lunes, 26 de diciembre de 2022

San Esteban, o día da nosa parroquia..

Uno de los primeros diáconos y el primer mártir cristiano; su fiesta es el 26 de Diciembre. En los Hechos de los Apóstoles el nombre de Esteban se encuentra por primera vez con ocasión del nombramiento de los primeros diáconos (Hechos, 6, 5). Habiéndose suscitado insatisfacción en lo relativo a la distribución de las limosnas del fondo de la comunidad, los Apóstoles eligieron y ordenaron especialmente a siete hombres para que se ocuparan del socorro de los miembros más pobres. De estos siete, Esteban es el primer mencionado y el mejor conocido.

La vida de Esteban anterior a este nombramiento permanece casi enteramente en la oscuridad para nosotros. Su nombre es griego y sugiere que fuera un helenista, esto es, uno de esos judíos que habían nacido en alguna tierra extranjera y cuya lengua nativa era el griego; sin embargo, según una tradición del Siglo V, el nombre de Stephanos era sólo el equivalente griego del arameo Kelil (del sirio kelila, corona), que puede ser el nombre original del protomártir y fue inscrito en una losa encontrada en su tumba. Parece que Esteban no era un prosélito, pues el hecho de que Nicolás sea el único de los siete designado como tal hace casi seguro que los otros eran judíos de nacimiento. Que Esteban fuera discípulo de Gamaliel se ha deducido a veces de su hábil defensa ante el Sanedrín; pero no ha sido probado. Ni sabemos tampoco cuando y en qué circunstancias se hizo cristiano; es dudoso que la afirmación de San Epifanio (Haer.,xx, 4) contando a Esteban entre los setenta discípulos merezca algún crédito. Su ministerio como diácono parece haberse ejercido principalmente entre los conversos helenistas con los que los apóstoles estaban al principio menos familiarizados; y el hecho de que la oposición con la que se enfrentó surgiera en las sinagogas de los “Libertos” (probablemente los hijos de los judíos llevados como cautivos a Roma por Pompeyo el año 63 antes de Cristo y liberados, de ahí el nombre de Libertini ) y “de los Cirineos, y de los Alejandrinos y de los que eran de Cilicia y Asia” muestra que habitualmente predicaba entre los judíos helenistas. Que era destacadamente idóneo para ese trabajo, sus facultades y carácter, que el autor de los Hechos desarrolla tan fervientemente, son la mejor indicación. La Iglesia, al escogerlo para diácono, le había reconocido públicamente como un hombre “de buena fama, lleno de Espíritu y sabiduría”(Hechos, 6, 3). Era “un hombre lleno de fe y de Espíritu Santo”(6, 5) “lleno de gracia y de poder” (6, 8); nadie era capaz de resistir sus poco comunes facultades oratorias y su lógica impecable, tanto más cuanto que a sus argumentos llenos de la energía divina y la autoridad de la escritura Dios añadía el peso de “grandes prodigios y señales” (6, 8). Grande como era la eficacia de “la sabiduría y el Espíritu con que hablaba” (6, 10), aun así no pudo someter los espíritus de los refractarios; para estos el enérgico predicador se iba a convertir pronto fatalmente en un enemigo.

El conflicto estalló cuando los quisquillosos de las sinagogas “de los Libertos, y de los Cirineos, y de los Alejandrinos, y de los que eran de Cilicia y Asia”, que habían retado a Esteban a una discusión, salieron completamente desconcertados (6, 9-10); el orgullo herido inflamó tanto su odio que sobornaron a falsos testigos para que testificaran que “le habían oído pronunciar palabras blasfemas contra Moisés y contra Dios” (6, 11).

Ninguna acusación podía ser más apta para excitar a la turba; la ira de los ancianos y los escribas ya había sido encendida por los primeros informes de la predicación de los Apóstoles. Esteban fue detenido, no sin violencia parece (la palabra griega synerpasan implica algo así), y arrastrado ante el Sanedrín, donde fue acusado de decir que “Jesús, ese Nazareno, destruiría este Lugar [el Templo], y cambiaría las costumbres que Moisés nos ha transmitido” (6,12, 14).Sin duda Esteban había dado con su lenguaje alguna base para la acusación; sus acusadores aparentemente cambiaron en ultraje ofensivo atribuido a él, una declaración de que “el Altísimo no habita en casas hechas por la mano del hombre” (7, 48), alguna mención de Jesús prediciendo la destrucción del Templo y alguna condenando las opresivas tradiciones que acompañaban a la Ley, o más bien que la aseveración tan a menudo repetida por los Apóstoles de que “no hay salvación en ningún otro” (cf. 4, 12) no exceptuaba a la Ley, sino a Jesús. Aunque pueda ser esto así, la acusación le dejó impertérrito y “todos los que se sentaban en el Sanedrín... vieron su rostro como el rostro de un ángel” (6, 15).

La respuesta de Esteban (Hechos, 7) fue una larga relación de las misericordias de Dios hacia Israel durante su larga historia y de la ingratitud con que, durante todo el tiempo, Israel correspondió a esas misericordias. Este discurso contenía muchas cosas desagradables para los oídos judíos; pero la acusación final de haber traicionado y asesinado al Justo cuya venida habían predicho los profetas, provocó la rabia de una audiencia formada no por jueces, sino por enemigos. Cuando Esteban “miró fijamente al cielo y vio la gloria de Dios, y a Jesús que estaba de pie a la diestra de Dios”, y dijo: “Estoy viendo los cielos abiertos y al Hijo del hombre que está en pie a la diestra de Dios”(7, 55), se precipitaron sobre él (7, 56) y le sacaron de la ciudad para apedrearlo hasta la muerte. La lapidación de Esteban no se presenta en la narración de los Hechos como un acto de violencia popular; debe haber sido considerado por los que tomaban parte en él como la ejecución de la ley. Según la ley (Lev., 24, 14), o al menos según su interpretación habitual, Esteban había sido sacado de la ciudad; la costumbre exigía que las personas que iban a ser lapidadas fueran colocadas en una elevación (del terreno) desde dónde, con las manos atadas, serían luego arrojados abajo. Fue muy probablemente mientras estos preparativos se llevaban a cabo cuando, “dobló las rodillas y dijo con fuerte voz: “Señor, no les tengas en cuenta este pecado” (7,59). Mientras tanto los testigos, cuyas manos debían ser las primeras en ponerse sobre la persona condenada por su testimonio (Deut., 17, 7), estaban dejando sus vestidos a los pies de Saulo, para poder estar mejor dispuestos a la tarea que les correspondía (7, 57). El mártir orante fue arrojado; y mientras los testigos estaban empujando sobre él “una piedra tan grande como dos hombres pudieran llevar”, se le oyó pronunciar sus suprema plegaria: “Señor Jesús, recibe mi espíritu” (7, 58). Poco podía la gente presente, que lanzaba piedras sobre él, imaginarse que la sangre que derramaban era la semilla de una cosecha que iba a cubrir el mundo.

Los cuerpos de los hombres lapidados debían ser enterrados en un lugar designado por el Sanedrín: Si en este caso insistió el Sanedrín en su derecho no podemos afirmarlo; en cualquier caso, “hombres piadosos”, no se nos dice si cristianos o judíos, “sepultaron a Esteban, e hicieron gran duelo por él” (8, 2). Durante siglos la situación de la tumba de Esteban estuvo perdida, hasta que (en el año 415) cierto sacerdote llamado Luciano supo por revelación que el sagrado cuerpo estaba en Caphar Gamala, a alguna distancia al norte de Jerusalén. Las reliquias fueron exhumadas y llevadas primero a la iglesia de Monte Sión, luego, en 460, a la basílica erigida por Eudoxia junto a la Puerta de Damasco, en el lugar dónde, según la tradición, tuvo lugar la lapidación (la opinión de que la escena del martirio de San Esteban fue al este de Jerusalén, cerca de la puerta llamada de San Esteban por ello, no se oyó hasta el Siglo XII). El sitio de la basílica de Eudoxia se identificó hace unos veinte años, y se ha erigido un nuevo edificio sobre los viejos cimientos por los Padres Dominicos.

La única fuente de información de primera mano sobre la vida y muerte de San Esteban son los Hechos de los Apóstoles (6,1-8,2).

jueves, 22 de diciembre de 2022

ALEGRÍA DO NADAL

A semana pasada comentabamos os termos espera e esperanza, advertindo que aínda que a súa sonoridade é semellante, o seu significado é distinto. A espera causa fastío e revístenos de pesimismo; pola contra, a esperanza achéganos gozo e entusiasmo. O que se move en clima de prolongada esperanza, faino con gozosa responsabilidade, desexando colaborar co plan de Deus, e congratúlase contemplando a beleza da creación e a perfección arquitectónica dos monumentos.

Hai dous signos que nos falan da presenza do Mesías entre nós: son os comportamentos exemplares de moitos cristiáns. O comportamento fraterno de moitos crentes, cuxa exemplaridade é un signo primaveral do mesianismo do mundo, como o son tamén os miles de cidadáns que, sendo ricos, fanse pobres, para que a ninguén falte o pan de cada día. É verdade que non todo é ourego nos nosos campos. Hai tamén ortigas nos nosos hortos. Pero aí está a Igrexa, presenza viva do Mesías, que nos lembra que debemos sorrir cos que son felices, e levar sempre un pano de reposto para enxaugar as bágoas dos que choran. Así o fixo o Mesías, nada máis pisar terra, fai dous mil anos, e quedou connosco, para inculcarnos que así o debemos facer tamén nós. O Mesías quedou connosco. El é camiño, verdade e vida. Neste camiño están os bos discípulos de Xesús: sigámolos. El é verdade plena: creamos nel sen ambaxes nin rodeos. El é vida e camiña ao noso carón: mirémolo para que non perdamos a ruta e podamos camiñar sen errar o camiño. Procuremos evitar os tropezos, e se caemos, ao noso lado vai unha man amiga, tendida para erguernos.

O amor pide presenza. Por iso Deus, que é amor sen medida, éncheo todo coa súa inmensa grandeza; contémplao todo con eterna sabedoría; todo o dirixe co seu infinito poder, e coa súa divina providencia gobérnao. Da divina providencia están cheos os ceos e estano tamén os espazos terrestres. O Señor faise presente no pobre e no desvalido; no perseguido e no marxinado; pero os nosos criterios non coinciden cos seus. Non nos resulta atraente a figura dun Deus con aureola de xustiza; non nos vai aos homes do século XXI. Preferimos o Deus samaritano que sempre ten abertas as portas da súa casa para o fillo sumiso e para o fillo rebelde, porque sempre mirou a todos con ollos do corazón. Cando o fillo rebelde chama á porta do seu antigo fogar, sente a tentación de pedirlle a Deus que lle faga un transplante de corazón ao seu ancián pai, porque pensa que no peito do seu vello pai, xa non queda un corazón capaz de amar, pero equivocouse, porque o que de verdade amou unha vez sinceramente, ama para sempre, e demóstrallo o abrazo de pai con que o recibe esta mañá. 

