jueves, 29 de julio de 2021

Un cristianismo para la era secular y post-secular

La ‘ultra modernidad’ (que otros denominan ‘era postmoderna’ y que, en el contexto de lo religioso, nosotros preferimos el termino de ‘era post-secular’), es el resultado de todo un proceso que ha conducido al ser humano occidental a buscar emanciparse de numerosas coacciones colectivas, religiosas y otras, que limitaban su libertad individual. Hoy, esta última, no está inicialmente frenada más que por la libertad de los otros y algunas reglas indispensables al vivir juntos.

Pero esta libertad está vacía, no tiene contenido, es una libertad negativa, una libertad que nos expone a toda suerte de alineaciones y a dependencias, una libertad qué siendo objeto de manipulaciones exteriores nos lleva al fundamentalismo del mercado y al dictado de lo tenido por correcto. En una sociedad liberal la cuestión del sentido de la vida es reenviada a la esfera privada, a la intimidad de cada uno, pues la sociedad, en ella misma, no es portadora de sentido. La sociedad, aunque divinizada, está radicalmente secularizada.

En la sociedad occidental ultramoderna, (EEUU, Francia, Gran Bretaña, Alemania y centro Europa, los países nórdicos, y gran parte de España), la radicalización incluso de la secularización está conduciendo a lo religioso al corazón de la vida colectiva pública. Es un retorno activo, no siempre visible, de la participación de los actores e instituciones religiosas en la elaboración del bien común individual y colectivo, mientras que se ha creído poder encerrar lo religioso en la conciencia individual privada y en la práctica de ritos al interior de los edificios de culto. Es la exculturación sociocultural y política de lo religioso. Algo a lo que nunca el cristianismo ha querido reducirse. Un retorno que acepta inscribirse en el marco del debate público democrático y que no demanda nada de particular más que de participar, al lado y con los otros, en una discusión colectiva sin que la calificación religiosa de los contribuyentes sea un motivo de descalificación o de marginalización. Tampoco de supremacía.

La secularización desencantada

¿Por qué hablamos de una radicalización de la secularización? Porque los ideales seculares que hemos tenido tendencia a presentarlos como alternativas a los ideales religiosos se encuentran ellos mismos desencantados. Ya no es la creencia en las promesas políticas la que viene a reemplazar la creencia en las promesas religiosas; tampoco la creencia en la autoridad de los “maîtres d’école” (grandes intelectuales) se sustituiría a la de los sacerdotes; el reconocimiento del profesionalismo de los asistentes sociales reemplazaría el compromiso existencial de las mujeres y hombres de caridad; la confianza acordada a los técnicos y sabios reemplazaría aquella acordada a los saberes y técnicas tradicionales. Pues todas estas autoridades seculares están ellas mismas quebrantadas, puestas en discusión.

Esta secularización de los ideales seculares es particularmente neta en el dominio de la política, con el aumento del desenganche e incredulidad de los ciudadanos hacia la política, hacia los políticos, como muestran Informes Internacionales, incluso con afán prospectivo. Pienso, por ejemplo, en el “Informe de Tendencias Globales” que publicó en marzo pasado el Consejo Nacional de Inteligencia de EE UU. En tal coyuntura es llamativo constatar que, tanto en los filósofos y sociólogos agnósticos o ateos como André Comte-SponvilleJürgen HabermasSalvador GinerEdgar Morin, como en los inscritos en una tradición religiosa como Paul RicoeurPierre ManentJesús Martinez GordoAndrés Torres Queiruga, encontramos diversas formas de reconsiderar el ámbito y el papel de lo religioso, en el marco de las sociedades secularizadas y pluralistas de hoy, en el sentido de un reconocimiento de la legitimidad de su participación en los debates públicos a condición que no quieran imponer nada. Entiéndase bien.

No se trata de una vuelta de lo religioso en el sentido en el que se volvería a un estado anterior a la “era secular” que diría Charles Taylor, en las relaciones Iglesia-Estado, cómo si las religiones volvieran a recuperar el poder sobre la sociedad y los individuos. Este último planteamiento solamente es sostenido por los nostálgicos de la “era de cristiandad” que, afortunadamente, no ha de volver. En la actualidad, se trata de reconfigurar el espacio y el papel de lo religioso en las sociedades radicalmente secularizadas dónde las promesas seculares están, ellas mismas, desencantadas.

El cristianismo en medio de la modernidad desencantada 

En tal coyuntura, tanto lo religioso como lo secular evolucionan y reajustan sus relaciones: un cristianismo cada vez más desmitologizado y valorando, defendiendo y postulando su ética universal de la fraternidad, “el ethos del amor” universal e incondicional, como sostiene Hans Joaseste cristianismo encuentra positivamente una política o un político desescatologizado y desencantado en la búsqueda de fuerzas convincentes y motivantes para construir la sociedad de mañana. De ahí las sinergias positivas entre lo político y lo religioso, lo que no impide que haya conflictos y desacuerdos profundos como se ha visto en el caso del “matrimonio para todos” en Francia, y la ley de eutanasia, y de las uniones “trans”, en España. Pero, en eso consiste la democracia moderna.

Siendo el cristianismo una religión de la Encarnación de dimensión universalista, se inscribe sin problema en una configuración favorable a la participación de las religiones en la vida pública. En Europa occidental las Iglesias católica y protestante han aprendido poco a poco a integrar su autocomprensión en el hecho de que no representan ya en la actualidad, ellas solas, las normas de lo religioso en la era secular y ya, aunque en germen en España, todavía, la era post – secular. Estamos viviendo, en nuestros días, el paso del cristianismo heredado al cristianismo por elección, lo que no quiere decir que tengamos que hacer “tabla rasa” de la herencia de 20 siglos de cristianismo, en la actualidad más universal, geográficamente hablando, de los que nunca ha sido en la historia. Esta nueva condición social del cristianismo le permite hacer valer sin complejos sus posiciones y sus acciones en las sociedades pluralistas, en las que el Estado pena a regular una pluralidad acentuada de concepciones del hombre y del mundo y de las diferentes opciones éticas presentes en la sociedad.

