lunes, 28 de marzo de 2022

RAFAELA SANTOS: "LA MUERTE ES EL MOMENTO DONDE NADA ACABA Y TODO EMPIEZA"

El lunes día 28, la neuropsiquiatra Rafaela Santos intervendrá en una Jornada sobre ‘Alma, muerte y más allá’, en la Universidad de Navarra. Con este motivo, en una entrevista con Omnes reflexiona sobre el miedo a la muerte, la escasa tolerancia a la frustración en los jóvenes, sobre el cerebro, o el sentido de la vida.

“Cuando estaba pensando en el título tuve la consulta con un paciente joven diagnosticado de cáncer”, comenta la doctora Santos, “y me dijo: ‘mi juego ha terminado… ‘Game over’. Me golpeó en un primer momento, pero inmediatamente reaccioné pensando que es un término que Dios utiliza… ‘ludens in orbe terrarum’…, mis delicias son jugar con los hijos de los hombres. Le dije que Dios juega con nosotros si se lo permitimos. Que no tuviera miedo porque para Dios, juzgar y jugar… es quitar una Z”.

Rafaela Santos es especialista es psiquiatría, presidenta ejecutiva de la Fundación Humanae, y autora de libros en torno a la resiliencia, por ejemplo ‘Mis raíces’. El lunes 28 interviene en la XIII Jornada Teológico-Didáctica del Instituto Superior de Ciencias Religiosas (ISCR) de la citada universidad, y le pedimos un adelanto de alguna de sus ideas.

La sugerencia fue atendida, y aquí van algunas reflexiones, que no dejan indiferente. Asegura que “el miedo a la muerte es algo natural porque hemos sido creados por y para el amor y la felicidad, hechos para la posesión no para la renuncia y la muerte”; que “la muerte es el momento donde nada acaba y todo empieza, es la cita definitiva”, y respecto a los jóvenes, “nos preocupa que su escasa tolerancia a la frustración provoque que sólo en el año pasado, 300 jóvenes entre 15 y 30 años se suicidaron”. Vamos con ello.

En la Jornada hablará usted sobre ‘La muerte: ¿game over?’ La muerte, ¿final del juego, de la partida? ¿Puede avanzar alguno de sus argumentos?

 – Sinceramente es la conferencia más difícil que me han propuesto. Desde que me pidieron este tema me ha venido al pensamiento con alguna frecuencia y confieso que me ha ayudado muy positivamente tenerlo presente.

Respecto al título, desde el primer momento tenía claro que no iba a darle un enfoque desde el punto de vista médico, ni mucho menos un sentido dramático. La muerte es una realidad a la que nos enfrentamos, antes o después, y tratar de esconderla sería insensato.

Cuando estaba pensando en el título tuve la consulta con un paciente joven diagnosticado de cáncer y me dijo: “mi juego ha terminado… “Game over”. Me golpeó en un primer momento, pero inmediatamente reaccioné pensando que es un término que

Dios utiliza… “ludens in orbe terrarum“… mis delicias son jugar con los hijos de los hombres. Le dije que Dios juega con nosotros si se lo permitimos. Que no tuviera miedo porque para Dios, juzgar y jugar… es quitar una Z.

La realidad es que nacemos para vivir y vivimos para morir, aunque si se trata de personas jóvenes cuesta mucho más entenderlo. Podríamos decir que la muerte es el momento donde nada acaba y todo empieza. Para mí es la cita definitiva

Con la pandemia, guerras como la de Ucrania, etc., el sufrimiento físico o moral y la muerte de tanta gente se ven más cercanos.

  La muerte es algo que siempre le pasa a los demás.  Al no tener experiencia personal, podemos verla sólo como espectadores, y en ese sentido algunos reaccionan con pánico y otros con temeridad. Ninguno de esos dos extremos se puede llamar valentía. Hay que reflexionar sobre su sentido para ponernos en nuestro sitio. Hay personas que mueren cuando llega su momento y otras que lo hacen la víspera porque siempre viven con el miedo a morir.

En su justa medida, el miedo a la muerte es algo natural porque hemos sido creados por y para el amor y la felicidad, hechos para la posesión no para la renuncia y la muerte. Nuestro cerebro está programado para la supervivencia y la felicidad, pero, aunque tengamos programas automáticos, somos libres de elegir en cada momento el altruismo sobre el egoísmo. Podemos ser felices arriesgando la vida por salvar a otro, y por ese motivo, el sufrimiento tiene un sentido y nos hace mejores.

Le preguntaría, en este sentido, cómo afrontar los acontecimientos con serenidad, y también con una fortaleza que en ocasiones nos falta. Usted es especialista en resiliencia, quizá una de las mayores de España. Las adversidades pueden con nosotros a veces.

– Las adversidades pueden con nosotros si dejamos que nos venzan. Como he comentado en alguna otra ocasión, nosotros vamos modelando nuestro cerebro con los mensajes que le damos: si pensamos que no vamos a poder superar una adversidad, seguro que no podremos, pero si ese acontecimiento lo percibimos como un reto, y nos convencemos de que vamos a poder, aunque no sepamos cómo hacerlo, nuestro cerebro se pone a trabajar en nuestro favor buscando la manera de salir de esa situación, convirtiendo la dificultad en oportunidad de mejora.

Esa actitud para superar cualquier dificultad se llama resiliencia y se puede entrenar y desarrollar sabiendo que lo que somos hoy es consecuencia de nuestro ayer y por tantos las victorias actuales tienen sus raíces en el esfuerzo anterior.

Hace unos días, la joven escritora Ana Iris Simón se refirió a las altas tasas de suicidio de los jóvenes. Han aumentado nada menos que un 250 % durante la pandemia (en los jóvenes), y los psicólogos (y psiquiatras) no dan abasto. El suicidio parece ser el principal problema de salud pública en Europa. ¿Es así? ¿Qué reflexión le merecen estos datos?

– Durante la pandemia se han disparado los problemas de ansiedad, depresión, insomnio, miedo al contagio, etc. Según datos de la OMS, la llamada “Fatiga pandémica” ha afectado al 60 % de la población y el consumo de psicofármacos se ha triplicado. Este dato es alarmante en la salud mental, ya que la depresión es la principal causa de incapacidad en el mundo.

Respecto al suicidio en España, lo intentan cada día 200 personas y 11 de ellos lo consiguen. Hay que saber tratar este tema con mucho tacto y observar las diferencias de conducta entre el que amenaza con el suicidio y aquel que lo planea definitivamente. Desean “marcharse en paz” dejando las cosas cerradas. Por eso, muchos de ellos se muestran más cariñosos de lo habitual y de forma solapada se despiden.