Indalecio Gómez Varela

Cóengo da Catedral

miércoles, 14 de diciembre de 2022

ESPERA E ESPERANZA, CARACTERÍSTICAS DO ADVENTO

Estes dous termos teñen sonoridade semellante, pero os seus significados son desiguais. A espera mira ao pasado e precede ao dereito lexítimo ao que sentimos acredores e cuxa tardanza en recoñecérnolos sempre nos molesta e en ocasións cáusanos enfado. Moi ao contrario, a esperanza mira ao futuro, e ilusiónanos e estimúlanos a pór os medios para acelerar que se nos conceda o que se nos prometeu, e nós desexamos e cremos merecer.

O Advento é o tempo oportuno para intensificar o desexo dun futuro mellor. O home sabe que o seu futuro non está escrito; que a súa vida está a facerse e que en boa medida, o mañá depende da súa responsabilidade; e que esta crece en proporción do desexo de posuír aquilo que aínda non se ten, e aquí intervén a esperanza que anima e estimula. Canto máis sublime sexa o ideal, máis intenso será o sacrificio por alcanzalo. A esperanza non é só un desexo informativo, senón unha virtude transformativa. O que espera renova as súas enerxías cada día. O que non espera, vístese de tristeza, enferma de pesimismo e morre prematuramente. A esperanza nútrese de sacrificios, pero mantén o optimismo, porque sabe que despois de sementar, virá a recolección. Isto é aplicable á esperanza humana que se funda nas capacidades do home. Pero o cristián ten como garantía da súa esperanza a promesa do Señor. En todas as páxinas da Biblia, percíbese o perfume da esperanza. O pobo de Deus é un pobo de esperanza, fundándose nas promesas do Alto. Iavé ordénalle a Abraham que deixe a súa casa e que atopará a chamada Terra de Promisión. Abraham obedece a orde do Señor, ponse en camiño, e atopa pan e abundancia de bens. Daquela terra xurdiron os profetas que cultivaron a esperanza de recuperar o paraíso perdido. Ese paraíso primitivo é o Reino de Cristo, que está chamado a crecer e salvarnos a todos. Para iso, o mesmo Mesías decide facerse home e pídenos que nós os cristiáns sexamos os seus colaboradores; que sexamos pastores, apóstolos… e que traballemos como misioneiros restauradores do Reino de Deus.

No tempo actual a Igrexa segue traballando para que se faga presente Xesús entre nós, ata que o mundo sexa fermento do Reino de Deus. Para lograr isto debemos encarnar hoxe os cristiáns o espírito dos profetas e demais homes de Deus do Antigo Testamento. Que cheos de esperanza suspiremos pola vinda do Redentor e contaxiemos aos nosos contemporáneos este espírito de esperanza redentora, convertendo a nosa relixiosidade nun advento de esperanza e de súplica que nos mova a repetir constantemente: “Ven, Señor. Ven que te agardamos. Ven pronto, Señor”. Sintamos sinceramente a necesidade de Cristo nos nosos corazóns, nos nosos fogares, nas nosas empresas e nos nosos ambientes, a fin de que o noso mundo sexa novo paraíso terreal, tal como previu o Creador para os homes.

 

Indalecio Gómez Varela

lunes, 12 de diciembre de 2022

UN NOVO CAMIÑO DE ADVENTO

Segundo o dito, o camiño faise ao andar. Hoxe o noso mundo está cruzado de inexorables carreiros que nos conducen a todos os confíns do orbe. O camiñar é unha arte que, día a día, ábrenos novas veredas.

Todos nós imos cruzando a terra por camiños que nós descubrimos, e en ocasións construímos. Todos nós enchemos moitos anos de horas, pero non se trata de encher a vida de horas, senón de encher as horas de vida, porque hai que distinguir o camiño biolóxico ou existencial que empeza no berce e termina na tumba, e o camiño relixioso ou escatolóxico, que comeza no bautismo e durará para sempre.

O camiño existencial ímolo percorrendo inexorablemente empuxados polas horas e os traballos de cada día…”Que teño, pobre de min, hoxe de ter vivido onte?. Só teño o non ter as horas que onte vivín, o que hoxe de onte discurrín direi mañá se son, pero tan incerto estou de que mañá serei, que talvez non o direi, por morrer hoxe “.

Todos nós imos cruzando o mundo hai xa algúns anos: uns vinte, outros, cincuenta, outros máis; uns puros e fermosos, cheos de boas obras, e outros feos e pecaminosos, que quereriamos esquecer, pero a conciencia acúsanos do noso mal comportamento. Con todo, o camiño máis importante é o que se abre ante os nosos ollos, do cal podemos facer unha vereda rica en bos comportamentos, ou unhas horas de tempo perdido. Ante esta diversa posibilidade o profeta Xeremías advírtenos “Parádevos no camiño e preguntádevos, se esta é a senda boa; porque todos os camiños lévannos a Roma”, pero non todos nos conducen ao encontro con Deus.

O home é un ser social, comunicativo, e a súa sociabilidade pode existencializarse en tres direccións: cara a Deus; cara aos homes e cara ao mundo. O terreo que pisamos é sacro, pero a cualificación do camiño depende dos pasos que por el imos dando.

As nosas relacións con Deus, valóranse polo espírito que poñemos nós no andar. Se camiñamos baixo a mirada amorosa de Deus buscando en todo a súa gloria, o camiño é acertado, e noso peregrinar é santificador. Pola contra, se imos polo mundo, dando culto ao ídolo da avaricia, do orgullo e a outros falsos deuses, debemos rectificar, porque ese modo de actuar non nos leva a feliz termo. De Deus temos que aprender, facendo da nosa conduta unha constante ofrenda ao Señor. Este xeito de actuar é un bo camiño para os cristiáns.

Outro camiño para realizar correctamente a relacionalidade cristiá, é o amor fraterno. Non camiñamos sós: ao noso carón van outros camiñantes, cos que compartimos horas de cansazo e pratos de lentellas nos albergues de peregrinos. O incorrecto é mirarnos como competidores, non tender a man, non facilitar unha feliz peregrinación. Mirémonos con ollos do corazón, que nos faciliten crear fraternidade itinerante con todos os que camiñan ao noso lado, posto que polas súas veas tamén corre o sangue redentor de Cristo.

Por último, tamén o mundo é terreo sagrado. Todo o que hai no ceo e na terra saíu das mans de Deus e pódenos levar a Deus. El é o noso camiño. As súas divinas plantas deixaron pegadas por onde El pasou, e marcáronnos o camiño.

Camiñante non hai camiño, faise camiño ao andar, pero o camiñar é labor do home. Sigamos as pegadas de Xesús, e o camiño manterase expedito. Este camiño lémbranolo a liturxia do Advento: digámolo, e nós seremos os beneficiados, e o mundo converterase en horto de santidade.

Indalecio Gómez Varela

Cóengo da Catedral

domingo, 20 de noviembre de 2022

CRISTO, REI DO UNIVERSO.

Dios es supremo valor de cuanto existe y puede existir. Dios es el supremo valor intensivo y el supremo valor operativo. Dios es el todopoderoso en su ser y en su obrar.

La valoración es la estima que el hombre tiene de los objetos, por su contenido y por la utilidad que aportan a su poseedor. Esta estimación procede de la materia prima del objeto y del provecho que aporta a su dueño. Pues la materia prima de Dios es la inmaterialidad, llamada divinidad, pero no hay ningún libro que trate de Dios específicamente. Ningún tratado de teología nos habla de la naturaleza divina, ni del origen de Dios.

La misma biblia nos habla mucho de Dios a los hombres, pero no nos habla de su naturaleza, sino de su economía, explicitándonos sus proyectos. En la Biblia, Dios nos invita a escucharle y a responderle, poniendo en práctica su economía salvífica, por medio del magisterio y la pastoral de la Iglesia.

Pero la memoria de los hombres es olvidadiza y su voluntad inconstante, y esto frustra en buena medida el plan salvífico de Dios, pero no su amor a los hombres. Y en evitación de esta triste frustración, nos recuerda la existencia de un más allá, llamado eternidad, en el cual se prolongará indefinidamente el premio merecido por nosotros, en el devenir de la vida.

No hemos nacido para el mundo, que es terreno de dolor, sino que nacimos para el Cielo: hemos nacido para Dios. En el Cielo y junto a Dios, nos esperan gozando de feliz eternidad, los seres más queridos que hemos tenido en el mundo.

No temamos, pues, a la muerte, que no es momento de despedida, sino momento de nuevo encuentro: allí nos encontraremos con Cristo, que nos redimió con su sangre; con la mujer que nos acogió con cariño; con el padre que regó nuestra infancia con el sudor de su frente…

No tengamos miedo a la eternidad que es morada de gozo y de paz. Ni temamos que dicho gozo se termine, puesto que la muerte se queda aquí en la tierra, y el Cielo tiene puerta de entrada, pero carece de puerta de salida.

Del Cielo sólo ha venido Jesús y ha experimentado el dolor de la tumba, pero resucitó y ha subido al Cielo. Allí nos espera para compartir su gloria con nosotros. La nuestra es vocación de Cielo: seamos fieles a este regalo del Señor, con la esperanza de que su proyecto se hará realidad en la eternidad.

 

Indalecio Gómez Varela

Canónigo de la Catedral de Lugo

martes, 8 de noviembre de 2022

REFLEXION SOBRE LOS DIFUNTOS Y LA VIDA ETERNA

La conmemoración de los difuntos conlleva el interrogante ¿será el final definitivo? Y como cristiano ¿creo en la resurrección? Veremos

Presupuestos

Resurrección no significa revivificación del cuerpo, como se cuenta de Lázaro o del hijo de la viuda de Naim. Resurrección significa que tenemos vida más allá de la muerte.

La vida eterna nos resulta incomprensible e inimaginable porque no podemos pensar sin los a priori del tiempo y del espacio.

La física cuántica está superando el determinismo de la física tradicional, y las leyes del espacio-tiempo.

Racionalmente podemos declararnos agnósticos respecto a otra realidad, a otro modo de vida, porque no podemos demostrar su existencia ni su inexistencia.

La existencia de otra vida es una creencia razonable

La inteligencia sentiente encuentra razonable y adecuada la existencia de otra vida, de otro modo de realidad, que ahora no podemos percibir con claridad. La hormiga no puede percibir valores abstractos, pero eso no significa que esos valores no existan.

La trascendencia es una experiencia antropológica presente en todas las culturas.

La objetividad de los valores morales exige una justificación, un imperativo categórico, para no quedar en mero subjetivismo o en un acuerdo social, al que sólo podría obligarme la imposición por la fuerza. Pienso en un gran propietario que puede comprar la aceptación o el disimulo de políticos, jueces y policías.

Nuestra experiencia ética se rebela contra la injusticia, que cada día nos muestran los informativos (niños, pequeñas tribus o grupos humanos, emigrantes… que mueren por hambre, enfermedades, venganzas, guerras, ambiciones ajenas).

