miércoles, 22 de febrero de 2023

Mensaxe do Papa para a Coresma 2023

 «Ascesis cuaresmal, un camino sinodal»

Queridos hermanos y hermanas: 

Los evangelios de Mateo, Marcos y Lucas concuerdan al relatar el episodio de la Transfiguración de Jesús. En este acontecimiento vemos la respuesta que el Señor dio a sus discípulos cuando estos manifestaron incomprensión hacia Él. De hecho, poco tiempo antes se había producido un auténtico enfrentamiento entre el Maestro y Simón Pedro, quien, tras profesar su fe en Jesús como el Cristo, el Hijo de Dios, rechazó su anuncio de la pasión y de la cruz. Jesús lo reprendió enérgicamente: «¡Retírate, ve detrás de mí, Satanás! Tú eres para mí un obstáculo, porque tus pensamientos no son los de Dios, sino los de los hombres» (Mt 16,23). Y «seis días después, Jesús tomó a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan, y los llevó aparte a un monte elevado» (Mt 17,1).

El evangelio de la Transfiguración se proclama cada año en el segundo domingo de Cuaresma. En efecto, en este tiempo litúrgico el Señor nos toma consigo y nos lleva a un lugar apartado. Aun cuando nuestros compromisos diarios nos obliguen a permanecer allí donde nos encontramos habitualmente, viviendo una cotidianidad a menudo repetitiva y a veces aburrida, en Cuaresma se nos invita a “subir a un monte elevado” junto con Jesús, para vivir con el Pueblo santo de Dios una experiencia particular de ascesis. 

La ascesis cuaresmal es un compromiso, animado siempre por la gracia, para superar nuestras faltas de fe y nuestras resistencias a seguir a Jesús en el camino de la cruz. Era precisamente lo que necesitaban Pedro y los demás discípulos. Para profundizar nuestro conocimiento del Maestro, para comprender y acoger plenamente el misterio de la salvación divina, realizada en el don total de sí por amor, debemos dejarnos conducir por Él a un lugar desierto y elevado, distanciándonos de las mediocridades y de las vanidades. Es necesario ponerse en camino, un camino cuesta arriba, que requiere esfuerzo, sacrificio y concentración, como una excursión por la montaña. Estos requisitos también son importantes para el camino sinodal que, como Iglesia, nos hemos comprometido a realizar. Nos hará bien reflexionar sobre esta relación que existe entre la ascesis cuaresmal y la experiencia sinodal.

En el “retiro” en el monte Tabor, Jesús llevó consigo a tres discípulos, elegidos para ser testigos de un acontecimiento único. Quiso que esa experiencia de gracia no fuera solitaria, sino compartida, como lo es, al fin y al cabo, toda nuestra vida de fe. A Jesús hemos de seguirlo juntos. Y juntos, como Iglesia peregrina en el tiempo, vivimos el año litúrgico y, en él, la Cuaresma, caminando con los que el Señor ha puesto a nuestro lado como compañeros de viaje. Análogamente al ascenso de Jesús y sus discípulos al monte Tabor, podemos afirmar que nuestro camino cuaresmal es “sinodal”, porque lo hacemos juntos por la misma senda, discípulos del único Maestro. Sabemos, de hecho, que Él mismo es el Camino y, por eso, tanto en el itinerario litúrgico como en el del Sínodo, la Iglesia no hace sino entrar cada vez más plena y profundamente en el misterio de Cristo Salvador.

Y llegamos al momento culminante. Dice el Evangelio que Jesús «se transfiguró en presencia de ellos: su rostro resplandecía como el sol y sus vestiduras se volvieron blancas como la luz» (Mt 17,2). Aquí está la “cumbre”, la meta del camino. Al final de la subida, mientras estaban en lo alto del monte con Jesús, a los tres discípulos se les concedió la gracia de verle en su gloria, resplandeciente de luz sobrenatural. Una luz que no procedía del exterior, sino que se irradiaba de Él mismo. La belleza divina de esta visión fue incomparablemente mayor que cualquier esfuerzo que los discípulos hubieran podido hacer para subir al Tabor. Como en cualquier excursión exigente de montaña, a medida que se asciende es necesario mantener la mirada fija en el sendero; pero el maravilloso panorama que se revela al final, sorprende y hace que valga la pena. También el proceso sinodal parece a menudo un camino arduo, lo que a veces nos puede desalentar. Pero lo que nos espera al final es sin duda algo maravilloso y sorprendente, que nos ayudará a comprender mejor la voluntad de Dios y nuestra misión al servicio de su Reino.