La interpelación de lo religioso a lo político

La interpelación religiosa que impide a lo político dormitar si se encierra en el bienestar de sus votantes, es una evocación del papel de los cristianos respecto de lo político (en otras latitudes hablaría de los budistas, musulmanes, judíos etc., siempre que propugnen el universalismo ético) que no está tan lejos de las posturas actuales de algunas iglesias cristianas respecto del poder. Frente al riesgo de no tratar humanamente a los refugiados, los extranjeros y los autóctonos en situación de extrema precariedad (por ejemplo, las personas de edad avanzada con pocos recursos, y las personas incapacitadas), y frente a los riesgos de la estigmatización de ciertas poblaciones como los gitanos, los migrantes pobres, etc., las autoridades religiosas y los que se dicen cristianos, deben movilizar la ética de la fraternidad cristiana, el “ethos del amor”. Que sea Caritas católica, la Acción Social Protestante, numerosos benévolos sacan recursos movilizadores, de carácter ético, del cristianismo para comprometerse en las acciones de solidaridad e interpelar a los poderes públicos sobre su deber de humanidad.

Pero también sobre otros temas las religiones quieren hacer patente su voz: sobre la sexualidad, género, filiación, la gestación por otra persona o la procreación médicamente asistida, la legalización de la eutanasia etcétera. En estos temas, especialmente ciertas voces laicas, tienen tendencia a querer reenviar las iglesias a su sacristía y les solicitan que se limiten a lo que, supuestamente les concierne únicamente, esto es, a las cuestiones espirituales y de culto. Como si las religiones se limitarán al fuero interno y a las prácticas en los edificios del culto.

Cabe preguntarse si, finalmente, no habría tendencia a seleccionar el papel de la religión en el espacio público, en forma positiva en ciertos ámbitos, especialmente en el de la ética social y de forma negativa en otros, particularmente en los de la ética sexual y familiar. Pero la participación de grupos religiosos al debate público no es de geometría variable según los temas, y su legitimidad no depende de su grado de conformidad con las tendencias seculares del momento. Lo esencial es respetar las leyes del país, inscribir su acción en el marco democrático de una sociedad laica donde, incluso, si las voces cristianas son rigurosamente opuestas a una evolución, esta evolución debe ser aceptada y desembocar en una ley que pueda devenir una ley de todos y para todos. Entre tanto, aquí también, habrá conflictos, como los ha tenido el cristianismo, en su interior (como en la actualidad, valorando la acción del papa Francisco), como en sus relaciones con la sociedad y el poder de cada momento, a lo largo de su historia.

Una laicidad democrática y no autoritaria no debe descalificar y deslegitimar los interlocutores religiosos bajo el pretexto que estarían en contra de ciertas evoluciones, incluso en el caso de que hubieran sido legalizadas. Así, por ejemplo, en cuanto a la condición de género del ser humano, la igualdad de los hombres y de las mujeres, hay diferentes formas de concebirlas y no hay ninguna razón para que un Estado secular excomulgue, esto es, impida y castigue, la expresión pública, pacifica, de ciertas concepciones en provecho de otras. Lo que no quiere decir que no legisle de acuerdo a la mayoría, aunque, si es responsable, procurará hacerlo con el mayor acuerdo posible.

En ciertos temas no vale la mayoría del 51 %. Las tensiones son inevitables entre las religiones y las evoluciones dominantes en la sociedad. Estás tensiones no son solamente inevitables, sino que son estructurales y testimonian una buena salud de la laicidad. En efecto el deber de la democracia es el de permitir lealmente la expresión de estas tensiones más que de querer aniquilarlas con el único provecho de uno de los polos del debate. Es lo que Paul Ricard llamaba una “laicidad positiva de confrontaciones” que hace justicia a la diversidad de la sociedad civil.

Hay que redescubrir que las religiones alimentan también compromisos solidarios y profundamente altruistas, que son depósitos de compromiso y de esperanza que pueden socializar a las personas, en particular los jóvenes, en una normatividad estructurada y estructurante, prevenirlos contra el pesimismo e incitarlos a actuar, sean las que sean las dificultades del presente.

Los riesgos de las lecturas políticas del cristianismo

Reconocer este depósito de convicciones y de acciones que representa el cristianismo, como otras religiones, no significa por otra parte que, como toda realidad militante y de convicción, el cristianismo pueda generar, y de hecho ha generado en ciertas circunstancias, actividades intolerantes e incluso fanatismos y violencias. Así, por ejemplo, las religiones pueden conducir a encerrar a sus miembros en su red, cortándoles lo más posible de la sociedad en la que se desarrollan, incluso hacerles percibir la sociedad global como una realidad diabólica de la que es preciso huir y combatir.

Es el caso de Rod Dreher con lo que denomina “la opción benedictina”. En efecto, el cristianismo no está indemne de estas tendencias, así en el catolicismo tradicionalista conservador que manifiesta simpatías por la extrema derecha y en las franjas fundamentalistas del protestantismo que quisieran reconquistar la sociedad. Aunque la utilización partidista de lo religioso no se limita a la extrema derecha y al mundo tradicional. También en la extrema izquierda, como vemos ahora, por ejemplo, en Nicaragua, con la lectura que se hace en España, atribuyendo la responsabilidad de su mala situación, casi en exclusiva, al maligno poder estadounidense.

Superar el individualismo reinante

Por otra parte, si el humanismo democrático se ha construido a veces en oposición a las religiones, estas últimas pueden, en un mundo secular desencantado, devenir preciosos garantes de una superación de un individualismo que se cruza con una mundialización, rasgos de la sociedad de nuestros días. El cristianismo, en la diversidad de sus expresiones confesionales, se encuentra cada vez más tranquilo para esta defensa del humanismo democrático pues no son extranjeras a su propia emergencia.