Nuestra conciencia nos pide otra vida para reparar la muerte cruenta de los que sufren injustamente, o de quienes dan su vida por proteger a otros, o por defender valores como la justicia, la dignidad humana, la libertad, las creencias de su pueblo…

Algunas experiencias perimortem bien documentadas y en  diversos países parecen atestiguar que existe “Consciencia más allá de la vida” (Pim Van Lommel).

Los místicos de las diversas épocas y religiones (incluso un ateo como Compte-Sponville) coinciden en la experiencia de una suspensión del tiempo, una“iluminación”, una sensación de plenitud y gozo que,  sin palabras, les permite comprender el misterio de la vida.

Para un cristiano, el mejor testimonio es que Jesús de Nazaret creyó en la resurrección, en la persistencia de una vida distinta: “Porque cuando resuciten de entre los muertos, ni se casarán ni serán dados en matrimonio, sino que serán como los ángeles en los cielos”; y  “Hoy estarás conmigo en el Paraíso”.

El cristianismo se basa en la experiencia pascual, en la resurrección de Jesús, que a unos discípulos escondidos por miedo los transformó en difusores del mensaje de Jesús entre judíos y paganos: “Si Cristo no ha resucitado… vana es nuestra fe”.

Conclusión

Aunque me siento incapaz de imaginar cómo puede existir una vida distinta y definitiva, y a veces dudo de ello, serenamente considero más razonable creer en su existencia; más aún, creo que la experiencia religiosa o ética,  que ya tenemos, que esos encuentros de amor y de generosidad,  ya son una primicia de esa vida definitiva.

Por eso asumo la Oración de Teilhard en su vejez: “Energía de mi Señor, fuerza irresistible y viviente, puesto que de nosotros dos Tú eres el más fuerte, a ti compete el don de quemarme en la unión que ha de fundirnos juntos. Dame todavía algo más precioso que la gracia por la que todos los fieles te ruegan. No basta que muera comulgando. Enséñame a comulgar muriendo”.

martes, 1 de noviembre de 2022

PAPA FRANCISCO: ÁNGELUS DE TODOS LOS SANTOS

Plaza de San Pedro

Miércoles 1 de noviembre de 2017

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días y buena fiesta!

La solemnidad de Todos los Santos es «nuestra» fiesta: no porque nosotros seamos buenos, sino porque la santidad de Dios ha tocado nuestra vida. Los santos no son figuritas perfectas, sino personas atravesadas por Dios. Podemos compararlas con las vidrieras de las iglesias, que dejan entrar la luz en diversas tonalidades de color. Los santos son nuestros hermanos y hermanas que han recibido la luz de Dios en su corazón y la han transmitido al mundo, cada uno según su propia «tonalidad».

Pero todos han sido transparentes, han luchado por quitar las manchas y las oscuridades del pecado, para hacer pasar la luz afectuosa de Dios. Este es el objetivo de la vida: hacer pasar la luz de Dios y también el objetivo de nuestra vida.

De hecho, hoy en el Evangelio Jesús se dirige a los suyos, a todos nosotros, diciéndonos «bienaventurados» (Mateo 5, 3). Es la palabra con la cual inicia su predicación, que es «Evangelio», Buena Noticia porque es el camino de la felicidad. Quien está con Jesús es bienaventurado, es feliz. La felicidad no está en tener algo o en convertirse en alguien, no, la felicidad verdadera es estar con el Señor y vivir por amor. ¿Vosotros creéis esto? Debemos ir adelante, para creer en esto. Entonces, los ingredientes para una vida feliz se llaman bienaventuranzas: son bienaventurados los sencillos, los humildes que hacen lugar a Dios, que saben llorar por los demás y por los propios errores, permanecen mansos, luchan por la justicia, son misericordiosos con todos, custodian la pureza del corazón, obran siempre por la paz y permanecen en la alegría, no odian e, incluso cuando sufren, responden al mal con el bien. Estas son las bienaventuranzas.

No exigen gestos asombrosos, no son para superhombres, sino para quien vive las pruebas y las fatigas de cada día, para nosotros. Así son los santos: respiran como todos el aire contaminado del mal que existe en el mundo, pero en el camino no pierden nunca de vista el recorrido de Jesús, aquel indicado en las bienaventuranzas, que son como un mapa de la vida cristiana.

Hoy es la fiesta de aquellos que han alcanzado la meta indicada por este mapa: no sólo los santos del calendario, sino tantos hermanos y hermanas «de la puerta de al lado», que tal vez hemos encontrado y conocido. Hoy es una fiesta de familia, de tantas personas sencillas, escondidas que en realidad ayudan a Dios a llevar adelante el mundo. ¡Y existen muchos hoy! Son tantos. Gracias a estos hermanos y hermanas desconocidos que ayudan a Dios a llevar adelante el mundo, que viven entre nosotros, saludemos a todos con un fuerte aplauso. Ante todo —dice la primera bienaventuranza— son «los pobres de espíritu» (Mateo 5, 3). ¿Qué significa? Que no viven para el éxito, el poder y el dinero; saben que quien acumula tesoros para sí no se enriquece ante Dios (cf. Lucas 12, 21). Creen en cambio que el Señor es el tesoro de la vida y el amor al prójimo la única verdadera fuente de ganancia. A veces estamos descontentos por algo que nos falta o preocupados si no somos considerados como quisiéramos; recordemos que no está aquí nuestra felicidad, sino en el Señor y en el amor: sólo con Él, sólo amando se vive como bienaventurado.

Quisiera finalmente citar otra bienaventuranza, que no se encuentra en el Evangelio, sino al final de la Biblia y habla del conclusión de la vida: «Dichosos los muertos que mueren en el Señor» (Apocalipsis 14, 13).

Mañana estaremos llamados a acompañar con la oración a nuestros difuntos, para que gocen siempre del Señor. Recordemos con gratitud a nuestros seres queridos y oremos por ellos.

Que la Madre de Dios, Reina de los Santos y Puerta del Cielo, interceda por nuestro camino de santidad y por nuestros seres queridos que nos han precedido y han partido ya para la Patria celestial.

lunes, 31 de octubre de 2022

OS CAMIÑOS DA VIDA

Así como todo camiño consta de etapas, tamén a nosa historia persoal desenvólvese a través de distintos períodos con diversos matices, que conxuntamente configuran a nosa personalidade concreta: a infancia, a adolescencia, a mocidade, a adultez… e para algúns, a ancianidade, máis ou menos duradeira e progresivamente decrépita. 

O pasado do camiño convídanos a lembrar as peripecias do que queda atrás, e recoméndanos pararnos un instante para recuperar forzas, a fin de obter enerxías para poder seguir camiñando coa vista posta nun futuro cada vez máis próximo. Igualmente a historia da salvación consta de dous grandes períodos: o Antigo e o Novo Testamento; a etapa dos mandamentos e a etapa do Evanxeo; a etapa da lei e a etapa da misericordia; a etapa da temporalidade e o futuro da eternidade. E nesta reflexión vénnos á memoria a vida e a morte; a resurrección e a eternidade. Estes dous conceptos atópanse no camiño, pero as súas realidades son totalmente dispares.

Nacemos para a vida, pero no camiño espéranos a morte. Esta dualidade de vida e morte débese á nosa constitución de espírito e materia. Pola nosa condición corpórea, somos naturalmente mortais; pero pola nosa espiritualidade, nacemos para vivir sempre. No camiño espéranos a morte, e máis aló da tumba, está a resurrección esperándonos. Esta característica explica a nosa limitación terrea, á vez que a nosa inmortalidade exclusiva e perpetua.

Aquí intervén a divina providencia, que nos creou con futuro de eternidade, e a liberdade de cada un de nós que nos permite programar un futuro glorioso. E actúa tamén a vontade salvífica de Deus, que nos quere semellantes ao seu Fillo, aquí na terra, para facernos logo compañeiros de Xesús glorificado no Ceo.

Dúas vontades interveñen na constitución plena da persoa humana: a vontade de Deus, que nos creou para facernos felices, e nosa propia vontade que posibilita, positiva ou negativamente, o noso futuro eterno, para que guiados pola súa providencia, conduza os nosos pasos pola senda do ben e coa súa misericordia fáganos partícipes da gloria celestial, coa xenerosidade dun corazón que perdoa e esquece as incorrespondencias que tivemos con El neste mundo de barro e de escasa fraternidade.

Pero entre o aquí de hoxe e o alá de mañá, existe un labor dinámico, cuxa misión é facer desta terra un mundo mellor, unha vida máis bela, e unha Igrexa máis apostólica, para que na nosa sociedade haxa cabida para Cristo, e a súa evanxelización chegue a todos os confíns do orbe. Os nosos misioneiros fan que lembremos ese labor, pois eles, coa súa xenerosidade apostólica fan que a doutrina de Xesucristo sexa coñecida en toda a terra, e que a súa divina Eucaristía alimente a fe de incontables crentes de todas as razas e nacións.

 

jueves, 20 de octubre de 2022

"VOLVAMOS AL CONCILIO" ESHORTA EL PAPA

PAPA FRANCISCO / VOZ DEL PAPA

En la homilía de la Misa conmemorativa de los sesenta años del Concilio Vaticano II, el Santo Padre nos anima a volver a él, porque eso, de algún modo, no es ‘indietrismo’.

A continuación, las palabras del Papa Francisco en la tarde del martes 11 de octubre, aniversario del inicio del Concilio que impulsó Juan XXIII:

“¿Me amas?”. Es la primera frase que Jesús dirige a Pedro en el Evangelio que hemos escuchado (Jn 21,15). La última, en cambio, es: “Apacienta mis ovejas” (v. 17). En el aniversario de la apertura del Concilio Vaticano II sentimos que el Señor nos dirige estas palabras también a nosotros, a nosotros como Iglesia: ¿Me amas? Apacienta mis ovejas.

En primer lugar: ¿Me amas? Es una interrogación, porque el estilo de Jesús no es tanto el de dar respuestas, como el de hacer preguntas, preguntas que interpelan la vida. Y el Señor, que “habla a los hombres como amigos, movido por su gran amor y mora con ellos” (Dei Verbum, 2), nos pregunta todavía y seguirá preguntando siempre a la Iglesia, su esposa: “¿Me amas?”.

El Concilio Vaticano II fue una gran respuesta a esa pregunta. Fue para reavivar su amor que la Iglesia, por primera vez en la historia, dedicó un Concilio a interrogarse sobre sí misma, a reflexionar sobre su propia naturaleza y su propia misión. Y se redescubrió como misterio de gracia generado por el amor, se redescubrió como Pueblo de Dios, Cuerpo de Cristo, templo vivo del Espíritu Santo.

Esta es la primera mirada que hay que tener sobre la Iglesia, la mirada de lo alto. Sí, hay que mirar la Iglesia ante todo desde lo alto, con los ojos enamorados de Dios. Preguntémonos si en la Iglesia partimos de Dios, de su mirada enamorada sobre nosotros.

Siempre existe la tentación de partir más bien del yo que de Dios, de anteponer nuestras agendas al Evangelio, de dejarnos transportar por el viento de la mundanidad para seguir las modas del tiempo o de rechazar el tiempo que nos da la Providencia de volver atrás.

