Al comienzo de una nueva cuaresma apetece mirar a lo auténticamente esencial en la vida, sin medias tintas ni componendas. Porque la Cuaresma consiste en descubrir lo fundamental de la vida. Vivir desde lo esencial.
Por eso, la llamada de la Cuaresma, que es la llamada de Cristo, resulta especialmente actual y necesaria para contrarrestar la cultura light del pensar y actuar que se promueve en muchos ambientes. Se trata de dejar todo lo alejado del evangelio y de ver todo lo verdaderamente humano para redescubrir lo primordial, apreciar y saborear la presencia de Dios en cada uno. Se trata de zanjar nuestros caminos de imperfección, de materialismo, de obsesión por el dinero, de consumismo, de adoración de la carne, de insolidaridad, de egoísmo, de superficialidad, y de tantos otros males que de nosotros nacen, por nosotros viven y de nosotros se alimentan.
Lo fundamental nos invita a la plenitud de la vida profunda. A llenarnos de confianza, sencillez, honestidad, misericordia, perdón, actitud de servicio y de fe. A cambiar la piel del corazón. A huir del envejecimiento prematuro que no sueña, no espera, no se ilusiona, no cambia.
Vivir con plenitud en el “mar de la vida”, apoyarse en lo esencial no es fácil. Podemos desesperanzarnos, pero motivados por las palabras del Señor, somos invitados a un nuevo intento, a revertir nuestro barro por virtud. A examinar nuestra vida, entrar en uno mismo, y tamizar la propia existencia a la luz del Señor, de su Palabra y de su Iglesia, para redescubrir con alegría el encuentro gozoso, sanante y transformador con Jesucristo.
Comenzamos la Cuaresma el miércoles pasado, llamado de Ceniza. Un día especialmente penitencial, día de ayuno y abstinencia, igual que el Viernes Santo.
La abstinencia, sabemos que consiste en no comer carne, se exige, al menos, los viernes de Cuaresma. Y obliga a todos los mayores de 14 años. El ayuno, consiste en no comer entre comidas. Desayunar, comer bien y cenar escasamente. Obliga a los mayores de edad hasta los 60 años. Están dispensados del ayuno y la abstinencia los enfermos. Ayuno y abstinencia son las prácticas comunes que unen a todos los cristianos del mundo, de ahí su importancia.
Pero es a la oración, a la lectura de la Palabra de Dios y a la caridad, a lo que nos invita, sobre todo, la Cuaresma. Orar más, privarnos de algo, renunciando a caprichos y superficialidad, compartir tiempo y dinero, es vivir la Cuaresma. Esto es lo esencial en la vida. Los verdaderos apoyos de nuestra vida cristiana. Aunque en nuestro tiempo sea ir contracorriente.
Daniel García García
Canónigo y párroco de Albeiros
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