e modelo noso, é o que nos pon hoxe diante dos ollos o evanxeo de Mateo. Dísenos nel que Xoán Bautista é loado por Xesús en canto “preparador” da súa Boa Nova. Pero só, e nada máis, en canto “preparador” ou iniciador do novo camiño de Xesús. Sabemos ben que o Bautista se centrou no labor de achanzar en certo modo o terreo para poderen os seu oíntes escoitar con proveito a mensaxe de Xesús. A linguaxe do Bautista era unha linguaxe de penitencia, de conversión, de temor ó xuízo de Deus. Un Deus concibido aínda sobre todo como castigador ou vingador. Xesús amósase, polo contrario, como “alegre anunciador” da Boa Nova, da alegre noticia. Como aquel que se presenta a si mesmo como “liberador” de todo mal, de toda limitación, como destrutor da morte, pois a resposta de Xesús ós discípulos do Bautista é esta: contádelle a Xoán que “os mortos resucitan”. Mais tamén teñen que lle informar a Xoán Bautista -segundo lles encarga Xesús- que el, Xesús, toma partido polos pobres, polos necesitados e marxinados da sociedade. Contádelle que “ós pobres se lles está a anunciar a Boa Nova”. É dicir, Xesús preséntase a si mesmo ante os discípulos de Xoán para que llo comuniquen a el, como o que, a diferenza de Xoán, vén amosarnos un Deus que nel, en Xesús, está aí non para condenar, senón para salvar, para amar e dar a súa vida por todos, para proclamar e construír esperanza, para sufrir cos que sofren e aledarse cos que se aledan.   
            Comprenderedes ben así por que o papa Francisco, na súa primeira encíclica ou Exhortación de hai só tres anos, nos falaba tanto da “alegría”, da alegría  que todo cristián ha de ter. O mesmo título dela o anunciaba: “Evangelii Gaudium”, é dicir, a alegría do Evanxeo. Este escrito do papa comeza así: “A alegría do Evanxeo enche o corazón e a vida enteira dos que se atopan con Xesús. Os que se deixan salvar por El son liberados do pecado, da tristeza, do baleiro interior, do illamento. Con Xesús Cristo sempre nace e renace a alegría. Nesta Exhortación quero dirixirme ós fieis cristiáns para convidalos a unha nova etapa evanxelizadora marcada por esa alegría”.
            O papa dinos que se trata dunha “nova” etapa de evanxelización, aínda que estea de feito, polo que antes comentei, en perfecta continuidade coa presentación de si mesmo que lles fai Xesús ós discípulos de Xoán Bautista para que lle leven a el a resposta de Xesús. Aquí está tamén a razón pola que Xesús, aínda que fai unha gran loanza do Bautista ó dicir del que é “moito máis ca un profeta” e que “ningún nado de muller fora meirande ca el”, engada a continuación que, malia dicir iso do Bautista, “o máis pequeno no reino dos ceos é meirande ca el”, co Bautista.
            Convertámonos, pois, a esta “alegre” e liberadora esperanza da “nova” Boa Nova de Xesús.

CREDO

ORACIÓN DOS FIEIS
            Na nosa oración comunitaria de hoxe dicimos: Ven, Señor Xesús.
Todos: Ven, Señor Xesús.
-          Ven á túa Igrexa, Señor, para que nos enchamos
do teu Espírito, da túa Boa Nova, e sexamos así xeradores de esperanza e alegría para os demais:
Todos: Ven, Señor Xesús.
-          Ven, Señor, ó noso mundo dividido, no que se asoballa a persoas e pobos, para que o teu Reino lle dea esperanza á humanidade:
Todos: Ven, Señor Xesús.
-          Ven, Señor, á nosa vida para que, iluminados pola luz do próximo Nadal, sexamos tamén luz e abeiro de paz e consolo para os que sofren.
Todos: Ven, Señor Xesús.
                                                                         
