sábado, 24 de abril de 2021

FUNERAL POR FRANCISCO JESÚS FERNÁNDEZ RODRÍGUEZ


Emocionado homenaje religioso al que durante años fue director de Cáritas Interparroquial de Arousa.

Numerosas personas se dieron cita en la iglesia de Calerio

En la iglesia parroquial de Caleiro (Vilanova de Arousa), se celebró una misa de funeral por Francisco Jesús Fernández Rodríguez, fallecido recientemente y que durante muchos años fuera director de Cáritas Interparroquial de Arousa. La ceremonia religiosa, a la que asistieron su viuda y sus dos hijos, fue muy sentida y con momentos de gran emoción por parte de los intervinientes al recordar la figura de Paco, el de Cáritas Arousa, y la presidió Calixto Cobo, vicario territorial de Pontevedra, acompañado por una veintena de sacerdotes procedentes de las cáritas parroquiales del área y de la zona pastoral.

Al acto religioso se sumaron numerosas personas que quisieron rendirle homenaje al hombre que siempre estuvo al lado de las personas más desfavorecidas. La elección del local por parte de los organizadores de Cáritas Interparroquial de Arousa, fue para poder congregar al mayor número de personas debido a las limitaciones sanitaria impuestas por el coronavirus.

De la moción de apertura se encargó Montse Rosales Rodríguez que con unas emocionadas palabras recordó la gran labor realizada por el fallecido y los años que trabajaron juntos intentando conseguir los mejores logros y resultados para esas personas que diariamente acuden a Cáritas a pedir algún tipo de ayuda.

Durante su homilía Calixto Cobo habló de la personalidad y humanidad de Paco destacando la labor que llevó a cabo durante tantos años.

Al finalizar la celebración hizo uso de la palabra Manuel Castroagudín, párroco y consiliario de Cáritas, que se refirió al tiempo que trabajaron junto y que Paco, indicó, era una persona que siempre estaba dispuesta a ayudar a los que lo necesitaban, destacando su legado caritativo y actuación benéfica al servicio de los más desfavorecidos. El turno de intervenciones lo cerró Anuncio Mouriño, director de Cáritas Diocesana de Santiago de Compostela, que ensalzó la personalidad de Francisco y los años que como voluntarios integraron distintos equipos para atender las numerosas necesidades que presentan las personas faltas de recursos en la comarca de Arousa.

jueves, 15 de abril de 2021

Fondo pesar polo pasamento de Paco, director de Cáritas Interparroquial de Arousa

Ha causado hondo pesar el fallecimiento de Francisco Jesús Fernández Rodríguez, director de Cáritas Interparroquial de Arousa. Cáritas Diocesana de Santiago de Compostela al comunicar tan sensible pérdida hace extensivas sus condolencias a su mujer y sus dos hijos.

Francisco Jesús Fernández Rodríguez pertenecía a los órganos ejecutivos de la institución, la Permanente y el Consello, que hicieron público su pésame por el óbito de una persona que durante tantos años trabajó a favor de los más desfavorecidos de la comarca de Arousa desempeñando todo tipo de actividades desde el voluntariado, iniciándolas en el comedor, hasta llegar a la dirección de la entidad arousana cargo que desempeñó durante muchos años. 

El cuerpo de Francisco Jesús Fernández Rodríguez, conocido por todo el mundo como Paco el de Cáritas, fue encontrado sin vida en la playa del Carreirón a la que acudía con frecuencia a pasear y sentirse próximo al entorno natural que él tanto amaba.

Francisco Jesús Fernández Rodríguez, era un hombre de grandes y fuertes convicciones y de gran humanidad siempre dispuesta para ayudar a los últimos, a los más desfavorecidos de la sociedad.

El cuerpo del fallecido fue trasladado al tanatorio de sus ciudad natal y el funeral y las honras fúnebres se celebrarán en la intimidad, teniendo en cuenta las limitaciones sanitarias impuestas por la pandemia sanitaria. Cáritas Interparroquial de Arousa organizará un funeral por el eterno descanso de su alma la próxima semana comunicándose en su momento la hora y el lugar donde tendrá lugar el acto religioso fúnebre.

Natural de Fene (Ferrol), Francisco Jesús Fernández Rodríguez, contaba 67 años, desarrolló su vida profesional en la Marina, como militar de carrera y su último destino fue la Comandancia de Marina de Vilagarcía de Arousa.

miércoles, 14 de abril de 2021

CATEDRAL DE SANTIAGO.- ANTES Y DESPUÉS DE UNA RESTAURACIÓN HISTÓRICA.

