jueves, 30 de abril de 2020

¡ENTRA EN MI VIDA!


«Esta es la voluntad del que me ha enviado: que no pierda nada de lo que me dio, sino que lo resucite en el último día. Esta es la voluntad de mi Padre: que todo el que ve al Hijo y cree en él tenga vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día».

Jesús, ¿me estoy dejando salvar por ti o me empeño en perderme? Porque si pongo por delante el pecado a vivir en Ti y por Ti… me empeño en perderme. Danos hoy un poquito más de tu Gracia, Señor, para que nos abramos a la vida santa que nos quieres regalar ya, aquí y ahora, y que se prolongará por toda la eternidad. Que se cumpla en nosotros la voluntad del Padre que has venido a cumplir. Que no echemos en saco roto tu Gracia, Señor.

«Ya hemos superado la cuarentena de confinamiento y vamos hacia la cincuentena -escribe Chus-. Yo lo considero muy serio. Me gusta el lenguaje que oigo, que llaman positivo, de ayuda, de poner nuestro granito de arena, de trabajar por los demás. Parece que esta epidemia está sacando de muchos lo mejor que tienen de modo que olvidándose de sí mismos sientan a los demás como algo cercano y a tener en cuenta. De alguna forma nos estamos transformando todos -incluida la Iglesia- en una ONG al servicio de todos los males que aquejan a nuestra sociedad. Todos estos sentimientos son buenos y muy humanos. Están aflorando en todos los países del mundo. Somos como suele decirse una aldea global.

A mí, sin embargo, me gusta y lucho para que no se olvide la parte trascendente y sobrenatural aunque muchos lo llamen lenguaje negativo y digan que no suma y no construye. Yo tengo claro que un hombre sin fe o, al menos, en búsqueda, no encuentra el sentido y se debate en gran soledad. Yo creo a Santo Tomás cuando dice que el hombre desgajado de su creador en parte no existe. La vida de un ser humano que no aspira a un fin último más allá de la materia que nos rodea es una contradicción la cual somatizada hace mucho daño aunque uno no piensa nunca en estas cosas.
Por eso, hablando para gente que tenga fe les digo que me encanta escribir sobre los primeros pasos que dio el cristianismo después de la resurrección de Cristo. Es lo que nos propone la Iglesia en su liturgia para estos días. Pero, además, sentir en tu vida  carnal, psí
quica y espiritual el anhelo de la resurrección es entrar en una plenitud que nada ni nadie te podrán dar. Cuando un cristiano gritaba que Cristo está vivo y ha resucitado, lo que proclamaba era que él también va a resucitar, que todo tiene sentido, que el mundo tiene dueño, que la historia se desarrolla desde un plan benéfico y amoroso. Yo llevo ochenta y cinco años viviendo esto y es mi gozo más hondo. Respeto a un hombre que no tenga fe, pero creo que es un déficit enorme que yo no quiero para nadie.
Me gusta que la Iglesia trabaje codo a codo con el resto de la sociedad para paliar toda la problemática humana que exista o pueda surgir de esta pandemia. No obstante, creo que su principal timbre de gloria no está en ninguna obra sino en el encargo de anunciar a Cristo resucitado y ofrecerle a la gente este alimento espiritual. Es muy necesario marcar la diferencia, subrayar el hecho diferencial, para que el pueblo vea nuestra fe y que a través de ella el Espíritu Consolador pueda llegar a la gente sobre todo a los que más sufren. Si la Iglesia no tiene hecho diferencial es una ONG; pero tiene algo distinto de todos y es que su trabajo se basa en la fe de la resurrección manifestada en Cristo Jesús.»

Montse de Javier · Comunidade Caná