La experiencia de los discípulos en el monte Tabor se enriqueció aún más cuando, junto a Jesús transfigurado, aparecieron Moisés y Elías, que personifican respectivamente la Ley y los Profetas (cf. Mt 17,3). La novedad de Cristo es el cumplimiento de la antigua Alianza y de las promesas; es inseparable de la historia de Dios con su pueblo y revela su sentido profundo. De manera similar, el camino sinodal está arraigado en la tradición de la Iglesia y, al mismo tiempo, abierto a la novedad. La tradición es fuente de inspiración para buscar nuevos caminos, evitando las tentaciones opuestas del inmovilismo y de la experimentación improvisada.

El camino ascético cuaresmal, al igual que el sinodal, tiene como meta una transfiguración personal y eclesial. Una transformación que, en ambos casos, halla su modelo en la de Jesús y se realiza mediante la gracia de su misterio pascual. Para que esta transfiguración pueda realizarse en nosotros este año, quisiera proponer dos “caminos” a seguir para ascender junto a Jesús y llegar con Él a la meta.

El primero se refiere al imperativo que Dios Padre dirigió a los discípulos en el Tabor, mientras contemplaban a Jesús transfigurado. La voz que se oyó desde la nube dijo: «Escúchenlo» (Mt 17,5). Por tanto, la primera indicación es muy clara: escuchar a Jesús. La Cuaresma es un tiempo de gracia en la medida en que escuchamos a Aquel que nos habla. ¿Y cómo nos habla? Ante todo, en la Palabra de Dios, que la Iglesia nos ofrece en la liturgia. No dejemos que caiga en saco roto. Si no podemos participar siempre en la Misa, meditemos las lecturas bíblicas de cada día, incluso con la ayuda de internet. Además de hablarnos en las Escrituras, el Señor lo hace a través de nuestros hermanos y hermanas, especialmente en los rostros y en las historias de quienes necesitan ayuda. Pero quisiera añadir también otro aspecto, muy importante en el proceso sinodal: el escuchar a Cristo pasa también por la escucha a nuestros hermanos y hermanas en la Iglesia; esa escucha recíproca que en algunas fases es el objetivo principal, y que, de todos modos, siempre es indispensable en el método y en el estilo de una Iglesia sinodal.

Al escuchar la voz del Padre, «los discípulos cayeron con el rostro en tierra, llenos de temor. Jesús se acercó a ellos y, tocándolos, les dijo: “Levántense, no tengan miedo”. Cuando alzaron los ojos, no vieron a nadie más que a Jesús solo» (Mt 17,6-8). He aquí la segunda indicación para esta Cuaresma: no refugiarse en una religiosidad hecha de acontecimientos extraordinarios, de experiencias sugestivas, por miedo a afrontar la realidad con sus fatigas cotidianas, sus dificultades y sus contradicciones. La luz que Jesús muestra a los discípulos es un adelanto de la gloria pascual y hacia ella debemos ir, siguiéndolo “a Él solo”. La Cuaresma está orientada a la Pascua. El “retiro” no es un fin en sí mismo, sino que nos prepara para vivir la pasión y la cruz con fe, esperanza y amor, para llegar a la resurrección. De igual modo, el camino sinodal no debe hacernos creer en la ilusión de que hemos llegado cuando Dios nos concede la gracia de algunas experiencias fuertes de comunión. También allí el Señor nos repite: «Levántense, no tengan miedo». Bajemos a la llanura y que la gracia que hemos experimentado nos sostenga para ser artesanos de la sinodalidad en la vida ordinaria de nuestras comunidades.