En las incertidumbres y en las inseguridades identitarias del régimen ultramoderno, el cristianismo reencuentra no el poder, sino la influencia. Es, incluso, esta pérdida de poder sobre la sociedad y en su aceptación del marco laico de la sociedad del cristianismo posmoderno y post-secular (aunque no todos los cristianos comulgan, todavía con esta idea), lo que le permite ser apreciado, también como proveedor de sentido y de esperanza en una sociedad bastante desbrujulada. Un cristianismo incubador y propulsor de acciones solidarias en un entorno en el que “el cada uno para si” tiende a desarrollarse con fuerza.

Javier Elzo.

 

martes, 27 de julio de 2021

YO ESTOY CONTIGO TODOS LOS DÍAS

 Queridos abuelos, queridas abuelas:

“Yo estoy contigo todos los días” (cf. Mt 28,20) es la promesa que el Señor hizo a sus discípulos antes de subir al cielo y que hoy te repite también a ti, querido abuelo y querida abuela. A ti. “Yo estoy contigo todos los días” son también las palabras que como Obispo de Roma y como anciano igual que tú me gustaría dirigirte con motivo de esta primera Jornada Mundial de los Abuelos y de las Personas Mayores. Toda la Iglesia está junto a ti —digamos mejor, está junto a nosotros—, ¡se preocupa por ti, te quiere y no quiere dejarte solo!

Soy muy consciente de que este mensaje te llega en un momento difícil: la pandemia ha sido una tormenta inesperada y violenta, una dura prueba que ha golpeado la vida de todos, pero que a nosotros mayores nos ha reservado un trato especial, un trato más duro. Muchos de nosotros se han enfermado, y tantos se han ido o han visto apagarse la vida de sus cónyuges o de sus seres queridos. Muchos, aislados, han sufrido la soledad durante largo tiempo.

El Señor conoce cada uno de nuestros sufrimientos de este tiempo. Está al lado de los que tienen la dolorosa experiencia de ser dejados a un lado. Nuestra soledad —agravada por la pandemia— no le es indiferente. Una tradición narra que también san Joaquín, el abuelo de Jesús, fue apartado de su comunidad porque no tenía hijos. Su vida —como la de su esposa Ana— fue considerada inútil. Pero el Señor le envió un ángel para consolarlo. Mientras él, entristecido, permanecía fuera de las puertas de la ciudad, se le apareció un enviado del Señor que le dijo: “¡Joaquín, Joaquín! El Señor ha escuchado tu oración insistente”.[1] Giotto, en uno de sus famosos frescos,[2] parece ambientar la escena en la noche, en una de esas muchas noches de insomnio, llenas de recuerdos, preocupaciones y deseos a las que muchos de nosotros estamos acostumbrados.

Pero incluso cuando todo parece oscuro, como en estos meses de pandemia, el Señor sigue enviando ángeles para consolar nuestra soledad y repetirnos: “Yo estoy contigo todos los días”. Esto te lo dice a ti, me lo dice a mí, a todos. Este es el sentido de esta Jornada que he querido celebrar por primera vez precisamente este año, después de un largo aislamiento y una reanudación todavía lenta de la vida social. ¡Que cada abuelo, cada anciano, cada abuela, cada persona mayor —sobre todo los que están más solos— reciba la visita de un ángel!

A veces tendrán el rostro de nuestros nietos, otras veces el rostro de familiares, de amigos de toda la vida o de personas que hemos conocido durante este momento difícil. En este tiempo hemos aprendido a comprender lo importante que son los abrazos y las visitas para cada uno de nosotros, ¡y cómo me entristece que en algunos lugares esto todavía no sea posible!

Sin embargo, el Señor también nos envía sus mensajeros a través de la Palabra de Dios, que nunca deja que falte en nuestras vidas. Leamos una página del Evangelio cada día, recemos con los Salmos, leamos los Profetas. Nos conmoverá la fidelidad del Señor. La Escritura también nos ayudará a comprender lo que el Señor nos pide hoy para nuestra vida. Porque envía obreros a su viña a todas las horas del día (cf. Mt 20,1-16), y en cada etapa de la vida. Yo mismo puedo testimoniar que recibí la llamada a ser Obispo de Roma cuando había llegado, por así decirlo, a la edad de la jubilación, y ya me imaginaba que no podría hacer mucho más. El Señor está siempre cerca de nosotros —siempre— con nuevas invitaciones, con nuevas palabras, con su consuelo, pero siempre está cerca de nosotros. Ustedes saben que el Señor es eterno y que nunca se jubila. Nunca.

En el Evangelio de Mateo, Jesús dice a los Apóstoles: «Vayan, y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a cumplir todo lo que yo les he mandado» (28,19-20). Estas palabras se dirigen también hoy a nosotros y nos ayudan a comprender mejor que nuestra vocación es la de custodiar las raíces, transmitir la fe a los jóvenes y cuidar a los pequeños. Escuchen bien: ¿cuál es nuestra vocación hoy, a nuestra edad? Custodiar las raíces, transmitir la fe a los jóvenes y cuidar de los pequeños. No lo olviden.

No importa la edad que tengas, si sigues trabajando o no, si estás solo o tienes una familia, si te convertiste en abuela o abuelo de joven o de mayor, si sigues siendo independiente o necesitas ayuda, porque no hay edad en la que puedas retirarte de la tarea de anunciar el Evangelio, de la tarea de transmitir las tradiciones a los nietos. Es necesario ponerse en marcha y, sobre todo, salir de uno mismo para emprender algo nuevo.

Hay, por tanto, una vocación renovada también para ti en un momento crucial de la historia. Te preguntarás: pero, ¿cómo es posible? Mis energías se están agotando y no creo que pueda hacer mucho más. ¿Cómo puedo empezar a comportarme de forma diferente cuando la costumbre se ha convertido en la norma de mi existencia? ¿Cómo puedo dedicarme a los más pobres cuando tengo ya muchas preocupaciones por mi familia? ¿Cómo puedo ampliar la mirada si ni siquiera se me permite salir de la residencia donde vivo? ¿No ya es mi soledad una carga demasiado pesada? Cuántos de ustedes se hacen esta pregunta: mi soledad, ¿no es una piedra demasiado pesada? El mismo Jesús escuchó una pregunta de este tipo a Nicodemo, que le preguntó: «¿Cómo puede un hombre volver a nacer cuando ya es viejo?» (Jn 3,4). Esto puede ocurrir, responde el Señor, abriendo el propio corazón a la obra del Espíritu Santo, que sopla donde quiere. El Espíritu Santo, con esa libertad que tiene, va a todas partes y hace lo que quiere.