Respecto a los jóvenes nos preocupa que su escasa tolerancia a la frustración provoque el incremento que señala ya que, sólo en el año pasado, 300 jóvenes entre 15 y 30 años se suicidaron. La pérdida de motivación y significado crea un mundo plano, uniforme, sin relieves, que provoca tristeza.

Una última cuestión. Por su experiencia profesional, ¿ayuda el sentido de la vida a mantener una estabilidad emocional, psicológica o psíquica, como prefiera llamarlo, y en el fondo, a ser felices? Me refiero a las convicciones, a la solidaridad con los demás, a la familia, a la religión…

– Tener un sentido de por qué vivir, descubrir lo importante y amarlo es el secreto para dar significado a la vida y es el mejor efecto terapéutico. Como Viktor Frankl decía, quien tiene un por qué para vivir siempre encuentra el cómo mantener a salvo su esperanza, su fortaleza psicológica, y justo esa es la clave para la estabilidad y la felicidad, encontrar ese por qué, tener un sentido de la vida es lo que nos centra y nos permite avanzar a pesar de los pesares, es la brújula que nos ayuda en las tormentas y que nos impide perder el norte.

El año pasado, doctores y colegios de psicólogos preveían que tras la pandemia del Covid-19 llegarían consecuencias, secuelas, en especial mentales, en forma de miedos, traumas… Da la impresión de que sus predicciones se cumplen. Además, están los habituales de nuestra civilización, con o sin pandemia. Por ejemplo, adicciones, trivialización del sexo, maltratos, la soledad que se ensancha, y tantos otros. Nos quedamos con ganas de más en la entrevista con la doctora Rafaela Santos, pero la Jornada del lunes 28 en el ISCR está a la vuelta de la esquina.

lunes, 21 de marzo de 2022

A IGREXA: ARCA UNIVERSAL DE SALVACIÓN

A Igrexa é a arca universal de salvación. Fundouna Xesucristo persoalmente, pero non prescindiu do Pai Celestial, orixe de todo ben; nin da súa mesma entrega martirial, prezo do noso rescate; nin da virtude santificadora do Espírito Santo; pero tamén quixo contar cos homes. Proba diso é que comezou a súa obra chamando aos Apóstolos, homes de Galilea, aos que constituíu fundamento da Igrexa nacente, e nomeounos pescadores de homes.

A súa vocación foi positiva, eles comezaron a lanzar as redes, non só no lago de Galilea, senón tamén noutros mares do orbe. A pesca foi abundante e as redes non romperon, pero outros moitos peixes quedaron con vida nas augas salinas doutros mares. Tamén para eles ten o Señor vontade salvífica, e en evitación de que se malogre a súa sorte, Xesús segue recrutando novos pescadores, que, imitando aos apóstolos de Galilea, subiron á barca e lanzaron as súas redes en incontables mares do mundo. Refírome á multitude de misioneiros que, ao longo da historia, escoitaron a chamada do Señor, e coas súas redes de apóstolos, capturaron innumerables seguidores de Xesús, os cales, seguindo as pegadas do Mestre, atoparon a fe e o perdón. Pero aínda quedan moitos peixes nadando noutras augas que non son os mares salvadores da Igrexa de Xesús, e tamén a eses peixes ten que capturalos a rede salvadora da Igrexa de hoxe.

A posición dos homes ante a Igrexa é moi diversa: uns sitúanse hostilmente, fronte a ela e tratan de destruíla. Outros ignórana, porque a descoñecen, non poden valorala. Outros minusvalórana, e só acoden a ela ocasionalmente. Queda unha minoría de cristiáns fieis aos compromisos bautismais, que se consideran Igrexa, quérena e préstanlle a súa colaboración; afortunadamente ningún de nós somos hostís a ela. Con todo, moitos dos chamados “practicantes”, non a coñecen abondo para poder mirala con simpatía.

En previsión de superar esta deficiencia, o actual sínodo convídanos a reflexionar xuntos, achegando cada un as súas experiencias persoais. Comunicando aos demais, a achega positiva da Igrexa á historia da humanidade, e colaborando con ela, para que poida levar a feliz termo a misión que lle encomendou o seu mesmo fundador. 

Este labor sinodal é transcendente e urxente, e chama a todas as portas. Da resposta depende o futuro inmediato das nosas Igrexas locais. O declive que actualmente padece a Igrexa en boa parte da cristiandade, non é unha situación terminal, posto que a súa perpetuidade está garantida pola promesa do Señor; pero a súa fecundidade evanxelizadora nestes momentos, está condicionada pola nosa empobrecida vocación apostólica.

A Igrexa non ten muros nin fronteiras, pero necesita evanxelizadores de calidade. Isto pídenos que revisemos a nosa actuación pastoral, non vaia suceder que nos esteamos movendo a nivel dun profesionalismo ministerial, realizando a nosa pastoral sen espírito e ilusión evanxelizadores.

Rompendo moldes anquilosados e estreando actitudes ilusionantes, camiñemos xuntos na mesma dirección, convencidos de que o Señor está connosco no noso camiñar cotián. O cansazo leva ao derrotismo. A falta de comuñón pastoral non inspira esperanza. O escabroso do ambiente provoca tristeza e abandono. Para superar estes inconvenientes traiamos á memoria a palabra do Señor, que prometeu non deixarnos sós no combate.

 

Indalecio Gómez Varela 

Cóengo da Catedral de Lugo

sábado, 19 de marzo de 2022

FESTA DE SAN XOSÉ, DIA DO SEMINARIO

Deus, que pola súa ontolóxica amorosa, sentiu vocación de entrega, creou ao home para ter a quen amar, xa que amar é entregarse. Deste xeito, o amor creador de Deus achegou o Ceo á terra e con estas relacións, Deus e o home fixéronse amigos, e a terra converteuse en paraíso de encontro para os dous. Pero sorprendentemente a concupiscencia humana interpúxose no camiño, e aquela tarde Adán non esperou ao divino amigo como era o seu costume, senón que avergoñado, e medorento, agochouse entre a ramaxe do xardín, Que ocorrera? A amizade murchara no corazón de Adán; e posto que o amor non pon distancia por medio, senón todo o contrario, Deus busca atoparse co amigo de sempre, pero o amigo de outrora non se deixou atopar, porque o amor desaparecera do seu corazón e no seu lugar fixera acto de presenza a infidelidade e a culpabilidade, que o facía imprescindible; esta situación foi a causa da súa fuxida. Pero non foi esta a actitude do Señor. Deus posto a amar, ama para sempre. No corazón do Creador, mantense o amor primeiro, coa única particularidade de que o amor creador e paterno do primeiro encontro, é agora un amor misericordioso e compasivo. No corazón de Deus hai cabida para todos: para Xoán, o discípulo fiel, e para Pedro, arrepentido de negar ao Mestre. 

