PRESENTACIÓN: ES HORA DE ORAR
La oración es la respuesta que nos sale del corazón, cuando
nos ponemos ante Dios, aquel que nos creó a su imagen. Una multitud inmensa de
creyentes nos han llevado al encuentro con Dios, a esos orantes antes de todos
los tiempos que encontramos el fundamento de nuestra oración.
El Espíritu Santo que ahora a nosotros, nos hace comprender
los acontecimientos que forman nuestro vivir diario. La oración es hoy una realidad
en crisis, abandono de la oración vivida como adoración y súplica confiada al
Padre; el mundo se mueve por criterios de actividad, trabajo y rendimiento, y
olvida lo trascendente, lo espiritual, lo gratuito, se deja la oración como
encuentro personal con Dios, para cuando el tiempo lo permita.
Queremos que Dios venga, pero no esperamos encontrarlo
" aquí y ahora", no sabemos esperar y escuchar, esa voz suave que
habita en nuestro interior, que nos aporta calma y orientación, para responder
con esa confianza, que nos lleva más allá de nuestras dudas.
La vida humana es compleja; de lucha y paz, no tiene porque
ser una carga que haya que resolver, sino una bendición que hay que aceptar; la
oración nace del deseo de Dios, que nos transforma.
PRIMERO. QUÉ ES ORAR
La oración, como todo acto de amor, es una experiencia
personal, única, nadie puede vivirla por otro, yo miro a Dios amándolo, es
buscarlo mas allá de libros o frases, es entrar en relación con Dios, a quién
tenemos acceso por Jesucristo y por la acción del Espíritu Santo, se entrega a
nosotros por amor, orar es ponernos en camino todos los días hacia la
"tierra prometida", nos dice que lo importante es nuestra actitud
interior sincera amorosa, ante el Padre, Dios es amor y está pendiente de cada
uno de nosotros, para dar sentido a nuestra vida; la oración es experiencia de
amor, que transforma a quienes aman, que engendra personas nuevas porque afecta
a todo su ser y los mueve a dar una respuesta de amor: "Vivir sin orar es
vivir sin la mejor compañía, sin conocer la paz, la seguridad y la confianza
que sólo pueden brotar de Dios. La oración del hombre humilde, es la debilidad
de Dios".
SEGUNDO. ISRAEL, UN PUEBLO ELEGIDO: DE ESTE PUEBLO SURGIRÁ
LA SALVACIÓN PARA TODOS LOS PUEBLOS
La fe de Israel es histórica; su único Dios se fue revelando
a través de sucesivas intervenciones en momentos importantes de su historia. El
destierro supuso un drama en la vida y en la fe del pueblo judío; aquello en
que se apoyaba, se sentía orgulloso de sus señas de identidad, se vino abajo la
tierra de la promesa, la monarquía, la Ciudad Santa, el templo, el culto; la
Biblia ha recogido estos sentimientos de frustración y esta crisis de fe en las
palabras de los profetas y en los salmos. Nosotros formamos parte de aquellos a
quienes Dios dijo: "vosotros sois mi pueblo y yo soy vuestro Dios",
que nos ama, que nos transforma; un Dios atento a nuestras súplicas, que oye,
mira, recuerda, acompaña, ayuda y bendice, el Señor te llama a ser parte de su
pueblo y lo hace con gran respeto y amor.
TERCERO. UN PUEBLO EN CAMINO
-¡Abraham, sal de tu tierra!. Moisés hacia la tierra
prometida. Con el comienza la alianza de Dios con su pueblo, ¡haré de tí una
gran nación!, la fe se hace obediencia, esa actitud de confianza personal a
Dios, que liberó a Israel de la esclavitud de Egipto, es el artículo más
importante de la fe del Antiguo Testamento.
Un largo camino, durante cuarenta años a través del
desierto, de peregrinar sin tregua por un desierto inmenso, lleno de peligros,
de soledad, de sed, de hambre y miedos, todo esto representa la cara sombría
del pueblo elegido a través del desierto; pero el desierto tiene también otra
cara abierta a la esperanza, el Señor acompaña su pueblo, lo alimenta con el
maná, lo conduce como un pastor a su rebaño, hace brotar el agua de la roca, lo
protege con una nube de sol, y hace una alianza con el más pequeño de todos los
pueblos, constituyéndolo como el pueblo de su propiedad, y le entrega la ley
como signo de su amor y su lealtad, la experiencia del pueblo elegido en
camino, nos ofrece luz para iluminar los caminos que el Señor quiere que
recorramos. "Cuando el camino me canse, no te pido que me hables, sino que
me des la mano".