Como he repetido en varias ocasiones, de la crisis en la que se encuentra el mundo no saldremos iguales, saldremos mejores o peores. Y «ojalá no se trate de otro episodio severo de la historia del que no hayamos sido capaces de aprender —¡nosotros somos duros de mollera!— Ojalá no nos olvidemos de los ancianos que murieron por falta de respiradores […]. Ojalá que tanto dolor no sea inútil, que demos un salto hacia una forma nueva de vida y descubramos definitivamente que nos necesitamos y nos debemos los unos a los otros, para que la humanidad renazca» (Carta enc. Fratelli tutti, 35). Nadie se salva solo. Estamos en deuda unos con otros.

En esta perspectiva, quiero decirte que eres necesario para construir, en fraternidad y amistad social, el mundo de mañana: el mundo en el que viviremos —nosotros, y nuestros hijos y nietos— cuando la tormenta se haya calmado. Todos «somos parte activa en la rehabilitación y el auxilio de las sociedades heridas» (ibíd., 77). Entre los diversos pilares que deberán sostener esta nueva construcción hay tres que tú, mejor que otros, puedes ayudar a colocar. Tres pilares: los sueños, la memoria y la oración. La cercanía del Señor dará la fuerza para emprender un nuevo camino incluso a los más frágiles de entre nosotros, por los caminos de los sueños, de la memoria y de la oración.

El profeta Joel pronunció en una ocasión esta promesa: «Sus ancianos tendrán sueños, y sus jóvenes, visiones» (3,1). El futuro del mundo reside en esta alianza entre los jóvenes y los mayores. ¿Quiénes, si no los jóvenes, pueden tomar los sueños de los mayores y llevarlos adelante? Pero para ello es necesario seguir soñando: en nuestros sueños de justicia, de paz y de solidaridad está la posibilidad de que nuestros jóvenes tengan nuevas visiones, y juntos podamos construir el futuro. Es necesario que tú también des testimonio de que es posible salir renovado de una experiencia difícil. Y estoy seguro de que no será la única, porque habrás tenido muchas en tu vida, y has conseguido salir de ellas. Aprende también de aquella experiencia para salir ahora de esta.

Los sueños, por eso, están entrelazados con la memoria. Pienso en lo importante que es el doloroso recuerdo de la guerra y en lo mucho que las nuevas generaciones pueden aprender de él sobre el valor de la paz. Y eres tú quien lo transmite, al haber vivido el dolor de las guerras. Recordar es una verdadera misión para toda persona mayor: la memoria, y llevar la memoria a los demás. Edith Bruck, que sobrevivió a la tragedia de la Shoah, dijo que «incluso iluminar una sola conciencia vale el esfuerzo y el dolor de mantener vivo el recuerdo de lo que ha sido —y continúa—. Para mí, la memoria es vivir».[3] También pienso en mis abuelos y en los que entre ustedes tuvieron que emigrar y saben lo duro que es dejar el hogar, como hacen todavía hoy tantos en busca de un futuro. Algunos de ellos, tal vez, los tenemos a nuestro lado y nos cuidan. Esta memoria puede ayudar a construir un mundo más humano, más acogedor. Pero sin la memoria no se puede construir; sin cimientos nunca construirás una casa. Nunca. Y los cimientos de la vida son la memoria.

Por último, la oración. Como dijo una vez mi predecesor, el Papa Benedicto, santo anciano que continúa rezando y trabajando por la Iglesia: «La oración de los ancianos puede proteger al mundo, ayudándole tal vez de manera más incisiva que la solicitud de muchos».[4] Esto lo dijo casi al final de su pontificado en 2012. Es hermoso. Tu oración es un recurso muy valioso: es un pulmón del que la Iglesia y el mundo no pueden privarse (cf. Exhort. apost. Evangelii gaudium, 262). Sobre todo en este momento difícil para la humanidad, mientras atravesamos, todos en la misma barca, el mar tormentoso de la pandemia, tu intercesión por el mundo y por la Iglesia no es en vano, sino que indica a todos la serena confianza de un lugar de llegada.

Querida abuela, querido abuelo, al concluir este mensaje quisiera señalarte también el ejemplo del beato —y próximamente santo— Carlos de Foucauld. Vivió como ermitaño en Argelia y en ese contexto periférico dio testimonio de «sus deseos de sentir a cualquier ser humano como un hermano» (Carta enc. Fratelli tutti, 287). Su historia muestra cómo es posible, incluso en la soledad del propio desierto, interceder por los pobres del mundo entero y convertirse verdaderamente en un hermano y una hermana universal.

Pido al Señor que, gracias también a su ejemplo, cada uno de nosotros ensanche su corazón y lo haga sensible a los sufrimientos de los más pequeños, y capaz de interceder por ellos. Que cada uno de nosotros aprenda a repetir a todos, y especialmente a los más jóvenes, esas palabras de consuelo que hoy hemos oído dirigidas a nosotros: “Yo estoy contigo todos los días”. Adelante y ánimo. Que el Señor los bendiga.

Roma, San Juan de Letrán, 31 de mayo, fiesta de la Visitación de la B.V. María

FRANCISCO

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[1] El episodio se narra en el Protoevangelio de Santiago.

[2] Se trata de la imagen elegida como logotipo de la Jornada Mundial de los Abuelos y de las Personas Mayores.

[3] Cf. La memoria è vita, la scrittura è respiro: L’Osservatore Romano (26 enero 2021).

[4] Cf. Visita a la Casa-Familia “Viva los ancianos” (2 noviembre 2012).