Queridos hermanos y hermanas, que el Espíritu Santo nos anime durante esta Cuaresma en nuestra escalada con Jesús, para que experimentemos su resplandor divino y así, fortalecidos en la fe, prosigamos juntos el camino con Él, gloria de su pueblo y luz de las naciones.

Roma, San Juan de Letrán, 25 de enero de 2023, Fiesta de la Conversión de san Pablo

Francisco

miércoles, 15 de febrero de 2023

"CUADERNOS DEL CONCILIO"

La Conferencia Episcopal estrena la página web «Cuadernos del Concilio». Un proyecto con el que su une a la invitación del papa Francisco de redescubrir las cuatro grandes constituciones conciliares del Vaticano II como preparación al Jubileo Ordinario de 2025.

Acceder a la web

A raíz de esta petición del Santo Padre, la Santa Sede impulsa la iniciativa “Cuadernos del Concilio”. Se trata de una serie de pequeños volúmenes con los que acercar, especialmente a los más jóvenes, algunos de los contenidos del Vaticano II para que sigan «orientando y guiando al pueblo santo de Dios, para que progrese en la misión de llevar a todos el gozoso anuncio del Evangelio».

La editorial BAC ha traducido y editado estos Cuadernos que serán distribuidos próximamente para el trabajo en grupos, parroquias, movimientos y vida consagrada.

Esta nueva página web de la Conferencia Episcopal, preparada por la Comisión para las Comunicaciones Sociales y la Oficina de Información, ofrece una síntesis de cada uno de estos capítulos, también en formato podcast descargable, así como un pequeño vídeo de introducción que facilite el trabajo en grupos.

Este lunes se abrió la web de Cuadernos del Concilio con los libros dedicados a Dei Verbum y a Sacrosanctum Concilium.

Esta página web, además, se completará próximamente con los textos íntegros que está preparando para su publicación la editorial BAC.

CEE

jueves, 9 de febrero de 2023

LA ENTRETELA. UNA ACTITUD DIVINA: LA CERCANÍA

Entre finales de enero y la primera semana de febrero el Papa ha dedicado un espacio de sus discursos para analizar diversas actitudes divinas. En este rincón nos vamos a detener en lo que ha dicho sobre la cercanía.

La cercanía, es una de esas “cosas de Dios” que se manifiesta en una gran diversidad. El Papa estos días se ha centrado en:

– La cercanía permite sumar, permite avanzar y convertir en positivo aún las situaciones más trágicas. Y dice el Papa. La transformación desde lo negativo a lo positivo es uno de los aspectos esenciales del misterio de Jesucristo. Cristo culminó su pasión y muerte en la cruz, en un sacrificio de salvación para todos. Lo hizo gracias al amor de su Padre, rico en misericordia y nos lo presenta tangible en la Eucaristía, dónde sabiendo que le aguardaba, dio gracias al Padre sobre el pan y el vino, para donarnos el sacramento de su sacrificio.

– La cercanía está abierta al diálogo en primer lugar con Dios por medio de la oración, en segundo lugar, con el prójimo. La cercanía nos obliga a salir de nosotros mismos en un éxodo desde nuestro ego hacia el otro mediante un diálogo en radical apertura al otro. Y esto es propio de Cristo, que se hizo hombre, para abrazar los dramas, las preguntas y esperanzas de una humanidad sufriente siempre en busca de la paz.

– La cercanía nos lleva a la colaboración y esta a compartir conocimientos y experiencias prácticas.

– La cercanía nos lleva a la fraternidad y esta aporta soluciones, concita voluntades, da testimonio de que el amor, la fraternidad y el verdadero humanismo que nace de la fe vence al odio, al rechazo y a la brutalidad. Y dice el Papa; la Sede de Pedro ha estado siempre atenta a las vicisitudes de todos los pueblos, a sus esfuerzos y sus dificultades por conseguir una vida mejor, buscando que alcancen la paz que el Señor prometió a sus discípulos (cf. Jn 14,26–27).

En definitiva, ser cercano es una actitud divina que estos días el Papa ha querido recordarnos a quienes queramos escuchar.