Pero estemos atentos: ni el progresismo que se adapta al mundo, ni el tradicionalismo que añora un mundo pasado son pruebas de amor, sino de infidelidad. Son egoísmos pelagianos, que anteponen los propios gustos y los propios planes al amor que agrada a Dios, ese amor sencillo, humilde y fiel que Jesús pidió a Pedro.

¿Me amas tú? Redescubramos el Concilio para volver a dar la primacía a Dios, a lo esencial, a una Iglesia que esté loca de amor por su Señor y por todos los hombres que Él ama, a una Iglesia que sea rica de Jesús y pobre de medios, a una Iglesia que sea libre y liberadora.

El Concilio indica a la Iglesia esta ruta: la hace volver, como Pedro en el Evangelio, a Galilea, a las fuentes del primer amor, para redescubrir en sus pobrezas la santidad de Dios (cf. Lumen gentium, 8c; cap. V), para volver a encontrar en la mirada del Señor crucificado y resucitado la alegría perdida, para concentrarse en Jesús.

El Papa Juan XXIII, en sus últimos días, escribía: “Esta vida mía que llega a su fin no podría terminar mejor que concentrándome totalmente en Jesús, Hijo de María… grande y continuada intimidad con Jesús, contemplado en imagen: niño, crucificado, adorado en el Sacramento” (Diario del alma, 977-978). ¡Esta es nuestra mirada alta, nuestra fuente siempre viva! Jesús, la Galilea del amor, Jesús que nos llama, Jesús que nos pregunta: “¿Me amas?”.

Hermanos, hermanas, volvamos a las límpidas fuentes de amor del Concilio. Reencontremos la pasión del Concilio y renovemos la pasión por el Concilio. Abismados en el misterio de la Iglesia madre y esposa, digamos también nosotros, con san Juan XXIII: Gaudet Mater Ecclesia (Discurso en la apertura del Concilio, 11 octubre 1962).

Que en la Iglesia viva la alegría. Si no se alegra se contradice a sí misma, porque olvida el amor que la ha creado. Y, sin embargo, ¿cuántos entre nosotros no logran vivir la fe con alegría, sin murmurar y sin criticar? Una Iglesia enamorada de Jesús no tiene tiempo para conflictos, venenos y polémicas.

Que Dios nos libre de ser críticos e impacientes, amargados e iracundos. No es sólo cuestión de estilo, sino de amor, porque el que ama, como enseña el apóstol Pablo, hace todo sin murmuraciones (cf. Flp 2,14).

Señor, enséñanos a mirar alto, a mirar la Iglesia como la ves Tú. Y cuando seamos críticos y estemos insatisfechos, recuérdanos que ser Iglesia es testimoniar la belleza de tu amor, es vivir respondiendo a tu pregunta: ¿me amas?

¿Me amas? Apacienta mis ovejas. Apacienta: Jesús expresa con este verbo el amor que desea de Pedro. Pensemos precisamente en Pedro: era un pescador de peces y Jesús lo transformó en pescador de hombres (cf. Lc 5,10).

Ahora le asigna un nuevo oficio, el de pastor, que nunca había ejercitado. Y es un cambio, porque mientras el pescador toma para sí, atrae hacia sí, el pastor se ocupa de los otros, apacienta a los otros. Es más, el pastor vive con su rebaño, alimenta a las ovejas, se encariña con ellas. No está arriba, como el pescador, sino en medio.

Esta es la segunda mirada que nos enseña el Concilio, la mirada en el medio, estar en el mundo con los demás y sin sentirnos jamás por encima de los demás, como servidores del Reino de Dios (cf. Lumen gentium, 5); llevar la buena noticia del Evangelio a la vida y en las lenguas de los hombres (cf. Sacrosanctum Concilium, 36), compartiendo sus alegrías y sus esperanzas (cf. Gaudium et spes, 1).

Qué actual es el Concilio, nos ayuda a rechazar la tentación de encerrarnos en los recintos de nuestras comodidades y convicciones, para imitar el estilo de Dios, que nos ha descrito hoy el profeta Ezequiel: “ir en busca de la oveja perdida y hacer volver al rebaño a la descarriada, vendar a la que está herida y curar a la enferma” (cf. Ez 34,16).

Apacienta: la Iglesia no celebró el Concilio para contemplarse, sino para darse. En efecto, nuestra santa Madre jerárquica, que surgió del corazón de la Trinidad, existe para amar. Es un pueblo sacerdotal (cf. Lumen gentium, 10 ss.), no debe sobresalir ante los ojos del mundo, sino servir al mundo.

No lo olvidemos: el Pueblo de Dios nace extrovertido y rejuvenece desgastándose, porque es sacramento de amor, «signo e instrumento de la unión íntima con Dios y de la unidad de todo el género humano» (Lumen gentium, 1).

Hermanos, hermanas, volvamos al Concilio, que ha redescubierto el río vivo de la Tradición sin estancarse en las tradiciones; que ha reencontrado la fuente del amor no para quedarse en el monte, sino para que la Iglesia baje al valle y sea canal de misericordia para todos. Volvamos al Concilio para salir de nosotros mismos y superar la tentación de la autorreferencialidad.

Y pastoreando, superad la nostalgia del pasado, el arrepentimiento de la relevancia, el apego al poder, porque vosotros, Pueblo santo de Dios, sois un pueblo pastoral: no existís para pastorearos a vosotros mismos, para escalar, sino para pastorear a los demás, a todos los demás, con amor.

Apacienta, repite el Señor a su Iglesia; y apacentando, supera las nostalgias del pasado, la añoranza de la relevancia, el apego al poder, porque tú, Pueblo santo de Dios, eres un pueblo pastoral, no existes para apacentarte a ti mismo, para escalar, sino para pastorear a los demás, a todos los demás, con amor.

Y, si es justo tener una atención particular, que sea para los predilectos de Dios, para los pobres y los descartados (cf. Lumen gentium, 8c; Gaudium et spes, 1); para ser, como dijo el Papa Juan, «la Iglesia de todos, en particular la Iglesia de los pobres» (Radiomensaje a los fieles de todo el mundo, un mes antes de la apertura del Concilio Ecuménico Vaticano II, 11 septiembre 1962).

¿Me amas? Apacienta —concluye el Señor— mis ovejas. No piensa sólo en algunas, sino en todas, porque las ama a todas, las llama a todas afectuosamente “mías”. El buen Pastor ve y quiere a su grey unida, bajo la guía de los pastores que le ha dado.

Quiere —tercera mirada— la mirada de conjunto. El Concilio nos recuerda que la Iglesia, a imagen de la Trinidad, es comunión (cf. Lumen gentium, 4.13).

El diablo, en cambio, quiere sembrar la cizaña de la división. No cedamos a sus lisonjas, no cedamos a la tentación de la polarización. Cuántas veces, después del Concilio, los cristianos se empeñaron por elegir una parte en la Iglesia, sin darse cuenta que estaban desgarrando el corazón de su Madre. Cuántas veces se prefirió ser “hinchas del propio grupo” más que servidores de todos, progresistas y conservadores antes que hermanos y hermanas, “de derecha” o “de izquierda” más que de Jesús; erigirse como “custodios de la verdad” o “solistas de la novedad”, en vez de reconocerse hijos humildes y agradecidos de la santa Madre Iglesia.

El Señor no nos quiere así, nosotros somos sus ovejas, su rebaño, y sólo lo somos juntos, unidos. Superemos las polarizaciones y defendamos la comunión, convirtámonos cada vez más en “una sola cosa”, como Jesús suplicó antes de dar la vida por nosotros (cf. Jn 17,21).

Que nos ayude en eso María, Madre de la Iglesia. Que acreciente en nosotros el anhelo de unidad, el deseo de comprometernos por la plena comunión entre todos los creyentes en Cristo. Es hermoso que hoy, como durante el Concilio, estén con nosotros los representantes de otras comunidades cristianas. ¡Gracias por su presencia!

Te damos gracias, Señor, por el don del Concilio. Tú que nos amas, líbranos de la presunción de la autosuficiencia y del espíritu de la crítica mundana.

Tú, que nos apacientas con ternura, condúcenos fuera de los recintos de la autorreferencialidad. Tú, que nos quieres una grey unida, líbranos del engaño diabólico de las polarizaciones. Y nosotros, tu Iglesia, con Pedro y como Pedro te decimos: “Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te amamos” .

domingo, 25 de septiembre de 2022

PROGRAMACION DA RELIXIOSIDADE DO HOME

Desde sempre na mente do home existiu o concepto dun ser plenamente perfecto en si mesmo.

Transcorrido o tempo, o desexo deste ser perfectísimo pasou á vontade humana, para que se fixese realidade, e cando se cumpriu isto, o home compraceuse niso, vendo as vantaxes que lle reportaba, e amouno entrañablemente; e comprendeu que Deus amábao, ata tal punto que converteu a lei do decálogo en paternidade amorosa, e a relixiosidade do home fíxose auténtica filiación de fillo. Desde entón as relacións Deus – home son outras: as leis impoñen obrigacións e causan afastamento, co consecuente medo a ser sancionados se delinquimos en algo.

Ante este comportamento de Deus, o home pasou do medo á xenerosidade; pasou do cumprimento de mínimos, ao que obriga a lei, a unha actitude de xenerosidade impulsado polo amor de pai con que Deus estaba a tratalo.

En efecto, o Señor cambiara o dereito lexislativo pola promesa de perdón e a abundancia de dons. Agora Deus xa non é sancionador de culpas, senón perdoador de pecados. Espera ao fillo que volve a casa na que atopa ao pai bo, acolledor como sempre e que fai festa, cando o fillo chega, posto que un pai, posto a amar, ama para sempre e xamais reprocha o mal recibido, senón que celebra festivamente o regreso do fillo díscolo, sen o cal o fogar estaba empobrecido, e o corazón do pai seguía chorando a ausencia do fillo perdido. Este comportamento é impensable no corazón humano, pero para Deus nada hai imposible, e a antiga casa paterna continúa sendo o fogar do fillo pródigo, e no peito do pai bo segue palpitando un corazón que estrea a súa paternidade amorosa que xamais se envelleceu.

Os cristiáns, se miramos ao pasado, non vemos infidelidades, senón perdóns do Señor, e se miramos ao futuro, os nosos ollos só contemplan promesas de eterna felicidade. Consecuentemente nos nosos corazóns non caben pesimismos nin desolacións, senón gratitude e esperanza de recompensa de gloria eterna, porque ao Señor custámoslle moito, e o seu sangue derramado é o prezo da nosa salvación. Deixemos, pois, de falar dun Deus sancionador, e presentemos a un Deus salvador, que nos redimiu do pecado e da morte eterna. Mirémolo como fonte de vida e como forno ardente de perdón e misericordia, e miremos o noso futuro como o Ceo de gloria no cal nos espera o Señor.