Co Evanxeo na man, está claro que o que impide a santidade, non son os pecados pasados, senón os apegos presentes. Quen negase a Cristo onte, mañá pode ser unha Teresa de Calcuta. Para iso é necesario ter quen nos conduza ao Cristo da Misericordia, o cal, se recoñecemos as nosas faltas, dinos: “vai en paz e non peques máis”.

Dos sabios podemos aprender os segredos da ciencia. Dos bos gobernantes podemos copiar a prudencia para rexer acertadamente as nosas comunidades. Dos astronautas, aprendemos como vai o ceo. Dos bos cristiáns podemos tomar exemplo para ver como se vai ao Ceo.

Isto é tan transcendental, que Xesucristo chamou a algúns dos seus discípulos para a misión de ensinar aos seus irmáns o camiño da salvación. Estes son os sacerdotes cuxo nome significa “don de Deus”, “facedor das cousas santas”, “guías do camiñante”…

A escaseza de sacerdotes é unha pobreza na Igrexa. A Igrexa necesita moitos sacerdotes de calidade. Necesita sacerdotes virtuosos, porque un San Francisco Xavier cristianizou a mais infieis el só, que centos de sacerdotes mediocres. Necesítanse abundantes sacerdotes, porque a súa misión é sobrenatural, pero os tesouros de que son portadores, lévanos en mans de barro e a súa presenza é limitada; pola súa condición de seres humanos, non poden multiplicar a súa presenza persoal e estar á vez en varios lugares. De aí a necesidade numérica de vocacións sacerdotais, e de aí a importancia da virtude dos mesmos, porque ninguén pode dar o que non ten, ninguén pode convencer co que predica, se non vive o que di. Por iso afírmase que ademais de predicar a palabra de Deus deben afanarse por ser eles mesmos “palabra de Deus”. Ao dicir de Santa Teresa de Jesús, as obras do sacerdote deben ser “falas de Deus”.

Pidamos ao Señor abundancia de sacerdotes e crecente santidade sacerdotal, e valoremos o labor do seu ministerio que tantas renuncias esixe e tantos sacrificios supón, porque así como o clima primaveral favorece o crecemento da vexetación dos nosos campos, tamén o ambiente cristián das familias propicia a floración vocacional nos nosos fogares.

 

Indalecio Gómez Varela

Cóengo da Catedral


domingo, 13 de marzo de 2022

II Domingo de Coresma

13 de marzo de 2022, festividad de santa Cristina

"Es precisamente la oración de Jesús la que nos permite echar un vistazo al misterio profundo de su persona"

TRES CONSEJOS DEL PAPA FRANCISCO PARA LA CUARESMA

1. Siembra y cosecha. “La Cuaresma nos invita a la conversión, a cambiar de mentalidad, para que la verdad y la belleza de nuestra vida no radiquen tanto en el poseer cuanto en el dar, no estén tanto en el acumular cuanto en sembrar el bien y compartir”. v “La llamada a sembrar el bien no tenemos que verla como un peso, sino como una gracia con la que el Creador quiere que estemos activamente unidos a su magnanimidad fecunda”. v “Un primer fruto del bien que sembramos lo tenemos en nosotros mismos y en nuestras relaciones cotidianas, incluso en los más pequeños gestos de bondad
(…). En Dios no se pierde ningún acto de amor, por más pequeño que sea”. v “Sembrar el bien para los demás nos libera de las estrechas lógicas del beneficio personal y da a nuestras acciones el amplio alcance de la gratuidad, introduciéndonos en el maravilloso horizonte de los benévolos designios de Dios”.

2. ‘No nos cansemos de hacer el bien’. “Necesitamos orar porque necesitamos a Dios. Pensar que nos bastamos a nosotros mismos es una ilusión peligrosa”. v “El ayuno corporal que la Iglesia nos pide en Cuaresma fortalezca nuestro espíritu para la lucha contra el pecado”. v “La Cuaresma es un tiempo propicio para buscar a quien está necesitado; para llamar a quien desea ser escuchado y recibir una buena palabra; para visitar a quien sufre la soledad”.

3. ‘Si no desfallecemos, a su tiempo cosecharemos’. “En este tiempo de conversión, apoyándonos en la gracia de Dios y en la comunión de la Iglesia, no nos cansemos de sembrar el bien. El ayuno prepara el terreno, la oración riega, la caridad fecunda”. “Que la Virgen María, en cuyo seno brotó el Salvador nos obtenga el don de la paciencia y permanezca a nuestro lado con su presencia maternal, para que este tiempo de conversión dé frutos de salvación eterna”.
 

MONICIÓN DE ENTRADA

¡Hermanos y amigos! Bienvenidos a esta celebración. Que el Señor se fije en cada uno de nosotros y nos conceda su paz.

En este segundo domingo de Cuaresma, domingo de la Transfiguración del Señor, la liturgia nos invita a renovar nuestra amistad con Dios. Se nos presenta a Dios celebrando con su amigo Abraham un pacto de amistad eterna, donde ambos se declaran dispuestos a entregar su vida por esta alianza.

Jesús, en oración, en pleno trato de amistad con el Padre, deja entrever a los apóstoles que el sentido de su vida es cumplir a cabalidad aquella antigua promesa de amor, y les descubre la belleza y la gloria de vivir esa amistad. 

Seguros de la presencia del Resucitado aquí y ahora entre nosotros, pongámonos de pie para darle gracias al Padre bueno.
 

TEXTO DEL EVANGELIO (LC 9, 28-36)

En aquel tiempo, Jesús tomó consigo a Pedro, Juan y Santiago, y subió al monte a orar. Y sucedió que, mientras oraba, el aspecto de su rostro se mudó, y sus vestidos eran de una blancura fulgurante, y he aquí que conversaban con Él dos hombres, que eran Moisés y Elías; los cuales aparecían en gloria, y hablaban de su partida, que iba a cumplir en Jerusalén.

