jueves, 14 de mayo de 2020

ACERCA DEL PERSONAL SANITARIO Y DEL CORONAVIRUS...

Román paladino, inmortal jerigonza lumpen, sabiduría popular: matasanos. Agreguen enfermeros y auxiliares varios. Ellos dicen héroes, yo digo mafia. Los palmeros de las ocho festejando su esclavitud, celebrándola, alborozados y majaderos, vivaqueando su renuncia a la humanidad. Aceptando lo inaceptable, felicitando su cautiva condición, también dicen héroes.
Reitero, yo digo mala gente. Conjura contra la salud. Complot contra la vida. Sanitarios, la sexta acepción de la RAE, asevera que es un " dispositivo o pila de higiene instalado en un cuarto de baño". 
Perversa guita
El gang médico, junto a la milicia, avanzadilla NOM. La mafia sanitaria sobreviene estos días definitivamente hiperlegitimada. Desde sus estudios universitarios, malgastando diez años de sus vidas entre licenciatura, especialidad y MIR, asumen acríticamente que la pasta vampiriza absolutamente la medicina. Lo único que de verdad importa a quienes manejan este meganegocio es obtener mucho dinero. La curación, noble pretexto. Pero pretexto al fin y a la postre.
 ¿Y cómo ganar más y más pastizal? Pues haciendo que la gente se encuentre enferma perennemente: las personas sanas no generan ingresos. Crear enfermos crónicos que tengan que consumir todo tipo de productos lenitivos, tan solo atajando sintomatologías plurales. Sobredosis de droga/ medicamentos para aliviar el dolor, aminorar procesos febriles, empequeñecer súbitas inflamaciones, pero nunca fármacos que puedan resolver categórica y definitivamente cualquier dolencia. Eso no es rentable, no interesa. La medicina actual está forjada para que la gente subsista enferma el mayor tiempo posible y, de paso, se atiborre de drogas/fármacos. Si es posible, hasta la visita de La Parca.
Sistema sanitario, sistema de crónica enfermedad
El denominado sistema sanitario es en realidad un sistema de enfermedad. Se ejerce deliberadamente una medicina de la enfermedad y no de la salud. Una medicina que sólo reconoce la existencia del cuerpo físico, cual mecano newtoniano, y no tiene en cuenta ni el espíritu, ni la mente, ni las emociones. Y que además trata sólo el síntoma y no la causa o causas del problema. Un sistema hampón que mantiene al paciente en la ignorancia y la sumisión, transformándole en un yonqui legal de todo tipo de drogas. Un sistema sanitario, felpudillo de la industria farmacéutica. Aunque digan servir al paciente, FarMafia zarandea los hilos y mantiene el morrocotudo sistema de enfermedad contemporáneo en su propio y enjundioso provecho. Grosso modo, sistema que crea enfermedades y mata por dinero y por poder. Mucho poder.
Médico, diosecillo
El médico es –muchas veces de forma involuntaria, la verdad- patética cincha de transmisión del Gran Farma. Durante los años peregrinados en la facultad, el sistema se encarga de imbuirle unos determinados y parciales conocimientos y de obstruirle los ojos a otras posibilidades, otros derrapes, otras contingencias. La medicina oficial, la “científica”, la de la "evidencia", juas, no puede consentir que existan otras formas de remediar males clínicos que no se hallen sometidas al sistema.
 Posteriormente, a los galenos, en hospitales y congresos médicos, se les robustece en la idea de que la tarea del médico es curar y salvaguardar vidas, de que la enfermedad y la muerte devienen estrepitosos fiascos que debe soslayar a toda costa y de que la enseñanza académica recibida es la única válida y satisfactoria. Se le susurra, mientras, que deviene y devendrá "deidad" de la salud.
Mafioso rompecabezas
 Los médicos, una piececita más del macabro puzle. Con distintas implicaciones y responsabilidades y culpabilidades, un zurriburri de mil pares de pelotas. Industria farmacéutica, autoridades políticas, gallifantes diversos, grandiosos laboratorios, hospitales, compañías de seguros, agencias del medicamento, colegios de médicos. Y, por supuesto, la Organización Mafiosa de la Salud con la magnánima y filantrópica financiación que recibe del eugenésico gobierno mundial en la sombra. Eso sí, con el genocida Bill Gates de visible mascarón de proa. En fin.
