martes, 18 de enero de 2022

ORAD SIN CESAR

Ya hemos superado un siglo de ecumenismo. Este tiempo nos llevó a una transformación de la relación entre las distintas iglesias que profesamos la misma Fe, compartimos el mismo bautismo y oramos al mismo Padre.

Pero mientras nosotros nos reunimos en paz y oración, muchos hermanos nuestros sufren persecución y martirio a causa de su Fe, de nuestra Fe común.

Comenzando el tercer milenio el cristianismo vuelve a ser la Fe mas perseguida. Hoy se persigue a los cristianos, no ya por ser de una comunidad o jurisdicción eclesiástica, no por ser ortodoxos, católicos, luteranos, anglicanos, etc. simplemente por ser cristianos. Tenemos un martirologio común, un ecumenismo de mártires, una prueba de que todo elemento de división es superado y vencido con el don total de si mismo a la causa del Evangelio. Vemos como Dios ha mantenido la comunión entre los bautizados en la exigencia suprema de la Fe, manifestada por el sacrificio de la propia vida. Que estos mártires que en la gloria con el Padre viven en plena comunión, intercedan por nosotros para que nos lleve a superar las piedras en el camino hacia ese encuentro común.

Llama la atención que leyendo el Nuevo Testamento podemos observar mas diferencias en la forma de vivir la Fe y el cristianismo en las comunidades de la iglesia cristiana primitiva que entre algunas denominaciones cristianas de las iglesias de hoy y conservaban la comunión y la unidad entre ellos. Entonces ¿qué nos está pasando a nosotros? Qué es lo que estamos haciendo mal para que el pueblo de Dios siga dividido? ¿Nos lo hemos preguntado alguna vez o simplemente nos creemos en posesión de la verdad absoluta y esperamos que sea el otro el que venga a nuestra casa, porque nosotros somos los buenos…

Debemos ser muy conscientes todos que la comunión entre nosotros no es un tema de diálogo, de estudio, de conocernos… todo esto es necesario, y conocernos es mucho mas necesario todavía, pero la comunión entre nosotros es un tema de oración. Oración desde lo mas profundo del corazón. “Orad sin cesar…, pedid y se os dará…, llamad y se os abrirá…”

Dice el Evangelio: Cuando llegaron al gentío, vino a El un hombre que se arrodilló diciendo: Señor, ten misericordia de mi hijo, que es lunático, y padece muchísimo; porque muchas veces cae en el fuego, y muchas en el agua. Y lo he traído a tus discípulos, pero no le han podido sanar.… Y reprendió Jesús al demonio, el cual salió del muchacho, y éste quedó sano desde aquella hora. Viniendo entonces los discípulos a Jesús, aparte, dijeron: ¿Por qué nosotros no pudimos echarlo fuera? Jesús les dijo: Por vuestra poca fe… esta clase de demonios no sale sino con oración y ayuno. (Mr. 9.14-29; Lc. 9.37-43).

Este, solo éste es el camino que nos llevará a sentarnos en la mesa común a la que hemos sido invitados…

La comunión entre todos los cristianos es un tema de humildad y de oración, de mucha oración… y de encontrarnos, de conocernos, de compartir, de orar juntos, de hablarnos al corazón… de sentirnos hermanos de verdad… De sentirnos sarmientos injertados en la única Vid que es Cristo. Solo así daremos fruto.

La historia nos ha llevado a desconfiar los unos de los otros y en consecuencia a distanciarnos cada vez mas… Solo la búsqueda y el Don del Espíritu Santo han hecho que de nuevo volvamos a encontrarnos, volvamos a orar juntos, volvamos a tratar de conocernos mutuamente, volvamos a entender que no es Cristo quien está dividido, somos nosotros los cristianos, todos los cristianos, los divididos, los separados, los que no hemos entendido el mensaje del Divino Redentor. La historia está llena de desencuentros, de faltas de caridad, de egoísmos mutuos, pero la comunión entre todos los cristianos ha de producirse siempre desde la oración sin cesar, del acercamiento mutuo, del respeto a la diversidad y el sentirnos todos hermanos, hijos del mismo Padre, bautizados en nombre del mismo Redentor, compartiendo los mismos sacramentos y peregrinos todos hacia esa Casa Común, hacia la Casa del mismo Dios que nos ha redimido. Esa comunión cristiana depende de nosotros, de cada uno de nosotros, así que no pasemos la responsabilidad a los otros, a los de arriba, a eso que llamamos iglesia que a veces es una forma de desentendernos de nuestro compromiso como cristianos, porque eso que llamamos iglesia, eso mismo somos nosotros, no son los sacerdotes, los obispos… somos nosotros, cada uno de nosotros, cada uno de los cristianos, cada uno de los bautizados y por eso debemos entender cuanta responsabilidad, cuanto compromiso hay en nuestra condición de cristianos.

Si cada uno de nosotros, viéramos al otro como nuestro hermano, independientemente de la jurisdicción cristiana a la que pertenece, si entendiéramos que el otro, ese que está a nuestro lado, es como nosotros un buscador de la Verdad Revelada, un seguidor del Mensaje Supremo del Divino Redentor, si entendiéramos que en el otro también el Espíritu Santo habita en su corazón, si entendiéramos que ese otro también se acerca con Fe a la Sagrada Mesa del Altar y recibe en su corazón el cuerpo y sangre del mismo Cristo resucitado hecho presencia real para él… si entendiéramos todo ésto, entonces sí… entonces entenderíamos de verdad el ecumenismo.