 

lunes, 26 de julio de 2021

OS NENOS E O PAPA RETRATAN AOS MAIORES

Un joven abuelete amigo me manda un wasap en el que se recogen simpáticas respuestas de niños de 6 a 8 años a la pregunta de ¿quiénes son los abuelos? Creo que algunas  describen y resumen a la perfección, desde la filosofía infantil, muy parecidas  reflexiones, a las profundas que quiere transmitirnos el papa Francisco en su mensaje para la Jornada Mundial de los Abuelos y Personas Mayores, que ha determinado se celebre cada año el domingo más cercano al 26 de julio, fiesta de los santos Joaquín y Ana, padres de la Virgen María y por ello abuelos adoptivos de Jesucristo.

En la encuesta que retrata a los abuelos un niño decía: “los abuelos son un señor y una señora que como ahora ya no tienen niños propios, les gustan mucho los de los demás”; y otro añadía: “son gente que no tienen ninguna cosa que hacer y solo están ocupados cuando nosotros vamos a visitarlos” Sin saber nada de la encuesta admite y subraya  papa Francisco que efectivamente a muchos ancianos y mayores acuden ángeles a visitarles y acompañarles: “ incluso cuando todo parece oscuro, como en estos meses de pandemia, el Señor sigue enviando ángeles para consolar nuestra soledad y repetirnos: “Yo estoy contigo todos los días”. Y sigue el papa: “Esto te lo dice a ti, me lo dice a mí, a todos. Este es el sentido de esta Jornada que he querido celebrar por primera vez precisamente este año, después de un largo aislamiento y una reanudación todavía lenta de la vida social. ¡Que cada abuelo, cada anciano, cada abuela, cada persona mayor —sobre todo los que están más solos— reciba la visita de un ángel! A veces tendrán el rostro de nuestros nietos, otras veces el rostro de familiares, de amigos de toda la vida o de personas que hemos conocido durante este momento difícil. En este tiempo hemos aprendido a comprender lo importante que son los abrazos y las visitas para cada uno de nosotros, ¡y cómo me entristece que en algunos lugares esto todavía no sea posible!”

Otro de los filósofos enanos recomendaba que “todo el mundo debe esforzarse en tener unos buenos abuelos, pues son las únicas personas que nos dicen que están contentas de estar con nosotros” y “con ellos es muy divertido ir de compras y nunca te dicen “date prisa”; “ y son los únicos que te responden a las preguntas difíciles de dónde está Dios y si está casado…”  Me parece que el papa tiene idéntica convicción que esos mini-pensadores encuestados,  cuando invita a una intensa colaboración intergeneracional para dar  “un salto hacia una forma nueva de vida y descubramos definitivamente que nos necesitamos y nos debemos los unos a los otros, para que la humanidad renazca” (Carta Fratelli tutti, 35).  “ En esta perspectiva, quiero decirte – prosigue el papa hablando a los mayores- que eres necesario para construir, en fraternidad y amistad social, el mundo de mañana: el mundo en el que viviremos —nosotros, y nuestros hijos y nietos— cuando la tormenta se haya calmado…Entre los diversos pilares que deberán sostener esta nueva construcción hay tres que tú, mejor que otros, puedes ayudar a colocar. Tres pilares: los sueños, la memoria y la oración”  Porque “el futuro del mundo reside en esta alianza entre los jóvenes y los mayores. ¿Quiénes, si no los jóvenes, pueden tomar los sueños de los mayores y llevarlos adelante? Pero para ello es necesario seguir soñando sueños de justicia, de paz y de solidaridad…  Es necesario que tú también des testimonio de que es posible salir renovado de una experiencia difícil. Y estoy seguro de que no será la única, porque habrás tenido muchas en tu vida, y has conseguido salir de ellas. Aprende también de aquella experiencia para salir ahora de esta”.

Otra respuesta de mis admirados filósofos pitufos proclamaba que “los abuelos y las abuelas tendrían que vivir siempre“  y así me hacían relacionar tal deseo con las palabras del papa en su mensaje, ilusionando a los mayores con la idea de procurar no bajar la guardia jamás porque mientras hay vida hay tarea: “No importa la edad que tengas, si sigues trabajando o no, si estás solo o tienes una familia, si te convertiste en abuela o abuelo de joven o de mayor, si sigues siendo independiente o necesitas ayuda, porque no hay edad en la que puedas retirarte de la tarea de anunciar el evangelio, ni de la tarea de transmitir las tradiciones a los nietos…”

¡Qué detallazo del papa de inventarse una jornada de cada año para reflexionar sobre la hermosura de aplaudir, admirar y valorar a los mayores todos los días!

 Mons. Alberto Cuevas F.

Sacerdote y periodista.

 

ANO SANTO, ANO DE PEREGRINACIÓNS

Todos los caminos llevan a Roma, y muchos, a Compostela. Los que conducen a Roma, proceden de los cuatro puntos cardinales. Los que llevan a Compostela, son principalmente cinco:

El Camino Francés, que, partiendo de Roncesvalles, cruza las tierras d Aragón y, después de soportar el calor sofocante de las planicies castellanas, saborea el plácido clima del Monte del Gozo, contemplando la Catedral Compostelana, meta de su peregrinación.

El Camino Inglés, por el cual, los peregrinos procedentes del Reino Unido desembarcan en los puertos de A Coruña o de Ferrol, y continúan viaje hacia la capital gallega.

El Camino Portugués. Este camino nace en la ciudad de Lisboa y, desde allí, los peregrinos se dirigen a Galicia.

El Camino Primitivo, por el cual peregrinó el Rey Alfonso II, en el siglo IX.

El Camino del Norte, recorre las zonas occidentales de Francia y, cruzando la frontera internacional por Hendaya o Irún, pasan a España.

