martes, 22 de diciembre de 2020

O SEÑOR ESTÁ Á PORTA E CHAMA

No. No es el hombre el que busca a Dios, sino Dios quien busca al hombre. En el arca de la nada, Dios buscó al hombre para tener a quien amar. En la esfera terrestre buscó al género humano para cuidar de él con su providencia amorosa. En la madrugada infiel del hombre, Dios buscó a Adán para prometerle la redención.

Y se sucedieron incontables generaciones; y el corazón de Dios continuaba más herido de amor que de justicia. Y llegó la hora del perdón: no importa el precio. Lo que interesa es la reconciliación del cielo, con la tierra. Dios nos valora tanto, que Él mismo se hace precio de nuestro rescate. Entre el cielo purísimo y la tierra pecaminosamente ennegrecida, hay un abismo insalvable, pero el amor no entiende de distanciamientos ni los soporta. Dios se pone en camino como lo hiciera en la madrugada de la creación, pero con mejor suerte que en aquel amanecer. Ahora el hombre se hace el encontradizo mediante la unión hipostática de nuestra naturaleza pecaminosa y la suya santísima. En el seno virginal de María, Dios y el hombre se hacen amigos. Ella es el puente del que el Redentor se vale para pisar tierra. Es más, María es el campo previamente abonado con plenitud de gracia para el aterrizaje del Hijo de Dios en nuestro suelo. Ella dijo “sí”, y el proyecto redentor de Dios se hizo realidad. Sólo se requiere que al “sí” de María se una nuestro “sí” para que el amor redentor de Cristo contagie nuestras vidas. Hagámoslo pronto, puesto que al Señor le urge estrenar otro mundo, en el cual los hombres se comporten como hermanos y el pan abunde en todas las mesas.

Dios ofrece el remedio. Una humanidad sin valores cristianos es la pobreza más contundente para los seres más preciados del mundo. El creador los había enriquecido con toda clase de bienes de naturaleza y de gracia. El hombre era un verdadero “tú de Dios” pero se le ha antojado ser su competidor. La voluntad de su hacedor era que el hombre fuese un hermano entre los hermanos, pero la convivencia exige renuncia a los intereses personales y actitud dadivosa en favor del contendiente. Sin embargo, la mentalidad de los descendientes de Adán no les cuadra a los hombres de ayer ni a los de hoy. Se impone una nueva normativa moral que regule nuestros comportamientos cívicos. Y Jesús nos la ofrece con su ejemplaridad y su Evangelio.

Navidad es la cita de Jesús con nosotros. Está a la puerta y nos llama, ofreciéndonos un nuevo código de comportamiento para que esto cambie.

Nos ofrece su compañía, para que su proyecto se haga realidad. Con Él a nuestro lado, nada bueno es imposible; pero nuestra decisión apremia, porque el Mesías “está a la puerta y llama”. Salgamos a recibirle.

 Indalecio Gómez Varela

Canónigo Catedral de Lugo