Pedro y sus compañeros estaban cargados de sueño, pero permanecían despiertos, y vieron su gloria y a los dos hombres que estaban con Él. Y sucedió que, al separarse ellos de Él, dijo Pedro a Jesús: «Maestro, bueno es estarnos aquí. Vamos a hacer tres tiendas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías», sin saber lo que decía. Estaba diciendo estas cosas cuando se formó una nube y los cubrió con su sombra; y al entrar en la nube, se llenaron de temor. Y vino una voz desde la nube, que decía: «Este es mi Hijo, mi Elegido; escuchadle». Y cuando la voz hubo sonado, se encontró Jesús solo. Ellos callaron y, por aquellos días, no dijeron a nadie nada de lo que habían visto.
 

REFLEXIÓN: "DIOS, JESÚS Y LOS AMIGOS" POR JAVIER LEOZ

1.- “Este es mi secreto, un secreto muy sencillo; sólo se puede ver bien con el corazón; lo esencial es invisible a los ojos” (A. de Saint Exupéry) También a nosotros, con el evangelio de hoy, Jesús nos invita a adentrarnos y comprender su identidad. Subir junto a El, camino del calvario, es quedarnos embelesados por la cercanía de un Dios que se manifiesta claramente. ¡Si, Señor! ¡Buen adelanto lo que estamos llamados a gustar, disfrutar y ver en el cielo! La Transfiguración nos incita, por capilaridad, a contemplar y ver, tocar y fusionarnos a Cristo. Y, por supuesto, a su aparente fracaso (la muerte) y a su inminente triunfo (la resurrección). No hay vida sin cruz; no hay cristianismo sin cruz; no hay amigos de Jesús si, previamente, no existen hombros para llevar la cruz. ¿Será que nos gusta sólo la luz del cristianismo? En estos tiempos, en los que tanto preocupa el “ADN” de las personas, se me ocurre pensar que el Monte Tabor es un lugar privilegiado donde aprendemos a vislumbrar o intuir que Jesús encierra algo grande que escapa a nuestra razón, pero que colma de vida el corazón que todos llevamos dentro: ¡la gloria del Señor! La Transfiguración de Jesús, en este segundo domingo de cuaresma, nos descubre la identidad de Jesús: HIJO DE DIOS

2.- Pero, aún así, muchos seguirán sin creer, jactándose y sentenciando que no existió tal monte, ni hubo manifestación o nubes que se abrieron de par en par desplegando y completando el Misterio. Otros se quedarán en el Jesús histórico, sin más trascendencia que su nacimiento, su muerte o el movimiento de liberación que pudo, en su tiempo, desencadenar. Y, algunos más, ¡ojalá nosotros!”, concluiremos que la Transfiguración es una vivencia y un adelanto de la gloria que nos espera después de la muerte y por la resurrección de Jesús. Tabor, es subir para comprender y acoger la persona divina de Jesús El Tabor exige bajar al terreno, o valle de cada día, con nuevas actitudes, con renovado brillo en el rostro y con el corazón sobrecogido por la experiencia de haber estado cerca de Jesús Tabor, es elevar, en medio de nuestro mundo, no tres tiendas (¡cientos de miles!) para que muchos hombres y mujeres descubran que el resplandor de la Gloria de Dios sigue brillando para todo aquel que se aventure (con esfuerzo, seguimiento, escucha, valentía y audacia) a buscarla o, como nosotros, celebrarla. ¿Que todo ello acarrea y trae abundancia de cruces? Pues, mirad, así….de esa manera nos vestiremos en el Reino de los Cielos… ¡de luces!

3.- Si, el domingo pasado, Jesús nos invitaba a la lucha (para no sucumbir en nuestros ideales cristianos) hoy, el Señor, nos llama a la confianza. Nos arrastra hasta la intimidad con Dios. ¡Sin Dios nada! Jesús, aún queriendo estar en compañía de Dios, no quiere dejar abandonados a sus amigos. Por eso, este domingo, lo podemos llamar el “domingo de Dios, Jesús y sus amigos”. Que la Transfiguración nos haga vivir la presencia transformadora, vital, real y viva de Jesús de Nazaret.
 

ORACIÓN DE LOS FIELES

1. Por la Iglesia, para que se ponga en actitud de escucha y en un camino de conversión confiando en la misericordia de Dios y creyendo que, a pesar de todas sus debilidades, el Señor, el Señor es fiel a su alianza. Oremos.

2. Por los jefes de las naciones, especialmente por quienes gobiernan nuestro país, para que, teniendo teniendo siempre en mente la lógica del Evangelio, donde el primero es servidor, ejerzan la autoridad que han recibido en beneficio de toda la comunidad que les ha sido confiada, en la búsqueda del verdadero bien común. Oremos.

3. Por todos los que sufren en el mundo, especialmente por todos aquellos que son marginados por la sociedad, que viven en soledad, para que Dios tenga misericordia de ellos, les haga escuchar su voz de consuelo y puedan sentirse amados por quienes nos llamamos cristianos. Oremos.

4. Por todos nosotros, para que atendamos el llamado a escuchar la voz de Jesús, que sepamos atender su Palabra a través del Magisterio de la Iglesia, de las Sagradas Escrituras y de aquellos que son nuestros orientadores espirituales. Oremos.
 

ORACIÓN

"Tus amigos, Señor"

Subiste al Tabor, y lejos de olvidarnos,
nos invitaste a escalar contigo.
¿Se puede pedir algo más, a un amigo,
Señor? Ascendiste al Tabor,
y sin dejarnos de lado,
nos hiciste partícipes de algo,
que lejos de ser sueño,
fue gloria, presagio, anuncio,
pasión, muerte y futuro.
¿Se puede pedir algo más, a un amigo, Señor?
Te alejaste, por un momento,
de los que solicitaban tu mano
para quedar sanos tu mirada para recuperar
la fe en su vivir tus pisadas, para saber por dónde caminar.
¿Se puede pedir algo más, a un amigo,
Señor? Nos cogiste, Señor,
y para que supiéramos lo qué era el bien
nos hiciste testigos de una Gloria de un triunfo,
de una cruz, de una pasión y de una resurrección que,
a todos los que creemos, nos espera
¿Se puede pedir algo más, a un amigo,
Señor? Trepamos contigo,
Señor, a la montaña y,
con nuestros ojos abiertos al Misterio
supimos que algo extraordinario ocurría
delante de nosotros: una voz del cielo,
dos rostros conversando contigo y un cielo abierto
¡Qué bien, Señor, estábamos en ese momento!
¿Se puede pedir algo más, a un amigo,
Señor? Sólo sabemos,
Señor, que somos tus amigos y que,
todos los domingos, en la eucaristía
nos rescatas del mundo a la Gloria de Dios del sin sentido,
a la sensatez de la mentira,
a la verdad de la debilidad,
a la fortaleza de la muerte,
a la resurrección.
Sólo sabemos, Señor,
que algo bueno tenemos cuando,
siendo como somos,
compartes con nosotros estos momentos
de bienestar para el alma y para la vida. Amén.