  Manuel Cabada Castro

viernes, 9 de diciembre de 2016

O Papa Francisco á Inmaculada.-

Ás catro da tarde, Francisco realizou a tradicional visita do Papa ao monumento á Purísima situado na Praza de España, un dos lugares emblemáticos da cidade de Roma.
Segundo informa Zenit, o santo pai Francisco visitou hoxe pola tarde en Roma, Praza de España, onde está a famosa columna coa imaxe de María Inmaculada, para o tradicional acto de veneración. Ese ano ademais da cesta de flores, foi posto un cesto con pans, para lembrar o recentemente concluído Xubileu da Misericordia e a quen ten dificultade para o sustentamento cotián. 
Superando importantes medidas de seguridade, miles de persoas esperábanlle alí, onde chegou o Santo Pai, mentres o coro da Capela Sixtina cantaba as ladaíñas en honra de María e o Tota Pulcra est Maria.
Aos pés da imaxe de María, o Papa recitou esta oración:

Oh María, nosa Nai Inmaculada,
no día da túa festa veño a ti,
e non veño só: traio comigo
a todos aqueles que o teu Fillo confioume,
nesta cidade de Roma e no mundo enteiro,
para que ti os bendigas e os salves dos perigos.

Tráioche Nai, aos nenos,
especialmente a aqueles sós, abandonados,
e que por este motivo son enganados e explotados.

Tráioche Nai, ás familias,
que levan adiante a vida e a sociedade
co seu empeño cotián e escondido;
de maneira particular ás familias que fan máis esforzo
debido a tantos problemas internos e externos.

Tráioche Nai, a todos os traballadores, homes e mulleres,
e confíoche especialmente a quen por necesidade,
esfórzase para realizar un traballo indigno
e a quen perdeu o traballo e non logra atopalo.

Temos necesidade da túa mirada inmaculada,
para atopar a capacidade de mirar ás persoas
ou as cousas con respecto e recoñecemento,
sen intereses egoístas ou hipocrisías.

Necesitamos do teu corazón inmaculado,
para amar de maneira gratuíta,
sen segundas intencións senón buscando o ben do outro,
con simplicidade e sinceridade,
renunciando a máscaras e maquillaxes.

Necesitamos as túas mans inmaculadas,
para acariñar con tenrura, para tocar a carne de Jesús
nos irmáns pobres, enfermos desprezados,
para levantar a quen caeu e dar apoio a quen vacila.

Temos necesidade dos teus pés inmaculados,
para ir cara a quen non sabe dar o primeiro paso,
para camiñar polos carreiros de quen está perdido,
para ir atopar ás persoas soas.

Agradecémosche, oh nai, porque mostrándoche
a nós libre de toda mancha de pecado,
ti lémbrasnos que antes de todo está a graza de Deus,
está o amor de Xesucristo que deu a vida por nós,
está a forza dl Espírito Santo que renova todo.

Feixe que non cedamos ao desánimo,
senón que confiando na túa constante axuda
empeñámonos a fondo para renovarnos nós
a esta cidade e ao mundo enteiro.
Reza por nós, Santa Nai de Deus.

Concluída a oración o Santo Pai saudou a diversos enfermos en cadeira de rodas que se atopaban presentes.
Os bombeiros teñen a honra de levar a coroa de flores cada ano, en particular quen está por retirarse. Fixérono pola mañá cedo. A coroa de flores foi levada a 28 metros de altura e alí debidamente suxeitada ao brazo da imaxe. Un pouco máis abaixo, na plataforma situada a 23 metros de altura serán levados outros ramos de flores. Roma está moi ligado á imaxe da Inmaculada pois foi inaugurada en 1857 grazas ao traballo de 220 bombeiros.
A praza de España toma o nome da embaixada de España ante a Santa Sé, que alí ten a súa sede e diante da cal se celebra a cerimonia. 

O papa Francisco, despois de render homenaxe á Nai de Jesús na Praza de España, dirixiuse á basílica de Santa María a Maior, deténdose en oración diante do ícono da Virxe que leva a invocación de Salus Populi Romani.

sábado, 3 de diciembre de 2016

LECTIO

DOMINGO II DE ADVENTO
(Ano A: 4 de decembro 2016)