Artículo publicado el sábado 17 de abril en la edición especial «Catedral de Santiago, antes y después de una restauración histórica» de El Correo Gallego.

Llegué a Santiago de Compostela con diez años. Allí se acababa de inaugurar el nuevo seminario menor construido sobre las rocas del monte de Belvís. Desde aquella atalaya adiviné duran-te largos días los misterios de una ciudad que, a tiro de piedra, se mostraba impenetrable e inaccesible.

Los seminaristas íbamos a la Catedral en las grandes fiestas del calendario cristiano. Apelotonados entrábamos en aquel espacio tremendo y fascinante, repleto a rebosar y espléndido en su refulgir. Allí estaba la gloria de Yahvé y el coro de los ancianos. Todo reflejaba majestad e infundía reverencia. Escudriñábamos aquellos espacios infinitos y nuestros ojos no se cansaban de ver los ritos indescifrables de una liturgia de hombres transformados. Las largas e interminables procesiones eran la pura encarnación de los cortejos del rey David. Cuando retornábamos a nuestros claustros espartanos, aquellas imágenes eran el alimento cotidiano de una imaginación sorprendida. Estos primeros encuentros en la Catedral marcarían nuestras vidas para siempre. 

Del monte de Belvís a la Catedral hay un recorrido del mayor interés que se inicia en la rúa de san Pedro. Era nuestro camino de Santiago que en tales ocasiones recorríamos engalanados con nuestros uniformes impecables. Para nosotros, ir a la Catedral era la ocasión de sumergirnos en la realidad del mundo para conocer la vida de la gente. Nos adentrábamos en el corazón de la ciudad que, para muchos de nosotros, seminaristas venidos de aldeas campesinas, era la ocasión de descubrir un mundo nuevo y sorprendente. Hasta que entrabas en la plaza del Obradoiro y entonces todo cambiaba. De repente sentías que algo dentro de ti te pedía concentración. Algo nuevo y diferente iba a acontecer en tu vida porque entrabas en el lugar sagrado que te abría a otra dimensión. Lo que allí acontecía era algo completa-mente diferente de las cosas que habías encontrado en las calles de la ciudad.

Las peregrinaciones infantiles de aquellos seminaristas dejarían huellas muy diversas con el paso de los años y de futuras decisiones. Algunos de nosotros viviríamos, muchos años después, en la cercanía física de la Catedral, incluso, en su servicio cotidiano. La impresión de los años primeros fue moldeándose con el correr del tiempo y de las nuevas responsabilidades. Una cosa no cambiará en nuestro modo de sentir la Catedral. Su espacio sagrado alberga un misterio único que el paso de los años no hace más que aumentar.

Haber tenido la fortuna de escuchar a gran-des personalidades del saber humano sobre la Catedral es el inmerecido pago que todos hubiéramos deseado. Lo mismo que haber podido vivir experiencias únicas como la de aquella mañana en que un maestro compostelano de la historia del arte nos reúne a un puñado de amigos para visionar la primicia de un corto en el que dice con autoridad que el Daniel del Pórtico de la Gloria es la primera vez en la historia en que la piedra labrada son-ríe. Todo nos habla de la grandeza inmortal en la historia y en el arte del conjunto catedralicio compostelano. Sin embargo, el misterio de Compostela va más allá de la belleza incomparable de sus formas geniales. El misterio de la Catedral se adentra con tal potencia en el corazón humano que lo transforma. 

El misterio de la Catedral es la capacidad transformadora del espíritu humano que tiene. Ese es, por encima de todos, su gran valor. En ella se aúnan la excelencia de las formas con huellas históricas que se enraízan en profundos sentimientos humanos que brotan siempre de nuevo cuando traspasas el umbral de aquellas puertas. Hay algo único en ese conjunto catedralicio que, como dice el profeta Ezequiel, hace que recobren vida los huesos muertos. Cualquiera que haya ejercido el ministerio de acoger a los peregrinos que llegan y entran en la Catedral sabe el magnetismo que esa presencia transmite. Cada uno lo llamará como quiera, sin que pueda sustraer-se a la evidencia de tales efectos.

El templo primitivo fue erigido para marcar y honrar una tumba en la que se custodian los restos de un apóstol, Santiago el hijo del True-no.  Allí han de peregrinar reyes y mendigos afrontando las más duras pruebas para llegar a la casa del señor Santiago, protector insigne y poderoso. Vienen fatigados del camino, pero han aprendido todas las lecciones de la vida. Necesitan esperanza y fuerza para volver a creer en la vida. Es lo que encuentran en aquel sepulcro en torno al que crece un lugar santo del que surgen un templo y una ciudad.

