1.- LA REFORMA LITÚRGICA DEL VATICANO II
Hasta la última reforma litúrgica, nacida a raíz de las
Constituciones sobre la Palabra de Dios y sobre La Liturgia, del Concilio
Vaticano II, aparecía en los leccionarios menor variedad de lecturas de lo que acontece
en la actualidad. Sin embargo a partir de entonces se establecieron tres ciclos
de evangelios (A, B y C), dedicándoles a los tres primeros, llamados sinópticos
por partir de una visión semejante, la mayor parte de las terceras lecturas de
los domingos. En otras ocasiones, en especial en el tiempo de Pascua, sea en
los ciclos A (dedicado a Mt), B (dedicado a Mc) o C (dedicado a Lc), se utiliza
el 4º Evangelio, una obra que básicamente procede de Juan el de Zebedeo,
hermano de Santiago el Mayor.
2.- LOS EVANGELIOS A LO LARGO DE LA HISTORIA
Ha sucedido también en los tiempos pasados que algunos
evangelios gozaban de mayor reconocimiento que los otros. El más socorrido,
desde el punto de vista católico, era el de Mateo, por su larga extensión, por
supuesto mayor que la del evangelio según Marcos, y por ser considerado obra de
un Apóstol, cosa que no acontece con el de Lucas, aunque éste haya sido
discípulo y compañero de viaje de Pablo de Tarso. Sin embargo hace un par de
siglos en ámbitos protestantes se empezó a valorar más que ningún otro
evangelio, por reflejar el texto más antiguo, el de Marcos. La Iglesia Católica
reconoce que el primero en ser escrito, y en la lengua de los hebreos, ha sido
el de Mateo; pero el ejemplar que tenemos ahora no es ése, sino que refleja un
momento posterior, y ha sido redactado ya en griego. El evangelio de Marcos
destila espontaneidad, construcciones de lenguaje propias del hebreo e incluso
vocablos pertenecientes a ese mundo.
3.- EL PERSONAJE A QUIEN SE ATRIBUYE EL 2º EVANGELIO,
PROPIO DEL CICLO B
Se trata de Marcos, denominado en otros lugares Juan Marcos.
No parece que haya conocido a Jesús. Era hijo de María, una mujer en cuya casa
se reunía la Iglesia de Jerusalén, y que aparece como madre de Juan, llamado
Marcos (Hech 12, 12). Inició con Pablo y Bernabé el primer viaje apostólico de
Pablo, debido quizás a su condición de primo de Bernabé. Sin embargo al llegar
a Perge, de Panfilia, los abandonó y se volvió a casa. A partir del 2º Viaje
Apostólico, Pablo se dejó acompañar por otros, como Silas, Timoteo y Lucas. En
lo que atañe a Marcos, sabemos que estuvo algún tiempo con Pedro, y muy
identificado con él, por lo que Pedro le llama “mi hijo” (1Pe 5, 13). Después,
vuelve a estar con Pablo, quien envía saludos suyos a Filemón (Flm 24), y más
adelante le pide a Timoteo que lo lleve consigo, para estar con él (cf
2Tim 4, 11).
4.- MARCOS, EL EVANGELIO DE LA LLEGADA DEL REINO
Según se muestra a lo largo de sus páginas, Jesús anuncia la
llegada del Reino de Dios. Es él quien trae la salvación, una salvación que
proclama ya el Bautista, su precursor. Éste presenta a Jesús como el más
fuerte, ante el que se considera indigno de desatar la correa de su sandalia.