            Estamos no segundo chanzo (2º domingo de Advento) desta escaleira que nos vai achegando, con humildade e abraio, ó berce de Nadal: alí onde está o Xesús Neno no presebe de Belén.
            Hoxe, a liturxia, as lecturas que acabamos de escoitar, póñennos diante dun cadro, dunhas imaxes, que nos tempos que corren semellan pura utopía.
            Mais Isaías é profeta e non un escritor de novelas. Eses escritos -as novelas- nos que nos mergullamos cando dispoñemos dun pouco de lecer, con ilusión e secreto contento, para así refuxiármonos dalgunha maneira da dura realidade que a vida tantas veces nos impón.
            Pero non. Isaías, movido e acendido no seu interior pola experiencia do espírito de Deus, fálanos dun futuro que terá que ocorrer, pois Deus quéreo. Fálanos dunha aparición neste mundo noso, no vello tronco da historia humana, dun xermolo humano-divino que se constituirá nun novo reino, nunha nova maneira de relacionármonos os humanos entre nós e co noso Deus. Un reino que, como sabemos, será un “reino de xustiza, de amor e de paz”.
            Oiamos e ollemos de novo as imaxes coas que nos describe Isaías eses novos tempos, anunciados por el. Na súa fermosura, non teñen desperdicio e compréndese así moito mellor con elas o que el nos quere anunciar ca con moitas ideas e conceptos ben precisos e aquilatados, que á fin e ó cabo non deixan de ser sempre algo abstracto:
            “O lobo habitará co carneiro e o leopardo deitarse co cabrito; o becerro e o leonciño pacerán xuntos: un meniño pequeno sacaraos ó pasto. A vaca e a osa pacerán xuntas, xuntas deitaranse as súas crías; o león, o mesmo có boi, comerá palla. Un meniño de leite xogará no tobo da cobra, e un neno destetado collerá a víbora coa súa man. Ningún será malvado nin fará o mal en todo o meu monte santo: o país estará cheo de coñecemento do Señor, o mesmo que as augas enchen o mar”.
            Ou sexa. O Deus que se nos amosará liturxicamente dentro de só tres semanas, nas festas de Nadal, é un Deus que quere implantar e implantará un mundo de convivencia harmoniosa na humanidade toda e en toda a fermosa creación, saída das mans e do corazón de Deus. Un mundo, un cosmos inmenso e variado, no que non haberá xa nin inimigos ou agresores, nin agredidos, senón só convivencia fraternal e pacífica e mutua colaboración.
            Claro que todo isto non ocorrerá sen nós, é dicir, sen a nosa propia acción e sen o noso compromiso coa paz, co amor, coa convivencia, coa igualdade entre todos, recoñecéndonos dese modo como fillos dun mesmo Pai e irmáns entre nós.
            Porque se Deus se nos amosa en Xesús coma un Deus pacífico e familiar, tampouco quererá el impoñerse ditatorialmente a si mesmo no mundo. Se tal cousa ocorrese, deixaría automaticamente de ser el o Deus libre e dador de liberdade e destruiría ó tempo en nós calquera pegada de liberdade para relacionármonos libremente con el, cos demais e coa creación que nos sostén e amorosamente arrodea.
            Por iso, nun moi fondo sentido, dependemos nós de Deus e el depende tamén de nós. Foi el quen quixo que as cousas fosen así. E por iso é moi sabio e de moi vastas consecuencias aquel dito ou consello de Santo Ignacio de Loiola que soa así: “Fai todo coma se todo dependese de ti e confíalle a Deus o resultado a Deus coma se todo dependese del”. Deus e mais nós, nós e mais el. “Entre” os dous somos quen de cambiar o mundo.
            Entenderemos ben así tamén por qué outro profeta, Xoán Bautista, algo máis achegado a nós ca Isaías, teña que incitar ós seus contemporáneo á “conversión” para dese modo estaren en condicións de aceptar a mensaxe de Xesús, que anda xa entre eles, é dicir, entre nós. O clamor do Bautista diríxese a todos, a grandes e cativos, a pecadores e a oficialmente “relixiosos”, servíndose das palabras de Isaías: “Preparade os camiños do Señor, endereitade os seus vieiros”.
            Somos, pois, nós –non Deus- os que temos que cambiar, os que temos que nos converter ós grandiosos e case incríbeis proxectos seus sobre nós. Proxectos que só buscan en definitiva a nosa plenitude e felicidade.
            O Bautista formula esta proclama súa desde o exemplo da súa propia vida persoal de renuncia a comodidades e seguridades, a todo iso que a meirande parte da xente do seu tempo e tamén do noso busca e anceia para si. O Bautista é parco no comer, no vestir e nas cousas das que fai uso. Renunciara tamén á cómoda e envexábel función de exercer o oficio sacerdotal no templo de Xerusalén, como sería normal se continuase a súa tradición familiar, sendo como era el o único fillo do sacerdote Zacarías.
            Por todo isto, o Bautista ten suficiente autoridade moral para chamarlles na cara “raza de víboras” tanto a fariseos coma a saduceos, ou sexa, ós representantes sociais e relixiosos mellor situados entre os demais. Porque os seus feitos non se correspondían co seu status social e relixioso. Non eran, polo tanto, tal como eles fachendeaban, verdadeiros e consecuentes “fillos de Abrahán”.
            Pola súa parte, Xoán, o “Bautista”, é dicir, o “bautizador”, sinálalles co seu dedo á xente e a través dos séculos tamén a nós, Xesús como o verdadeiro e auténtico bautizador, porque –segundo nos indica o mesmo Xoán e á diferenza del- Xesús nos bautizará a nós co “Espírito Santo”.
            Neste segundo domingo de Advento teremos, pois, que lle pedir ó Espírito Santo que descenda sobre nós, como descendeu sobre Xesús ó ser humildemente bautizado por Xoán. Dese modo seremos bautizados tamén nós coa forza e o poder do Espírito do Pai e do Fillo. É el quen nos dará graza e ímpeto para preparármonos para esta vinda en carne mortal de Xesús no Nadal e sermos así capaces de construír entre todos ese reino de paz e harmonía universal anunciado polo profeta Isaías.