Indalecio Gómez

Cóengo da Catedral

viernes, 16 de septiembre de 2022

SÓLO DIOS ES GRANDE

Solo Dios es grande, pero el hombre no le reconoce su grandeza ni el derecho a ocupar un puesto en la sociedad. En el mundo no hay espacio para Dios. Por ello el Creador llama a la puerta del hombre, pidiendo hospedarse en su casa. Este es derecho al que el autor del universo tiene legitimidad plena, pero no basta tener derechos: para poder disfrutar de ellos, es necesario que se nos reconozcan legítimamente.

Y ahí el problema de la historia en estos días. Para Dios no hay cabida en la vida social, ni familiar. El hombre se declara autónomo pleno y hasta a Dios le cierra las puertas. Es una reivindicación infundada y perniciosa. Una sociedad sin divinidad es una entidad sin base ni fundamento. Un edificio sin cimientos no tiene consistencia ni pervivencia, ni utilidad al hombre, en función del cual se ha construido. Urge reconstruirlo de nuevo y edificarlo sobre base sólida, reconociendo los planes del creador y las necesidades del hombre, en función del cual ha sido pensada la vida social de los humanos.

El hombre es un sujeto de derechos, pero sus derechos son vicarios, y su vicariedad es inseparable de la estructuración de la convivencia humana. Marginarles de esta realidad congénita, es antihumano e irracional, que merece la calificación de suicidio social. El cometido del hombre no es el suicidio individual y menos el suicidio social. Es duro tener que reconocerlo, pero ésta es la fatal situación de nuestra sociedad. Estamos fomentando la cultura de la muerte, a todos los niveles: la cultura de la muerte conyugal, con el divorcio injustificado; la cultura de la muerte familiar con la desestructuración del hogar natural; la cultura de la muerte internacional, convirtiendo las fronteras regionales en escenarios de luchas fratricidas… El hombre pasó de ser un miembro de convivencia social, a ser un depredador para todo el que vive a su lado. Si el mundo es una jauría de lobos para el hombre, lo normal es que este mundo no nos guste, pero la postura correcta de un cristiano no es condenar al mundo, sino corregir el comportamiento de los hombres.

El día en que tú y yo seamos buenos, ya no todo el mundo será malo. Pero al tratamiento corrector debe preceder un diagnóstico acertado. Debemos de conocernos a nosotros mismos examinándonos por dentro y por fuera, y antes por dentro que por fuera, porque nuestro amor propio condiciona nuestros juicios. Para evitar este riesgo, es necesario salir de la superficialidad y someterse a un examen nutricional, no vaya a suceder que nuestro organismo tenga algún miembro vital afectado por alguna lesión que esté poniendo en peligro nuestra vida cristiana.

Para mí el vivir es Cristo, decía San Pablo. Si Cristo no está en mi vida, mi vida está muerta, y mi hacer cristiano también. Dios es el creador del Cielo y de la tierra. El mundo, como todo lo que Dios ha hecho, es radicalmente bueno. Dios  se ha hecho hombre para que el hombre pueda ser Dios. Dios es el “benevolente”; el “benedicente” y el “benefaciente”. Dios es el Salvador del mundo y nosotros somos sus colaboradores, y tenemos que capacitarnos para poder cumplir nuestro cometido.

No olvidemos que un mundo sin Dios es un mundo empobrecido. Y el hombre de hoy padece este empobrecimiento porque rechaza a Dios. Y Dios, morador del cielo, quiere morar también en el mundo, y llama a la puerta del hombre, pidiendo asilo, pero el hombre se hace el sordo, y no le abre. Es más, el mismo Dios nos pide a los cristianos que seamos apóstoles de nuestros hermanos. Pero como nadie puede dar aquello de lo que él carece, nos urge llenarnos nosotros de Dios, para que contagiemos de fe a todos los que pasan a nuestro lado, recorriendo los caminos de la tierra. Vayamos a las fuentes de la gracia: dialoguemos con el Señor en un clima de oración humilde; frecuentemos la vida sacramental, y así avituallados con perfume de divinidad, contribuyamos a que esta sociedad en la que no hay espacio para Dios, se impregne de fe y de buenas costumbres, ya que ésta es nuestra misión en la Iglesia.

Indalecio Gómez Varela

Canónigo de la Catedral de Lugo

 

domingo, 11 de septiembre de 2022

O DOCE NOME DE MARÍA

Cando lles nace un bebé a uns pais crentes, apresúranse a bautizalo para facelo cristián e, á vez, asígnanlle un nome co cal o inscriben no rexistro civil e no libro parroquial, nos cales se manterá para sempre.

Con todo, na denominación do neófito non sempre se comportan correctamente á hora de elixir o nome que levará o neno, pois para eles conta máis o gusto da familia, que o significado do nome que se lle impón á criatura, porque así o queren os seus proxenitores, ou porque ese nome tamén o levan outros membros da familia, aínda que o seu significado non faga referencia algunha ao neno. 

A este respecto pode servirnos de exemplo o caso de que a alguén se lle impoña o nome de “Felipe”, que significa “amigo dos cabalos”, porque así lles parece ben aos seus pais ou padriños, sen pensar se o denominado “Felipe” xamais poida ter referencia algunha á equitación.

Non ocorreu así cando o Pai Celestial regalounos á súa nai como nai nosa: denominouna co apelativo de “Raíña e Nai” porque estes dous termos expresan o que a Santísima Virxe é en si e cal é o seu labor connosco. Raíña indica o sumo poder e afecto que lle deu Deus para velar por nós, e nai expresa a singular tenrura con que nos acepta como fillos. Raíña é a persoa que exerce o poder rexio por dereito propio ou conxuntamente co seu consorte o príncipe soberano dun Estado.

Pois iso é a Santísima Virxe, a persoa que, por designio da divina providencia, inflúe eficazmente na historia da humanidade, porque así o quixo o Señor, cando no intre cume da redención, diríxese ao Apóstolo Xoán, que representaba a toda a Igrexa, con estas palabras: “Fillo, aí tes á túa nai. Nai aí tes ao teu fillo” e, como a palabra de Cristo é palabra operativa, naquel momento, María quedou convertida na omnipotencia suplicante, e o seu corazón quedou feito corazón maternal para todos nós.

Por vontade de Xesús, en María os cristiáns temos o remedio de todos os males e a fonte de todos os bens. A palabra do Señor que enriqueceu o corazón de María co don da realeza e da maternidade universal, é aceptada incondicionalmente pola nosa Señora, e debe selo tamén polo corazón dos homes, porque paternidade e filiación condiciónanse mutuamente e, dalgunha maneira, tamén a nosa vontade condiciona o plan de Deus.

A vontade de Deus é sempre salvifica, e a súa vontade ninguén pode torcela, pero a realización do seu plan salvifico pode verse frustrada pola vontade do home que sempre ten a última palabra. De aí a nosa gratitude a Deus connosco, pero tamén a nosa responsabilidade ante a súa vontade salvífica, que, a pesar dos seus mellores dons para nós, respéctanos tanto, que a última decisión déixanola a cada un de nós.

Pidamos pois a María, a omnipotencia suplicante, que interceda pola nosa humanidade pecadora, para que converta a nosa resistencia á graza nun sincero si ao plan de Deus, a fin de que o plan salvífico do Señor sexa un patrimonio universal da humanidade.

Indalecio Gómez Varela

Cóengo da Catedral de Lugo

 

miércoles, 7 de septiembre de 2022

CRISTIANISMO DIALOGANTE

A relixiosidade implica diálogo entre Deus e o home. O diálogo é intercambio de ideas e de sentimentos entre Deus e o home. No diálogo relixioso a iniciativa sempre é de Deus, que se revela ao home como verdade e como benfeitor. Deus é o creador; amigo e Salvador que na súa actitude amorosa, reclama unha correspondencia de fidelidade afectiva. O diálogo relixioso enriquécese co coñecemento mutuo entre Deus e o crente. O coñecemento relixioso non é tanto froito do estudo teolóxico, senón máis ben consecuencia de trato amoroso entre Deus e o crente. Deus achégase ao home, e maniféstase como próximo, amigo e Salvador, provocando no cristián confianza e seguridade. A imaxe que Deus presenta está saturada de cordialidade, de proximidade e de xenerosidade prometedora, o cal provoca admiración e afecto no corazón do home, e é así como xorde a dimensión dialogal do cristián co Señor. O amor pide correspondencia e proximidade de intimidade oracional. Un día preguntáronlle ao intelectual francés Tagore, se coñecía a Xesucristo, e el contestou: “coñézoo pero non o trato”.

O coñecemento relixioso non é un coñecemento teolóxico (que tamén), senón máis ben un coñecemento cordial. A riqueza do corazón é o amor, e condiciona as relacións e o comportamento dos amigos. As relacións dos amigos non son meramente informativas, senón intercambio de sentimentos. Transvasamento de mutuas inquietudes e ilusións. E todo isto converte en diálogo o trato entre ambas as partes. A amizade auténtica converte ao amigo “nun ti” do outro.

Pois a este nivel de intimidade debemos elevar as nosas relacións os cristiáns: pasar dunha amizade mercantilista, a unha actitude afectiva de amizade sincera, que nos atraia cara ao outro, como ningún imán pode atraer a forza do seu magnetismo. Cando isto suceda o noso cristianismo empezará a ser evanxélico de verdade. Desde este momento o perfil de Deus é de verdade perfil paterno, e a Xesucristo contemplarémolo como Salvador e a providencia é para nós garantía de plena confianza de fronte ao futuro. A nosa relixión é unha relación de proximidade coa divindade. A intimidade é o que separa o Ceo da terra. E a piedade é o clima que respira todo fiel crente. O seu diálogo co Deus santo é como a súa respiración permanente, como Deus necesita do home para ter a quen amar.

A piedade é a vida cristiá como o aire é a vida do home.

Indalecio Gómez Varela

Coengo da Catedral de Lugo

jueves, 1 de septiembre de 2022

O CRISTIÁN, UN PLAXIO DE CRISTO

O plaxio de Cristo non implica identidade de natureza, senón similitude de comportamento. A identidade da nosa natureza, coa de Xesús sería unha herexía, posto que natureza divina soamente existe unha que comparten por igual Pai, Fillo e Espírito Santo. Xesucristo vive un proceso de obediencia ao Pai. A súa relación co Pai é o nuclear do seu ser de Fillo. O ser de Fillo é o fundamento de toda espiritualidade.

A filiación de Xesús é como un proceso con catro momentos fundamentais: a súa Encarnación (Lc 1,35), o seu Bautismo (Mc 1,11-12), a súa Predicación do Reino (Lc 4,14-18) e a súa Resurrección (Rm 1,4). Neste proceso da súa actuación filial de Xesús está presente o Espírito, en dúas etapas: o descenso da súa vida faise por obra e graza do Espírito Santo; e a súa situación redentora realízase en virtude do divino espírito. O Espírito fainos obedientes ao Pai, como Xesús, e o Espírito fainos fillos co Fillo. Nunha palabra, Cristo é modelo de toda espiritualidade cristiá.

Segundo Von Balthazar, houbo tres tipos de espiritualidades a través dos séculos:

Espiritualidade do heros = tendencia do home cara a un concepto optimista de si mesmo.

