O sábado, día
18 deste mes, celebrouse en Roma o Consistorio polo que o Papa Bieito XVI
nomeaba a 22 novos cardeais, un feito moi importante para vida interna da
Igrexa, xa que os cardeais son os conselleiros e axudantes do Papa no pastoreo da
Igrexa universal. Na véspera do Consistorio, o Cardeal Timothy Dolan, Arcebispo de Nova York, pronunciou un importante
discurso ante o Papa e cardeais sobre a nova evanxelización, do que queremos
publicar un pequeno extracto, que aparece na revista “Alfa y Omega”.
“El Concilio Vaticano II reafirmó que hay
misioneros explícitos, enviados a pueblos que nunca han escuchado el Nombre por
el que todos son salvados, pero también que ningún cristiano está exento del
deber de dar testimonio de Jesús y de ofrecer a otros Su invitación en su vida
cotidiana. Así, la misión se convirtió en algo central para la vida de cada
Iglesia local, para cada creyente.
Debemos tener en nuestro corazón a esas
personas que se consideran agnósticas o ateas. No quieren verse a sí mismas
como objeto de la misión, o renunciar a su libertad. Pero la cuestión de Dios
permanece presente también para ellos. Como primer paso de la evangelización,
debemos tratar de mantener esta búsqueda viva; debemos preocuparnos de que los
seres humanos no dejen de lado la cuestión de Dios, sino que, más bien, la vean
como una cuestión esencial para sus vidas.
Creemos, con los filósofos y poetas de
antaño, que no tuvieron la ventaja de la Revelación, que incluso una persona
que alardea de ser secular y desdeña la religión, tiene dentro una innegable
chispa de interés por el más allá, y reconoce que la Humanidad y la creación,
sin el concepto de algún tipo de creador, son un acertijo sombrío. Una película
popular ahora es The Way,
protagonizada por un actor famoso, Martin Sheen. Interpreta a un padre cuyo
hijo, que se había distanciado de él, muere haciendo el Camino de Santiago. El
padre decide, en su dolor, completar la peregrinación. Es el icono del hombre
secular: satisfecho de sí mismo, displicente hacia la religión, denominándose ex
católico, escéptico sobre la fe, y, sin embargo, incapaz de negar que dentro de
él hay un interés irreprimible por lo trascendente, una sed de algo más -no, de
Alguien-, que crece por el camino.
El misionero, el
evangelizador, debe ser una persona alegre. La nueva evangelización se lleva a
cabo con una sonrisa, no con un ceño fruncido. Alegría, amor... y, por último
-siento mencionarlo-, la sangre. Un joven de Nueva York me dijo que volvió a la
fe de su infancia porque leyó sobre los monjes trapenses martirizados en
Argelia hace 15 años, y después de ver De Dioses y hombres, la película sobre
ellos. A Tertuliano no le sorprendería”.
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