CREDO

ORACIÓN DOS FIEIS
            Invocamos como fillos a Deus Pai para que atenda a nosa oración, dicindo: Escóitanos, Pai.
TODOS: ESCÓITANOS, PAI.
- Axúdanos, Pai, a preparármonos coa túa graza para recibirmos con ledicia e agradecemento o teu fillo Xesús no Nadal.
TODOS: ESCÓITANOS, PAI.
- Ilumina, Pai, coa forza do Espírito que vén de ti, a nosa mente e fortalece o noso corazón para loitarmos contra os atrancos que se opoñen á implantación neste mundo do teu reino de xustiza, fraternidade e harmoniosa convivencia entre todos.
TODOS: ESCÓITANOS, PAI.
- Suscita, Pai, nos gobernos das nacións espírito solidario para que teñen sempre presente nas súas políticas as necesidades e problemas dos máis desfavorecidos.
TODOS: ESCÓITANOS, PAI.

            Pedímoscho, Pai, por Xesús Cristo noso Señor. AMÉN.
                                                                                   
           Manuel Cabada Castro

viernes, 2 de diciembre de 2016

PREGÓN DE ADVENTO

Alzade a vista, restregade os ollos,
oteade o horizonte e dádevos conta do momento.
Abride todos os sentidos, aguzade o oído.
Captade os berros e susurros, o vento e a vida...

Empezamos Advento,
e unha vez máis renace a esperanza no horizonte.
Ao fondo, clareando xa, o Nadal.
Un Nadal sosegado, íntima, pacífica,
fraternal, solidario, encarnado;
tamén superficial, desgarrado, violento...
mais sempre desposado coa esperanza.

É Advento esa nena esperanza
que todos levamos, sen saber como, nas entrañas;
unha chama temblorosa, imposible de apagar,
que atravesa o espesor dos tempos;
un camiño de solidariedade ben percorrido;
a alegría contida en cada traxecto;
unhas pegadas que non enganan;
unha xestación chea de vida;
anuncio contido de boa nova;
unha tenrura que se desborda...

Cheo de esperanza grita Isaías:
“Camiñemos á luz do Señor”.
Con esperanza pregoa Xoán Bautista:
“Convertédevos, porque xa chega o reino de Deus”.
Con sorpresa inaudita
acolle Xosé ao seu fillo e Mesías.
Coa esperanza de todos os pobres
rumorea María a súa palabra de acollida:
“Fágase en min segundo a túa palabra”.