 

lunes, 7 de marzo de 2022

I DOMINGO DE CORESMA

6 de MARZO de 2022, festividad de san Olegario

“El tiempo de Cuaresma que vamos a comenzar nos impulsará de nuevo a que con sencillez sepamos reconocer siempre nuestros fallos, de esta manera seremos menos exigentes con los que viven junto a nosotros"

TIEMPO DE CUARESMA

CONFIAR… ORAR… “MISERICORDEAR”… BENDECIR… AGRADECER… … PORQUE ES LA PASCUA DEL SEÑOR

“Anúnciales con obras y palabras, lo que el Señor ha hecho contigo” (Cf. Mc 1,19-20)

Un año más nos adentramos en el desierto cuaresmal con la firme voluntad de hacer un auténtico camino de conversión que renueve nuestra vida y desde ahí hacer una Iglesia más creíble y un mundo más habitable. No olvidamos que la gracia de Dios nos precede y es Él mismo el que quiere cambiar nuestro corazón y poner un rumbo nuevo a nuestra vida. El Espíritu Santo nos conducirá a la “Verdad plena” y nos hará gustar y saborear el misterio pascual.

Vivamos  este tiempo de cuaresma con más intensidad y así prepararnos para la Pascua, estando dispuestos a acoger lo que Dios quiera hacer con nosotros, abiertos a las sorpresas del Espíritu, para así, anunciar a otros, con obras y palabras lo que el Señor ha hecho con nosotros.

CONFIAR es la primera actitud con la que hemos de empezar esta Cuaresma, sabiendo que el Señor puede hacer posible, en nosotros, la conversión que nos pide. Su Palabra será alimento que nos fortalezca.

Hemos de entrar en este tiempo descubriendo la necesidad de ORAR para que toda nuestra vida gire en torno al proyecto de Dios y no en torno a nuestros gustos o criterios. Así llegaremos a descubrir cómo Jesucristo, transfigurándose, nos configura con Él, para estar cerca de los desfigurados. El papa nos ofrece esta palabra: “MISERICORDEAR”, que encierra en ella cómo es el corazón de Dios y a qué estamos llamados cada uno de nosotros, a tener un corazón que se inclina a las miserias de la humanidad, al dolor de cada persona. Solo convirtiendo nuestro corazón al Señor podremos acompañar el camino de la humanidad sufriente. BENDECIR al Señor, reconocer su grandeza, ser conscientes de lo que hace en cada uno de nosotros y bendecir a la humanidad, a cada hombre y mujer con los que nos encontramos, hacer posible con nuestras vidas y nuestra entrega, que sean colmados de los bienes que proceden de Dios para que sus vidas sean vividas en abundancia. Y por último saber AGRADECER la entrega de Jesús por todos y cada uno de nosotros. Su vida, su Palabra, su muerte y resurrección ha manifestado la grandeza de Dios y nos hace vivir alegres, una vida con propósito. Nuestro llanto se ha convertido en gozo, nuestra tristeza en alegría. Agradezcamos con nuestras palabras y nuestra vida este magnífico don. Vivamos nuestra existencia en continua actitud de agradecimiento.
 

MONICIÓN DE ENTRADA

Queridos hermanos, les damos una  cordial bienvenida a la celebración de la misa dominical. El miércoles hemos comenzado ya esta ruta de la Cuaresma, camino hacia la Pascua. Durante estos domingos y la Semana Santa, seremos testigos del inmenso amor que Dios nos tiene, llamándonos a la conversión y arrepentimiento, para gozar de la resurrección de Cristo.

Agradeciéndole el detalle, comenzamos sellando en la eucaristía la alianza que nos ofrece en Jesús, y que iremos renovando a lo largo de toda la Cuaresma. De pie, cantamos…
 

TEXTO DEL EVANGELIO (LC 4, 1-13)

En aquel tiempo, Jesús, lleno de Espíritu Santo, se volvió del Jordán, y era conducido por el Espíritu en el desierto, durante cuarenta días, tentado por el diablo. No comió nada en aquellos días y, al cabo de ellos, sintió hambre. Entonces el diablo le dijo: «Si eres Hijo de Dios, di a esta piedra que se convierta en pan». Jesús le respondió: «Esta escrito: ‘No sólo de pan vive el hombre’».

Llevándole a una altura le mostró en un instante todos los reinos de la tierra; y le dijo el diablo: «Te daré todo el poder y la gloria de estos reinos, porque a mí me ha sido entregada, y se la doy a quien quiero. Si, pues, me adoras, toda será tuya». Jesús le respondió: «Está escrito: ‘Adorarás al Señor tu Dios y sólo a Él darás culto’».

Le llevó a Jerusalén, y le puso sobre el alero del Templo, y le dijo: «Si eres Hijo de Dios, tírate de aquí abajo; porque está escrito: ‘A sus ángeles te encomendará para que te guarden’. Y: ‘En sus manos te llevarán para que no tropiece tu pie en piedra alguna’». Jesús le respondió: «Está dicho: ‘No tentarás al Señor tu Dios’». Acabada toda tentación, el diablo se alejó de Él hasta un tiempo oportuno.
 

REFLEXIÓN: "¿TENTACIÓN? ¿DE QUÉ Y PARA QUÉ?" POR JAVIER LEOZ

1.- Comenzamos este tiempo cuaresmal, y, amigos, no lo olvidemos: es un proceso de catequesis bautismales. Es decir ¡repasemos y descubramos nuestro nacimiento a la fe y a la vida nueva! ¿Que por quién? ¡Por Cristo y en Cristo! El hombre, desde que nace, brota para la vida y para la muerte, para la alegría y para la tristeza, para el éxito y para el fracaso. Y también, el evangelio de hoy nos lo muestra estupendamente, para las tentaciones de cada día. Pero ¿qué ocurre en aquí y ahora? ¿Tenemos sensación de ser tentados en lo importante o, más bien, rescatados de lo que no es necesario o, según algunos, secundario? ¿Qué es más decisivo, a la hora de elegir caminos, los que conducen hacia el pan de la buena imagen, del poder, del tener o…los que llevan a Dios? La experiencia nos lo remarca una y otra vez: no sólo de pan vive el hombre. O, por lo menos, lo fugaz no nos hace definitivos ni definitivamente felices. El mundo, los medios de comunicación social y otros entes, puede que –hoy más que nunca- nos estén transmitiendo: ¡si dejas de creer, si renuncias a tus principios cristianos, si te alejas del mundo de Dios…serás famoso, no tendrás problemas, pasarás desapercibido y dejarás de ser señalado! Comprobamos, viva réplica de los tiempos de Jesús, cómo algunos nos quieren poner altos, peligrosamente elevados con una condición: que dejemos de adorar a Dios y nos sometamos al dictado de la sociedad caprichosa, injusta y, a veces, endemoniada.