CUARTO. ABRAHAM. LA NECESIDAD DE CONTARLE A DIOS LAS COSAS
QUE NOS PASAN
Abraham es el hombre que supo vivir en la presencia de Dios,
en el "aquí estoy, aquí me tienes", en una actitud de obediencia y
fidelidad a Dios. Sale de Ur de Caldea, su patria, con su familia hacia un país
que no conoce y un futuro desconocido, no se apoya en sí mismo ni en los
méritos de los hombres, sino en la promesa de Dios, "Haré de tí una gran
nación, te bendeciré", mira al cielo y cuenta las estrellas, si puedes contarlas,
así será tu descendencia, el diálogo entre Abraham y Dios ensalza la justicia
de Dios y el poder de la oración, cuando el Dios en que ha confiado le da a su
hijo, éste le pide un nuevo gesto de obediencia; el sacrificio de Isaac, y
Abraham responde obedeciendo y confiando, aún no entiendo nada.
Nos enseña a orar, a vivir en diálogo con Dios a partir de
las promesas, que cada vez que vamos a orar el Señor ya nos está esperando; que
nuestra oración es un intercambio con Aquel de quien nos podemos fiar porque nos
ama.
Para Abraham, y para nosotros, orar es entrar en el desierto
donde no hay caminos, pero con la certeza de que Dios nos acompaña y nunca nos
abandona, orar es sembrar semillas en la noche, llenar de luz las oscuridades y
las sombras, es regar cada día la flor de la esperanza; en la historia de
Abraham aprendemos a encontrar a un Dios sin fronteras, a invocar su nombre, a
entrar en su presencia, a escuchar y hacer lo que Él nos pide; preciosa
historia la de Abraham, porque no está escrita para brillar por sí misma, sino
para enseñarnos a orar, a vivir como creyentes en la presencia de Dios.
"No existen educadores, sino personas que muestran a otras lo que hacen
ellas para
educarse a sí mismas".
QUINTO. JACOB. EN LAS BATALLAS DE CADA DÍA BUSCÓ EL ROSTRO
DE DIOS
La apasionante historia de Jacob, soñó con una escalera, que
plantada en la tierra, llegaba hasta el cielo y por la que subían y bajaban
ángeles, Jacob se despertó lleno de asombro y llamó a aquel lugar: "morada
de Dios".
Jacob da nombre a su pueblo: Israel, y es el antecesor de
las doce tribus, su vida está marcada por dos encuentros con Dios; el sueño de
Betel y el combate con Dios en el valle de Yaboc, separados por veinte años uno
de otro. Es un hombre que nos enseña a buscar el rostro de Dios, en los
acontecimientos de cada día, a superar dificultades: Dios está ahí, y nos
habla, no está en lo alto de la escalera, sino que está junto a cada uno de
nosotros como estuvo junto a Jacob. El mundo de Dios y el nuestro están en
contacto, por la que todos tenemos acceso a Dios Padre. Es entonces cuando orar
de verdad, no se deja llevar de sus valores personales, ante el gran combate
que se le viene encima, se humilla ante el Señor, se queda solo y lucha con un
hombre hasta el amanecer, le dice: "suéltame que llega la aurora".
Jacob respondió: "no te soltaré hasta que me bendigas".
Ya no te llamarás Jacob, sino Israel, porque has luchado con
Dios. Con su fe y su oración, superó la prueba en la noche oscura, Jacob nos
enseña a buscar el rostro de Dios en las batallas de cada día.
El Señor libera, acompaña, elige, perdona, transforma, abre
las puertas de la vida, como a Jacob se nos pide la prueba de la fidelidad,
perseverar en la oración; por Aquel a quien tratamos de llegar; todos los días
trata de llegar a nosotros y nos promete: "no temáis, yo he vencido al
mundo".
Características de toda la oración y de toda la prueba son:
la paciencia, la perseverancia, la confianza; las tres son camino de una
esperanza que no defrauda. La paciencia es una virtud que nos enseña a saber
esperar el tiempo de Dios para que todas sus promesas, que colma nuestras
esperanzas, se cumplan. La perseverancia nos hace comprender que la búsqueda de
Dios es un proyecto que dura toda la vida; no es una respuesta inmediata a nuestra
oración, sino una luz que brilla en nuestro interior para guiarnos, día a día,
a través de nuestras preocupaciones. La confianza nos da fuerzas para afrontar
lo desconocido, nos guía en el vacío de la vida con la esperanza puesta en el
Dios de las sorpresas y con una sonrisa en nuestro rostro. Jacob no esperaba
nada maravilloso en Betel, era un lugar como los otros, solitario e incómodo,
era de noche y había que dormir sobre el duro suelo; pero allí le aguardaba un
sueño maravilloso, estaba Dios esperándolo, nos espera en cada uno de los
momentos y circunstancias de cada día para decirnos como a Jacob: "Yo
estoy contigo y te bendeciré a donde quiera que vayas, y no te
abandonaré". Ora en la necesidad y sepas orar también, en la plenitud de tu
alegría y en los días de abundancia.
