"La vida litúrgica de la Iglesia se ha desarrollado y profundizado en general con renovado vigor en las encrucijadas culturales de la historia"
Heredada de la tradición apostólica, la oración de la
Iglesia está necesariamente enraizada en la tradición histórica y abierta al
futuro. Es riqueza siempre viva de la fe, sabiduría y vida de comunidad
cristiana, y como tal está llamada a desarrollarse en un proceso orgánico de su
doctrina y ritos.
La reforma litúrgica, y el Misal de san Pablo VI,
constituyeron un cambio a un nuevo modelo. Lo hizo respetando los elementos
nucleares, es decir las constantes, o verdades inalterables de la tradición
viva de la Iglesia; en concreto, manteniendo el desarrollo orgánico de su
estructura y sus formas litúrgicas. Esta reforma está abierta de cara a un
futuro.
Necesitamos hoy una renovada integración de fe y cultura; lo
cual implica necesariamente un camino de conversión y evangelización. Esta
abarca todo el ámbito de la misión de la Iglesia, y no puede limitarse a la
liturgia celebrada. Como expresión de la misma iglesia, la Eucaristía, sin
embargo, estará siempre en el centro de esta evangelización, y seguirá siendo
fuente de actualización y progreso futuro, no puede aislarse de los problemas
socioculturales de cada época. Así ha sucedido a través de distintas épocas
culturales, especialmente en la época patrística y en el posterior desarrollo
de una cultura cristiana.
A esta integración se la ha llamado en términos generales
proceso de inculturación. Es un proceso complejo y secular de la Iglesia en
dialogo con cada cultura; presupone la evangelización y se realiza a diversos
niveles y en distintas fases. Fluye de la realidad de la Eucaristía y del
Misterio pascual, en una Iglesia misionera bajo la guía del Magisterio y movida
por el Espíritu Santo. A este respecto recientemente el papa Francisco ha
hablado de la importancia de conocer mejor en la Iglesia la existencia de una
iniciativa importante de inculturación de hace varias décadas.
No existe un siglo de oro de la tradición litúrgica, ni un
periodo normativo, pero si hubo períodos de multiforme creatividad, y asimismo
de estancamiento cultural; de florecimiento de la espiritualidad litúrgica, o
de su regresión a prácticas devocionales. Cada época se enfrento a los cambios
culturales e ideas religiosas predominantes, desarrollando la vida litúrgica y
sacramental que necesitaba la Iglesia.
Para que la liturgia eucarística siga progresando hacia la
meta marcada por el Concilio, como fuente y culmen de la vida y misión de la
Iglesia, necesitamos esta visión de conjunto.
“La liturgia, testigo privilegiado de la tradición viva de
la Iglesia… vive de una relación correcta y constante entre santa traditio y
legitima progressio…la tradición es una realidad viva y por ello incluye en si
misma el principio del desarrollo, del progreso. (Benedicto XVI, discurso a los
participantes en el convenio del Pontificio Ateneo de san Anselmo, mayo 6,
2011)”.
A modo de ejemplo, los Padres de la Iglesia (siglos
IV-VI-II) fueron maestros de creatividad y profundización de la originalidad cristiana.
Fue un período fecundo en el que se llevó a cabo un largo proceso de maduración
e inculturación litúrgica. Los Padres seguirán siendo en nuestro tiempo
insustituibles para la renovación de la teología y espiritualidad litúrgicas.
Gracias a ellos hemos podido renovar la Iniciación cristiana, en especial el
RICA. Sin sus catequesis mistagógicas no
podríamos avanzar hoy en la participación litúrgica y en la evangelización.
Los ejemplos podrían multiplicarse en cualquier otra época
cultural. En todas ellas prevalece una constante: el sentido profundo de
adoración y recogimiento en la celebración del Memorial del Señor. Así, la
litrugia se fue renovando, por ejemplo, en el Barroco con un proceso de
culturación creativa que hizo florecer el sentido de adoración y asombro en las
celebraciones eucarísticas y fuera de ellas. La piedad popular se tradujo en un
tono de fiesta y esplendor característico de las solemnidades. Como consecuencia, fueron surgiendo una gran diversidad
de prácticas de adoración al Santísimo.
Contemporáneamente se desarrollaron las artes, especialmente
la arquitectura y polifonía religiosa. Durante todo este largo período de
siglos el culto de la Iglesia encontró su camino de adaptación, a pesar de la
rigidez litúrgica de las rúbricas impuestas por Trento e implantadas en el
Misal de sal Pio V.
La vida litúrgica de la Iglesia se ha desarrollado y
profundizado en general con renovado vigor en las encrucijadas culturales de la
historia; pese a ciertos periodos de involución.
Con la guía del Magisterio, al igual que la vida eclesial, la liturgia sacramental seguirá renovándose, fiel a su patrimonio histórico y la búsqueda de Dios en nuestro mundo contemporáneo. Ya que posee en sí misma un dinamismo innato del “sentido de la fe”, o instinto de adaptación y progresivo enriquecimiento. Es el instinto por vivir intensamente el Misterio del Verbo encarnado y pascual de Cristo bajo la guía de su Espíritu. Liturgia: tradición y progreso.