2.-Tenemos que apoyarnos en la Palabra del Señor. Para ello, y si podemos, qué bueno sería realizar lo que la Iglesia nos sugiere con tanta insistencia: retirarnos a un pequeño desierto. La eucaristía de cada domingo, el ejercicio del vía crucis, una oración ante el sagrario o la contemplación de la cruz, son reales desiertos que nos alejan de esa fábrica de ruidos y de traiciones, de prisas y de preocupaciones que es el entorno donde nos movemos. ¿Dónde buscamos hoy a Dios? ¿Te has molestado alguna vez en buscarlo? Corremos el riesgo de pensar que, bueno, ya estamos bautizados, ya nos hemos confirmado, ya somos sacerdotes o, ¡contento se puede ver el Señor o la misma Iglesia, de que nos hayamos casado delante del altar! Pero el Señor quiere algo más. Y nuestra fe, necesita algo más. Por eso mismo, la Eucaristía, la Palabra de Dios bien proclamada y atentamente escuchada, son lugares privilegiados donde buscar y poder encontrar al Señor. ¡Cuántos cristianos que no se dan cuenta que, en la Palabra de Dios, es donde el hombre encuentra el secreto de su felicidad! Al iniciar esta santa cuaresma, no vemos las cosas fáciles para el camino de la fe. Tampoco fue un camino de rosas para Jesús: ¡fue tentado! Nosotros, al igual que El, somos tentados al abandono. A dejar en un segundo o en un tercer plano, nuestra pertenencia a la gran familia de Dios. Tenemos la tentación de convertir a los falsos ídolos (los dominantes de nuestro mundo) en los dueños de nuestras conciencias, de la educación de nuestros niños y jóvenes o en los gestores o fabricantes de leyes que van en contra de la dignidad de la persona o de la misma vida. ¿Quién ha dicho que las tentaciones no existen?

3.- Hoy es más moderno ir de “guay” y de “progre” por las calles de nuestras ciudades. Hoy, es más fácil no ser cristiano que dar testimonio de nuestra fe. Hoy, es más fácil escuchar, seguir el continuo y falso canto de las sirenas de la felicidad que secundar, la dulce y humilde Palabra del Señor. Hoy, cuando somos tentados, preferimos dejarnos seducir por el efímero dulce del paladar que resistirnos y preguntarnos si, lo que dejamos a cambio, es a la larga más ventajo o beneficioso. ¿Tentación? ¿De qué? ¿De quién? Busca un poco en tu vida y, pronto, la encontrarás. La Pascua del Señor, en el horizonte, nos invita a ello.
 

ORACIÓN DE LOS FIELES

La Cuaresma es un tiempo precioso y propicio para que, en el don de gracia de sus cuarenta días, el alma se convierta y el corazón purificado se dirija a Dios. Oremos por nuestra conversión y purificación diciendo juntos: "No nos dejes caer en la tentación, Señor".

1. Por la Iglesia, para que este tiempo de Cuaresma sea la ocasión para tomar más conciencia de los dones recibidos con el bautismo, y seamos en el mundo, y para el mundo, profecía y testimonio del amor de Dios. Oremos.

2. Por los gobernantes de las naciones, especialmente los de nuestro país, para que sientan la necesidad de recurrir a Dios para pedirle una mirada límpida y nueva, ciencia recta junto aun corazón puro para ver mejor las necesidades y llevar bienestar a todos. Oremos.

3. Por la paz en el mundo, para que cesen los conflictos bélicos entre las naciones y se respete la libertad de todos los países y la vida humana. Oremos.

4. Por los enfermos y los que sufren, para que, si es la voluntad de Dios, puedan sanar pronto y recobrar la salud y, para que tengan siempre a su lado personas que las cuiden y las asistan con amor. Oremos.

5. Por todos nosotros, para que en este tiempo de Cuaresma Dios nos dé la fuerza de su Espíritu para poder mortificar nuestro cuerpo y ofrecerle un sacrificio agradable a su presencia. Oremos.
 

ORACIÓN

"Nos has llamado al desierto"

NOS HAS LLAMADO AL DESIERTO, SEÑOR DE LA LIBERTAD,
Y ESTÁ EL CORAZÓN ABIERTO A LA LUZ DE TU VERDAD.
SUBIMOS CON ESPERANZA LA ESCALADA CUARESMAL,
EL PUEBLO DE DIOS AVANZA HASTA LA CUMBRE PASCUAL.

1. Tu pueblo, Señor,
camina desde la aurora al ocaso:
a tu Pascua se encamina
y te sigue paso a paso.

2. Señor, te reconocemos
y tu Palabra escuchamos,
tus caminos seguiremos
y tu ley de amor cantamos.

3. Se acerca, Señor,
tu día, en el que todo florece:
con su luz y su alegría
ya el camino resplandece.

 

viernes, 4 de marzo de 2022

Carta Pastoral de mons. Barrio na Coresma 2022

28 de febrero de 2022

  • Carta Pastoral del arzobispo para este tiempo litúrgico que se inició el miércoles día 2 de marzo con la imposición de la ceniza
  • Monseñor Barrio recuerda que el ayuno, la limosna y la oración son semillas para la siembra cuaresmal

En su Carta Pastoral para la Cuaresma, el arzobispo de Santiago recuerda el mensaje del papa Francisco para este tiempo litúrgico que se inicia el próximo miércoles día 2 de marzo con la imposición de la ceniza. Monseñor Barrio indica que el pontífice nos dice que la Cuaresma “es un tiempo favorable para la renovación personal y comunitaria que nos conduce hacia la Pascua de Jesucristo muerto y resucitado”.

En este sentido, el prelado compostelano indica que “el ayuno, la limosna y la oración, semillas para la siembra cuaresmal, nos ayudarán en este propósito a entender nuestra relación con las cosas y las personas y nuestro estilo de vida y acción”.

Monseñor Barrio recuerda que este es un tiempo para “fortalecer nuestro espíritu” y asegura que “las gracias jubilares nos ayudan a fortalecer nuestra espiritualidad, viviendo el sentido penitencial y la conversión a Dios”.