Alegrádevos, saltade de xúbilo.
Póndevos voso mellor traxe.
Perfumádevos con perfumes caros.
Que se note! Vén Deus..
Preparade o camiño.
Xa chega o noso Salvador.
Espertade á vida!



Florentino Ulibarri

A NOSA SALVACIÓN ESTÁ XA MÁIS CERCA

VÉN, SEÑOR, XESÚS!

Que cando chegues e chames á miña porta
atopes a miña mente esperta,
o meu corazón inclinado totalmente a ti,
os meus pés sen desviarse do teu camiño
e as miñas mans envorcadas de cheo na realización do teu Reino.
Que non me durma, Señor,
e que, na noite da miña vida,
manteña acendida a lámpada da miña fe,
aberta a xanela das miñas primeiras ilusións
confiado na voz profética que me chega puntualmente en cada Advento.

VÉN, SEÑOR, XESÚS!

Son moitos os que desexan verme adormentado.
Son moitos os que me contan que non virás.
Son moitos, mesmo dos meus, os que se cansaron de esperar.
Axúdame, Señor, a ser persoa de esperanza,
a esperar coa ilusión dun neno
o escintileo da estrela dun novo mañá,
a noite máxica dun Nadal luminoso,
o misterio que asombra os meus ollos e o meu corazón
ao ver a túa humanidade e divindade xuntas,
como garantía da miña propia humanidade engrandecida.

VÉN, SEÑOR, XESÚS!

Que me manteña esperto, Señor,
para seguir mirando o horizonte da miña vida
sabendo que ao longo do Advento da miña historia chegarás,
porque estou convencido de que cumpres sempre as túas promesas.
E porque xa estás para sempre no meu corazón
desde o momento en que empecei a desexar que chegases?
E diso, Señor, fai xa moito tempo.

VÉN, SEÑOR, XESÚS!
Amén.




Isidro Lozano

sábado, 2 de julio de 2016

PORTADORES DO EVANXEO

 Lucas recolle no seu evanxeo un importante discurso de Xesús, dirixido non aos Doce senón a outro grupo numeroso de discípulos aos que envía para que colaboren con el no seu proxecto do reino de Deus. As palabras de Xesús constitúen unha especie de carta fundacional onde os seus seguidores han alimentar a súa tarefa evanxelizadora. Subliño algunhas liñas mestras.
«Poñédevos a camiño»
Aínda que o esquecemos unha e outra vez, a Igrexa está marcada polo envío de Xesús. Por iso é perigoso concibila como unha institución fundada para coidar e desenvolver a súa propia relixión. Responde mellor ao desexo orixinal de Xesús, a imaxe dun movemento profético que camiña pola historia segundo a lóxica do envío: saíndo de si mesma, pensando nos demais, servindo ao mundo a Boa Noticia de Deus. «A Igrexa non está aí para ela mesma, senón para a humanidade» (Benedicto XVI).
Por iso é hoxe tan perigosa a tentación de repregármonos sobre os nosos propios intereses, o noso pasado, as nosas adquisicións doutrinais, as nosas prácticas e costumes. Máis aínda, facémolo endurecendo a nosa relación co mundo. Que é unha Igrexa ríxida, anquilosada, encerrada en si mesma, sen profetas de Xesús nin portadores do Evanxeo?
«Cando entredes nun pobo… curade aos enfermos e dicide: está preto de vós o reino de Deus»
Esta é a grande noticia: Deus está preto de nós animándonos a facermos máis humana a vida. Pero non basta con afirmarmos unha verdade para que sexa atractiva e desexábel. É necesario revisarmos a nosa actuación: que é o que pode levar hoxe ás persoas cara ao Evanxeo?, como poden captar a Deus como algo novo e bo?
Seguramente, nos falta amor ao mundo actual e non sabemos chegar ao corazón do home e a muller de hoxe. Non basta predicar sermóns desde o altar. Temos de aprendermos a escoitar máis, acoller, curar a vida dos que sofren… só así atoparemos palabras humildes e boas que acheguen a ese Xesús cuxa tenrura insondábel nos pon en contacto con Deus, o Pai Bo de todos.
«Cando entredes nunha casa, dicide primeiro: Paz a esta casa»
A Boa Noticia de Xesús comunícase con respecto total, desde unha actitude amistosa e fraterna, contaxiando paz. É un erro pretender impoñela desde a superioridade, a ameaza ou o resentimento. É antievanxélico tratar sen amor ás persoas só porque non aceptan a nosa mensaxe. Pero, como o aceptarán se non se senten comprendidos por quen nos presentamos en nome de Xesús?