Benditos virus
Toda la putrefacta sanidad apuntala la ridícula Teoría Microbiana de la enfermedad. En realidad, los benditos virus son los conectores del universo biótico y abiótico, responsables de la aparición de nuevas especies, ágiles mensajeros que actúan cuando se producen cambios en nuestro cuerpo, eliminando organismos que no deberían estar ahí. Necesarios, como las bacterias.
Otra característica, clave, es que los virus son "especie específicos". Entonces, ¿de dónde procede la gripe aviar, la gripe porcina o este coronavirus también de la familia, surgido, dicen, de un murciélago o pangolín? Facilito de entender. Desde hace años, las farmacéuticas incuban estos virus en embriones de pollo o realizan pruebas en cerdos. De hecho, en Wuhan, se ubica una poderosísima farmacéutica china, curiosa casualidad. La vacuna preparadita y bien custodiada, sacada en menos que canta un gallo. ¿Julio, agosto?
Puntadas
Coloque, apreciado lector de ECDM, razonablemente otras piezas del rompecabezas. A partir de ahora, ovillen. Uno. FarMafia, siempre triunfadora. Y los sistemas de salud, creadores de enfermedad, acelerando la telesanidad, imprescindible para ello la 5G. Dos. Binomio Coronavirus-Red 5G, la posibilidad nada descabellada de que la 5G active el presunto virus chino. O, también, el virus chino, dizque real, burda cortina de humo de la progresiva implantación de la deletérea tecnología. Mortíferas redes, rememoren la postrera tabarra para resintonizar los televisores, asunto que tanto nos anuncian estos días. Recuerden que Wuhan y Milán fueron lugares pioneros en su implantación.
Hilos
Más pespuntes. Tres. Biill Gates, verdadero dueño de la OMS, presagió una gran pandemia no porque sea un lúcido nigromante, sino porque elabora vacunas, transgénicos y agroquímicos. Su fundación aporta millonadas a la Organización Mundial de la Salud, con lo cual posee capacidad de decisión sobre qué medicamentos se certifican y cuáles se impugnan o retrasan. Cuatro. El perejil de todas las (indigeribles) salsas, George Soros, es el propietario de un laboratorio de investigación bacteriológica ubicado en el sector de la ciudad china de Wuhan, donde han aparecido los primeros contagiados. Cinco. El control militar, corolario ineludible del control mental y social. Haro e Igualada, en España, fútil avanzadilla. La industria militar, plaga de la humanidad, origen de todo esto. Con sus laboratorios (víricos) secretos. O no tan secretos. Seis. En un artículo reciente, el añejo y añoso Bilderberg Cebrián, apuntaba claves. Dictadura planetaria y tele…: teletrabajo, teleeducación, telesanidad. Todo ello, cómo no, con el imprescindible concurso de la 5-G.
Golpes de Estado planetarios
Covid-19, creación de laboratorio, puede. O consecuencia directa del establecimiento de la 5G y el cruel perfeccionamiento de todo un sistema electromagnético e iónico que fulmina nuestros sistemas inmunitarios. Y nuestra libertad. O simplemente, global trampantojo para dejar a la población zambullida en un estado de shock que acabe consumando el absoluto liberticidio que están diseñando todos los gobiernos europeos, con metamorfosis económicas siempre de por medio. Golpes de Estado planetarios, por nuestro bien, eso sí. Juas.
Nos hallamos tiernecitos para que nos vacunen obligatoriamente y nos casquen chips en el cuerpo. Dejarán, para más tarde, las masivas reducciones demográficas, demasiadas paguitas que abonar, vía virus de laboratorio o caminares bélicos -nucleares o biológicos -mediante.
La libertad, el bien más grande
El heroísmo también consiste en lavarse las manos, esculpido y apoteósico axioma de Fraudez. Mejor lavarse conciencia y boca, menos embustes expelidos. Cum Fraude, al declarar el estado de alarma, habla de primera fase. Pues claro, primera fase para expoliarnos definitivamente la libertad. Con una población explícitamente infrahumana, peligrosísimos zombis, lo conseguirán. Pero no con todos. En fin.
Luys Coleto.