El arzobispo señala también que “Jesús es la acequia de gracia que nos refresca y hace que no nos marchitemos”, y que la fe cristiana habla con las manos porque actúa mediante la caridad”. Y añade: “las manos llagadas del resucitado son signo de que el amor del Padre es más fuerte que la muerte: En su resurrección vivimos de su presente eterno y nuestros nombres quedan inscritos en el libro de la vida porque estamos tatuados en Dios”.

En este camino cuaresmal, el arzobispo invita a participar en la celebración de las 24 horas para el Señor, que tendrán lugar el viernes 25 y el sábado 26 de marzo: “en la adoración eucarística encontramos también el ambiente propicio para celebrar el Sacramento de la Reconciliación cuya experiencia nos lleva a ser misericordiosos con los demás”.

El arzobispo pide, además, que en las parroquias, en las comunidades religiosas y en los Seminarios se programen momentos de adoración al Santísimo, lectura de la Palabra de Dios y celebraciones penitenciales en el contexto de esta celebración.

 

 

 


miércoles, 2 de marzo de 2022

MENSAJE DO SANTO PAI PARA A CORESMA 2022

«No nos cansemos de hacer el bien, porque, si no desfallecemos, cosecharemos los frutos a su debido tiempo.

Por tanto, mientras tenemos la oportunidad, hagamos el bien a todos» (Ga 6,9-10a)

 Queridos hermanos y hermanas:

La Cuaresma es un tiempo favorable para la renovación personal y comunitaria que nos conduce hacia la Pascua de Jesucristo muerto y resucitado. Para nuestro camino cuaresmal de 2022 nos hará bien reflexionar sobre la exhortación de san Pablo a los gálatas: «No nos cansemos de hacer el bien, porque, si no desfallecemos, cosecharemos los frutos a su debido tiempo. Por tanto, mientras tenemos la oportunidad (kairós), hagamos el bien a todos» (Ga 6,9-10a).

1. Siembra y cosecha

En este pasaje el Apóstol evoca la imagen de la siembra y la cosecha, que a Jesús tanto le gustaba (cf. Mt 13). San Pablo nos habla de un kairós, un tiempo propicio para sembrar el bien con vistas a la cosecha. ¿Qué es para nosotros este tiempo favorable? Ciertamente, la Cuaresma es un tiempo favorable, pero también lo es toda nuestra existencia terrena, de la cual la Cuaresma es de alguna manera una imagen [1]. Con demasiada frecuencia prevalecen en nuestra vida la avidez y la soberbia, el deseo de tener, de acumular y de consumir, como muestra la parábola evangélica del hombre necio, que consideraba que su vida era segura y feliz porque había acumulado una gran cosecha en sus graneros (cf. Lc 12,16-21). La Cuaresma nos invita a la conversión, a cambiar de mentalidad, para que la verdad y la belleza de nuestra vida no radiquen tanto en el poseer cuanto en el dar, no estén tanto en el acumular cuanto en sembrar el bien y compartir.

El primer agricultor es Dios mismo, que generosamente «sigue derramando en la humanidad semillas de bien» (Carta enc. Fratelli tutti, 54). Durante la Cuaresma estamos llamados a responder al don de Dios acogiendo su Palabra «viva y eficaz» (Hb 4,12). La escucha asidua de la Palabra de Dios nos hace madurar una docilidad que nos dispone a acoger su obra en nosotros (cf. St 1,21), que hace fecunda nuestra vida. Si esto ya es un motivo de alegría, aún más grande es la llamada a ser «colaboradores de Dios» (1 Co 3,9), utilizando bien el tiempo presente (cf. Ef 5,16) para sembrar también nosotros obrando el bien. Esta llamada a sembrar el bien no tenemos que verla como un peso, sino como una gracia con la que el Creador quiere que estemos activamente unidos a su magnanimidad fecunda.

¿Y la cosecha? ¿Acaso la siembra no se hace toda con vistas a la cosecha? Claro que sí. El vínculo estrecho entre la siembra y la cosecha lo corrobora el propio san Pablo cuando afirma: «A sembrador mezquino, cosecha mezquina; a sembrador generoso, cosecha generosa» (2 Co 9,6). Pero, ¿de qué cosecha se trata? Un primer fruto del bien que sembramos lo tenemos en nosotros mismos y en nuestras relaciones cotidianas, incluso en los más pequeños gestos de bondad. En Dios no se pierde ningún acto de amor, por más pequeño que sea, no se pierde ningún «cansancio generoso» (cf. Exhort. ap. Evangelii gaudium, 279). Al igual que el árbol se conoce por sus frutos (cf. Mt 7,16.20), una vida llena de obras buenas es luminosa (cf. Mt 5,14-16) y lleva el perfume de Cristo al mundo (cf. 2 Co 2,15). Servir a Dios, liberados del pecado, hace madurar frutos de santificación para la salvación de todos (cf. Rm 6,22).

En realidad, sólo vemos una pequeña parte del fruto de lo que sembramos, ya que según el proverbio evangélico «uno siembra y otro cosecha» (Jn 4,37). Precisamente sembrando para el bien de los demás participamos en la magnanimidad de Dios: «Una gran nobleza es ser capaz de desatar procesos cuyos frutos serán recogidos por otros, con la esperanza puesta en las fuerzas secretas del bien que se siembra» (Carta enc. Fratelli tutti, 196). Sembrar el bien para los demás nos libera de las estrechas lógicas del beneficio personal y da a nuestras acciones el amplio alcance de la gratuidad, introduciéndonos en el maravilloso horizonte de los benévolos designios de Dios.

La Palabra de Dios ensancha y eleva aún más nuestra mirada, nos anuncia que la siega más verdadera es la escatológica, la del último día, el día sin ocaso. El fruto completo de nuestra vida y nuestras acciones es el «fruto para la vida eterna» (Jn 4,36), que será nuestro «tesoro en el cielo» (Lc 18,22; cf. 12,33). El propio Jesús usa la imagen de la semilla que muere al caer en la tierra y que da fruto para expresar el misterio de su muerte y resurrección (cf. Jn 12,24); y san Pablo la retoma para hablar de la resurrección de nuestro cuerpo: «Se siembra lo corruptible y resucita incorruptible; se siembra lo deshonroso y resucita glorioso; se siembra lo débil y resucita lleno de fortaleza; en fin, se siembra un cuerpo material y resucita un cuerpo espiritual» (1 Co 15,42-44). Esta esperanza es la gran luz que Cristo resucitado trae al mundo: «Si lo que esperamos de Cristo se reduce sólo a esta vida, somos los más desdichados de todos los seres humanos. Lo cierto es que Cristo ha resucitado de entre los muertos como fruto primero de los que murieron» (1 Co 15,19-20), para que aquellos que están íntimamente unidos a Él en el amor, en una muerte como la suya (cf. Rm 6,5), estemos también unidos a su resurrección para la vida eterna (cf. Jn 5,29). «Entonces los justos brillarán como el sol en el Reino de su Padre» (Mt 13,43).