A la ciudad jacobea se puede acceder a pie por senderos rurales, en tren, por vía aérea… Sin embargo, para el peregrino, sigue siendo acertado el verso de Antonio Machado: “caminante, no hay camino, se hace camino al andar». El que viaja para recrearse, el excursionista elige la ruta más bella y cómoda; la que más le complace: busca su solaz personal. No así el peregrino: el móvil de su caminar es religioso. Camina por penitencia, lo hace para dar gracias por los favores recibidos, o en demanda de nuevas bendiciones. Al auténtico peregrino, no le importa la belleza del camino: busca llegar pronto al santuario de referencia, para presentar la ofrenda al Señor. No busca el confort de suntuosos hoteles para descansar. Prefiere los humildes albergues, para recuperar fuerzas y poder seguir caminando nuevamente. El Camino del peregrino es fatigoso pero enriquecedor. Los peregrinos comparten horas de sol y de lluvia. También comparten la fe y la ilusión con otros caminantes. Lo negativo compartido es más llevadero, y lo positivo, si se comparte, es más reconfortante. El encuentro de unos con otros hace que el mundo se haga más pequeño. Para los auténticos peregrinos, las fronteras, más que líneas de separación, son lugares de encuentro acogedor. Allí está el Señor, convirtiendo en amigos a gentes desconocidas. La experiencia de su peregrinación le ha convencido de que la ausencia de prejuicios acrecienta la certeza de que en el mundo queda mucha gente de la que aún podemos fiarnos.

Indalecio Gómez Varela

Canónigo de la Catedral de Lugo

 

miércoles, 21 de julio de 2021

GALICIA, EXPORTADORA DE VALORES

Galicia siempre ha sido tierra de sabios y de santos. Quisiera consignarlos a todos en estas breves líneas, pero la limitación de espacio sólo me permite recordar a unos pocos, teniendo que silenciar a otros muchos.

En la rica hagiografía de nuestra tierra figuran los nombres del orensano Sebastián de Aparicio, que desarrolló su labor misionera en tierras americanas. El, también orensano, Francisco Blanco, misionero en Filipinas y Japón. Pedro Vázquez, dominico, natural de Verín, que después de penoso cautiverio en la cárcel, murió quemado en Sacobata. Juan de Buenaventura, natural de Tui, misionero en el Japón, que prefirió ser quemado vivo, antes que claudicar de su fe cristiana. Juan Jacobo Fernández, que partió para Tierra Santa, y en Damasco sufrió el martirio a manos de los turcos. Juan Vivero, apóstol en el Perú. El lucense Teodoro Quirós y Fray Jerónimo de Ulloa, coruñés, misionero ejemplar en tierras de Cabagán y Tuburao. Y el betanceiro, Pedro de Santa María de Ullos, que recorrió los inmensos territorios de América y África

La historia nos dice que Galicia ha sido siempre tierra de sabios, de Apóstoles y de mártires. Sin embargo, los investigadores gallegos, justamente reiterativos en el recuerdo de las figuras eminentes de la ciencia, del arte e incluso del deporte, con frecuencia silencian los nombres de nuestros héroes al servicio del Evangelio. Este es nuestro pecado. Pecado contra la historia, si desconocemos los nombres de quienes lo dieron todo en favor de los más necesitados. Y pecado contra la jerarquía de valores, si infravaloramos el heroísmo de los que propagaron los valores prioritarios del ser humano, más allá de nuestras fronteras.

Cuando por todos los medios se procura promocionar otros valores de la tierra y dar a conocer a otros hijos ilustres de nuestros pueblos, es inexplicable que dejemos caer en el olvido a personajes tan eminentes como nuestro san José Mª Díaz Sanjurjo, cuya fiesta celebraremos el próximo martes del corriente mes. De su universalidad nos hablan los 20.000 kilómetros que separan su cuna de su tumba: Lugo y Vietnam. Nació en Sta. Eulalia de Suegos, una parroquia rural de nuestra diócesis, el 25 de octubre de 1818 y fue bautizado al día siguiente en la iglesia de su pueblo. A los 10 años comenzó sus estudios en la pasantía de don Manuel José Domínguez, profesor del Seminario y destacado la latinista. En el curso 1.831-32, ingresó en el Seminario Conciliar, donde cursó los estudios de filosofía, de cuya disciplina tuvo como profesor, entre otros, al P. García Gil, que más tarde sería arzobispo de Zaragoza, y Cardenal de la Santa Iglesia.

Lugo ha tenido muchos hijos ilustres; entre ellos, san José Mª Díaz Sanjurjo brilla con luz propia por su virtud y ciencia: Dr. en ambos derechos, autor de un tratado de Derecho Natural, Profesor Universitario en Manila, Misionero del Tonquin (hoy Vietnam), Obispo de Platea a los 30 años y mártir de Cristo a los 38. Es un lucense que lo dejó todo para darse del todo a todos. Este joven lucense amaba su tierra, amaba a su familia, se le presentaba un futuro esperanzador: podría triunfar en la vida, pero contempló el panorama idolátrico del extremo Oriente, se dijo: ¿qué les pasará a los habitantes del Vietnam, si yo me mantengo en mi patria chica? Y tomó la decisión de irse a vivir con ellos, dispuesto a morir por ellos. Y todo ocurrió así: convivió algún tiempo con aquellas gentes; les dio lo mejor de sí mismo, abriéndoles caminos de esperanza temporal y eterna… y a los 38 años de edad, su sangre martirial fecundó evangélicamente las tierras vietnamitas, pidiéndole al Señor que aquellas gentes nunca se olvidasen de las enseñanzas que con tanto ardor les había transmitido como testigo del Evangelio.

 Así ha sido nuestro santo: bien merece nuestro aprecio y nuestra estima. Pues procuremos imitarlo, ya que, en el cielo, aún quedan muchas plazas libres.

 

Indalecio Gómez Varela

Canónigo de la Catedral de Lugo

jueves, 15 de julio de 2021

O CRISTIANISMO, ESPERANZA DE FELICIDADE

Se alguén ten dereito a ser feliz, este é o cristián; pero, á vista de moitas vidas, dá a impresión de que, no canto de ser testemuñas de gozo, somos portadores de resignación. Resignámonos a soportar os padecementos deste mundo, porque nos parece que os sufrimentos desta vida son o prezo que Deus esixe a cambio da felicidade eterna.

