Do 17 ao 21 do pasado
mes de santos a Conferencia Episcopal Española celebrou en Madrid a súa 104
Asamblea Plenaria, na que ao remate publicou un Nota Pastoral, que
transcribimos:
Los obispos de la Conferencia Episcopal Española (CEE),
reuni¬dos en Madrid en nuestra CIV Asamblea Plenaria, hemos iniciado el estudio
del borrador del documento Iglesia servidora de los pobres, sobre la realidad
social de nuestro país, que esperamos poder publicar lo antes posible. Por esto
no queremos dejar pasar esta ocasión sin dirigir con hu¬mildad a nuestro pueblo
un mensaje de aliento y cercanía en estos momen¬tos en los que percibimos una
compleja realidad social, que genera en no pocas personas inquietud e incluso
desesperanza, especialmente en las más perjudicadas por la crisis económica.
Conocemos de primera mano el sufrimiento de numerosas
personas en nuestra sociedad, y también las respuestas solidarias de miles y
miles de voluntarios de nuestras diócesis, parroquias y comunidades, que sirven
en muchas instituciones de la Iglesia, especialmente Cáritas, ayudando y
atendiendo a los más débiles de la sociedad.
Son hombres y mujeres, ancianos y niños, jóvenes y adultos,
con nombres y rostros concretos, víctimas de situaciones de pobreza real, de
exclusión social, rama de la inmigración, de precariedad laboral y de la plaga
del desempleo, sobre todo juvenil, junto a otras carencias no solo materiales,
sino también afectivas y espirituales, a las que todavía no ha llegado —a pesar
del inicio de la recuperación económica— el alivio necesario que aminore la
cada vez más extensa franja de desigualdad, así como el aporte ético que
neutralice o imposibilite los comportamientos perversos que agravan este
sufrimiento. Para ellos nuestra mayor cercanía y solidaridad.
El devenir de la crisis económica y sus causas, las fallidas
previsiones e insuficientes respuestas dadas, los errores cometidos en la
gestión política y económica de sus consecuencias, hacen aún más acertadas las
palabra M Papa Francisco que señala que «ya no podemos confiar en las fuerzas
ciegas y en la mano invisible del mercado. El crecimiento en equidad exige algo
más que el crecimiento económico, aunque lo supone, requiere decisiones,
programas, mecanismos y procesos específicamente orientados a una mejor
distribución del ingreso, a una creación de fuentes de trabajo, a una promoción
integral de los pobres que supere el mero asistencialismo» (Evangelii gaudium,
204).
Junto a eficaces políticas de concertación social y de
desarrollo sostenible, necesitamos una verdadera regeneración moral a escala
personal y social y con ella la recuperación de un mayor aprecio por el bien
común, que sea verdadero soporte para la solidaridad con los más pobres y
favorezca la auténtica cohesión social de la que tan necesitados estamos.
La regeneración moral nace de las virtudes morales y
sociales, y para un cristiano viene a fortalecerse con la fe en Dios y la
visión trascendente de la existencia, lo que conlleva un irrenunciable
compromiso social en el amor al prójimo, verdadero distintivo de los discípulos
de Cristo (cf. Jn 13. 34-35).
A todos nos es necesario recordar que «sin conducta moral,
sin honradez, sin respeto a los demás, sin servicio al bien común, sin
solidaridad con los necesitados nuestra sociedad se degrada. La calidad de una
sociedad tiene que ver fundamentalmente con su calidad moral. Sin valores
morales se apodera de nosotros el malestar al contemplar el presente y la
pesadumbre al proyectar nuestro futuro. ¡Cuánto despiertan, vigorizan y rearman
moralmente la conciencia, el reconocimiento y el respeto de Dios!»
La vida democrática que, en paz y en libertad vive nuestro
pueblo desde la Transición política, se verá así reforzada en el respeto de los
derechos que nacen de la dignidad inalie-nable de la persona, creada a imagen y
semejanza de Dios. La ejemplaridad de los responsables políticos, sociales,
económicos y eclesiales, constituirá siempre un elemento imprescindible para
lograr una justa sociedad civil y una verdadera comunidad eclesial.
Segue a “Nota” falando da necesidade de fortalecer e apreciar
a institución familiar, de xerar un clima social esperanzado, que contribúa ao
ben integral da nosa sociedade. Para terminar asegurando o apoio e a oración
ante Deus e a Virxe María a todos os que traballan nesta nobre misión.
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