SEXTO. MOISÉS: INTERCEDER POR UN PUEBLO DE DURA CERVIZ
Con Moisés la promesa se hace realidad, en el Sinaí, con la
entrega de la ley, la alianza se ratifica, Dios viene hasta el hombre, hace un
pacto con él, se compromete a llevarlo a la tierra que había prometido a
Abraham, el Señor se adelanta a liberar al pueblo, porque Dios se adelanta
siempre a amarnos, nos ama antes de que le conozcamos.
Los cuatro libros de Pentateuco hablan de Moisés y le
presentan como un hombre de oración, como profeta y como legislador de Israel
se adentrará, cada vez más profundamente en la intimidad con Dios, al mismo
tiempo que irá recorriendo las periferias de su mundo; incluso morirá en las
fronteras de la tierra prometida, contemplándola desde el monte Nebo. El Señor
lo eligió para liberar a los israelitas, pero Moisés no se siente preparado
para la misión que le encomienda, pensamos que los proyectos de Dios salen
adelante por nuestros esfuerzos humanos, y no es así, triunfan cuando utilizamos
los medios que Dios nos regala; la humildad, la oración, la gracia, el servicio
y la entrega. La historia de Israel es hoy para nosotros prototipo de una
humanidad que busca el cumplimiento de sus anhelos más profundos, Jesús es el
nuevo Moisés, presencia de Dios en medio de nosotros, es el Profeta de la nueva
ley, el Maestro que nos enseña a vivir el evangelio, de las Bienaventuranzas
proclamando en esa montaña que representa el nuevo Sinaí. Moisés nos enseña
tres actitudes del hombre respecto a Dios, la oración, la alabanza, es el
hombre de la intersección y de la acción.
Orar es abrirse a la trascendencia de Dios, entrar en su
presencia, responder a su llamada, la alabanza es adoración asociada a la
intercesión porque está arraigada en la vida y en los acontecimientos.
"Haz to lo que puedas, pide lo que no puedas, y Dios te dará para que
puedas".
SÉPTIMO. LOS SALMOS: LA EXPERIENCIA ORANTE
Es el libro más usado de la Biblia en los últimos tres mil
años por judíos y cristianos, en principio se llamaba: "Libro de las
Alabanzas", se conoce también como "Salterio", porque éste era
el instrumento más usado para cantarlos en comunidad, en el Antiguo Testamento,
era el libro oficial de himnos, en el templo y en la sinagoga; hoy la Iglesia
lo mantiene como libro de oración en el Oficio Divino y en la Santa Misa, en
los Salmos palpita la historia del corazón del hombre de ayer y de hoy, y de
todos los tiempos; son también la ternura y misericordia de Dios para nosotros;
en los salmos están grabadas las experiencias de la fe del pueblo de Dios que
aclama, canta, agradece, suplica, busca y anhela al Señor; "dichoso el
hombre", esta es la primera palabra que Dios nos dirige, porque no se
desentiende de nosotros, nos ama mostrándonos el camino de la vida, toda la
realidad del creyente confluye en estas oraciones, que el pueblo de Israel
primero y la iglesia después, asumieron como mediación privilegiada de relación
con Dios y como respuesta a su revelación en la historia; quien reza los salmos
habla a Dios con las mismas palabras que Él pone en nuestros labios, se dirige
a Dios con los
sentimientos que Él mismo hace brotar en nuestro corazón,
nos enseña a dar gracias, a celebrar la grandeza de Dios, a reconocer la
belleza de sus obras. "La oración es música callada y soledad sonora; es
un grito amoroso dicho en silencio y manifestado con constancia, es esperar
para encontrar, hablar para callar, decir para escuchar".
OCTAVO. UN PUEBLO EN EL DESIERTO
La experiencia que Israel tuvo de Yavé en el desierto marcó
su identidad para siempre, por la alianza pasó a convertirse en el pueblo de su
propiedad, su tarea y su misión desde ese momento consistía en convertirse en
testigo del amor de Dios que le había liberado; la salida de Egipto, el camino
a través del desierto y la entrada en la tierra prometida formaron parte del
acontecimiento salvador de Dios.
