La variante temperatura estacional nos puede servir de referente para explicar el comportamiento del hombre en la historia de la salvación.
La temperatura de esta estación es invernal: La nieve cubre
los campos, y el frío congela las aguas. Pero volverá la primavera y con su
cálido clima, la floración hermoseará nuevamente los bosques y las praderas. A
la primavera seguirá el estío rico en espigas, y al estío seguirá el otoño
generoso en frutos.
También la historia del hombre pasó por el invierno de la
gracia: en esa estación conductualmente invernal, la humanidad no se distinguió
por su floración ni por sus frutos de santidad. La invernía de nuestro mal
comportamiento privó al mundo de su riqueza original e inoculó en el corazón
del hombre parálisis para toda obra buena. Pero para Dios nada hay imposible, y
el poder y bondad del Señor se comprometieron en devolver al hombre su
primitivo estado de gracia. Así nos lo hacen ver los tres personajes del
adviento: el profeta Isaías, recordándonos las promesas de redención del Señor.
San Juan Bautista, anunciándonos que “El Redentor está a la puerta, y llama”; y
la Virgen, acogiendo al Hijo de Dios en su seno virginal, convertido ahora en
el primer sagrario del mundo.
El adviento es la síntesis del misterio de la redención. En
el proceso de este misterio redentor existen unas constantes que marcan el
camino que nos conduce a la reconciliación con Dios. Son las siguientes:
Reconocer que necesitamos ser redimidos. Por nosotros mismos no podemos
recuperar nuestras buenas relaciones con Dios; Pedir que venga el Redentor y
nos salve; y acoger al Salvador, que no se presenta con semblante de juez, sino
con mano acogedora. Las crisis producen pesimismo, derrota y tristeza. Por el
contrario, la esperanza engendra gozo y paz. Este es el mensaje del presente
domingo: ALEGRAOS, TENED PAZ. Alguien dirá: no podemos tener paz ni hay lugar
para el gozo mientras exista tanto mal en el mundo. Cierto que no se puede
ignorar la existencia del desorden en nuestra sociedad. A la vista están la
creciente increencia en nuestro entorno. La oleada de inmoralidad por doquier;
el desprecio multitudinario de los valores cristianos; el abandono masivo de la
práctica religiosa… Pues, a pesar de todo, “alegraos y gozaos de todo corazón,
porque el Señor ha cancelado tu condena y se complace en ti, te ama y se alegra
con jubiló”, ya que en este mundo, el bien sobrepasa al mal. Son más los justos
que los malvados; somos más los que creemos en Cristo, que los que reniegan de
él; somos más los que amamos a la Iglesia, que los que la persiguen… Y aunque
fuésemos menos en número no somos un “residuo” moribundo de un cristianismo
agonizante, si no el “resto” revitalizador de un cristianismo actualmente
asediado por las fuerzas del mal, a las cuales estamos dispuestos a resistir
desde la iglesia de Jesucristo, “siempre perseguida pero nunca vencida”. Pues,
alegría y paz, porque, aunque odiados y maltratados, nunca seremos derrotados,
porque “yo estaré con vosotros hasta el fin del mundo”, dice el Señor.
Indalecio Gómez Varela
Canónigo de la Catedral de Lugo
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