15 de febrero de 2021
Vivir
la fraternidad
Queridos diocesanos:
El Papa en su Mensaje para
la Cuaresma nos dice que esta es un tiempo para renovar la fe, la esperanza y
la caridad. La Iglesia acompaña la vida, sostiene la esperanza y quiere ser
signo de unidad para tender puentes, derribar muros, sembrar reconciliación. En
este proceso hemos de mantener nuestra identidad que siempre ha de ajustarse al
Evangelio de Jesucristo, de lo contrario “habremos perdido la alegría que brota
de la compasión, la ternura que nace de la confianza y la capacidad de
reconciliación que encuentra su fuente en sabernos siempre perdonados-enviados”.
Este es el tono con que hemos de interpretar esta Cuaresma en el contexto del
Año Santo Compostelano, año de la gran perdonanza, tiempo de gracia y bendición
para los que sufren y han perdido la esperanza, y tiempo de sanación y de
encuentro, en el que hemos de “aprender a cultivar una memoria penitencial,
capaz de asumir el pasado para liberar el futuro de las propias
insatisfacciones, confusiones o proyecciones”, apoyándonos en la tradición
apostólica que fundamenta nuestra fe.
Llamada
a la conversión
Reiteradamente oímos que
la pandemia está generando una crisis religiosa, sanitaria, económica y social.
Consecuencia de ello es el aturdimiento espiritual que manifestamos en no pocas
ocasiones, mirando lo que acontece desde un punto de vista exclusivamente
humano y no desde la fe pues el Señor sigue en la barca con nosotros. Y este
aturdimiento se hace palpable desconfianza. Nos falta reflexión interior. “Si
escucháis hoy su voz, no endurezcáis vuestros corazones” (Heb 3,7-8). No es
extraño que el Señor como a sus apóstoles nos diga: “¿Por qué tenéis
miedo? ¿Aún no tenéis fe?” (Mc 4,40). La falta de fe genera siempre
pesimismo espiritual, olvidando que “todo lo podemos en Aquel que nos
conforta” (cf. Fil 4,13). En esta Cuaresma se nos llama a vivir la
experiencia de la conversión como algo personal con un corazón nuevo, como una
vocación a la que tenemos que darle respuesta permanentemente, tomando
conciencia de la Providencia divina: “¿No se venden cinco pájaros por
dos céntimos? Pues ni de uno solo de ellos se olvida Dios. Más aún, hasta los
cabellos de vuestra cabeza están contados. No tengáis miedo” (Lc 12,6-7; Mt
10,29-30). Son alentadoras las palabras de Pablo cuando escribe: “No os ha
sobrevenido ninguna tentación que no sea de medida humana. Dios es fiel, y el
no permitirá que seáis tentados por encima de vuestras fuerzas, sino que con la
tentación hará que encontréis también el modo de poder soportarla” (1Co
10,13). La esperanza, dice el Papa, es como agua viva que nos
permite continuar nuestro camino, alentando y acompañando a los demás con
gestos sencillos y amables. No olvidemos que la identidad del cristiano va
unida a la participación en el Misterio de Cristo. Como subraya san Agustín,
nosotros somos hijos de Dios por la acción de Jesucristo: Somos hijos en el
Hijo (cf. Rom 8,14-17). “Sin una apertura al Padre de todos, no habrá razones
sólidas y estables para el llamado a la fraternidad”. No podemos olvidar
nuestra condición filial irrenunciable: “Mirad qué amor nos ha tenido el
Padre para llamarnos hijos de Dios, pues ¡lo somos!” (1Jn 3,1). Esta gracia
de hijos de Dios nos compromete a vivir la fraternidad que no tiene límites: “Pero
yo os digo: Amad a vuestros enemigos y rezad por los que os persiguen para que
seáis hijos de vuestro Padre celestial, que hace salir el sol sobre malos y
buenos, y manda la lluvia a justos e injustos” (Mt 5,44-45). La fe y la
esperanza deben manifestarse en la caridad que “es el impulso del corazón que
nos hace salir de nosotros mismos y que suscita el vínculo de la cooperación y
de la comunión”. La Iglesia nos llama en este tiempo cuaresmal a practicar el
ayuno, la limosna y la oración, actitudes que son el puente de la Cuaresma
hacia la Pascua, sabiendo que nuestro único mérito es la misericordia de Dios
como manifestaba San Bernardo.
24
Horas para el Señor
En este camino cuaresmal
os recuerdo la celebración de las 24 horas para el Señor, que
tendrán lugar el viernes 12 y el sábado 13 de marzo, dejándonos guiar por las
palabras de Jesús a la pecadora perdonada: “Han quedado perdonados tus
pecados” (Lc 7,48). En la adoración eucarística encontramos también el
ambiente propicio para celebrar el Sacramento de la Reconciliación cuya
experiencia nos lleva a ser misericordiosos con los demás. Pido que en las parroquias,
en las comunidades religiosas y en nuestros Seminarios se programen momentos de
adoración al Santísimo, lectura de la Palabra de Dios y celebraciones
penitenciales en el contexto de esta celebración.
¡Buen camino hacia la
Pascua! Os saluda con afecto y bendice en el Señor.