Compostela y su Catedral son la meta de un Camino, de todos los caminos, de cualquier ca-mino que uno haya recorrido. Cuando entras en la casa del señor Santiago nadie te pregunta por qué estás aquí, ni por dónde has venido ni si eres de los nuestros. Lo que ha de ocupar a todos es atender al peregrino para que se sienta en la casa de Dios, en su casa. Y entonces ocurre el milagro del reencuentro con uno mismo, con lo más profundo de nuestro ser, y con Santiago y con Dios. Lo que hay que evitar es el ruido, la vulgaridad, la provocación, la altanería y la desconsideración. Solo hay que acoger con respeto y sensibilidad por-que todo lo demás lo hace el santo apóstol y su casa, la Sión del Finisterre.   

Lo que el peregrino descubre en la Catedral es una realidad que se le desvela en un espacio y en un tiempo que le acoge y le transforma. Allí todo lo sensible se desborda y se extasía. La potencia de Santiago tiene que ver con su espacio abierto concentrado. Así la Catedral de Santiago es el Pórtico de la Gloria, el Códice Calixtino, la Torre del Reloj, pero es también el Palacio de Gelmírez, la Plaza del Obradoiro, la Corticela y el muro de san Pe-layo. Es un espacio configurado por genios de muchos siglos que han hecho posible que los tiempos se unan en un presente continuo. Allí se produce el encuentro de la eternidad y el instante donde la diversidad se concentra y lo particular se ensancha.

En Santiago siempre fueron sagrados el espacio y los tiempos y han de serlo para siempre. Nunca la Catedral se impuso como espacio excluyente, pero la ciudad necesita preservar el santuario cuidando su misterio y protegiendo su entorno. Ahí está la gran tarea de los tiempos presentes. Cuidar de que la ciudad no envejezca ni se desvirtúe y haga posible que el santuario y su espacio mantengan en el tiempo la capacidad de transformación que le es esencial. 

Las grandes obras de restauración llevadas a cabo en la Catedral como preparación para este Año Santo son un acontecimiento extraordinario que muestra ante los ojos del mundo entero el carácter icónico del templo compostelano, a la vez que pone de relieve la conciencia que Galicia y sus instituciones tienen del deber conservarlo y protegerlo.

Cuidar el legado de la Catedral de Santiago es la herencia que hemos recibido de la tradición de nuestros mayores. Continuar hoy esa misión nos exige ser conscientes y fieles al misterio que allí se encierra y perpetúa.

+ Luis Quinteiro Fiuza.

Obispo de Tui-Vigo.

 

lunes, 12 de abril de 2021

Pascua, miserio de Dor ou de Gozo..?

A Pascua cristiá é dor e é gozo. A espiritualidade cristiá puxo alternativamente o acento unhas veces na cruz, e outras na resurrección.

A Igrexa latina acentuou preferentemente o misterio da cruz, sobre o misterio da resurrección. Neste comportamento influíu moito San Anselmo, quen, ao presentar a redención realizada por Cristo, abunda na súa paixón e morte, e prescinde da resurrección. Segundo el, coa morte de Xesús, terminaba a redención e, por conseguinte, a misión do Fillo de Deus na terra.

Moitas ordes relixiosas inspiráronse para a súa espiritualidade, na cruz e na paixón do Señor: (Pasionistas, a Sociedade do Preciosísimo Sangue, Os Estigmáticos…) E moi poucos inspiráronse na Resurrección. Por contra, na época inmediatamente anterior e posterior ao Concilio Vaticano II, fíxose resaltar case exclusivamente a resurrección, a alegría e festa pascual. Ambas as posturas acusan un certo desequilibrio, xa que o Misterio Pascual intégrase de morte e de resurrección. Entraña, dor e gozo. E así temos que contemplalo nós: como misterio de dor e de gozo, e tamén de responsabilidade.

