No quiero decir ninguna palabra; quiero rezar. En el mundo
hay demasiadas palabras y demasiado pocas oraciones. Y quiero rezar el
Padrenuestro. Pero me van a permitir hacerlo en arameo.
El Padrenuestro en arameo es una de las pocas oraciones que
existen, tal vez la única, que pueden rezar juntos un judío, un cristiano y un
musulmán. Un judío puede rezar el Padrenuestro en arameo porque Jesús era un
buen judío, y porque los judíos han hablado arameo durante siglos. Un musulmán
puede rezar el Padrenuestro en arameo porque los musulmanes defendemos que
Jesús es musulmán, que predicó el Islam y que en el Evangelio hay guía y luz
para los que lo siguen. Y, por razones obvias, un cristiano puede rezar el
Padrenuestro, más aún si se le pide que lo haga en el idioma de Jesús.
ᵓAḇūn dəḇashmayyā
neṯqaddash shəmāḵ
ti(ᵓ)ṯē malkūṯāḵ
nehwē ṣeḇyānāḵ
ᵓaykannā dəḇashmayyā ᵓāp ba(ᵓ)rᶜā
haḇ lan laḥmā dəsūnqānan yawmānā
washḇūq lan ḥawbayn
ᵓaykannā dā(ᵓ)pḥənan shəḇaqn ləḥayyāḇayn
wəlā taᶜlan lənesyūnā
ᵓellā paṣṣān men bīshā
meṭṭul dəḏīlāḵ (hy) malkūṯā
wəḥaylā wəṯeshbūḥtā
ləᶜālam ᶜālmīn
El problema está en saber qué hemos dicho. Porque el
Padrenuestro, la oración que los cristianos se enorgullecen de haber aprendido
de labios de Jesús, no dice lo mismo si se traduce del latín, del griego o del
arameo. Dependiendo del idioma en que lo transmitamos se piden unas cosas a
Dios, o se piden otras; dependiendo del idioma, es una oración creada para
gentes muy sencillas (pescadores, campesinos, mercaderes…) de la Galilea del
siglo I, o para una clase media burguesa más o menos formada religiosamente a
partir de categorías abstractas grecolatinas.
Una traducción literal de lo que hemos dicho en arameo
sería:
Padre nuestro de los cielos,
sea consagrado tu Nombre.
Viene tu Reino:
se cumple tu deseo,
tanto en los cielos como en la tierra.
Danos diariamente el pan de nuestra necesidad,
y líbranos de nuestras deudas,
así como también nosotros liberamos a nuestros deudores.
Y no nos traigas enfermedad,
sino ponnos a salvo de lo dañino.
Porque tuyo es el Reino,
y la Fuerza y la Gloria,
por los siglos de los siglos.
En el Padrenuestro en su versión oficial pedimos a Dios que
nos perdone nuestros pecados u ofensas, así como nosotros se las perdonamos a
otros, pero en arameo lo que se pide a Dios es que nos libre de las deudas, de
las hipotecas, así como nosotros liberamos de sus compromisos a los que nos
deben dinero, literalmente, a los que están a merced nuestra. [ḥawbā: deuda
económica]. En el Padrenuestro en su versión oficial pedimos a Dios que no nos
deje caer en tentación, pero en arameo lo que se pide a Dios es que no nos
ponga a prueba, que no nos traiga enfermedades. [nesyūnā: enfermedad, prueba,
dificultad]. En el Padrenuestro en su versión oficial pedimos a Dios que nos
libre del Mal (en algunas versiones, incluso, del Maligno), pero en arameo lo
que se pide a Dios es que nos evite daños y sufrimientos [bīshā: lo dañino, lo
triste, lo que nos debilita].
Es evidente que en su versión aramea el Padrenuestro está
más cerca de la vida (nos habla del pan, de la necesidad, de la enfermedad, de
la tristeza, de las trampas económicas, de lo dañino…) y más lejos de los
conceptos religiosos (pecado, tentación, Mal…). Pero la mayoría de los
cristianos siguen reacios a oír a Jesús hablando en arameo, por miedo de adónde
pueda conducirles su palabra. Ojalá toda esta situación cambie en los próximos
años; ojalá permitamos a Jesús volver a hablar en su lengua. Ojalá que Jesús no
tenga que decirnos nunca: «Antes de que cante el gallo dos veces, habrás negado
tres, que yo hablaba arameo».