Jesús habrá de bautizar con Espíritu Santo (Mc 1, 7-8). El poder de Dios, que
Jesús posee, y que supera al del príncipe de este mundo, se deja sentir de modo
especial cuando Cristo, con “el dedo de Dios”, libera a los que yacían poseídos
por el espíritu del mal. Al liberar de la posesión diabólica con la fuerza de
Dios a los que eran víctimas de Satanás, Jesús demuestra que el Reino de Dios
ha llegado a ellos. Jesús aparece en este Evangelio como profundamente humano,
y realiza signos que hacen ver la llegada de ese Reino. Marcos es pródigo en
referir los hechos de Jesús, sin detenerse tanto como Mt y Lc en transmitir los
dichos del Maestro. Tales hechos provocan la admiración de la gente, que se
pregunta en consecuencia quién puede ser aquel hombre. Sin embargo Jesús, que
sabe cuál es la voluntad de su Padre, rehúye las alabanzas de los que contemplan
sus signos, porque no quiere que lo consideren un Mesías en sentido terreno. De
hecho, “Mesías” significa ungido, y por lo tanto rey, y él prefiere aparecer
como Siervo Sufriente, el Siervo de Yahvé al que alude Isaías en cuatro
cánticos de los capítulos 42 a 53. En cualquier caso, Jesucristo, el Señor
resucitado, volverá a Galilea, donde le encontrarán los discípulos. Allí se va
a mostrar que el Reino de Dios prevalecerá sobre Israel, simbolizado en
Jerusalén.
5.- EL EVANGELIO DEL DISCIPULADO
Desde el momento en que Jesús escoge a los Doce, suele
aparecer siempre con sus discípulos. Los elige para que estén con él y para
enviarlos a predicar (Mc 3, 13-19). Entre ellos habrá tres más unidos a él que
los otros nueve: son Simón Pedro, Santiago el de Zebedeo y su hermano Juan. En
alguna ocasión, como cuando le preguntan por el futuro del templo y de otras
realidades a las que Jesús se refería en un ámbito restringido, como en
familia, se encuentra también Andrés, el hermano de Simón Pedro (Mc 13, 3). Sin
embargo el discípulo que aparece muy por encima de todos, es Simón Pedro. Esa
distancia respecto de los demás discípulos, se resalta mucho más en el
Evangelio según Marcos que en los otros Sinópticos.
6.- EL EVANGELIO PROCLAMADO, PARTE IMPORTANTE EN LA VIDA DEL
CRISTIANO
Aunque las demás lecturas utilizadas en la liturgia se
consideran y son Palabra de Dios, la cercanía de los Evangelios es más
perceptible, al ser documentos en los que se recogen los dichos y las obras de
Jesús. De ahí que, al final de su proclamación en la liturgia, no nos
limitemos a indicar que es Palabra de Dios, sino que manifestemos que lo
proclamado es Palabra del Señor.
En esta situación histórica en que nos encontramos, cuando
entran en nuestra vida noticias llegadas desde muy diversos medios de
comunicación, y que proceden de ámbitos civiles, con aires poco familiares al
cristianismo, hemos de escuchar con atención, asimilar e interiorizar, lo que
las lecturas bíblicas, singularmente los Evangelios, nos ofrecen. Así podremos
orientar nuestra vida a la luz de ellos.
En este año litúrgico, correspondiente al ciclo B, hemos de
recoger de Marcos la presentación de Cristo como una persona a quien el
Bautista presenta, y que anuncia con su venida la legada del Reino de Dios. En
sus parábolas presenta ese Reino en términos de una semilla que ha de dar fruto
y convertirse en una espiga. Para continuar su misión en esta tierra, elige
unos discípulos que aprendan junto a él y que vayan después a predicar, de
suerte que todos acojan la lección de Cristo y se salven, haciéndose eco de su
obra salvadora. Este Evangelio, que comenzó en Galilea, presenta casi al final,
como los otros tres, la entrega sacrificada de Jesús, para salvar al hombre.
Este Jesús, que se entrega a la muerte para que nosotros hallemos la vida sin
fin, se aparece resucitado a sus discípulos en Galilea, y les encarga de ser
sus testigos, antes de subir al cielo y ocupar su sitio, a la derecha del
Padre.
José Fernández Lago
Canónigo Lectoral de la Catedral de Santiago