¿Que responsabilidad tenemos nosotros en esta situación? “Vosotros sois la luz del mundo”, dijo el Maestro. “Vosotros sois la sal de la tierra…” Somos nosotros luz para el mundo? Somos nosotros la sal para la tierra..? Hoy sí me gustaria pedirles que nos olvidáramos del ecumenismo, que nos olvidáramos de la unidad de los cristianos solo por unos instantes y que miremos a nuestros corazones, que es el lugar de Dios dentro de nosotros mismos y nos preguntemos, ¿somos nosotros luz del mundo? Quién es el mundo para mi? Qué luz ven en mi los que me rodean? Mis padres, mi cónyuge, mis hermanos, mis hijos, mis compañeros de trabajo, mis amigos… qué luz ven en mi? Los paganos cuando hablaban de los primeros cristianos, decían: “mirad como se aman”. Los primeros cristianos cumplían el mandamiento del Maestro… y hoy los paganos de nuestro tiempo qué dicen de nosotros? Qué dicen de mi? No lo que dicen del que está a mi lado, o lo que dicen de aquel cura de aquella parroquia… Cuando alguien se acerca a nosotros, qué recibe? Recibe amor, paz, consuelo, ayuda, comprensión, disponibilidad… Recordar que nosotros nunca podemos dar lo que no tenemos… Martin Luter King decía: No me duele que la gente mala haga cosas malas, pero me duelo que la gente buena, pudiendo hacer cosas buenas, no las haga…

Para esto deben servir estos encuentros, los encuentros de estas fechas, esto que llamamos octavario, pero recordemos, recordémoslo bien, que “todos estos demonios solo se expulsan con la oración y el ayuno…”

Padre Dámaso

Sacerdote ortodoxo

Patriarcado de Serbia

TRAS AS PEGADAS DO MESÍAS

O Antigo Testamento estaba cheo de esperanzadoras promesas, que xa están cumpridas. O amor pide presenza. Deus, que é amor sen medida, éncheo todo coa súa inmensa grandeza. Contémplao todo con eterna sabedoría. Diríxeo todo con divina providencia e perdóao todo con cordial misericordia.

Da presenza de Deus están cheos os ceos e tamén o están os espazos terrestres. Pero desde o primeiro Nadal, a súa proximidade intensificouse. Agora Deus vive no medio do seu pobo. É un de nós e busca que nós nos parezamos a el. Dúas cousas pretendeu Xesús coa súa encarnación: redimirnos e exemplarizarnos. Para redimirnos abondáballe pór a planta dos seus pés na nosa terra, pero para darnos exemplo, quixo percorrer os nosos carreiros, deixándonos as súas pegadas no camiño, a fin de que, seguíndoas, cheguemos á meta sen tropezos nin desviacións.

A vida é un camiño e nós uns peregrinos empuxados polas horas e orientados polo que Xesús ensinou e testemuñou. O camiño está perfectamente sinalizado. Isto garántenos o noso acceso á meta, pero implica o compromiso de que tamén os cristiáns deixemos pegadas co noso cotián vivir, como o fixo o Mesías. Os seus pasos deixáronse sentir. Imposible borrar as pegadas do seu camiñar. O impacto do seu testemuño non se podía esquecer. A súa presenza garantía pan ao famento, mobilidade ao paralítico, acollida amorosa ao pródigo… e este singular comportamento daba prestixio á súa persoa e credibilidade á súa doutrina. Á luz do que ensinaba, os inimigos fuxían derrotados e ao redor da súa persoa, aliñábanse miles de discípulos. O talante deste singular sementador asombraba aos seus contemporáneos. A valoración das pegadas de Xesús lémbranola o Papa Francisco na convocatoria do Sínodo dos Bispos, para que todos xuntos, xerarquía e fieis, fagámolas nosas no noso diario vivir e sirvan de “vieiras“ aos nosos irmáns no seu camiñar por sendeiros de fe e de fraternidade.

O Pontífice sinálanos que tres son os fitos do Sínodo: ENCONTRO, ESCOITA e DISCERNIMENTO. Así o fixo o Señor. VEU á terra e púxose a camiñar ao noso carón, interesándose polos nosos problemas. Foi un encontro sanante: pregunta, non por curiosidade persoal, senón para poder diagnosticar as nosas deficiencias e porlles remedio. Xesús ten claro que a súa vocación é redentora, e vívea con cordial responsabilidade.

Este comportamento de Xesús é a primeira “vieira” que nos indica o camiño para atoparnos co divino sanante. A tal encontro chámaselle vida interior, vida de piedade, vida de intimidade con Deus. Coidemos as nosas relacións con el, xa que esta é a primeira intencionalidade sinodal.

A segunda “vieira” é a ESCOITA para coñecer as doenzas que padece a Igrexa nestes momentos, e sometela a un tratamento renovador. Oímos moitas denuncias contra a autenticidade ministerial das autoridades eclesiásticas; contra a metodoloxía pastoral, pero non abonda con oír, é necesario escoitar. Oír serve para informar. Só o escoitar pódenos mover a poñer remedio. Escoitemos ao Espírito, para que nos diga o que debemos achegar á Igrexa nestes momentos, e escoitemos aos cristiáns do montón, para ver o que necesitan, e prestémoslles a nosa axuda con toda xenerosidade.

Do encontro e da escoita, xorde a terceira “vieira” sinodal: o DISCERNIMENTO. Eles ilumínannos para que o Sínodo sexa un acontecemento de graza, que libere á Igrexa de toda prepotencia mundana e a nós fáganos ver que os modelos pastorais repetitivos en que nos movemos non son os mellores para dar á sociedade o talante cristián que necesita.

 

Indalecio Gómez Varela

Cóengo da Catedral