Resignámonos a non ser felices aquí na terra, porque cremos que esta é a vontade de Deus. Estamos equivocados. A vontade de Deus é a nosa santificación. Nunca, a nosa infelicidade.

Na Biblia aparece un claro contraste entre a actitude dos deuses pagáns e o Deus dos cristiáns. Mentres os deuses dos pagáns gozan da súa felicidade, sen preocuparse da sorte dos humanos, o noso Deus mostra unha gran solicitude pola sorte dos homes. El é o noso creador e salvador liberador de escravitudes e de opresións inxustas. O comportamento de Deus ten que provocar en nós un gozo desbordante. Para comprendelo, o primeiro que se require é ensinar aos homes que os humanos non nacemos felices nin infelices, senón que nacemos para a felicidade. Pero a felicidade non nos chega como a lotaría de Nadal, que só lles toca a uns poucos. A felicidade constrúese ladrillo a ladrillo, hai que colocalos un a un.

Certamente non hai receitas infalibles para a felicidade; pero si que hai unha serie de camiños polos que se pode camiñar cara a ela.

Martín Descalzo, no seu libro Razones para la alegría, sinala algúns, aos que el chama “camiños para camiñar cara á felicidade”. Entre outros apunta estes: Descubrir e gozar de todo o bo que temos. Non ter que esperar a atoparnos cun cego, para decatarnos do fermosos e importantes que son os nosos ollos. Non necesitar coñecer a un xordo, para descubrir a marabilla do sentido do oído. Non é necesario experimentar que as nosas mans se moven segundo a nosa vontade, nin ver as mans dun paralítico, para describir o gran agasallo que nos fixo Deus, dándonos unhas mans sas para gañarnos o pan”.

Bonhoeffer, no seu libro titulado A ética, afirma que Deus puxo en case todas as accións do home, ademais do seu fin primario, unha “ración de gozo”: a finalidade do comer e do beber é a subsistencia do home; pero Deus quixo que, ao mesmo tempo que comemos para recuperar forzas, e ao mesmo tempo que bebemos para evitar a deshidratación do organismo, experimentásemos o san pracer de mitigar a sede.

O problema da dor é tan espiñento, que quizais ningún outro procreou tantos ateos, nin provocou tantas rebeldías e blasfemias contra o ceo. Para evitar estas reaccións, o mellor será aceptalo con fortaleza e miralo con esperanza. O mundo non é Ceo, pero pode ser camiño de Ceo. Nós corremos o risco de confundir os termos agardar e esperar. Dá a impresión de que os seus significados son sinónimos, con todo, a súa diferenza é abismal. Agardar fai referencia á vez que ten que pasar para poder percibir a recompensa pola nosa achega positiva a algo valorable. Esperar é a certeza de que recibiremos a gloria celestial prometida polo Señor aos que fósemos fieis aos compromisos cristiáns. Tamén para Xesús, o mundo foi camiño de dor e de cruz, pero a súa actitude converteuno en camiño de Ceo. Xesús sintetizou a súa vida naquela expresión de “todo está cumprido” con que selou os seus beizos na tarde do Venres Santo. Cumpriuse a misión do Redentor na terra e agora cumpriuse tamén a promesa do Pai: Xesús xa está a compartir a gloria do Pai para sempre. Para El xa acabou a espera, e a esperanza fíxose realidade.

Este é tamén o noso futuro. Fagamos deste mundo un camiño que nos leve ao Ceo, porque alí tamén hai cabida para nós.

Indalecio Gómez

Cóengo da Catedral lucense

 

lunes, 5 de julio de 2021

O BURGALÉS FERNANDO GARCÍA CADIÑANOS, NOVO BISPO DE MONDOÑEDO-FERROL

O ata agora vicario xeneral de Burgos, Fernando García Cadiñanos, foi nomeado bispo da Diocese de Mondoñedo-Ferrol segundo anunciou en rolda de prensa o administrador diocesano, Antonio Valín Valdés. Na súa primeira mensaxe en galego aos fieis, o novo bispo destaca que "a nosa sociedade é complexa e moi diversa dá que coñecimos. A nbsp;postpandemia&tamén nos chama a un cambio de mentalidade. Vivimos momentos onde é preciso xerar moita esperanza e ilusión. A nosa Igrexa ten que ser hospital de campaña. Igrexa pobre e para pobres". Tamén agradeceu a tarefa do administrador diocesano e do seu predecesor, o bispo Luís Ángel das Heras. 

García Cadiñanos naceu en Burgos o 7 de maio de 1968 e, segundo comunicou a diocese, é o menor dunha familia obreira e numerosa. Estudou EGB no Colexio do Círculo Católico, de onde pasa ao Seminario Menor para finalizar o ensino obrigatorio e o bacharelato e despois ao Seminario Maior, estudando Teoloxía na Facultade de Teoloxía do Norte de España na súa sede de Burgos, onde obtén o Bacharel en Teoloxía e, posteriormente, a licenciatura en Teoloxía Dogmática.
é ordenado presbítero o 26 de xuño de 1993 na igrexa do Carmen de Burgos. En 1997 é enviado a Roma, onde obtén a Licenciatura en Ciencias Sociais-Especialidade Doutrina e Ética sociais pola Universidade Gregoriana de Roma (ano 2000).

Cadiñanos foi profesor na Facultade de Teoloxía do Norte de España na súa sede de Burgos onde imparte o curso de Teoloxía Moral Social. Igualmente dirixiu da aula de Doutrina Social da Igrexa de devandita Facultade. Participou en numerosas conferencias, congresos e cursos de formación ao redor de Cáritas, a Doutrina Social da Igrexa, a caridade, en pensamento do Papa Francisco… Publicou varios artigos sobre estes temas en diferentes dicionarios e revistas especializadas.