José Antonio PagolaTradutor: Xaquin Campo Freire

domingo, 26 de junio de 2016

LECTIO

DOMINGO XIII (T. O.)
(Ano C: 26 de xuño de 2016)

            No domingo anterior falabamos, utilizando unha expresión seguramente demasiado abstracta ou subida,  sobre Deus como “futuro absoluto” (unhas palabras que procedían do gran teólogo Karl Rahner). É dicir, Deus como alguén que está sempre alén dos nosos limitados conceptos ou das nosas máis atrevidas previsións por moi grandiosas que estas sexan.
            Agora ben, precisamente por ser Deus tan grande, tan infinito, atráenos moi poderosamente, á maneira dunha estrela descomunal que fai orbitar arredor dela, en continuo movemento, outros corpos celestes máis pequenos ca ela. Estes corpos celestes somos en certo modo nós.
            Seguindo a comparanza astronómica, Xesús vén sendo para nós a manifestación humana máis perfecta deste Deus infinito, que nos supera totalmente e ó mesmo tempo nos atrae desde o máis íntimo dos nosos corazóns. Xesús é atraído infinitamente por seu Pai Deus é, ó tempo, atráenos fortemente a todos nós, en canto que nel se fai presente Deus mesmo de maneira única.
            Ser cristiáns quere dicir deixármonos atraer por Xesús para desa maneira podermos encontrar a Deus. Nós somos e queremos ser seguidores de Xesús, porque el vai sempre diante, da mesma maneira que o futuro está sempre diante do presente e do pasado. Neste sentido un cristián ten que ser necesariamente un “progresista”, é dicir, un que mira cara ó futuro e que avanza cara ó que espera. Porque o que imos ser e o que estamos a construír é, falando á maneira bíblica, un “Reino de Deus”, que está por vir, que aínda non está entre nós a non ser de maneira só moi incipiente. Por iso a nosa fe está estreitamente unida á nosa esperanza: dúas actitudes fundamentais de todo cristián que xunto coa caridade ou o amor constitúen as tres chamadas “virtudes teologais”.
            A que vén todo isto que vos estou a comentar? Pois simplemente porque me parece que o que nos conta hoxe Lucas vai bastante por aquí. Xesús era un home aberto e decididamente lanzado cara ó futuro. Para entendérmonos, Xesús era un verdadeiro e auténtico “progresista”, no sentido máis literal de ir cara a adiante, un sentido que vai moito máis alá (claro!) dos clixés políticos ós que estamos acostumados. As cousas vellas e tradicionais non lle ían a el nin lle servían en canto se constituían en rémoras para a construción do seu Reino: un reino de xustiza, de amor e de paz. As continuas polémicas dos seus contemporáneos, tanto políticos como sobre todo relixiosos, contra el baseábanse nisto. Pois a relixión do seu tempo en boa parte ficara parada, detida, inmóbil, ancorada en normas, preceptos e sacrificios exteriores, que non lles deixaban ás persoas nin liberdade nin capacidade de poder avanzar e progresar.
            Ollo! Ben o sabemos. O progresismo humano e relixioso de Xesús non é un progresismo barato, abstracto, aéreo, senón ben encarnado nos problemas, nas ameazas e nos sufrimentos polos que habería de pasar. Tanto el coma quen queira ser humilde seguidor seu.
            Desde o punto de vista desta actitude de Xesús na súa vida e como confirmación dela, non está mal escoitar de novo o que nos comentaba Lucas no evanxeo de hoxe. Xesús –dísenos alí- “decidiu en firme ir a Xerusalén”. É dicir, decidiu avanzar, coma quen di, cara á boca do lobo. Porque é alí, en Xerusalén, no centro da política e da relixión do seu tempo, onde terá que dar claro testemuño da súa mensaxe.