El caos de la Renta Mínima

Elogiaba don Miguel de Unamuno el contenido del Manifiesto o plan de gobierno, que una comisión formada por José Indalecio de Caso, Julio Nombela, y el canónigo Vicente Monterola, presentaron al pretendiente carlista en 1874. Y le sorprendía hasta el punto de advertir por carta a Joaquín Costa, de la carga de socialismo rural, como él lo llamaba, que contenía dicho manifiesto, y que representaba la expresión del sentimiento de las masas carlistas, del que destacó cinco puntos principalmente: 1) las Cédulas de profesión en lugar de las cédulas de vecindad, y al que no acredite profesión no puede demandar en pleito; 2) Imponer a la aristocracia la obligación de fundar y dirigir colonias agrícolas. 3) Declarar forzosa para las gentes acomodadas la tutela de huérfanos pobres (el plan dice «mandar hacer lo que manda la caridad»; 4) Con atención a que se gobierna para los ricos a costa de los pobres, y debe suceder lo contrario… quede la pequeña propiedad dispensada de todo tributo; y 5) El trabajo representado por el trabajo.

Como sabemos por el curso de la historia contemporánea de España, el plan no pasó de ser un propósito – don Miguel de Unamuno lo calificó de utópico socialismo- que hoy día haría pensar a más de uno acerca de la paternidad ideológica de las grandes ideas, y no quiero decir con ello que, en el caso que nos ocupa, fueran los carlistas los creadores de las políticas socialistas en estado puro, o rural, como decía el gran pensador vasco.

 Aunque no conste en acta, una gran parte de la carga ideológica del aludido manifiesto fue de José Indalecio de Caso. Joven colaborador de prensa, se dio a conocer también como polemista, en la Academia Científica y Literaria de la ciudad vetusta, enfrentándose con los liberales Manuel Pedregal Cañedo y José Hipólito Álvarez de la Borbolla. Con este último protagonizó un duro enfrentamiento al salir al paso de un opúsculo titulado Examen del dogma de la soberanía del pueblo, al que replicó Caso con otro titulado Soberano y súbdito, en 1856, polémica que no era otra que la prevalencia de dos diferentes maneras de entender los derechos y los deberes. Asunto tan viejo como el liberalismo doctrinario nacido de la Ilustración, aunque pueda sorprender a muchos seguidores del actual Pablo Iglesias.

Para los jóvenes de hoy, alejados ya de las teorías decimonónicas, desconocedores de cuantos manifiestos han intentado, a lo largo de la historia reciente, alcanzar un reparto justo de la riqueza de una manera sostenida, sin privar del derecho de la propiedad y guiando a las personas en la senda del trabajo, el sobredimensionado gobierno que preside Pedro Sánchez, pero que maneja Pablo Iglesias, anuncia y subraya la solución (¿no sabemos a qué?), de la renta mínima. El Estado como donante del subsidio gratuito, garantía a su vez del voto cautivo, vínculo de la dependencia del subsidiado.

 La sombra de esa medida sería la falta de estimulación para ascender en el orden social, la falta de ambición para crecer en el orden personal y la falta de compromiso con una sociedad entregada a la no tan lenta agonía, al carecer del empuje de los más jóvenes, de la experiencia de los más mayores y del legítimo derecho de cada uno a disponer de su futuro. El dilema, como se puede ver, es el caos o la libertad. Luchar por la libertad no es patrimonio de la aristocracia, ni de la burguesía capitalista, sino del ser humano.

 José Indalecio de Caso era de origen humilde, parece ser que su madre se ganaba la vida haciendo dulces que vendía por las casas, con lo que pudo ayudar al joven periodista a matricularse en la Universidad de Oviedo para estudiar Derecho, mientras él también daba clases. Abandonó la política, más adelante, para dedicarse a la abogacía defendiendo casos perdidos que hoy harían las delicias de los guionistas de series para cualquier plataforma televisiva, y murió exiliado en Paris, con estrecheces, como había vivido siempre, pero con la misma dignidad con la que combatió a cuantos querían hacerle ver que lo negro no es de ese color.

 La renta mínima lobotomizará los estímulos de los jóvenes para sumirlos en la vida vegetativa, y privará a la sociedad de la necesaria y vital renovación de profesionales, frustrando los deseos de muchos jóvenes revolucionarios, inconformistas con la miseria que Pablo Iglesias y sus colaboradores proponen.

Honorio Feito