No currículo feito público pola Igrexa, sinala que a súa actividade pastoral comeza na parroquia de Santa Catalina de Aranda de Douro, onde é vicario parroquial de 1993 a 1997. Nesa mesma época, compaxina o cargo de delegado diocesano de Pastoral Obreira (1995-1997). Tras o seu paso por Roma (1997-2000), é nomeado párroco de Solarana e outras nove parroquias, así como secretario do Departamento de Formación Sociopolítica, cargo que ostentará ata o ano 2010. Desde o ano 2004 atende, ademais, a parroquia de Villalmanzo, da que é párroco ata o ano 2014. Desde o ano 2005 a 2014 é arcipreste do Arlanza e nesta época é secretario do Consello Presbiteral.

En 2014 é nomeado párroco da parroquia de Nosa Señora das Neves na cidade de Burgos (2014-2016). Un ano despois, recibe o nomeamento de delegado diocesano de Cáritas. Desde o ano 2016 é tamén vicario xeneral da diocese de Burgos e moderador de Curia.

CHEIRO A OVELLA

Como cidadanía que somos, pouco a pouco imos tomando conciencia de que non é a pasividade e si a acción, a tarefa principal que debe ocuparnos ao longo da nosa vida.

Actividade que se vai diversificando segundo as capacidades e aptitudes, sempre diferentes, que as persoas temos. O que nos converte en activistas construtoras de humanidade fraterna.

Nela nada nos é  estraño e a ninguén vemos coma indiferente.

Chámasenos a romper a dinámica de caer na aparencia do querer quedar ben, de que nos vexan desde o mellor dos noso perfís, de que nos recoñeza e se nos aplauda, como se fósemos imprescindibles.

Pero a realidade, a dos pés da terra, é moi outra. Porque se abrimos ben os  ollos imos descubrindo o dura é inhóspita que ela é.

Cada vez son máis as persoas que van caendo no camiño: as esquecidas e ignoradas, e ás que ninguén lles presta atención. Converténdose nas vítimas ás que tanto dano se lles fai e nunca tiveron oportunidade de mostrar as súas capacidades, o que elas poden aportar.

Ben porque ninguén llelas deu, ben porque as portas nas que chamaron non se lle abriron.

A equidade está moi lonxe deste noso mundo que, as veces, para autoenganarnos, dicimos que nos fai felices!

Fronte a esta realidade que non podemos obviar, xurde unha mirada diferente; un xeito distinto que quere ser contrapunto, inda que non sexa maioritario, de que se poden facer as cousas doutra maneira.

 Pensando nas persoas, indo moito máis a modo, poñendo o acento nas cousas sinxelas e pequenas, coidando, e valorando, o mundo como fogar onde poidamos caber todas e todos e sen facer exclusións.

Parándonos e acompañándonos desde un sinxelo, ¿qué tal estas?  Aquí me tes para o que queiras, bótoche/me unha man ou tomamos un café.

Mesmo un imos buscar xente para que entre todas e todos poidamos facer isto que tan importante é comunitariamente.

Preguntas e invitacións que nos lembran sempre que o importante son/mos as persoas e non o poder, a fama, os cartos ou o recoñecemento social.

Se queremos ir construíndo este camiño, deberiamos poñer a mirada no estilo e nas palabras de Xesús. Nel atopamos ese xeito distinto, esa maneira diferente de facer as cousas.

Sen buscar protagonismo pero poñendo sempre a mirada nos demais, desde o respecto, a escoita, o diálogo, non a imposición;  e sempre véndonos como iguais e non como inimigos.

Ao seu estilo. O evanxelista Xoán descríbeo moi ben na parábola do Bo Pastor.

Aquel que non escapa cando ven o lobo, que está no medio do seu rabaño, preocupándose, atendéndoo, termándoo e o deféndoo de calquera intento de agresión.

Sabendo que  as parábolas son contos, exemplos, formas e xeitos sinxelos de contar e mostrar unha mensaxe. Tamén con esta se nos quere dicir que: só compartindo a mesma vida, o que nos fai sufrir e o que nos aleda, o que nos ilusiona e o que entristece.

Só así, estaremos tomando en serio a afirmación, tantas veces repetida, de que as persoas, a súa dignidade  e o respecto que sempre nos merecen, son o máis importante para nós.

Non nos quedemos na literalidade das palabras, avancemos máis, moito máis para  buscar entrar no seu sentido profundo: o cheiro a ovella non se reduce a unha cuestión de hixiene, senón que urxe a un compromiso serio, responsable, esixente, e moitas veces quedándonos ao pairo, polas persoas.

Si, elas que sofren, rin, alédanse, entristécense, acertan ou erran. Tódalas persoas sen exclusións.

Sobre esta cuestión nos ten falado moitas veces o Papa Francisco ao referirse a como han ser as actitudes, os comportamentos, as opcións que movan e fagan visible o servizo ministerial de curas, bispos, relixiosos/sas cada día e no medio da xente.

O servizo do compromiso non é unha cuestión superficial ou aparente, ao contrario: imbúenos e énchenos en totalidade.

¿Que sería dun sacerdocio sen presenza?

¿Que sería un servizo episcopal pechado no recuncho do institucional e desconectado do que senten e gozan, o que as aleda ou entristece ás persoas, sexan ou non crentes.?

A dignidade non é cuestión de credo, traémola ao mundo ao nacer.

Convertamos logo o cheiro en recuncho de cercanía, ilusión, presenza igualitaria, diálogo compartido, opinión respectada, esperanza alentada e igualdade agradecida.

Porque só sendo conscientes de cal é a nosa identidade de filiación fraterna, entenderemos que o servizo non se pode facer nin a distancia nin a través da tecnoloxía, senón no sorriso compartido, o agradecemento acollido e a entrega acompañada da sinceridade da mirada que non exclúe nin controla, non golpea nin fire, e si sabe tender a man.

Que o noso cheiro a ovella faga posible un mundo mellor, máis xusto, igualitario e fraterno. Ao estilo, sempre, de Xesús!

Clodomiro Ogando.

Instituto Teolóxico de Vigo.