Esforzo do home por alcanzar a perfección suprema do seu ser.

A pasividade suprema para deixarse facer polo influxo do Espírito Santo, en orde a ser unha imaxe perfecta dun fillo de Deus.

E segue dicindo que estes tres tipos de espiritualidades condénsanse en conseguir que nós sexamos unha cara visible de Deus, como o é Xesucristo. A imitación desta espiritualidade de Xesús é o que fai que o home chegue a ser como unha nova encarnación do Fillo de Deus.

Cada época acentuou un tipo de espiritualidade, segundo os condicionamentos sociolóxicos e filosóficos do momento. Con todo, Xesús non se deixou influenciar por estes condicionantes históricos do momento, e entregouse incondicionalmente en obediencia ao Pai. Neste sentido, Xesús é o canon da espiritualidade cristiá, que implica a libre disposición do home á vontade de Deus, como fillo, e a plena obediencia ao Creador, como criatura. Esta é a identificación do cristián con Cristo: a súa fidelidade incondicinal ao Pai. Cal é a norma de comunicabilidade da nosa similitude con Cristo? A libre disposición de nós mesmos. Xesús é a plena dispoñibilidade para o Pai e a total dependencia do Pai. Somos homes, en canto somos criaturas e, á vez en canto somos chamados a ser imaxes de Deus, a identificarnos con Xesús. Estamos chamados a ser irmáns de Cristo e fillos de Deus. Non debemos ir sen rumbo pola vida. O punto de partida condiciona o punto de chegada. A natureza do ser condiciona o seu comportamento. As raíces da árbore condicionan o froito das súas ponlas. Pero nos seres racionais, o comportamento só impón a súa racionalidade e condiciónao a súa vontade. No humano a orixe do home é Deus creador, e o seu comportamento, obediencia ao seu señor, e como cristián a súa dignidade é a filiación divina e a súa vocación, a santidade. En consecuencia, o seu labor é discernir, elixir, decidir e vivir. Por ser homes somos libres e, á vez, dependentes, pero en nós dependencia e dispoñibilidade non sempre se identifican, de aí a necesidade do Espírito para que nos indique o camiño e fortaleza no noso bo camiñar.

Indalecio Gómez Varela

Cóengo da Catedral de Lugo

lunes, 18 de julio de 2022

O ESPÍRITU, CORAZÓN DE DEUS

Hai verdades cuxo contido non podemos coñecer sen que se nos revele, e aínda revelado non podemos comprender nin explicar. Un destes problemas é a obra do Espírito Santo nas nosas almas. A única maneira de percibir o dinamismo do Espírito en nós, é estudándoo a través dos seus dons e dos seus froitos.

Para facernos comprender en que consiste o don do Espírito, a Escritura Santa, máis que explicarnos conceptos, convídanos a mirar o comportamento de Xesús co seu Pai e connosco.

A revelación, máis que falarnos de ideas, danos exemplaridades, para que as imitemos; e esperta en nós o interese por saborear a sublimidade das cousas sobrenaturais, mirándoas cos ollos do corazón. Así o fixo o Señor. Terminada a obra da creación, mirou todo o que fixera, e exclamou: “Todo é bo, e o home é moi bo”. Esta contemplación do ben que Deus fixera, debe suscitar en nós sentimentos de admiración e gratitude, e estimularnos a protexelos e, na medida que de nós depende, facer que todo o que Deus fixo, creza cuantitativa e cualitativamente. Este foi o encargo que nos fixo o Creador: “Crecede e multiplicádevos…” E para que podamos levalo a bo termo, fíxonos o prezado agasallo da ciencia. Isto non nos prohibe coidar o temor de Deus, que nunca debemos identificar co medo ao mesmo Deus. O medo implica sospeita de presenza de perigo no outro; cousa que xamais é posible pensar de Deus, infinitamente bo e benfeitor.

O que si cabe é o “temor” pola nosa banda, froito do recoñecemento de non saber corresponder aos dons do Señor.

O medo afasta do perigo, en previsión de evitalo. O temor estimula o interese da propia superación para corresponder ao ben recibido. Os dons estimulan a superación para evitar o temor, e axúdannos a tomar conciencia de que estamos en débeda co Señor, e de que saldar débedas é un deber de conciencia, que non debemos esquecer.

Para estimular o cumprimento das nosas obrigacións, Deus rodéanos dun cúmulo de beneficios, chamados dons do Espírito Santo, que crean en nós unha actitude proclive a corresponder a tantos favores recibidos, recoñecéndoos e correspondéndoos cun comportamento grato ao Señor. Este comportamento propio dun bo cristián é o froito do Espírito Santo, regalado do alto, pero está condicionado polas nosas limitacións humanas, como o están as espigas do trigal, pola calidade da terra en que foron sementados os grans e polo clima que acompañou ao gran desde a súa sementa até a súa sazón. Estes condicionantes non os pode esquecer o agricultor, responsable do froito do mañá. Se del dependese o clima, todo o inverno sería primavera, o froito estaría asegurado, e o pan garantido, pero o clima non depende da man do sementador. Da súa man si que depende o fertilizado do campo, o cultivo da terra, a eliminación das alimañas e de todo o que poida entorpecer o normal crecemento da semente.

O sol é indispensable para que o campo produza froito, pero a responsabilidade do hortelán condiciona a abundancia da colleita.

Non botemos balóns fóra: tiremos a porta.

Indalecio Gómez

Cóengo da Catedral

 

domingo, 26 de junio de 2022

Domingo da Semana XIII do Tempo Ordinario

26 de junio de 2022. Festividad de san Pelayo

MONICIÓN DE ENTRADA

Bienvenidos, hermanos y amigos. Os deseamos paz y alegría de parte del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Estamos en el domingo 13ª del Tiempo Ordinario. La liturgia de la Palabra de hoy nos habla de la Libertad, tema que siempre encuentra muchos simpatizantes pero pocos practicantes auténticos. Toda auténtica vocación exige libertad interior. La verdadera libertad consiste en no estar atado a nada ni a nadie, en poder moverse, en poder ponerse en camino, en poder siempre partir, en abrirse a la gozosa aventura de Dios.

Seguros de la presencia del Resucitado aquí y ahora en medio de nosotros, y guiados por el Espíritu de amor, pongámonos de pie e celebremos con fe esta eucaristía.
 

TEXTO DEL EVANGELIO (LUCAS 9, 51-62)

Sucedió que como se iban cumpliendo los días de su asunción, Jesús se afirmó en su voluntad de ir a Jerusalén, y envió mensajeros delante de sí, que fueron y entraron en un pueblo de samaritanos para prepararle posada; pero no le recibieron porque tenía intención de ir a Jerusalén. Al verlo sus discípulos Santiago y Juan, dijeron: «Señor, ¿quieres que digamos que baje fuego del cielo y los consuma?». Pero volviéndose, les reprendió; y se fueron a otro pueblo.

Mientras iban caminando, uno le dijo: «Te seguiré adondequiera que vayas». Jesús le dijo: «Las zorras tienen guaridas, y las aves del cielo nidos; pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza». A otro dijo: «Sígueme». Él respondió: «Déjame ir primero a enterrar a mi padre». Le respondió: «Deja que los muertos entierren a sus muertos; tú vete a anunciar el Reino de Dios». También otro le dijo: «Te seguiré, Señor; pero déjame antes despedirme de los de mi casa». Le dijo Jesús: «Nadie que pone la mano en el arado y mira hacia atrás es apto para el Reino de Dios».
 

REFLEXIÓN: "YO QUISIERA QUE...", POR JAVIER LEOZ

1.- Yo quisiera que: La Palabra de Dios (y no la mía por supuesto) moviera de tal manera el interior de los oyentes que les hiciera saltar de un antes tortuoso, a un después lleno de felicidad La eucaristía (aquella que se necesita y a la que no se asiste con el piloto automático o por simple obligación) fuera la presencia real y misteriosa de un Jesús que alimenta los deseos de vivir según él. Las catequesis se convirtieran en encuentros personales y comunitarios con la vida del resucitado. Trampolines de un descubrimiento impresionante de Aquel que dio el todo por los hombres Nunca la sangre caliente se impusiera al sentido común. “Se atrae más con miel que con hiel”. Se predica al estilo de Jesús cuando se propone… uno se aleja de su modo de entender las cosas cuando se impone. Los sacerdotes fuésemos juglares y heraldos de un evangelio que ni se compra ni se vende sino que, a favor y en contra, se presenta tan y cual es. Que pregonásemos con convencimiento, y sin rubor alguno, un mensaje que desata reacciones de pasión y de odio, interés e indiferencia, vida y sufrimiento. Que huyésemos de aquellas seguridades que, a veces, nos convierten en simples funcionarios o dispensadores de servicios. La religiosidad popular (esa que expresamos exteriormente empujada por una fuerza interna) no se quedase reducida a los parámetros de la cultura o de las características de un pueblo. El mundo (mi parroquia y mi pueblo, mi familia y mis amigos, mis compañeros y mis amistades, etc.,) acogieran a Jesús con la misma alegría y el mismo encanto que aquellos primeros apóstoles que dejaron todo por seguirle.

2. Yo quisiera que: Los medios de comunicación social se hicieran eco del mensaje del evangelio como la mayor novedad para sus audiencias Yo quisiera, como decía santa Teresita del Niño Jesús, que este mundo fuera un pedazo de cielo. A veces, también yo pienso en recurrir a esas “llamaradas” que pedían los entusiastas y cabreados amigos de Jesús ante la dureza y cerrazón de los samaritanos… y de nuestro propio mundo. ¿Cómo puede vivir este mundo tan de espaldas a lo que le podría hacer feliz? ¿Cómo pueden vivir en permanentemente ceguera los que intentan dirigir? ¿Cómo con tanto esfuerzo y trabajo no vemos aparentemente fruto? Esta es nuestra misión; descubrir y hacer descubrir que JESÚS sigue siendo vital para un nuevo orden y una nueva situación de la humanidad. ¿Qué lo tenemos difícil? ¡Cuando ha sido fácil presentar sin fisuras e íntegramente su proyecto!

3.- Este es nuestro empeño; hacer llegar a nuestras asambleas que, aquello que oyen y comen, rezan y practican, tiene una causa y un efecto, un poder y una realidad, un fin y un futuro: CRISTO El Señor, aunque nos parezca todo lo contrario, nos sigue llamando. ¿Cómo le respondemos? Que este verano, recién estrenado lejos de empujarnos a ser pirómanos de situaciones complicadas nos haga recuperar el sentido del evangelio como el mejor tonificante y refresco para tantas personas y almas quemadas.
 

ORACIÓN DE LOS FIELES

Con la confianza de ser escuchados, presentemos nuestras peticiones a Dios Padre, que nos enseña el sendero de la vida y nos sacia de gozo en su presencia.

1. Por la Iglesia: para que anuncie a todos los hombres la alegría del evangelio. Roguemos al Señor.

2. Por los gobernantes y legisladores de las naciones: para que trabajen por eliminar en todo el mundo la esclavitud. Roguemos al Señor.

