miércoles, 1 de diciembre de 2021

ADVIENTO DEL SÍNODO DE OBISPOS

Como la vida se hace en etapas: niñez, juventud y adultez; también la Historia de Salvación es un cúmulo de etapas en el tiempo: creación, redención e Iglesia; y la Iglesia, a su vez, programa su labor salvífica en periodos pedagógico – pastorales: Adviento, Navidad, Cuaresma y Pascua.

Este domingo comenzó el Adviento del año sinodal, año de gozosa esperanza y de común responsabilidad.

La Iglesia está sufriendo una crisis de declive pesimista, y necesita una inyección de esperanza. En los últimos tiempos, el temor se adueñó del optimismo de muchos cristianos. Una buena dosis de esperanza es artículo de singular urgencia en las instituciones eclesiales y en sus dirigentes, para recuperar la fe en las palabras de Jesús, que afirmó que su Iglesia sería perseguida, pero no vencida. El Papa Francisco nos lo advierte convocando un Sínodo extraordinario, y nos anima a vivirlo en un clima de esperanza responsable, para contrarrestar la baja estima con que gran parte de la sociedad mira a la Iglesia en estos momentos.

La esperanza apunta a un futuro halagüeño: la venida del Redentor. Las promesas del Señor están a punto de cumplirse. Y esto nos causa inmenso gozo. Pero es también esperanza responsable, porque el Salvador llama a la puerta con la ilusión de que nosotros le permitamos entrar. Esta es nuestra responsabilidad. De nosotros depende que Jesucristo pueda entrar en nuestras vidas o que tenga que pasar de largo. Para sortear este riesgo, el Papa San Juan Pablo ll nos repitió con voz vibrante y corazón enardecido: “Abrid las puertas a Cristo”. Estemos, pues, vigilantes para que llame y entre. El Precursor prestó un magnífico servicio al plan salvífico del Mesías: primero dispuso al pueblo para que lo reconociera y lo recibiera, y después lo señaló ya presente entre los hombres.

Tomemos ejemplo y escuchemos a este buen pregonero. Celebremos con gozo la ya próxima llegada del Mesías, y preparemos los caminos para que la salvación irrumpa con fuerza en todos los ambientes de nuestro pobre mundo, en el cual la crisis de valores es la pandemia devastadora de la historia contemporánea.

La esperanza todo lo ilumina. El corazón con esperanza, no se limita a cantar: se decide a colaborar. Esto es lo que nos pide la Iglesia en este año del Sínodo de los Obispos. Pues, manos a la obra. El Sínodo está inaugurado: integrémonos en su dinamismo.

Indalecio Gómez Varela

Canónigo de la Catedral de Lugo

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