Si debemos hablar aquí de la oración en general, en ningún caso puede tratarse de una oración sencilla, no iluminada. Sobre todo, para quienes se han confrontado con Karl Marx,[3], en ningún caso puede tratarse de la oración como una coartada, como un opio, como una manifestación de la fa de responsabilidad individual y social. En ningún caso se puede poner la oración en lugar de la acción.
Además de la objeción política, la oración tampoco debe exponerse a la objeción psicológica. No debe servir como una acción psicológica sustitutiva, en el sentido de Freud, que a menudo se define con una broma del espíritu: si un capitán en el corazón de una tormenta dice: «No nos queda nada más que rezar», al párroco se le escapa de la boca la pregunta: «¿Ya hemos llegado a ese punto?». Por lo tanto, ¿la oración está viva allí donde ya nada podemos hacer con nuestras fuerzas? En lugar de una acción autónoma, resuelta, profana, que asume sus propias responsabilidades, en ciertas situaciones extremas, ¿la oración debe convertirse en el escape de aquellos que no pueden o no quieren dedicarse a una actividad enérgica? Sí, la oración y el comportamiento caen aquí en una contradicción, que desenmascara la oración: claramente la oración debe salvar un riesgo, proteger un escape, mantener una ilusión[4].
Deseando explicar la crisis de la oración en la era moderna, debemos mostrar cómo la ausencia masiva de la oración, que ahora constatamos en todas partes, tal vez se preparó durante mucho tiempo. De hecho, la crisis de la oración es una crisis de fe en Dios en general. Para ello, bastará recordar aquí brevemente lo siguiente:
- En tiempos de Descartes, quien después de haber concebido su gran visión de una ciencia universal hizo una peregrinación, manifiestamente se rezaba, con un sentido de ingenua familiaridad con Dios, como en la Edad Media y en tiempos de la Reforma; e incluso Pascal puede ser definido como un gran orante, al igual que san Agustín, san Bernardo de Claraval, Lutero y muchos santos.
- Pero la agitación de la ingenua comprensión de Dios por parte de las ciencias naturales, algún tiempo después, tenía que asegurarse de que un hombre como Isaac Newton, que aún podía reconciliar la cientificidad rigurosa con la fe cristiana, no esperara ningún milagro de la oración, sino solamente la ayuda de Dios a través de las leyes de la naturaleza: Dios en el cosmos es celebrado con gran respeto, pero ya no se cuenta más con su intervención en el complejo engranaje del reloj del mundo[5].
- En la filosofía barroca, Spinoza, como panteísta, apoyó expresamente la rígida necesidad de todas las leyes naturales y, por lo tanto, la falta de sentido de la oración de petición, y desde entonces Goethe y muchos otros ya no rezarán más, sino simplemente se sumergirán, llenos de asombro y amor, en el infinito Uno-Todos, en la Naturaleza-Dios.
- En la Ilustración, Dios se retiró por completo frente a la naturaleza y sus leyes, se fundó una moral sin religión y el escepticismo también destruyó la [6]oración de alabanza y de acción de gracias. Así, por ejemplo, el enciclopedista Diderot terminó su propia Interpretación de la naturaleza con la famosa oración paradójica: «Oh Dios, no sé si existes, pero quiero pensar como si tú vieses en mi alma […]. De hecho, el curso de las cosas es necesario en sí mismo, si tú no existes, o por una orden tuya, si tú existes … »[7].
- Kant, quien completó y superó la Ilustración, rechazó resueltamente la oración como «fetichismo»: para él, la oración es «solamente un deseo manifestado a un Ser que no necesita ninguna explicación de la intención interna del sujeto que desea algo», incluso «una locura supersticiosa». Kant solamente puede aceptar el «espíritu de la oración», es decir, «el sincero deseo de agradar a Dios en todo lo que hacemos y en lo que no hacemos», como un medio (voluntario y, en el fondo, superfluo) para vivificar el sentimiento moral[8].
- Después Hegel reconoció como centro de culto solo esa «devoción», en la que el sujeto, con pura interioridad y consciente espiritualidad, se sumerge y se mueve en el Infinito una devoción que, sin embargo, como todo el mundo religioso, debe ser elevada a un nivel superior por el pensamiento especulativamente filosófico[9].