2. «No nos cansemos de hacer el bien»

La resurrección de Cristo anima las esperanzas terrenas con la «gran esperanza» de la vida eterna e introduce ya en el tiempo presente la semilla de la salvación (cf. Benedicto XVI, Carta enc. Spe salvi, 3; 7). Frente a la amarga desilusión por tantos sueños rotos, frente a la preocupación por los retos que nos conciernen, frente al desaliento por la pobreza de nuestros medios, tenemos la tentación de encerrarnos en el propio egoísmo individualista y refugiarnos en la indiferencia ante el sufrimiento de los demás. Efectivamente, incluso los mejores recursos son limitados, «los jóvenes se cansan y se fatigan, los muchachos tropiezan y caen» (Is 40,30). Sin embargo, Dios «da fuerzas a quien está cansado, acrecienta el vigor del que está exhausto. […] Los que esperan en el Señor renuevan sus fuerzas, vuelan como las águilas; corren y no se fatigan, caminan y no se cansan» (Is 40,29.31). La Cuaresma nos llama a poner nuestra fe y nuestra esperanza en el Señor (cf. 1 P 1,21), porque sólo con los ojos fijos en Cristo resucitado (cf. Hb 12,2) podemos acoger la exhortación del Apóstol: «No nos cansemos de hacer el bien» (Ga 6,9).

No nos cansemos de orar. Jesús nos ha enseñado que es necesario «orar siempre sin desanimarse» ( Lc 18,1). Necesitamos orar porque necesitamos a Dios. Pensar que nos bastamos a nosotros mismos es una ilusión peligrosa. Con la pandemia hemos palpado nuestra fragilidad personal y social. Que la Cuaresma nos permita ahora experimentar el consuelo de la fe en Dios, sin el cual no podemos tener estabilidad (cf. Is 7,9). Nadie se salva solo, porque estamos todos en la misma barca en medio de las tempestades de la historia [2]; pero, sobre todo, nadie se salva sin Dios, porque sólo el misterio pascual de Jesucristo nos concede vencer las oscuras aguas de la muerte. La fe no nos exime de las tribulaciones de la vida, pero nos permite atravesarlas unidos a Dios en Cristo, con la gran esperanza que no defrauda y cuya prenda es el amor que Dios ha derramado en nuestros corazones por medio del Espíritu Santo (cf. Rm 5,1-5).

No nos cansemos de extirpar el mal de nuestra vida. Que el ayuno corporal que la Iglesia nos pide en Cuaresma fortalezca nuestro espíritu para la lucha contra el pecado. No nos cansemos de pedir perdón en el sacramento de la Penitencia y la Reconciliación, sabiendo que Dios nunca se cansa de perdonar [3].  No nos cansemos de luchar contra la concupiscencia, esa fragilidad que nos impulsa hacia el egoísmo y a toda clase de mal, y que a lo largo de los siglos ha encontrado modos distintos para hundir al hombre en el pecado (cf. Carta enc. Fratelli tutti, 166). Uno de estos modos es el riesgo de dependencia de los medios de comunicación digitales, que empobrece las relaciones humanas. La Cuaresma es un tiempo propicio para contrarrestar estas insidias y cultivar, en cambio, una comunicación humana más integral (cf. ibíd., 43) hecha de «encuentros reales» ( ibíd., 50), cara a cara.

No nos cansemos de hacer el bien en la caridad activa hacia el prójimo. Durante esta Cuaresma practiquemos la limosna, dando con alegría (cf. 2 Co 9,7). Dios, «quien provee semilla al sembrador y pan para comer» (2 Co 9,10), nos proporciona a cada uno no sólo lo que necesitamos para subsistir, sino también para que podamos ser generosos en el hacer el bien a los demás. Si es verdad que toda nuestra vida es un tiempo para sembrar el bien, aprovechemos especialmente esta Cuaresma para cuidar a quienes tenemos cerca, para hacernos prójimos de aquellos hermanos y hermanas que están heridos en el camino de la vida (cf. Lc 10,25-37). La Cuaresma es un tiempo propicio para buscar —y no evitar— a quien está necesitado; para llamar —y no ignorar— a quien desea ser escuchado y recibir una buena palabra; para visitar —y no abandonar— a quien sufre la soledad. Pongamos en práctica el llamado a hacer el bien a todos, tomándonos tiempo para amar a los más pequeños e indefensos, a los abandonados y despreciados, a quienes son discriminados y marginados (cf. Carta enc. Fratelli tutti, 193).

3. «Si no desfallecemos, a su tiempo cosecharemos»

La Cuaresma nos recuerda cada año que «el bien, como también el amor, la justicia y la solidaridad, no se alcanzan de una vez para siempre; han de ser conquistados cada día» (ibíd., 11). Por tanto, pidamos a Dios la paciente constancia del agricultor (cf. St 5,7) para no desistir en hacer el bien, un paso tras otro. Quien caiga tienda la mano al Padre, que siempre nos vuelve a levantar. Quien se encuentre perdido, engañado por las seducciones del maligno, que no tarde en volver a Él, que «es rico en perdón» (Is 55,7). En este tiempo de conversión, apoyándonos en la gracia de Dios y en la comunión de la Iglesia, no nos cansemos de sembrar el bien. El ayuno prepara el terreno, la oración riega, la caridad fecunda. Tenemos la certeza en la fe de que «si no desfallecemos, a su tiempo cosecharemos» y de que, con el don de la perseverancia, alcanzaremos los bienes prometidos (cf. Hb 10,36) para nuestra salvación y la de los demás (cf. 1 Tm 4,16). Practicando el amor fraterno con todos nos unimos a Cristo, que dio su vida por nosotros (cf. 2 Co 5,14-15), y empezamos a saborear la alegría del Reino de los cielos, cuando Dios será «todo en todos» (1 Co 15,28).

Que la Virgen María, en cuyo seno brotó el Salvador y que «conservaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón» (Lc 2,19) nos obtenga el don de la paciencia y permanezca a nuestro lado con su presencia maternal, para que este tiempo de conversión dé frutos de salvación eterna.

Roma, San Juan de Letrán, 11 de noviembre de 2021, Memoria de san Martín de Tours, obispo.

 

FRANCISCO