Dos son los desiertos bíblicos en Tierra Santa: el desierto
de Judá, al sureste de Jerusalén, limitando con el Jordán y mar Muerto, y del
desierto del Heguev, situado más al sur, entre la depresión delAravá a oriente
y la frontera egipcia a occidente. Al sur, antes de llegar a Eilat, están los
desiertos bíblicos de Zin y de Farán. Dios estaba con el pueblo, pero de un
modo velado, esto los llevó a no fiarse de Él, el desierto, desde el primer
momento dió vértigo y llenó de temor y recelo a los israelitas, hasta el punto
de añorar las cebollas de Egipto, símbolo de la servidumbre y de la esclavitud.
La palabra hebrea para designar el desierto es "Midbar", que
significa, "conducir o apacentar", y el término que mejor lo
traduciría sería "páramo"; de la misma raíz proviene el vocablo "Dabar",
que significa "palabra". El desierto es el lugar de la Palabra que
crea, saca a la luz, da nombre y hace suyo todo, el desierto ayuda a comprender
toda la Historia de Salvación que en él se revela, es el comienzo de una nueva
vida; en él se hace la primera alianza, al desierto se retira Elías para
renovarla, y será el lugar de purificación para Oseas, el Bautista predicaba la
conversión y exhorta a preparar el camino al Señor, y en el desierto, llevado
por el Espíritu, comienza Jesús su vida pública. "Soy consciente de que la
voz de la Iglesia es a veces, la voz que grita en el desierto".
NOVENO. SUBIR AL MONTE. DIOS ME DA UNA LEY PARA VIVIR
El monte es el lugar de encuentro con Dios, es escenario de
las grandes "teofanías"; manifestaciones de Dios. Subir al monte
supone un esfuerzo, hay que elevarse por encima de aquello que nos mantiene
apegados al suelo, subir es todo un proceso personal, sólo quien lo vive lo
entiende, es una gracia especial, sólo el pobre de spíritu la recibe, a Jesús
le gustaba rezar en el monte, para sentir la presencia cercana del Padre.
Montes significativos: Horeb/Sinaí: Monte del llamamiento. Hermón: Monte de la
conquista. El rocío de Hermón, copioso y fecundo, alimentar los manantiales de
donde brota el agua que riega la tierra árida de Palestina. Nebo: Desde esta
cumbre Moisés vio la tierra prometida, pero murió sin entrar en Canaán. Olivos:
Monte del quebrantamiento. Es el monte donde Absalón se rebeló contra su Padre
David intentando usurparle el trono. En este monte, Jesucristo se doblega en
obediencia a su Padre Dios aceptando ser Rey en la Cruz. Moriah: Monte de la
prueba. "Toma a tu hijo único, al que amas, a Isaac … y ofrécemelo allí en
el holocausto". Jesús subirá a otro monte, donde Dios no perdonará su vida
… Tabor: Monte de la alabanza y de la Transfiguración. Este monte, situado al
sur de la cordillera del Antilíbano domina la llanura de Galilea. Sión: Monte
del Gran Rey.
DÉCIMO. MUJERES ORANTES, DEL ANTIGUO TESTAMENTO. CONFIANZA
EN EL DIOS DE LA HISTORIA
En aquella sociedad en la que la mujer representaba la
debilidad y la inferioridad respecto al varón, fueron ellas las que realizaron
grandes hazañas, la experiencia de la debilidad es para nosotros algo negativo,
en cambio la fuerza, el poder, nos hacen sentir lástima de aquellos a quienes
vemos privados de eso que, para nosotros, significa plenitud. La Biblia nos
dice que Dios escoge a los pequeños, las mujeres orantes del Antiguo
Testamento, nos ayudan a descubrir los códigos secretos más significativos para
nosotros, hoy nos presentan la historia como lugar de revelación y de encuentro
con el Dios liberador de su pueblo, un Dios que no soporta la opresión de sus
hijos, nos ofrece la alianza como clave de amor gratuito y fiel como
posibilidad de una
s relaciones fraternas y no del dominio, nos revelan la
confianza en Dios y la esperanza mesiánica del pueblo de Israel. La mujer que
Dios ha suscitado en el centro de la humanidad y de la Iglesia, una mujer fiel,
un modelo de vida, una madre solícita. María condensa la memoria creyente de su
pueblo y las virtudes de aquellas mujeres que brillan con luz propia en la
historia de la salvación. "Cuando se trata de luchar por la causa de la
mujer, hay que combinar fe y pragmatismo, prudencia y audacia, sin separar la
esperanza de la astucia, ni la radicalidad de la flexibilidad".