            Non o deterá nos seus plans, camiño de Xerusalén, o feito de que os samaritanos non o vexan a el con bos ollos nin lle vaian conceder pousada entre eles. En calquera caso, dada a claridade de ideas que tiña desde o seu discurso inaugural en Nazaret sobre as liñas fundamentais da súa boa nova, Xesús non se deixará aconsellar polo violento ardor relixioso dos seus discípulos, que desexaban que un raio partise polo medio os samaritanos. Non. Non é así, con castigos ou vinganzas, como se constrúe o seu reino, tal como pensaban aínda os profetas do Antigo Testamento.
            Preséntanselle nesta camiñada posibles seguidores, candidatos que se lle ofrecen para acompañalo na tarefa de realización do seu reino. Mais advírtelles claramente que o seu camiño ten poucos acougos e escasas seguridades humanas. O camiño é esforzo continuado e non leito para nel se deitar. “As raposas –acláralles Xesús- teñen tobeiras e os paxaros teñen niños; pero eu [‘o Fillo do Home’] non teño onde pousar a cabeza”.
            Na construción do seu reino, do “Reino de Deus”, non se debe tampouco perder o tempo en lamentacións sobre o pasado ou en ritos apazugadores: “Deixa que os mortos enterren os seus mortos”. “Quen, despois de pór a man no arado, mira para atrás non é apto para o Reino de Deus”. O pasado –ben o estades a ver- pasado está.
            O que decide e importa, na construción do Reino de Deus, é polo tanto ollar cara a adiante, cara ó futuro que só se encontrará connosco tras o noso esforzo persoal e a imprescindíbel axuda do Espírito, que como o vento inchará as velas das nosas lanchas. Tal como lles escribe Paulo ós Gálatas na segunda Lectura de hoxe, o noso guieiro ha ser o Espírito. Ese Espírito que nos libera da “lei” opresora e escravizadora e nos orienta cara a Cristo, que é quen verdadeiramente nos libera de todo temor ou angustia. Lembrade o que escribe Paulo nesta carta: “Para vivirmos en liberdade liberounos Cristo... A vós chamáronvos á liberdade”. E trátase dunha liberdade que se realiza no amor, tal como engade aquí mesmo Paulo. Porque a lei en Paulo era só preparación para a nova actitude cristiá. Agora é no amor, que non se pode entender sen a liberdade, onde desemboca e se realiza a lei. “Toda a lei –di Paulo- está completa neste precepto: ‘Amarás o teu próximo coma a ti mesmo’”.
            Polo tanto, a vivencia ou a actitude cristiá ten que ser esencialmente dinámica, aberta ó futuro, realizadora do ben e do amor. Sen ollar cara a atrás, nin para fachendear das cousas ben feitas nin tampouco para angustiármonos indefinidamente por aquelas nas que non estivemos á debida altura. A nosa tarefa consiste en seguirmos o paso de Xesús, que vai sempre diante nosa, aprendéndonos co seu exemplo a aturar con paciencia e amor as dificultades coas que nos atoparemos inevitabelmente na vida. O que non resulta axeitado é ficar parados, estáticos, inoperantes ou sometidos á desesperanza, porque a vida é sempre camiño e ilusión, aínda que estea sempre entrecruzada pola dor e o sufrimento. Tal como foi a vida e o camiñar deste Xesús que vai sempre diante nosa, dándonos azos, alento e esperanza.

CREDO

ORACIÓN DOS FIEIS

Invoquemos a Deus noso Pai, por medio de Xesús Cristo, para que nos mova cara ó futuro de seu Reino, dicindo: Escóitanos, Pai.
TODOS: Escóitanos, Pai.
- Dános, Pai, fe e esperanza no Reino ó que nos chamas, un reino de xustiza, de amor e de paz.
TODOS: Escóitanos, Pai.
- Fortalece e aumenta, Pai, os nosos ánimos para seguirmos a Xesús no seu camiño cara á construción dun mundo onde tódolos pobos e culturas gocen de paz, fraternidade e prosperidade.
TODOS: Escóitanos, Pai.
- Axúdanos, Pai, a non deixármonos vencer por ameazas, medos ou sufrimentos nos nosos comúns esforzos pola vinda do teu Reino.
TODOS: Escóitanos, Pai.

Pedímoscho, Pai, por Xesús Cristo noso Señor. AMÉN.



                                                                                              Manuel Cabada Castro