VER.- FOLLETO ORACION DIARIA
“El que permanece en mí y yo en él, ese dará fruto abundante” (Jn 15, 5)
Queridos diocesanos:
Siguiendo vivo el eco de la Navidad y del ya iniciado el Año Santo Compostelano, la Iglesia nos llama a celebrar el Octavario de Oración por la unión de los cristianos desde el 18 al 25 de Enero. Este año han sido las Hermanas de Grandchamp, comunidad monástica, grandes defensoras del ecumenismo espiritual, quienes han preparado los materiales para las celebraciones de estas jornadas. Han elegido como lema: “El que permanece en mí y yo en él, ese dará fruto abundante”, evocándonos la imagen del sarmiento unido a la vid para poder fruto.
Nuestra unión con Cristo
Hemos
de seguir afrontando el trabajo ecuménico desde la humildad de quien sabe que
sin Jesús no podemos hacer nada, dando pasos para que haya un solo rebaño y un
solo pastor y teniendo en cuenta que somos unos pobres siervos y ojalá hagamos
lo que tenemos que hacer. El texto del pasaje evangélico que proponen a nuestra
consideración confirma que estamos vinculados a un origen que nos da fuerza
para producir frutos. La exigencia es permanecer en este origen: “Permaneced en
mí y yo en vosotros” (Jn 15,4). No hacerlo conlleva secarse, ser cortado y echado
al fuego como el sarmiento separado de la vid. Dios Padre procura la unidad del
Hijo con sus miembros que somos nosotros. Esta unidad es el acontecimiento
central del mundo y de su historia y es tan estrecha que no caben medias
tintas. El sarmiento o está unido a la cepa o está separado de ella. Buena
clave para interpretar nuestra preocupación ecuménica: “Sin mí no podéis hacer
nada” (Jn 15,5).
Escribía
San Juan Pablo II que “la Iglesia no tiene otra vida fuera de aquella que le da
su Esposo y Señor” (RH, 18). Ser cristiano es “vivir en Cristo y dejarse vivir
por Cristo, vitalmente incorporados a Él” (cf. Col, 3,3). Esta conciencia
evitará caer en el riesgo del puro voluntarismo al implicarnos en el compromiso
de que se cumpla la voluntad de Jesús en la última Cena: “Para que todos sean
uno, como tú, Padre, en mí y yo en ti, que ellos sean también uno en nosotros
para que el mundo crea que tú me has enviado” (Jn 17,21).
Estamos llamados a promover la reconstrucción de la unidad entre todos los cristianos pues la división contradice la voluntad de Cristo. La unión vital con Él, la acción de la gracia y la fidelidad al Espíritu Santo son la vivencia con la que hemos de responder a esta exigencia ecuménica. Esta actitud ha de manifestarse caminando en santidad y testimoniando el Evangelio para hacer crecer la comunión en la unidad: “en la confesión de una sola fe, en la celebración común del culto divino y en la concordia fraterna de la familia de Dios” (UR 2), según el sentir del Concilio Vaticano II.
Exhortación
Me
permito recordaros lo que os escribía el pasado año: Sigamos dando pasos con un
espíritu misionero en el caminar de la fe de nuestras comunidades e iglesias.
Hagámoslo con la conciencia de que peregrinamos en un camino que viene de Dios,
y a Dios lleva, acompañados por Cristo, a quien, como peregrino a nuestro lado,
encontramos como los discípulos de Emaús, resucitado de entre los muertos. A
Él, el Cordero que nos llama a reconciliarnos, nos dirigimos dejando atrás
miedos y derrotismos y sentándonos juntos a compartir la cena cuando la tarde
de nuestras dudas, miedos e inquietudes está cayendo. En este Año Santo
Compostelano que hemos iniciado, pidamos con el patrocinio del apóstol
Santiago, testigo del ruego de Jesús en la última Cena, que no ahorremos
esfuerzo por nuestra parte para colaborar en la unión de os cristianos con la
oración y con nuestro testimonio cristiano.
En la fiesta del Bautismo del Señor, os saluda con afecto y bendice en el Señor,
+ Julián Barrio Barrio, Arzobispo de Santiago de Compostela