3. Por los que titubean en seguir a Cristo: para que sean ayudados en sus dudas por la fuerza del Espíritu Santo. Roguemos al Señor.

4. Por los colaboradores y bienhechores de nuestra parroquia, para que Dios les premie su generosidad y entrega, roguemos al Señor

5. Por todos nosotros; para que amando a nuestro prójimo andemos según el Espíritu y no bajo los deseos de la carne. Roguemos al Señor.

Oh Dios, que nos llamas a celebrar tus santos misterios, escucha nuestras oraciones y mantén nuestra libertad con la fuerza y la dulzura de tu amor, para que no venga a menos nuestra fidelidad a Cristo en el servicio generoso a los demás. Por Jesucristo nuestro Señor.
 

ORACIÓN

YO TAMBIÉN QUIERO SUBIR, CONTIGO
A esa Jerusalén, lugar de entrega y de esfuerzo aunque,
en la calzada, no todo sea compresión y abrazos
Quiero ser cristiano, y contigo Señor,
saber y sentir que –avanzar junto a Tino siempre es fácil, no todo es aplauso
Yo también deseo ascender a las altas cumbres, y,
desde las alturas, llamar a la fe y a la esperanza
a mis hermanos compartir aquello que llevo dentro y,
lejos de detenerme en el sendero,
empujar a los que quieran vivir con aires distintos
Yo también aspiro a ir contigo,
Señor A la Jerusalén que en el cielo aguarda
A la Jerusalén que en el cielo se levanta
Con la fuerza de la Eucaristía Con el cayado de tu Palabra,
Señor Con la infusión de los sacramentos
Con la voz de tu Iglesia, Señor, quiero ir yendo,
a una contigo, y disfrutar de tu Reino prometido.
Ayúdame, Señor, a estar siempre en decidida marcha
a pesar de las piedras que salen o se arrojan a mi paso. Amén.
 

DESPEDIDA HASTA EL CURSO QUE VIENE

Querido amigos, hacemos un paron durante el verano en esta publicación semanal. Queremos agradecer vuestro interés y vuestra implicación con la liturgia. Estamos llamados a celebrar la vida en comunidad, eso hacemos y para eso ofrecemos este espacio orientativo que  facilite esa participación. Deseamos un tiempo de descanso, no en la vivencia de la eucaristía, sino en nuestra vida y actividades en general. Nos vemos en octubre.

Siempre a vuestra disposición para lo que podais necesitar, aquí estamos el equipo de la delegación de Liturgia de Mondoñedo Ferrol.

Un abrazo para todos y cada uno.

FELIZ VERANO.

 

domingo, 19 de junio de 2022

SOLEMNIDADE DE CORPUS CHRISTI

Domingo de la 12ª semana del Tiempo Ordinario

19 de junio de 2022. Solemnidad del Corpus Christi-Día de la Caridad

SOLEMNIDAD DEL CUERPO Y LA SANGRE DE CRISTO

El Corpus Christi, conocido igualmente como Cuerpo de Cristo, Solemnidad del Cuerpo y la Sangre de Cristo, se conmemora como una eucaristía para adorar la presencia de Jesús. Es una festividad móvil de la religión católica, contemplada en el calendario litúrgico. Se celebra el jueves siguiente a la solemnidad de la Santísima Trinidad, la cual se lleva a cabo el domingo siguiente a Pentecostés (sesenta días después del Domingo de Resurrección). En 2022, el día del Corpus Christi se celebra el 19 de junio.

El Corpus Christi tuvo sus orígenes en la última cena de Jesucristo junto a sus doce discípulos, durante la noche del Jueves Santo. Jesucristo convirtió el pan en la representación de su cuerpo y el vino, que representaba su sangre, invitando a sus discípulos a que comieran y bebieran de él. Este acto precede el santo sacrificio de Jesús en la cruz, venerando su santidad como representante de Dios en la tierra.

De acuerdo a registros e investigaciones de historiadores, en la Edad Media (año 1208) la religiosa Juliana de Cornillon propuso celebrar esta festividad en honor al cuerpo y sangre de Cristo presentes en la eucaristía. Dicha propuesta se materializó en el año 1246, en la diócesis de Lieja, ubicada en Bélgica.

Ya en el año 1263 sucedió un hecho milagroso en la localidad de Bolsena (Italia), cuando, en la celebración de una misa, un sacerdote rompió la hostia consagrada, brotando sangre de ella. Esto consolidó esta festividad litúrgica del Corpus Christi.

En el Concilio de Vienne (año 1311) Clemente V reguló el cortejo procesional en el interior de los templos. En el año 1316 Juan XXII introdujo la Octava que incluyó la exposición del Santísimo Sacramento y el papa Nicolás V encabezó la procesión en la festividad del Corpus Christi del año 1447, con la Hostia Santa por las calles de Roma.
 

MONICIÓN DE ENTRADA

Celebramos la solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo, nuestro Señor. Alabémoslo con fe, pues permanece con nosotros hasta el fin de los tiempos, en el misterio de la Palabra que nos da, en el misterio del pan que comparte con nosotros en el misterio de nuestra comunidad que congrega.
Esta eucaristía nos acerque a la fiesta eterna de su amor. Este domingo del Corpus es también el domingo de Caritas. Nuestra oración y nuestra ayuda económica será para esta organización eclesial que desde Cristo donación y eucaristía lucha contra la pobreza.
 

TEXTO DEL EVANGELIO (LUCAS 9, 11B-17)

En aquel tiempo, Jesús les hablaba acerca del Reino de Dios, y curaba a los que tenían necesidad de ser curados. Pero el día había comenzado a declinar, y acercándose los Doce, le dijeron: «Despide a la gente para que vayan a los pueblos y aldeas del contorno y busquen alojamiento y comida, porque aquí estamos en un lugar deshabitado». Él les dijo: «Dadles vosotros de comer». Pero ellos respondieron: «No tenemos más que cinco panes y dos peces; a no ser que vayamos nosotros a comprar alimentos para toda esta gente».

Pues había como cinco mil hombres. Él dijo a sus discípulos: «Haced que se acomoden por grupos de unos cincuenta». Hicieron acomodarse a todos. Tomó entonces los cinco panes y los dos peces, y levantando los ojos al cielo, pronunció sobre ellos la bendición y los partió, y los iba dando a los discípulos para que los fueran sirviendo a la gente. Comieron todos hasta saciarse. Se recogieron los trozos que les habían sobrado: doce canastos.
 

REFLEXIÓN: "PANCARTA DE AMOR DIVINO Y HUMANO", POR JAVIER LEOZ

1.- En este día del Corpus Christi, estamos llamados a entrar en un lugar donde, el pan y el vino, dejan de serlo para convertirse en permanente presencia de Cristo en la Eucaristía Insertarnos en Cristo comporta siempre salir enriquecidos, no de bienes materiales, y sí llenos de su Espíritu en el corazón y en el alma. Treinta minutos, escasos, no son suficientes, ni dan cuenta del valor inmenso que encierra la Eucaristía. Pero, toda una vida cristiana, sería difícil de llevarla adelante sin el aprovisionamiento del pan único y partido.

2.- La festividad del Corpus Christi se hace demasiado grande para encorsetarla en los cuatro muros de un templo. -Es tan grande su misterio y, tan imposible de contenerlo en el corazón de las personas, que se desparrama por los aledaños y plazas, cuando sale de la mejor catedral o de la iglesia menos importante y más escondida. -Es tan firme nuestra devoción hacia la Eucaristía, que lo manifestamos públicamente, sin temor ni vergüenza, ante un mundo que ensucia y empapela las paredes no precisamente con mensajes de verdad que interpelen y empujen al amor verdadero. -Es tan convencido, nuestro aprecio por la presencia del Señor en la Eucaristía, que necesitamos seguirle cuando, EL por delante, salta al asfalto o al empedrado en medio del entresijo de ciudades y pueblos, de hombres y mujeres gritándonos: ¡Dios está aquí! -Impresiona tanto la “reserva” del Amor de Dios en el Sagrario, que sale en Custodia para que el mundo entienda que sin El, el ser humano, será un fracasado y un fracaso, algo imposible de llevar adelante cuando, los amores no son correspondidos. Corpus Christi: La caridad es causa de felicidad personal y comunitaria. El dar supone enriquecerse a sí mismo. Con la caridad todos somos beneficiados. Corpus Christi: Es centralizar el Misterio de la Eucaristía en aquel acto de supremo servicio donde Jesús da pruebas del señorío del amor de Dios en su corazón. Corpus Christi: Es manifestar públicamente la convicción de todo cristiano católico que siente y vive en la Eucaristía el AMOR que Dios nos tiene. Que sabe que siempre hay un Misterio escondido detrás de las especies del pan y del vino. Corpus Christi: Es el Amor de Dios que toma cuerpo. Que se hace cuerpo; visible, alimento, vino y pan. Y, si el amor de DIOS se hace cuerpo, nuestras calles se abren de par en par para que, por unos momentos, se conviertan en mesa interminable donde los seguidores de Jesús celebren, proclamen, vivan y coman su pan multiplicado. Corpus Christi: Es el Amor de Dios a los hombres y - por efecto boomerangamor y servicio, generosidad y justicia, perdón y fraternidad de los hombres con los propios hombres.

3.- Si el amor de Dios se hace cuerpo, por nosotros, de igual manera somos urgidos por imperativo de Jesús Eucaristía a ser cuerpo visible de justicia y del compartir, de alegría y de tolerancia, de respeto y de fe, de reconciliación y de esperanza, de ilusión de coraje, de piedad y de compromiso continuado en pro de una sociedad que no tiene más esquemas sino el poder para tener. Ahora, en estos tiempos sobre todo, donde hay tanto contraste de culturas y hasta de religiones…es bueno manifestar públicamente lo que sentimos y lo que creemos: ¡Dios está aquí! No sé porque me da que el Corpus, hoy más que nunca, puede ser un desafío ante ese afán de replegar y de esconder todo lo que suene a religioso. Frente a ese intento, desenfrenado y hasta provocador, de silenciar y apartar a Dios de la vida pública. La custodia, con Cristo dentro, puede ser perfectamente la gran pancarta de un Dios que sigue hablando y manifestándose a través de nosotros. Pero, ¡eso sí!, primero lo creamos nosotros y luego…lo manifestemos con todas las consecuencias.
 

ORACIÓN DE LOS FIELES

Hermanos, Dios nos ha saciado con su palabra. Presentémosle ahora con confianza las oraciones que esta Palabra ha sembrado en nuestro corazón.

1. Por la santa Iglesia: para que, fortalecida con el pan de la vida, anuncie con palabras y obras el evangelio, roguemos al Señor.

2. Por los sacerdotes y diáconos, ministros del altar: para que se conforme con el misterio que celebran para alabanza de Dios y santificación de los hombres, roguemos al Señor.

3. Por los que necesitan nuestra ayuda y por Cáritas: para que la buena noticia de la salvación se realice en la caridad de la Iglesia, roguemos al Señor.