Misterio de dor, porque o Señor na paixón sufriu moito no seu corpo e no seu espírito: os azoutes que flaxelaron as súas costas; as espiñas nas súas tempas; as labazadas dos soldados; as caídas no camiño do calvario; os cravos que horadaron as súas mans e os seus pés… Foi moito o que Xesús padeceu no seu corpo durante a paixón; pero aínda foi máis atroz o que tivo que padecer na alma. Lembremos a traizón de Xudas, a agonía de Xetsemaní, o proceso ao que foi sometido: calumniado; proposto Barrabás; rexeitado polo pobo; abandonado do Eterno Pai: «Deus meu, Deus meu por que me abandonaches?», e todo isto sufríndoo e ofrecéndoo ao Señor por min. Así de inmensa foi a dor que lle custou a Xesús a miña redención.

Pero a Pascua tamén é gozo, é triunfo, é vitoria total, porque a vida de Xesús non terminou nun sepulcro cheo, senón nunha tumba baleira. Dese sepulcro baleiro sae unha voz que grita: Cristo resucitou! Aleluia! Que alegría para a súa Nai! Que gozo para María Madalena! Que satisfacción para Xoán, para os de Emaús e tamén para Tomé! Pero, sobre todo, que triunfo e que gozo para o propio Xesucristo!

Onde queda a pobreza de Belén? O odio de Herodes, o desterro de Exipto, o traballo de Nazaret, o rancor satánico de escribas e fariseos?

Xesús, o noso Mestre, o noso entrañable amigo, triunfou plenamente dos seus inimigos e da morte.

Con Xesús resucitaron as súas palabras: «Eu son o camiño, a verdade e a vida», «Vós sodes os meus amigos» «Os que permanezan comigo na loita, terán parte comigo no premio» Resucitaron as súas promesas, Cristo resucitou! Gocémonos con El; pero, sobre todo, Resucitemos con El, porque a Pascua é dor, é gozo e tamén é compromiso!

Indalecio Gómez Varela

Cóengo da Catedral de Lugo

 

domingo, 4 de abril de 2021

Mensaxe de Pascua de Resurreción de Mons. Julián Barrio

Feliz Pascua de Resurrección del Señor! Comprobamos día a día como “Dios entra de lleno en el juego desconcertante de nuestras vidas para liberarnos del mal”. Jesús resucitado había dicho a María Magdalena, María la de Santiago y Salomé: “Id a decir a sus discípulos y a Pedro: Él va por delante de vosotros a Galilea. Allí lo veréis” (Mc 16, 7). Él se hace presente anticipadamente en nuestra “Galilea” herida y lastimada por la pandemia del coronavirus, por familias que han perdido a sus seres queridos, por la pérdida de empleos y de posibilidades económicas. Cristo resucitado nos recuerda que la muerte ha sido vencida y que podemos celebrar la vida en medio de la incertidumbre, del dolor y del agobio.

¡Cómo necesitamos escuchar este mensaje acercándonos al sepulcro vacío de Cristo y dejarnos acompañar por Cristo en los caminos de nuestros Emaús! Hay que volver a nuestras comunidades para vivir solidaria y fraternalmente nuestra fe. Ahora más que nunca, Cristo resucitado fortalece nuestra esperanza como a los discípulos de Emaús para volver a nuestra “Jerusalén” donde la comunidad parroquial y la diocesana nos esperan siempre y allí comunitariamente adherirnos a Cristo, escuchar la palabra de Dios, participar en la Eucaristía y compartir la propia existencia. De manera especial he pedido para todos la gracia de reconocernos amados y de ser capaces de amar. Para el que no sabe dónde va, nunca hay viento favorable.

El Señor nos está dando señales de esperanza en tantas personas que están gastando su vida por los demás sin pedirles el carnet de identidad. Es suficiente sabernos hermanos los unos de los otros para construir una humanidad conforme al proyecto de Dios Padre. Sigamos mirando con el corazón a los que viven y no olvidemos a los fallecidos. Sólo así se explica la disponibilidad de quienes en los distintos campos y compromisos renuncian a vivir para sí mismos y entregan la vida a los demás.

Como los peregrinos ¡caminemos hacia adelante y miremos hacia arriba! ¡Demos testimonio de que el cristianismo es una manera fascinante de vivir la propia existencia! ¡Dialoguemos siempre con quien espera! ¡No tengamos miedo! ¡Resucitó Cristo, nuestra esperanza! ¡No es vana nuestra fe!

Saludo con afecto a todos los diocesanos, a los hermanos de las Iglesias separadas, de otras religiones, a los hombres de buena voluntad y a los que se encuentran en el Centro Penitenciario. ¡Feliz Pascua de Resurrección del Señor! ¡Que el Resucitado nos colme de bendiciones!

+ Julián Barrio Barrio,
Arzobispo de Santiago de Compostela