- Pero Feuerbach dio la vuelta a la unidad hegeliana de la conciencia humana y divina e interpretó la oración como una proyección del corazón humano y la conversación del hombre consigo mismo[10].
- Finalmente Nietzsche pervirtió la oración en la blasfema letanía del pollino adorado para burlarse de quienes «de nuevo se han vuelto piadosos … »[11].
La oración -tal como surge claramente aquí- es la prueba práctica de la comprensión de Dios: como es expresado Dios, así se practica la oración. Y tal como oramos, también así es comprendido Dios. Teniendo en cuenta la historia del pensamiento moderno y su búsqueda de Dios[12], podemos limitarnos aquí a resumir brevemente algunos hechos a medida que emergen de la historia y la crítica de la religión:
- Orar es humano. Orar es un antiguo gesto humano. Algún tipo de oración a los dioses, al Absoluto, a Dios, siempre ha sido transmitido por todos los pueblos de todas las épocas de la historia. Ni siquiera las múltiples objeciones críticas de la Edad Moderna han podido silenciar completamente la oración[13].
- Que la oración sea solo una conversación entre el hombre consigo mismo (Feuerbach) y un deseo infa (Freud) depende de la cuestión de si Dios es simplemente una proyección o una ilusión del hombre. Pero esto es precisamente lo que no se puede demostrar[14].
- Que Dios no es una proyección o una ilusión, sino una realidad, y que la oración no es una conversación con uno mismo, sino un verdadero diálogo entre dos, se puede experimentar solamente con una confianza que se atreve a creer y naturalmente se siente responsable para razonar[15]. La oración es una fe aplicada.
- La oración es «el corazón y el centro de cada religión»[16]. No hay religión sin oración. Dondequiera que la oración muere, también muere la religión.
[1] B. BRECHT , Gesammelte Werke,
Frankfurt ,967, vol. IV, , .432.
[2] 2 D. SOLLE, Gebet, en H. J. SSHULTZ (ED.), Theologie für Nichttheologen. ABC protestantischen Denkens, Stuttgart-Berlín 1966, 103 (cf trad. it. en Dizionario del pensiero protestante, Morcelliana, Brescia ,970, 405).
[3] Cf. H. KüNG, ¿Existe Dios?, Trotta, Madrid 2010, C II, 3: Verificación en la praxis.
[4] Sobre las objeciones que actualmente se argumentan contra la oración me remito al cuaderno de «Concilium», editado por Ch. Duquoc y dedicado a La oración, en particular me refiero al artículo de J . BOMMER, ¿Tiene todavía sentido rezar? Crisis de la oración y tentativas de solución, en Concilium 8, 9 (1972) 97-112.
[5] Cf K. D. BUCHHOLTZ, Isaac
Newton als Theologe, Witten 1965; M. J. BUCKLEY, Motion and
Motion’s God, Princeton 1971.
[7] D. DIDEROT, Oeuvres
completes, edición a cargo de J. Assézat, París 1875, vol. II, 61.
[8] l. KANT, Die Religion innerhalb der Grenzen der blossen Vernunft, en W. WEISCHEDEL (En.), Werke, Darmstadt 1956, vol. IV, 870s. (trad. it. Di Poggi, La religione entro i limiti della sola ragione, Bari 1980, 217s.).
[9] Cf ¿Existe Dios?, o.c., B II, 2: La nueva filosofía de la religión.
[10] Cf ib, C I, 1: Dios como imagen refleja del hombre.
[11] F. NIETZSCHE, Así habló Zaratustra, Alianza Editorial, Madrid 2011.
[12] Esta historia ha sido trazada en el volumen citado ¿Existe Dios ?
[13] Cf W HARENBERG (ED. ), Was glauben die Deutschen. Die Emnid-Um-fr Ergebnisse, Kommentare, Múnich-Maguncia 1968, 61. Según esta encuesta, solamente el 13% de los entrevistados declara: «Han olvidado completamente o nunca han aprendido a orar, y para ellos la oración no significa nada o, en general, carece de sentido».
[14] Cf ¿Existe Dios?, o.c., C I, 2: Dios, deseo o realidad; C III, 2: La religión, ¿solamente proyección de un deseo?·
[15] Cf ib, F III, 3: Dios como realidad.
[16] F. HEILER, Das Gebet.
Eine religionsgeschichtliche und religionspsychologische Untersuchung,
Múnich 1918, 19235, 1969, 2.