4. Por los moribundos: para que la comunión robustezca su esperanza, sea consuelo y fuerza en su agonía y prenda de salvación eterna, roguemos al Señor.

5. Por los que celebramos estos sagrados misterios: para que al sentarnos a la mesa del Señor no descuidemos la generosidad y la solidaridad, roguemos al Señor.

Dios Padre bueno, que nos has reunido en asamblea festiva para celebrar el sacramento pascual del Cuerpo y Sangre de tu hijo; escucha nuestras plegarias y danos tu Espíritu, para que al participar en el sumo bien de toda la Iglesia, nuestra vida sea una continua acción de gracias, expresión perfecta de la alabanza que te dirige toda la creación. Por Jesucristo nuestro Señor.
 

ORACIÓN

No guardes silencio, Señor,
y en este día del Corpus hazte presente con la misma
fuerza de aquel inolvidable del Jueves Santo. Pero,
deja que este momento –Señor- seamos nosotros
quienes nos arrodillemos ante este gran Sacramento.
Hoy, como entonces, sentimos tu presencia Señor Hoy,
como entonces, sentimos el amor que se hace entrega Hoy,
como entonces, sentimos la generosidad que se transforma en servicio.
¡Bendito, mil veces bendito, Señor!

Te quedaste para compartir nuestras penas y fatigas y,
cada día que pasa, necesitamos de la eucaristía para enfrentarnos a ellas
Te quedaste en el altar para que nuestra fe no se debilitara y,
cada hora que pasa, elevamos tu Hostia Santa, porque,
de lo contrario, tememos desfallecer en el camino.
¡Bendito! ¡Mil veces bendito, Señor!

Hablaste con Palabras de amor,
y hoy sales a nuestras calles reclamando nuestra pasión por los demás
Te arrodillaste para limpiar nuestros pies cansados y,
hoy somos nosotros quienes adoramos y
bendecimos tu Realeza en la Custodia
Repartiste el pan de la vida,
el aperitivo de la vida eterna y hoy, en este día del Corpus,
a tu paso las travesías se convierten en ríos
de felicidad celeste las plazas en manantiales
o surtidores de vida los balcones en alabanzas
o en lluvia de pétalos ante tu presencia real y misteriosa
¡Bendito! ¡Mil veces bendito seas!

Descubrirte, escucharte y comulgarte,
Señor, ha sido una gracia y,
acompañarte por los rincones por los
cuales discurre nuestra vida ha sido,
en este día del Corpus, un privilegio que sólo das a tus amigos.

 

domingo, 12 de junio de 2022

SANTÍSIMA TRINDADE

Domingo de la 11ª semana del Tiempo Ordinario12 de junio de 2022. 

Solemnidad de la Santísima Trinidad

"Pentecostés… con nuestras fatigas e incoherencias nos infunde aires nuevos y bríos nuevos, ganas e ilusión, compañía y fortaleza, honestidad y transparencia, vitalidad y ansias de conquistas para Dios"

UN SOLO DIOS EN TRES PERSONAS: EL PADRE, EL HIJO Y EL ESPÍRITU SANTO.

La Iglesia dedica el siguiente domingo después de Pentecostés a la celebración del día de la Santísima Trinidad. Un misterio es todo aquello que no podemos entender con la razón. Es algo que sólo podemos comprender cuando Dios nos lo revela. El misterio de la Santísima Trinidad -un sólo Dios en tres personas distintas-, es el misterio central de la fe y de la vida cristiana, pues es el misterio de Dios en sí mismo.

Aunque es un dogma difícil de entender, fue el primero que entendieron los apóstoles. Después de la Resurrección, comprendieron que Jesús era el salvador enviado por el Padre. Y, cuando experimentaron la acción del Espíritu Santo dentro de sus corazones en Pentecostés comprendieron que el único Dios era Padre, Hijo y Espíritu Santo.

Los católicos creemos que la Trinidad es una. No creemos en tres dioses, sino en un sólo Dios en tres personas distintas. No es que Dios esté dividido en tres, pues cada una de las tres personas es enteramente Dios. Padre, Hijo y Espíritu Santo tienen la misma naturaleza, la misma divinidad, la misma eternidad, el mismo poder, la misma perfección; son un sólo Dios. Además, sabemos que cada una de las personas de la Santísima Trinidad está totalmente contenida en las otras dos, pues hay una comunión perfecta entre ellas.

Con todo, las personas de la Santísima Trinidad son distintas entre sí, dada la diversidad de su misión: Dios Hijo-por quien son todas las cosas- es enviado por Dios Padre, es nuestro salvador. Dios Espíritu Santo-en quien son todas las cosas- es el enviado por el Padre y por el Hijo, es nuestro santificador.

MONICIÓN DE ENTRADA

Bienvenidos, hermanos y amigos. Recibid todos gracia y paz de parte del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

Este domingo celebramos la soleminidad de la Santísima Trinidad, misterio central de nuestra fe, misterio de un solo Dios – único y verdadero – que se va revelando progresivamente como una comunidad de amor de tres personas distintas: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Primero, Dios se revela a sí mismo en la creación. Después, Jesús nos revela a Dios como Padre todo amoroso, su Padre y nuestro Padre. Y Jesús nos revela también que la verdadera Sabiduría es el Espíritu de Dios, que nos llevará a experimentar a Dios como Padre.  Todos estamos llamados a esa experiencia de Dios, que más que proximidad es unidad.

En la alegría de sentirnos hijos amados del Padre, hermanos de Jesucristo y templos vivos del Espíritu Santo, pongámonos de pie y celebremos la fiesta de nuestra fe.

TEXTO DEL EVANGELIO (JUAN 16, 12-15)

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Mucho tengo todavía que deciros, pero ahora no podéis con ello. Cuando venga Él, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad completa; pues no hablará por su cuenta, sino que hablará lo que oiga, y os anunciará lo que ha de venir. Él me dará gloria, porque recibirá de lo mío y os lo anunciará a vosotros. Todo lo que tiene el Padre es mío. Por eso he dicho: ‘Recibirá de lo mío y os lo anunciará a vosotros’».

REFLEXIÓN: "¡QUÉ ENCANTO TIENE LA TRINIDAD!", POR JAVIER LEOZ

1.- Fiesta en honor a DIOS. El homenaje a la UNIDAD de tres personas que, siendo diferentes, deja a la intemperie nuestra dispersión, la ruptura del mundo y de las cosas, del ser humano y de las estructuras sociales..... Con Jesús, en este día, remontamos hacia las alturas y –como el montañero que ha sabido intuir y valorar la importancia de las herramientas de escaladacontemplamos con el Resucitado los tres anillos fundidos en oro de la misma naturaleza y con los mismos quilates: PADRE, HIJO Y ESPIRITU SANTO. ¿Cómo puede Jesús dirigirse a DIOS si El es DIOS”? Buena pregunta para una sencilla respuesta: Jesús nos enseña a optar por El, pero como camino hacia el Padre. No pretende que nos quedemos exclusivamente en El. Nos empuja nadar aguas arriba, como aquel que quiere encontrar su nacimiento o el origen del todo.

2.- ¡GLORIA Y ALABANZA A LA TRINIDAD! Tres en Uno....y el Uno en Tres. No es juego de palabras y sí, por el contrario, corazón indiviso, misterio profundo de nuestra fe y de nuestra vida cristiana: -Nos enseña que DIOS es familia y que, nosotros, formamos parte de ella aunque no lleguemos a comprender ni entender todo el entresijo y la riqueza que encierra. -Dios es AMOR y, nosotros, participamos de esa fusión única y maravillosa que existe entre las tres personas. -Dios es COMUNIÓN y, nosotros, la contemplamos y la comemos, la vivimos y la palpamos, la añoramos y la necesitamos ante la fragmentación existente en nuestro entorno, en las galaxias de nuestros afectos, en nuestras luchas, proyectos y fatigas. -Dios es UNICO y, nosotros, le damos gloria y alabanza porque nuestra FE nos dice que en El está puesta nuestra esperanza, nuestro ser iglesia, nuestra vida cristiana que ha de ser siempre trinitaria.

3.- ¡GLORIA Y ALABANZA A LA TRINIDAD! -En la Trinidad reina el amor....y el amor siempre produce abundancia de frutos. En nosotros, cuando acampa el egoísmo, nuestra vida sólo produce esterilidad. -En la Trinidad nace y se REVELA el amor que se hace servicio. En nuestro entorno (medios de comunicación, en la pareja, en la sociedad...) se confunde amor con placer. Y con el poder (no con el servicio) se compra muchas veces el simple placer olvidando y descafeinando el amor. -En la Trinidad, Jesús, nos presenta el rostro, el número, la identidad, la grandeza, el apellido de su familia invitándonos a dar razón y testimonio de ella: ¡ID POR EL MUNDO! Como cristianos, que participamos de esa comunión de las tres personas, estamos llamados a dar a conocer la buena fama y la solera de esta gran familia que es la Santísima Trinidad. Quien se acerca hasta ella, siempre tiene ganas de volver de nuevo.

ORACIÓN DE LOS FIELES

1. Para que en torno al Papa todos los cristianos dispersos por el mundo logremos establecer esa unidad que Cristo quiere para su Iglesia, oremos. 

2. Para que Dios Padre ilumine con su Espíritu Santo a los que gobiernan nuestro país, y puedan luchar por el bienestar de los menos favorecidos de nuestros pueblos, oremos.

3. Para que el amor del Padre, manifestado en su hijo Jesús nos mueva a practicar la caridad con todos aquellos más necesitados de nuestra sociedad, oremos.

4. Para que el amor que une al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo nos permita también, a los que este día compartimos su banquete, ser uno para que el mundo crea en Dios, oremos.

ORACIÓN

¡QUIÉN TE DESCUBRIERA, MI DIOS!

Tan único y, a la vez tan distinto como Padre,

hijo y Espíritu Santo pero, sabiendo que el AMOR,

puede interpretar tan gran secreto.

Eres el Dios con nosotros y, todavía,

andamos empeñados en caminar solos en creer

y vivir incomunicados en amarnos, más a nosotros mismos,

que disfrutar dándonos a los demás.

 

¡QUIÉN TE DESCUBRIERA, MI DIOS!

Como alguien que no alcanzo a entender pero,

como alguien, que vive conmigo que se ofrece en un misterio de

Tres personas que habla con la fuerza y la autoridad

del Padre que ama con las manos y el cuerpo del Hijo

que quema con el fuego del Espíritu Santo.

 

¡QUIÉN TE DESCUBRIERA, MI DIOS!

Como Dios verdadero, único e indiviso, como Dios futuro,

pero presente en nuestras tribulaciones, como Dios familia,

y llamándonos a la comunión, como

Dios que busca la unión,

y no la dispersión.

 

¡GRACIAS, SEÑOR! No eres un Dios solitario.

No eres un Dios cerrado. No eres un Dios independiente.

 

¡GRACIAS, SEÑOR! Porque, en tu intimidad,

sabes desplegarte en tres personas tan distintas

pero en un mismo Dios verdadero.

 

¡GRACIAS, SEÑOR!